domingo, 15 de enero de 2017

En el último azul, proceso a la intolerancia

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En el último azul, proceso a la intolerancia

La escritora mallorquina Carme Riera publicó En el último azul en 1996.  Desde entonces, numerosas ediciones en diferentes formatos y soportes han dado fe del éxito de este relato sobre los terribles sucesos que acontecieron en Palma de Mallorca (Ciutat) durante los  Autos de Fe contra los judíos. En la primavera de 1678, el frustrado intento de huida y posterior apresamiento y enjuiciamiento de un numeroso grupo de clandestinos seguidores de la ley mosaica, desembocó en los sangrientos y crueles castigos que se despliegan en esta narración. Estructurada en tres partes, la historia discurre en dos escenarios que contienen a su vez dos tramas: los acontecimientos que suceden en las laberínticas y claustrofóbicas calles de Ciutat (la génesis y desarrollo del conflicto), y los de Livorno, el lejano y edénico destino exterior en el que los oprimidos esperaron encontrar la libertad. Pues, al fin y al cabo, esta es la historia de la planificación y fracaso de un viaje hacia la tolerancia, tanto religiosa como cultural, de un pueblo que sólo deseaba vivir en paz con sus creencias y prosperar con sus negocios.

Dos secuencias de carácter fantástico, evocadoras de legendarios cuentos de viajeros y sirenas, abren y cierran el relato como el marco de un cuadro que delimita e inmoviliza el contenido ficticio de la historia narrada.  El primer paseo del marinero Joao Peres por las misteriosas y  oscuras calles de Ciutat en busca de la dama misteriosa y de sublime belleza, llena de promesas de amor y felicidad, contrastan con la visión perturbadora y desgarrada de una sociedad que tortura y quema a sus supuestos enemigos espirituales. Principio mágico y final naturalista se constituyen en alfa y omega de una historia que engendra un sueño y acaba en dolor y muerte.

La novela aplica las reglas del relato tradicional con su estructura tripartita, en la que primero se presenta a los personajes y la génesis del conflicto  en una sociedad dividida por la fe y espurios intereses; a continuación, el nudo con el intento de huida, arresto y encarcelamiento de los rebeldes; y finalmente, el desenlace, con los juicios, penas y quema pública de los condenados. En cuanto al tiempo de la historia, aunque es lineal  y cronológico en su conjunto (desde el comienzo de la primavera hasta el otoño del infausto año de 1678), incluye un discurso temporal analéptico y fraccionado, donde la trama se muestra subdividida en múltiples episodios correspondientes a las peripecias de cada personaje o grupo de personajes. Esta fragmentación de la acción principal, junto con las continuas  retrospecciones o referencias a un pasado que pretende completar el perfil y función de los componentes del relato, crea cierta confusión en el lector, que ve cómo se le escapa el contenido nuclear de una narración dividida en episodios inconclusos. Tienen que pasar muchas páginas y capítulos para que  la acción se perfile con nitidez y sus protagonistas muestren sus rasgos y problemas.

En el debate tertuliano se  apuntó que esta técnica es típica de las teleseries y de los best-seller, y que, bien empleada, contribuye a crear el clima de suspense que incita al lector a seguir leyendo impulsado por la necesidad imperiosa de conocer el siguiente acontecimiento. No es nuevo, pues, este artificio (presente quizá en la novela bizantina que precedió al género de aventuras) que sin duda encontró su mejor acomodo en la novela por entregas del siglo XIX, y se consolidó en el folletín. En cualquier caso, como no somos ni pretendemos ser expertos portadores de lecciones de sabiduría, dejamos  el tema abierto a futuros y deseables comentarios. No olvidemos que Cervantes también interrumpió su relato en el famoso capítulo IX de El Quijote, dejando al vizcaíno y a nuestro entrañable caballero con las espadas en alto, en una imagen estática y suspendida. Interrumpir, cortar, insertar una y otra historia en la trama; llevar el discurso temporal hacia delante y atrás; combinar actos presentes con recuerdos del pasado y deseos o proyecciones del futuro, todo ello forma parte de la narratología y su teoría del relato o del arte de contar.  

Volvemos a nuestra novela y a su carácter dual respecto a la forma de agrupar  los personajes: por un lado nos encontramos con el poder civil y religioso, representado respectivamente por la Monarquía y la Iglesia, con sus virreyes, obispos y funcionarios intermedios. Por otro, la sociedad judía  con su diversidad social formada por acaudalados e influyentes comerciantes, artesanos, criados y hortelanos. En la novela hay una amplia representación de todos ellos con nombres y apellidos. Los más rimbombantes de la parte cristiana corresponden, naturalmente, a los más poderosos: Antonio Nepomuceno Sotomayor y Ampuero, Virrey de su Majestad; Nicolás Rodríguez Fermosino, Gran Inquisidor de la Católica y Apostólica Iglesia de Roma; Jaume Llabrés, Juez de Bienes, eufemístico apelativo del Confiscador del Santo Oficio. Como vemos, una perfecta geometría que reúne política, religión y economía en un triángulo de intereses y confluencias.

En la parte judía, también se distingue  al líder supremo en Gabriel Valls de Valls Major, frente a los numerosos Cortés, Bonnín, Fortesa, Martí y Miró, con que se nombran a toda una galería de xuetas (cerdo, marrano), término despectivo con que se denominaba a los judíos y que ha pervivido como insulto mallorquín. Con esta novela, Carme Riera pretende rescatar de la Historia unos hechos deleznables y redimir la memoria de unas personas que fueron injustamente perseguidas y masacradas  debido a sus creencias.

Los primeros, los cristianos, desempeñan el papel de verdugos; de víctimas, los segundos, los judíos. Interpretamos esta simplificación como una concesión al tratamiento más dramático que histórico  de la narración, lo que nos ha llevado a polemizar sobre la definición de novela histórica y si ésta lo es. Algunas aportaciones pretenderán aclarar esta cuestión aunque quizá no lo consigan. Tras un dilatado intercambio de opiniones y argumentos, llegamos como mucho, a definir lo que no es novela histórica. No basta con que se relaten hechos en un contexto histórico. Todos hemos leído novelas situadas, por ejemplo, en el antiguo Egipto, en las que los personajes hablan como si salieran de un Burger King. Una buena novela histórica, como Bomarzo, de Múgica Laínez, reproduce tanto la Historia y los personajes que la habitaron, como la “atmósfera” cultural y  social de su tiempo.  A la vez nos muestra los personajes inmersos en sus conflictos y contradicciones, con sus luces y sombras, con los numerosos y nebulosos matices que los hacen verosímiles. La buena novela histórica nos sumerge en los hechos de la Historia para aportarnos conocimientos nuevos desde nuevas perspectivas.  Sin excluir el entretenimiento de toda ficción, no se queda en ella sino que la trasciende, pues, tras leer esa novela que ha desplegado ante nuestros ojos un universo ficticio elaborado con materiales procedentes de la Historia, sentimos que hemos viajado a un tiempo pasado y, tras permanecer en él, hemos aprendido algo que no sabíamos y que formará parte de nuestra memoria lectora. Alguien pregunta si Memorias de Adriano, de Marguerite Yourcenar, es novela histórica…. Alguien dice que los libros de Santiago Posteguillo sobre la Historia de Roma, sí los son. En fin, otro debate abierto para que intervengan  blogueros y comentaristas.

¿Qué diríamos al respecto sobre la novela que nos ocupa? De momento, sólo nos aventuramos a considerarla como una narración ficticia sobre hechos y personajes históricos. La propia autora explica al final de su libro qué estrategias y convenciones narrativas propias de la novela utilizó para transformar la Historia en relato de ficción. Lo más arriesgado que  nos atrevemos a afirmar es que esta novela trata de hechos históricos, pero no nos aporta nada nuevo sobre los problemas de los judíos, ya que el relato se parece demasiado a otros que hemos leído o visto en el cine. La división entre buenos y malos, verdugos y víctimas es demasiado obvia y tópica. Más interesante podría ser el diferente cariz que la mentira, el fingimiento y la hipocresía presentan en los dos grupos sociales: cristianos y judíos. Para los primeros, la simulación de una hipotética bondad no es más que una máscara que esconde la ambición de poder, el ansia de dinero o el control de las conciencias. Para los segundos, es una necesidad derivada del miedo y el instinto de supervivencia. De hecho, es una delación, es decir  el intento de desvelar lo que las apariencias esconden, la que desencadena la persecución y la tragedia. Tanto las denuncias iniciales como las confesiones y  deserciones de la propia fe responden a ese instinto de sobrevivir, aunque sea a costa de perderlo todo y en las más ínfimas y míseras condiciones de vida.

Los negocios sucios, la asociación con el Corso y con los judíos, la ambición política y económica, la gestión inmoral de las deudas, la lujuria en palacios y burdeles, la gula de los pastelitos de monja, los matrimonios concertados por el interés, la estupidez y ñoñería de la aristocracia femenina, la pedantería y presunción de los jesuitas, la religiosidad teatral de los Tedeum, el negocio  de los funcionarios religiosos y civiles, las vulgares pretensiones de la Corte,   el triunfo de la mediocridad, la incultura, el mal gusto y la cursilería generalizada de los gobiernos del espíritu y la materia…. Todo esto y más se refleja en esta novela mediante un excesivo uso de la hipérbole, que desemboca en paródica caricatura, cuando el referente es el mundo cristiano.
Por el contrario, el tono trágico se reserva para el ámbito judío, donde la opresión y el miedo generan una tensión dramática  que crece y se magnifica a medida que avanza el argumento. Aunque en ocasiones también  se percibe cierta profusión emocional y sentimental, próxima al tremendismo, como encontramos en la descripción final de las hogueras en que arden los condenados, o en el niño ahogado y muerto en brazos de la madre atormentada. Pero lo que predomina es un sentimiento de pérdida, tanto de bienes y libertad como de la propia vida, al que se suman las evocaciones de   épocas donde reinaron el respeto y la tolerancia. También abundan las comparaciones con otros  lugares europeos donde existe la libertad, así como el deseo de una vida en paz en  el anhelado exilio italiano bajo la protección de la legendaria Blanca María Pires, símbolo de un paraíso posible.

La reconstrucción de los espacios y ambientes del siglo XVII en los barrios judíos de la capital mallorquina, trasladan al lector a un mundo bien construido y documentado. La caracterización de los personajes de esta esfera es más  cuestionable, dada su tendencia al arquetipo y al cliché: los jóvenes ingenuos, los adolescentes sodomizados, la prostituta graciosa y bondadosa, el traidor envidioso, la loca alucinada, el supersticioso fanático… Quizá el único personaje que muestra cierta complejidad, tanto respecto a su comportamiento moral  como a su pensamiento teológico, es Gabriel Valls, el guía de la comunidad judía y artífice del fracasado plan de huida. Su defensa de la tolerancia, próxima a las teorías erasmistas, sus dudas de fe y crítica de la jerarquía,  contrastan con su debilidad de amar a dos mujeres y la lúcida aceptación de su destino.
En suma, estamos ante una novela bien escrita y entretenida, pero sobre todo necesaria. En una sociedad que desconoce su historia y su pasado, siempre hay que agradecer a aquellos que los escriben y difunden. También hemos valorado la  suerte de contar con lenguas tan hermosas como el mallorquín, y lamentado la pérdida de matices de las traducciones, que, por muy buenas que sean, no aportan los detalles léxicos y sonoros que  constituyen la esencia de una lengua. Afortunadamente hemos contado con las voces de dos asistentes a nuestro club de lectura, Carmen y Lourdes, que nos han hecho llegar las delicias de los versos contenidos en esta novela. Su lectura en voz alta de las oraciones, rezos y conjuros antiguos nos ha hecho viajar a través del tiempo y del espacio, nos ha transportado a un universo de magia y poesía.


Seguiremos ofreciendo la posibilidad de leer en versión original los libros que se presten a ello, con la libertad de que cada uno elija la versión que más le interese y convenga. Seguiremos comparando historias y lenguajes dentro de la diversidad literaria que es base de nuestra cultura. GB 

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