jueves, 15 de mayo de 2014

(A propósito de Foe de J. M. Coetzee)
Antonio Rey González. Godella (Valencia)
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Algunos estudios psicológicos han confirmado que una de las fantasías más frecuentes, especialmente entre los hombres occidentales, es imaginarse arrojado en una isla desierta con la mujer de sus sueños. La figura del náufrago siempre ha tenido múltiples resonancias simbólicas en nuestra cultura: se trata, a fin de cuentas, de un viajero infortunado que no puede llegar a su destino y debe hacer escala -él espera que provisional- en un territorio extraño e inhóspito, donde los recursos para la supervivencia son muy escasos y donde se encuentra expuesto a pruebas cruciales para la estricta supervivencia. En el imaginario colectivo la isla desierta representa el paraíso perdido, como ocurre en el mundo rural de la Arcadia o en la Edad de Oro, y refiere el anhelo de un futuro mejor como simboliza todo testimonio utópico; el ideal de un mundo mejor, un mundo donde el hombre podría vivir en perfecta armonía con el espacio natural y que le proporcionaría todo lo que necesitara para su felicidad. Un mundo que representan las sociedades ideales, como La ciudad del Sol (1602) de Campanella, la Nueva Atlántida (1627) de Francis Bacon, Cristianápolis (1619) de Johann Valentín Andreä o la Océana (1656) de James Harrington, y otras que se han ido ideando a lo largo de la historia.

A principios del siglo XVIII, dos libros publicados en Gran Bretaña habrían de ejercer un influencia importante y duradera sobre este pensamiento y literatura utópicos: la famosa novela de naufragio Robinson Crusoe (1719), de Daniel Defoe y Los viajes de Gulliver (1726), de Jonathan Swift. Ambas obras serían muy imitadas y darían origen a dos nuevos subgéneros literarios: la robinsonada y la gulliverada. De ambas, Robinson Crusoe, admirado igualmente por niños y adultos, sigue siendo, sin duda alguna, la obra fantástica más popular de todos los tiempos.
El antes
La narración, según sabemos, se inspiró -al menos en parte- en un relato auténtico, el de un marinero escocés, Alexander Selkirk, que tras naufragar residió en una de las islas de Juan Fernández –hoy rebautizada como isla de Robinson Crusoe- frente a las costas de Chile, de 1704 a 1709. Fue desembarcado a la fuerza por un altercado con el capitán, y así consta en los relatos del científico y aventurero William Dampier, que en su Nuevo viaje alrededor del mundo, editado en 1679, cuenta la expedición en la que participó Selkirt. Posteriormente fue rescatado por el capital de navío Woodes Rogers, que con el tiempo se convertiría en el primer gobernador de las Bahamas.

Casi un siglo antes de todo esto, el inca Garcilaso de la Vega, escritor e historiador peruano de ascendencia hispana, escribió su obra cumbre los Comentarios Reales de los Incas cuya primera parte apareció en 1609. Escrito a partir de sus recuerdos personales de infancia y juventud, escuchado directamente a sus parientes y a personajes destacados, constituye uno de los intentos mas conseguidos de salvaguardar la memoria de la civilización andina. En esta obra se intercala la historia de Pedro Serrano, un náufrago español capitán de la embarcación, que sobrevive siete años en una isla desierta e inhóspita, un banco de arena con apenas vegetación y sin agua, donde había llegado como único superviviente de un naufragio entre La Habana y Cartagena de Indias. Vivió tres años en solitario y cuatro mas en compañía de otro naufrago en situación mas precaria que Robinson. El relato constituye toda una joya literaria y que es un claro antecedente del libro de Defoe.



no podemos dejar de mencionar Baltasar Gracián (1601-1658), nuestro gran escritor español del Siglo de Oro, que cultivó la prosa didáctica y filosófica. Entre sus obras destaca El Criticón (1651-53), una alegoría de la vida humana y que constituye una de las obras más importantes de la literatura española, según algunos comparable por su calidad al Quijote o La Celestina. En ella y en uno de sus párrafos se cuenta como “un náufrago, Critilo, hombre experimentado, es arrojado a las costas de la isla de Santa Helena, donde conoce a Andrenio, el hombre natural, criado por un animal al margen de toda civilización, y a quien Critilo enseña a hablar. Andrenio le cuenta cómo nació en una cueva cerrada y tras un terremoto, vio la luz y la hermosa Naturaleza, comprendiendo que solo podía ser obra del Supremo Artífice. Son rescatados por una flota española y juntos comienzan una larga peregrinación alegórica en diversas etapas en la Corte de España, Aragón, Francia y Roma en busca de Felisinda (la felicidad), esposa deseada por Critilo y madre de Andrenio, para al final de su vida alcanzar la Isla de la Inmortalidad.” El ilustre psicoanalista francés Jacques Lacan, buen conocedor de la obra de Gracián, hizo sobre este tema algunos comentarios interesantes en relación con la obra de Defoe, y sobre todo, como la lengua –en este caso la inglesa- fue el elemento esencial para la supervivencia de Robinson en la isla.


También se suele citar como antecedente al alemán Grimemlhausen, que en su novela El aventurero Simplicissimus, hizo pasar a su personaje Simplicius por la prueba del naufragio con posterior llegada a una isla cercana a Madagascar. Y por no dejar de citar precedentes, también es posible que Defoe deba algo a una narración holandesa, El poderoso reino de Krinky Kesmes (1708), de Hendrik Smeeks, memorias de bucanero entre los filibusteros franceses de la isla Tortuga, frente a Santo Domingo.

A pesar de todo esto el Robinson de Defoe, cuyo título original completo era: “La vida y las extrañas, sorprendentes aventuras de Robinson Crusoe de York, marinero, que vivió veintiocho años completamente solo en una isla desierta en las costas de América, cerca de la desembocadura del gran río Orinoco, arrojado a la orilla en un naufragio en el que todos perecieron salvo él, con una relación de la forma en que fue al fin liberado de un modo igualmente extraño por los piratas; escrito por él mismo”, fue una obra de gran novedad para la época por la forma de su construcción, con el narrador en primera persona; no figuraba el nombre del autor porque había que tomarlo por un verdadero libro de memorias, como si fueran recuerdos del propio naufrago. Defoe fue un escritor inquieto e interesado de todo lo que ocurría a su alrededor, lo cual muestra la modernidad de su obra, aparecida en 1719. Crusoe es un personaje moderno y práctico, nacido en una época que confía en la voluntad, en el ingenio y en el trabajo para conseguir la transformación de la naturaleza a favor de los hombres; por eso será uno de los primeros libros que leerá el Emilio de Rousseau y que siempre ocupará un lugar destacado en su biblioteca. También, algunos siglos después, Carlos Marx lo citará en El Capital. Para este, el hombre produce todos sus medios de subsistencia en sociedad; Marx parte de esta base, negando el individualismo al que llama despectivamente con el término "robinsonada", ya que incluso cuando un hombre subsiste solo en una isla tras un naufragio, ya tiene dentro suyo las formas de producción.



Para muchos intérpretes, el personaje representa los valores del colonialismo europeo mientras que, para otros, el personaje recrea la situación de Adán, en el paraíso, antes de la irrupción de Eva

Y el después

El éxito de la obra fue considerable en poco tiempo se vendieron 80.000 (sic) ejemplares, y además, no solo en Inglaterra, porque en otros países, comenzaron a aparecer versiones acomodadas a la época y a los gustos locales, y esta es una corriente que aún no ha terminado. En vista del éxito, Defoe escribió unos meses después, una segunda parte, The Farther (Further) Adventures of Robinson Crusoe [Mas aventuras de Robinson Crusoe](1719), en la que Robinson y Viernes regresan a la isla de su encuentro.

Estas versiones fueron especialmente numerosas en Alemania, donde entre 1722 y 1769 aparecieron unas cuarenta robinsonadas, la más interesante de las cuales es Die Insel Felsenburg [La isla de Felsenburg], de Johann Goottfried  Schnabel (bajo el seudónimo de Gisander) y que para muchos críticos será la mejor robinsonada alemana; fue publicada en cuatro partes entre los años 1731 y 1743. En los próximos años siguen apareciendo gran cantidad de novelas que adoptan a Robinson como protagonista. Así el Peter Wilkirs de Robert Paltock editado en 1751 que es un personaje que podríamos decir, híbrido, por cuanto es producto de una interrelación literaria entre Robinson y Gulliver y que produjo un atractivo interés al relacionar dos obras exitosas de la época. Años más tarde, apareció otra titulada Robinson der Jüngere [Robinson el joven] (1780), de la pluma de Joachim Heinrich Campe, escritor, lingüista, educador y publicista, y que había sido preceptor de los famosos hermanos Humboldt, grandes viajeros y narradores de viajes. En 1810 se edita también El pequeño Robinson, y en 1813 aparece en Suiza una obra que alcanzó gran repercusión en toda Europa; se trata de El Robinson suizo del pastor Johann Rudolf Wyss, autor también del himno nacional de su país; en este caso no se trata de un  héroe solitario, sino de toda una familia que debe vivir a la manera del herore de Defoe. En 1824 se publica en París, El Robinson de 12 años, de Malles de Beaulieu. Y este mismo año en Ámsterdam, Vevenet escribe El Robinson holandés.





Durante los primeros años del siglo XIX, se sucederían títulos como El Robinson holandés (1824), El Robinson de los hielos (1835), Emma, el Robinson femenino (1837) y en los años siguientes, El Robinson austriaco, Robinson en el Océano Pacífico, Iván el Robinson del norte, El Robinson húngaro, El Robinson americano, hasta llegar a Los Robinsones Vascos, de Francis Jammes, en 1949. Y ya casi a finales del siglo, en 1885, de la pluma del prolífico Julio Verne, surge una versión muy novedosa, aunque basada en la suiza, y donde la originalidad será la existencia de una naufraga, una auténtica “robinsona” que tras dos años en la soledad de una isla regresa a su patria helvética. Otro Robinson notable -aunque obra menor- fue el Godfrey de la Escuela de Robinsones, también de Julio Verne. En 1921 sorprendió la aparición de otra náufraga, creada por el escritor y diplomático francés Jean Giradoux en su novela, Susana y el Pacífico. En esta reescritura del mito, Jean Giraudoux sustituye al náufrago inglés con una protagonista femenina, quien sabe establecer  un vínculo armonioso con la naturaleza de la isla.



ya en años avanzados del siglo XX, dos obras vienen a contemplar otra vez la isla desierta, pero no ya como el paraíso que imaginó Defoe, sino con un purgatorio e incluso como un infierno. La primera de ellas es Viernes o los limbos del Pacífico (1967), de Michel Tournier, novela por la que el autor, alumno de Gaston Bachelard y con gran influencia de Jean Paul Sartre, recibió el Grand Prix du Roman de la Academia Francesa y gran éxito por parte del público. El autor recogió el mito de Robinson y lo reconstruyó de una manera muy original; el personaje es muy similar al de Defoe pero es marcada su angustia existencial y el autor se vale de él para reflexionar sobre el sentido de la condición humana y  de la civilización. Se muestra además un Robinson que tiene pulsiones sexuales y asigna a la isla una identidad femenina, desmarcándose del náufrago asexuado de Defoe. La segunda obra -el infierno en una isla- es El señor de las moscas (1954), del autor británico William Golding considerada un clásico de la literatura inglesa de postguerra. En ella se trata de representar la maldad general del ser humano, personificada por Belcebú, conocido por el sobrenombre de señor de las moscas. Una treintena de niños son los únicos supervivientes de un naufragio aéreo por culpa de una tormenta; deben sobrevivir en tales condiciones y no tardan en crearse dos grupos con sus líderes. El autor reflexiona, entre otros temas, sobre la contraposición entre barbarie y civilización o la validez y la necesidad de la disciplina.

En vertiente humorística citaremos la obra Los cuatro Robinsones (1917), de Pedro Muñoz Seca, una de sus astracanadas escrita en colaboración de Enrique García Álvarez y más tarde llevada al cine.

Para finalizar no podemos dejar de citar a Foe, novela  de 1986 escrita por el sudafricano John Maxwell Coetzee, Premio Nobel de Literatura en 2003, aunque el hecho de su origen no ha de engañarnos sobre su identificación con el mundo poscolonial. En esta obra, el naufragio de la mujer protagonista es el pretexto para dedicar amplio espacio a un personaje femenino y elegirlo como narrador, en homenaje confesado del autor a todas las escritoras marginadas de la historia. Pero en este caso la isla no estará desierta sino que tendrá dos habitantes, Robinson y un Viernes mudo aunque de presencia insistente y a quien ella no abandonará, empeñada en conocer su historia e intentar establecer una comunicación con él, además de plantear una complicada relación con el propio Defoe.

La brevedad de esta síntesis, nos obliga a descartar libros mas que interesantes y muy sugestivos, aunque no puedo dejar de mencionar los siguientes: La isla de la pasión (1989) de Laura Restrepo, La isla de Robinson (1981), de Arturo Uslar Pietri, El laberinto oscuro (Cefalú) (1958), de Lawrence Durrell, Los premios (1960) y Adiós Robinson (1977) de Julio Cortázar, y En la isla de Pascua. Historia de un Robinson español (1985), de Concha Zardoya.

La vigencia del mito
Penúltimo capítulo.




Lost (conocido en México, Venezuela y algunos otros países de Hispanoamérica como Desaparecidos y en España como Perdidos) es una serie de televisión estadounidense que fue emitida originalmente por la cadena ABC entre 2004 y 2010, hasta completar un total de seis temporadas. La serie narra las vivencias de un grupo de personas en una isla tras sobrevivir a un accidente aéreo. Fue un éxito generalizado en los países en los que se emitió, llegando a tener en su primera temporada una media de 16,1 millones de telespectadores en Estados Unidos, y entró a formar parte con rapidez de la cultura popular estadounidense (ha sido referenciada en multitud de programas de televisión, cómics, canciones, etc.). También ganó numerosos premios, entre los que se cuentan un Globo de Oro y seis Premios Emmy (Fuente: Wikipedia)

Apéndice

12-abril-2014: Google Earth halla mujer abandonada 7 años en isla desierta.


Se relataba que en el año 2007, Gemma Sheridan y dos de sus amigos decidieron emprender una aventura, navegando de Liverpool, su ciudad natal, hacia el Canal de Panamá y luego a Hawái. Al principio el viaje se llevó a cabo sin contratiempos, pero luego de cruzar el Canal de Panamá una tormenta atrapó la embarcación en que los tres amigos viajaban, dos de ellos cayeron por la borda y murieron. Pero, Gemma sobrevivió: durante 17 días, estuvo a la deriva hasta que fue alcanzada por otra tormenta en medio del Océano Pacífico. La fuerza del fenómeno natural la dejó inconsciente y finalmente despertó en una inhóspita playa, rodeada por los escombros de su barco. Se trataba de una isla desierta. En esta isla, Gemma estuvo más de 7 años, al principio solo podía tomar agua de una piedra que sacaba una gota cada 50 segundos y de los cocos, pero más adelante llovió y pudo almacenar agua. Los años pasaron y Gemma se trataba de mantener con vida, pues psicológicamente no era fácil estar completamente sola, al grado que empezaba a hablar con ella misma y tener pensamientos suicidas. Durante este largo tiempo, Gemma dibujo una señal de S.O.S bastante grande en la playa, esperando que un avión que pasase la viera, pero esto nunca sucedió. El milagro llegó cuando un internauta estaba utilizando Google Earth y vio la señal, con esto alertó a las autoridades y una avioneta fue a buscarla. Ella asegura que no creía lo que veía, pues pensaba que era un sueño.


La realidad es que esta historia era totalmente falsa, nuncaocurrió, pero miles de portales de noticias la estuvieron publicando como real. La vigencia del mito es indiscutible: solo una ficción de tal potencia sería capaz de mantener la credibilidad de semejante noticia.







Sugerencias para una lectura posterior



·      Claeys, Gregory (2011). Utopía. Historia de una idea. Madrid. Ediciones Siruela


·      Pimentel, Juan (2014). Parábolas y naufragios de Robinson Crusoe. Madrid. La línea del horizonte

1 comentario:

guillermoescalonaromero dijo...

Excelente y completo artículo.

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