Como todos los meses nos reunimos el pasado martes, 27 e marzo,
para valorar y comentar los interesantes aspectos temáticos y formales de la
novela El gran reloj de Kenneth Fearing, escritor y periodista
americano que publicó esta novela en la década de los años 40 del pasado siglo.
El gran reloj nos remite a ese familiar y viejo
concepto del hombre como mera pieza de una compleja e implacable maquinaria que
gira y gira mientras marca los tiempos de
las alegrías e infortunios, que nos conducen a un destino inevitable.
Bajo la
apariencia de novela negra se relata la historia de un crimen innecesario y
absurdo, con la consiguiente investigación detectivesca e ineludible persecución del asesino.
Una singularidad de esta novela es que está narrada por algunos de los
personajes que participan en la trama, protagonista incluido, por lo que la
perspectiva sobre el conflicto cambia constantemente, a la par que enriquece y
amplía el punto de vista de los lectores. De este modo, la visión del conjunto
resulta más rica y matizada. Como vemos, cada vez es más frecuente el uso de un
narrador múltiple en las obras que leemos y comentamos, lo que
eleva el nivel de los miembros del club, cada vez más finos en sus
apreciaciones.
Pero la
mayor originalidad se encuentra en
el hecho bastante poco común, de que el detective al que encargan la
investigación es al mismo tiempo el sospechoso del delito. Esto es posible
porque el protagonista, George Stroud,
trabaja en una publicación especializada en periodismo de investigación
de desmanes económicos y políticos, cuya divulgación reporta a la empresa
corporativa grandes beneficios. Debido a un traspiés amoroso cuyos detalles no
desvelaremos, el pobre George se ve envuelto en una red de intrigantes
acontecimientos que le conducen al mencionado papel de cazador y presa. Pues el
justiciero mecanismo universal, esa arbitraria diosa Fortuna de los clásicos,
ubica a nuestro personaje en situaciones harto complejas y peligrosas para su
seguridad y su estatus social, que quizá no le condenen por el crimen no
cometido, pero sí le hacen pagar por otros delitos.
Con un
desarrollo argumental que mantiene el interés en todo momento, este relato
alimenta una tensión narrativa
ascendente que culmina en un climax tan sorprendente como interesante. Estructurada con una simetría de temas simbólicos que trascienden el mero
relato policíaco, esta gran novela de los años 40 adquiere validez universal
por todo lo que trata y sugiere:
Es una invitación a reflexionar sobre el
tiempo, el azar y la inevitable fatalidad. Un análisis del capitalismo salvaje
que rige los intereses de las grandes corporaciones, que también son
maquinarias que no se desvían de los porcentajes y los beneficios. Una lección sobre el poder y su
cinismo manipulador así como su utilitarismo moral.
Pero lo
más sugerente es lo que apunta a un juego de espejos en que se contrastan dos
realidades: lo real y lo virtual, lo verdadero y lo falso, la certeza y la
duda, la vida y la ficción. El perspectivismo impregna todos los aspectos de
esta novela que nos ha divertido, entretenido y ha suscitado uno de los debates
más vivos y vibrantes de nuestro Club de lectura. Nos ha encantado lo del
investigador investigado, lo de la Justicia Natural, y lo de que al final mande
la economía. Una obra que se lee
muy bien y cuyos mensajes valen para el día de hoy tanto como antaño, pues,
como todas las buenas novelas, su validez es intemporal. GB