jueves, 15 de mayo de 2014

FOE de JOHN MAXWELL COETZEE




COMENTARIO (José Luis Vicent)


Me he quedado solo. Estoy perdido. Hasta el propio Coetzee me ha dado con la contraportada en las narices, y eso que me he aplicado bien leyendo su libro, ¿o acaso no es suyo?. Está repleto de exquisiteces, de arte, sé que me ha gustado, pero ¿cómo se resume una obra de arte?. No dejo de buscar a alguien que me indique lo que tengo que poner, que me cuente lo que ha sucedido y lo resuma pero me temo que es una tarea imposible.

He buscado en la Primera parte, esa en la que Susan Barton llega milagrosamente a la isla. Pero allí apenas habla nadie. Solo se pronuncia el viento. Y eso que Susan lo intenta, de hecho parece que me habla directamente, pero no me dice gran cosa. Bueno, sí, me habla de ella y de esa corta temporada con Cruso y Viernes, de cómo sobreviven escasamente alimentados o de cómo se protegen del frío con las pieles de los monos. También de las manías de Cruso, de su desinterés por los recuerdos, de esas terrazas destinadas a recibir las semillas de futuros navegantes como único objetivo. De cómo va levantando sobre ellas esos muros piedra sobre piedra con la ayuda de Viernes. Y también me cuenta, aunque ya me estaba dando cuenta, de cómo se enamora de Cruso y lo cuida con ternura hasta su muerte. Así que con Cruso muerto y Viernes mudo a ver quién cuenta a Susan algo que yo pueda resumir.



He buscado en la Segunda parte. Sorpresa. Encima de escaso va y me entero que no es a mí a quien se lo cuenta sino a Foe. Todo son cartas y más cartas detallando su estancia en la isla, en las que ningún derecho tengo yo a inmiscuirme. Por si fuera poco, llega un momento en que se las empiezan a devolver y es porque Foe se ha ido, ha huido de su casa de Londres acuciado por las deudas. Así que con Viernes sumido en su silencio cavando en el jardín y Susan abatida, me vuelven a dejar sin palabras. Se aviva una esperanza. Han tomado la casa vacía de Foe, y mientras Viernes se entretiene bailando envuelto entre sus togas, Susan ocupa su escritorio con lo que es de prever que algo de iluminación le alcance a ella y de rebote me alumbre mínimamente a mí. De nuevo el fracaso. Ella es capaz de soltar  palabras, pero no de ordenarlas. Para eso necesita que Foe las coloque como Cruso hizo con las piedras. Pero de Foe no hay noticias. Y para enmarañar más el asunto aparece la que dice ser hija de Susan, lo que termina por confundirla tanto que ya no sabe qué historia hay que contar y por ende, yo tampoco. Así que decide devolver a Viernes a su Africa natal para que al menos él sea feliz, pero recapacita a tiempo pensando que solo conseguirá esclavizarlo de nuevo. Regresan a Londres. Todavía es posible que alguien hable.

En la Tercera parte tiene que estar la solución. Se ve enseguida. Susan consigue dar con Foe en su nuevo domicilio y le pone al corriente. El hecho de estar juntos debe facilitar las cosas. Tienen todo el tiempo para ellos y para encontrar la manera de extraer de Viernes la historia de la isla y si no que se lo invente, que lo adorne con imaginación, que para eso es escritor. Demasiado fácil. Primero Foe, que dice que lo realmente importante es la historia de Susan con la pérdida y recuperación de su hija incluida, y no la aburrida historia de la isla. Y luego precisamente esa hija, que vuelve a presentarse con la que fue su niñera por si había dudas acerca del parentesco, desestabilizando más si cabe a Susan que ya está empezando a dudar de sí misma creyendo ser incluso un fantasma o una invención. Si es así, ¿qué puedo resumir yo de lo que alguien que no existe puede contar a otro que como escritor ya ha empezado recortando su apellido, si es que es suyo?, ¿o acaso éste también es un impostor?, ¡vaya lío!. ¿Y mísero de mí pretendo comentar, opinar, de lo que está fuera del alcance de los mortales?. Por suerte, parece que Susan en un desesperado intento por echarme una mano, seduce a Foe como la Musa que alumbra a los poetas para ver si por fin se digna a escribir algo, pero una vez más, dando muestras de su rareza o de su indolencia decide que ya que es Viernes quien conoce la historia, que sea él quien la escriba, ¡a un medio sordomudo!, y anima a Susan para que le enseñe. Si aprende rápido ya estoy salvado, pienso. Pero no. Con un par de vocales no se llega a ningún sitio. Sin embargo Foe es optimista y apunta que un simple murmullo puede ser la semilla capaz de germinar. Como las terrazas de Cruso esperando otras semillas queda Susan confiada a un milagro y quedo yo cada vez más parecido a otra ficción desposeída de talento.


Ya no queda otra que la Cuarta parte de la historia y solo seis páginas para contarla. Muy condensada tiene que estar. Bueno, si es necesario la leeré varias veces… vaya, pero si están todos muertos. A ver, lee un poco más. Pues sí, me lo ha repetido dos veces como si supiera que lo necesito, solo que en una se ha acercado a Viernes intentando escuchar algo y en otra ha recogido las cartas escritas a Foe que en ambos casos yace con Susan a su lado, ambos sin aliento y por tanto sin nada más que aportar. Pues esto se acaba amigo… y además ¿qué mujer lo está contando?. Me temo que debo volver atrás. Sí, lo haré. Pero, espera. Ahora se apea del bote y se acerca al barco sumergido. ¿Quién por fin contará algo?. Los nuevos muertos son el Capitán y Viernes que ya lleva tres. El Capitán no tiene ni idea pero Viernes sí. Viernes lo sabe todo y además se siente como en casa. Ahí está, la corriente que sale de su boca como el suspiro que vaticinó Foe. Está contándolo todo. ¡El esclavo que es el dueño y señor de la historia!. Ahora solo falta que alguien la recoja y la escriba para poder hacer un verdadero resumen. Por fin yo también he respirado.



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