lunes, 28 de febrero de 2022

El club de los poetas suicidas (Jenn Diaz) - Enlace

 

Sylvia en Benidorm (1955)
 

Como sabeis para el próximo encuentro (10 de marzo) hemos acordado la lectura y comentarios de la novela La campana de cristal de Sylvia Plath.

Como adelanto, y para que os vayáis ambientado con la escritora y poeta y su obra, os ofrecemos este enlace para el magnífico artículo "El club de los poetas suicidas" de la escritora catalana Jenn Diaz y que publicó en la revista cultural española JotDown

https://www.jotdown.es/2013/04/el-club-de-los-poetas-suicidas-sylvia-plath/

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De visita. Comentario

 

Maeve Brennan, «la dama interminable»
Breves comentarios sobre la novela De visita.

Antonio Rey

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Maeve Brennan (1917-1993) fue, como ya sabemos, una escritora y periodista irlandesa. Nacida en Dublín, emigró a los 17 años a Estados Unidos junto a su familia y años después comenzó a colaborar en la prensa neoyorquina. Fue una figura importante tanto en la escritura de la diáspora irlandesa como en la propia escritura irlandesa. Se han publicado colecciones de sus artículos (De Dublín a Nueva York. Barcelona. Malpaso. 2019) y una novela corta (De visita. Barcelona. Lumen. 2005)
Según su biógrafa Angela Bourke, Brennan fue admirada en la sociedad de Nueva York por su inteligencia, ingenio, belleza y estilo, y la describe fisicamente así: "apenas tenía cinco pies de alta, casi siempre iba vestida de negro y los altos tacones de sus zapatos Papagallo sonaban por los pasillos con paso enérgico. Su coleta de caballo le daba una apariencia más joven de lo que era, pero ella nunca iba sin su pintura de labios oscura ni su espeso maquillaje, y una rosa roja, o un clavel, en su solapa". Cuentan que su sentido del ridículo no se vio afectado jamás y que, como su predecesora Dorothy Parker, podía ser muy despiadada.
Su carrera fue brillante como escritora en The New Yorker, revista donde publicó memorables reseñas y relatos con el seudónimo de “La dama interminable”.
Se casó con poca fortuna con el editor de The New Yorker, Clair McKelway, un hombre con talento pero alcohólico, bipolar y de conducta imprevisible. Según su biógrafa este acontecimiento vital fue uno de los motivos del inicio de su posterior hundimiento. A Brennan le gustaba deambular en sus narraciones por las zonas más sórdidas de la ciudad y vagabundear por hoteles baratos habitados por personajes solitarios. Sus recorridos por el lado oscuro de la ciudad acabaron influyendo en su mente y en los años ochenta comenzó a sufrir episodios psicóticos que le obligaron a abandonar poco a poco la escritura. De hecho su colaboración activa con The New Yorker finalizó en 1981. A partir de entonces su estado físico y mental fue empeorando sin remedio llevando una vida errática y peculiar. Cuando la escritora no estaba internada en algún hospital, o vagabundeando entre los mendigos de las calles de Nueva York, el único lugar en el que deseaba vivir era en el lavabo de mujeres de las oficinas de la revista en la que había trabajado durante algo más de tres décadas.

De visita es la primera y única novela de la autora. Olvidada, como la autora, se publicó póstumamente en el año 2000 y podríamos subtitularla como la historia de tres soledades.
La narración comienza a principios de los años 40 del pasado siglo y gira en torno al regreso de la joven Anastasia King a su Dublín natal (sin mencionar el nombre) tras varios años de exilio en París, adonde se había trasladado con su madre cuando esta decidió abandonar a su padre. Huérfana y desamparada, regresa con la ilusión de volver al hogar, a la casa de su in­fancia, donde vive su abuela -madre de su padre-, una mujer fría y rencorosa que ve en ella el símbolo de las desgracias de su hijo, y que nunca perdonó a su nuera y a su nieta que lo hubiesen abandonado. El deseo de Anastasia, joven y entusiasta, es instalarse en ésta querida casa, y ver desde la ventana de su habitación el jardín que veía de niña y tomar el te con su abuela. Por otro lado, y para completar el trio, nos encontramos a la señorita Kilbride, una anciana soltera, vecina de su abuela, con una historia trágica y que soporta el recuerdo de un romance que no puedo ser.
Me ha encantado esta deliciosa novela, a caballo entre una novela corta y un relato, y cuya magia reside en contar una historia en muy pocas páginas y aún así que todo tenga un sentido. El texto, que se lee de una sentada, te sumerge en el ambiente de unas calles empedradas, de unas casas con chimenea y de los paseos de Anastasia por el jardín, transmitiendo el cariño que sentía por esta casa, por su auténtico hogar.
Está contada con pocos y certeros trazos, y, entre otras cosas me atrajo de ella desde el principio el estilo narrativo tan detallista, con descripciones de gran precisión de acontecimientos o elementos cotidianos que, a menudo, son presentados como objetos animados
 

Las maletas se desprendían de las rejillas y los abrigos volvían a cubrir a sus dueños.
La oscuridad de la noche descendía sobre el verde del parque en medio de la plaza y trepaba rápidamente para abrazar las altas y pacientes fachadas.
Las farolas de la calle dibujaban a la redonda círculos de luz quieta y se preparaban a pasar la noche.
Un solitario tallo de hiedra colgaba rígidamente tras el cristal. Parecía dar golpecitos, pero no se oía el menor ruido. Respondía al viento bailando ciegamente en el aire y, si llegaba a emitir un discreto murmullo.

 

De su estilo narrativo, sirva de ejemplo este magnífico párrafo que describe minuciosamente el ambiente en una iglesia durante la misa del gallo:
 

Clavó la mirada en el altar y rezó sinceramente. Los cirios parpadeaban, el tañido de la campanilla se escuchó de repente y el coro retumbó a un tiempo. La misa avanzaba lentamente, como al compás de un péndulo oscilante. Los monaguillos, de todas las estaturas, hacían genuflexiones y se movían de un lado a otro ante el altar. El sacerdote abría y cerraba los brazos y su cabeza se inclinaba. Bendecía a la gente sin mirarla, sus ojos fríos muy por encima de sus cabezas. Se oían crujidos, los fieles no permanecían quietos. Escuchaban el órgano y el coro. Estaban atentos a cualquier distracción. El público era un lago agitado, levemente encrespado, y el altar en medio, una isla animada por un solo movimiento. El sermón del sacerdote parecía interminable, pero cuando hubo acabado, lo que quedaba de la misa avanzó rápidamente
 

Por otro lado me llamó la atención la capacidad de la autora para describir con gran profundidad los sentimientos y los procesos internos de los personajes (el amor, los celos, la culpa) y todo enmarcado en un clima de religiosidad tan característico de Irlanda.
Para terminar, sirvan de ejemplo estas frases entresacadas de la novela
 

Es que el futuro es agotador

El llanto había reblandecido su rostro

…intentando no reconocer la súbita melancolía que se abatía sobre ella

El hogar es un lugar en la mente

[El hogar] Cuando está vacío, vibra. Vibra con los recuerdos, rostros y lugares y épocas pasados

Cuán silenciosa era la oscuridad

Cayó en un sueño asustado, lleno de sueños

Recordar es insoportable


Solo me queda decir que La visita es un relato que mantiene al lector enganchado y que aumenta su interés conforme se acerca el final. Os lo recomiendo a todas.


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jueves, 17 de febrero de 2022

De Dublín a Nueva York. Comentario


De Dublín a Nueva York, despiadado examen del matrimonio.

Por Gloria Benito

 

Maeve Brennan se adelantó a Bergman (Secretos de un matrimonio, 1973) y a Noah Baumbach (Historia de un matrimonio, 2019) en el demoledor análisis de la vida matrimonial de dos parejas, los Derdon y los Bagot, que habitaron en el Dublín de los años 50 cuando las convenciones sociales establecían roles férreamente cerrados para hombres y mujeres.

Los editores de Malpaso han ordenado los textos publicados, sobre todo, en The New Yorker entre 1952 y 1973 en dos mitades. En la primera encontramos Los cuentos dublineses, relatos de ficción cuya coherencia narrativa iremos descubriendo según avanzamos en la lectura. La segunda es una recopilación de los artículos periodísticos que aparecieron en el mismo periódico bajo el pseudónimo “The long-winded lady” (La señora prolija), un conjunto de cuadros de la vida callejera y cotidiana de Manhatan, que conforman una crónica costumbrista, burlona y sensible, del paisanaje neoyorkino.

En este artículo comentaremos solamente la obra de ficción, dejando en libertad al lector para que explore y disfrute de la obra periodística y del universo neoyorkino creado por MB, donde encontrará la calidad temática y formal propias de una de las escritoras más brillantes del siglo XX.

Las tres partes que observamos en la estructura interna de Los cuentos dublineses responden a un criterio unitario que otorga una función específica a cada una. Así, los siete primeros relatos iniciales parecen operar como introducción o presentación del espacio donde sucederán el resto de historias: Ranelagh, una calle sin salida con casitas pareadas e iguales que comparten un muro común, límite y separación entre sus jardines traseros y el mundo de los ricos jugadores del club de tenis, hacia donde miran desde sus ventanas. Todo muy simbólico.

Esta primera parte es un relato de costumbres, conducido por la voz narradora de una niña, del que surge el mapa de una geografía humana que refleja el contexto psicológico, social y moral de Irlanda en aquellos tiempos: lo extraordinario (El incendio) que irrumpe en la vida cotidiana para puntuar la necesidad de protagonismo y reconocimiento infantiles; las penurias de los vendedores callejeros y las irracionales conductas de sus compradoras (El viejo del mar); Las relaciones e influencia de las instituciones católicas, ya sea a través de los conventos (El torno de los rumores), la confesión como forma de control (La mentira) o el cruel clasismo de las monjas en sus colegios (El diablo que nos habita); y también el humor, unas veces espontáneo para afrontar los peligros de las circunstancias políticas (El día que nos vengamos) y otras, irónico con una pizca de sarcasmo (La más lista).

Este conjunto contiene un universo aparentemente ingenuo tras el que asoma otro, lleno de matices y oscuridad, que se desarrollará a través de   catorce relatos que comprenden la vida de dos matrimonios seis para los Dorden y ocho para los Bagot cuyas existencias, solitarias y vacías, se van mostrando con despiadada lucidez e implacable voz. Los cuentos, cuyos títulos aportan claridad a la trama, están ordenados en un tiempo cronológico inverso, del presente al pasado. En el primero de cada serie, los cónyuges, en la cincuentena de sus vidas, se encuentran sumidos en la incomunicación y la soledad, debido a errores ensamblados como los ladrillos de un muro que se irá erosionando en los relatos posteriores para iluminar al lector en las causas de tal catástrofe emocional y comunicativa.

Una chica puede malgastar su suerte es el título del primer relato de los seis que componen la vida matrimonial de los Dorden. El lector es testigo de la conducta extraordinaria de lo que parecería ser el comienzo de un día cualquiera de las vidas de Rose y Hubert. El comportamiento hipócrita y errático de ambos hace presentir misteriosos motivos en la historia de esta pareja que, tras treinta años de matrimonio, se vuelca con ferocidad en las victorias y derrotas de una guerra sin cuartel. En los siguientes relatos, veremos discurrir la vida de los esposos a través de sucesivas retrospecciones que guiarán al lector hacia los hechos causantes de la grave intoxicación emocional de Rose, cuya angustia arrastrará al metódico, rutinario y sólido Hubert.

En Rose, la inseguridad y pérdida de autoestima, alimentadas por una madre insensible y un padre idealizado, generador de una dependencia edípica, configuran una personalidad indecisa y retraída que encuentra en el aislamiento y el disimulo el refugio del miedo a ser menospreciada por la sociedad. Estos cuentos, que pueden ser leídos como relatos independientes, funcionan como capítulos de una “novela” que permite observar sin trabas el interior del personaje y evidencia la presión de los prejuicios sociales y morales sobre una mujer pésimamente educada para salir de la confusión en que se encuentra.

La imagen final del personaje muestra a Rose como alguien sin opciones fuera del matrimonio, sin espacio propio ni salida de la asfixiante atmósfera del hogar donde cumple su rol de ama de casa como un autómata, sin encontrar más escapatoria que refugiarse en una enfermiza complicidad con su hijo y defenderse, atacando, del desprecio del marido. Como dijimos, el personaje de Hubert no sale indemne de esta batalla conyugal, pues la actitud y proceder de Rose le hieren y confunden hasta el punto de errar en los escasos intentos de encarrilar su relación, por pasividad unas veces y por simple incapacidad, otras.

Muros familiares, el anteúltimo relato de esta serie, es un análisis de Rose según Hubert, pues un rasgo formal de este conjunto narrativo es la multiplicidad de perspectivas que lo conforman. La velada y sutil subjetividad del punto de vista de la voz narradora enmascarada tras el distanciamiento sugerido por el uso de la tercera persona admite la opinión de un personaje sobre otro u otros, lo que intensifica la complejidad y profundidad del análisis de los conflictos. En este cuento asistimos a la reflexión de Hubert sobre Rose cuando ya intuía, a sus cuarenta años, las anomalías matrimoniales: la hostilidad ambiental, su impaciencia ante los bastos modales de su esposa y el desagrado derivado de su dócil victimismo. Hubert intuye la tragedia de la vida, sin proyecto ni lugar, de la trastornada Rose, pero no comprende la razón del miedo que le provoca ni su aparente sumisión.

El último cuento, El ahogado, cierra esta serie con la descripción de las sensaciones y pensamientos de Hubert, tras la muerte de Rose. Su carácter conclusivo proporciona la claridad de una declaración sobre el tema principal y sus claves. Hubert toma conciencia de la insignificancia y mediocridad de su vida, simbolizada en la habitación de la muerta, lo que sume al personaje en el vacío, la nada. La indefinición y la niebla interior que envuelve su existencia lo abocan a cierto nihilismo vital y a la aceptación del mismo tedio e inseguro conformismo que padeció su esposa. La percepción de su incompetencia emocional, con la sensación de “ignorar algo que los demás sabían”, se añade a la de su torpeza, pues “se había enamorado de unas cualidades que ella no tenía

En la tercera parte, los ocho cuentos restantes, la autora sigue el mismo esquema, en este caso, aplicado a Delia y Martín Bagot. En Aniversario, el primero, encontramos a una mujer absolutamente aislada, con su vida reducida al hogar y las hijas, en un fatigado e irritante acontecer lleno de silencios, errores y sedimentados reproches. El desarrollo del argumento incide en la cadena de situaciones traumáticas no resueltas que infectan la enfermiza y perturbada relación matrimonial.

Las penurias humanas del rol de esposa y madre amplifican la atmósfera claustrofóbica del hogar como prisión y refugio donde esconder el miedo a una realidad incierta y hostil. Rol ratificado por la Iglesia católica (Historia de África) a través del personaje del obispo que, durante su visita al hogar de los Bagot, felicita a Delia por tener un marido protector, una bonita casa y unas hijas preciosas. Inmersa en el tópico, ella intuye que su vida ha sido un error y que para sobrevivir sólo le queda, la simulación, el engaño. Por su parte, el señor Bagot parece consolarse en su superioridad de hombre “no domesticado” y en su metódica rutina, pero lo hace para protegerse de la inseguridad y desasosiego que siente en su casa y del hecho de no comprender a su mujer y a sus hijas.

La narradora deja caer, al final del último cuento (Nochebuena), las causas de la envenenada situación matrimonial, en contraste con su anterior y durísimo examen:

Es la sólida existencia del amor la que insufla vida y fuerza a los recuerdos, y si en algunos casos a los recuerdos infantiles les faltan las suaves y tiernas suavidades de esa demostratividad, cuando el niño se hace adulto y se echa en la oscuridad sólo sabe que bajo su mano hay una roca que no cederá nunca

Como contrapunto, el relato que cierra la historia de los Bagot (Las fuentes del afecto) confirma y profundiza en la afirmación anterior realizando una revisión del pasado de Martín desde la perspectiva de su hermana Min. Se trata de una operación casi de psicoanálisis que desvela los orígenes familiares de ambos: un padre soñador y despreciado, una madre autoritaria e intolerante que vuelca sus expectativas en el hijo “por ser el único varón”, dos hermanas con matrimonios fracasados, y un ambiente frío y utilitario sin lugar para los sentimientos. Min, la heredera de la rigidez religiosa y moral de la madre, repasa la vida y destino de su hermano interpretándolos como un castigo por haber roto unas reglas donde las apariencias, (“quedar bien” y “no hacer el ridículo ni que se rían de nosotros”) son sagradas. La cruel determinación de Min por defender a toda costa sus estrictos principios se manifiesta en la última y tremenda escena final, cuando mira y disfruta de las cosas que pertenecieron a Delia, mientras sonríe, satisfecha y rodeada de muertos, en su inexpugnable torre de Wexford.

Alice Munro calificó este cuento como uno de los mejores del siglo.  Añadiría, profundamente conmovida, que resulta terrible comprobar cómo son las mujeres parecidas a Min, las que proscriben y destruyen a otras mujeres, sus derechos, sus afectos, sus vidas.

 


 

ALGUNAS CITAS

“Hubert se iba a la cama todas las noches hacia las diez y ella un poco más tarde. Rose se levantaba a las siete y él a las siete y media. Los domingos, Rose se levantaba para ir a la misa de ocho y volvía a hacer el desayuno a tiempo para que él llegase a la puerta de la capilla a las diez”.

“La luz del atardecer hablaba y lo que dijo fue: no hay nada más que decir porque lo que queda por decir no debe decirse. Es demasiado tarde para Rose. […] Sentía la misma libertad que la que sentiría si estuviera atrapada en una red”

“Ella sabía que las cosas entre ellos ya no eran lo que habían sido, pero mientras las niñas estaban en casa no quería decir nada por miedo a una pelea, y ahora que las niñas estaban fuera, temía que al romper el silencio se revelaran muchas cosas que no querrían ver ninguno de los dos”.

“Cuando Martín volvió a su habitación, ella estaba dormida y no, como sospechó, haciéndose la dormida, aunque se sintió agradecido por la simulación, si es que lo era, y se deslizó afuera y hacia abajo, a refugiarse en su libro.”

“La señora Bagot vio todos los errores de su vida manando juntos para congelarse en el error fatal que lo había estropeado todo desde el principio”.

(La madre de Martín) “era una mujer baja, robusta y vigorosa con redondos ojos azules y pelo negro liso, y estaba orgullosa de la reputación que tenía de decir siempre lo que pensaba. Era arrogante, astuta, recelosa y con múltiples recursos, y, en lo que respectaba a su indeciso y lento marido, era despiadada”.

“No había nada en Delia. Esto me quita un peso de la cabeza. Ahora ya sé dónde estoy. Siempre supe dónde estaba con ella, aunque no supiera quien era y sigo sin saberlo y Dios sabe que no sé dónde estoy sin ella. Pero no había nada en ella.” (Martín en su vejez)

 

 

 

sábado, 5 de febrero de 2022

Queridos niños. Viaje al lado oscuro de la política española. Comentario

 

 

 Poco antes de que la película de Fernando León de Aranoa (El buen patrón, parodia empresarial) y la posterior de Adam McKay (No miréis arriba, parodia política) llegaran a nuestras pantallas, David Trueba nos regaló la mejor parodia de la política, en este caso española, y sus chanchullos.  El libro invita a los lectores a acompañar en viaje de precampaña por España a Amelia, la candidata de un partido conservador que será custodiada por su equipo, vigilada por la prensa y asesorada por Basilio.  

La multitud de personajes configura una retícula coral que refleja la imagen, distorsionada pero verosímil, de la basura que la política esconde bajo sus alfombras, lo que se oculta tras los telones del escenario de ese gran teatro del mundo, de esa corte de los milagros, cuya ficción (ahora se llama relato) se estrena durante las elecciones, en un bucle pertinaz que se repite una y otra vez cada cuatro años. En este sentido, la novela de D. Trueba es la representación de la representación.

En esta ácida y sarcástica imitación de la realidad política española, el autor cede su voz a un narrador de arrolladora personalidad, que va creciendo con el relato hasta adquirir la categoría de personaje principal y eje de la narración. Impertinente y transgresor, se apropia de la historia mediante la fuerte y contundente mordacidad de su discurso. Basilio —51 años, gordo, calvo y con gafas— se describe a sí mismo como alguien que “no era una tripa, era una personalidad”. El sarcasmo alimenta su humor y lo transforma en el arma destructiva que arremete contra todo y contra todos, por lo que son pocos se salvan de su verbo cínico y destructivo. 

Como mecanismo de defensa ante una realidad hostil y contaminada por la estulticia (“Desde los doce años tengo la vista cansada, cansada de tanta estupidez”) Basilio narra los sobornos alimenticios con que su madre le obligaba a ir a misa (“La fe me hizo obeso”), nos invita a aceptar su gordura como un rasgo de rebeldía y lucidez (“Estar gordo es rebelarse contar el futuro flaco que nos espera. Un futuro en chandal”) y deja caer comentarios sobre la sociedad, el mundo y el universo entero, que se entreveran en la trama para potenciar su sabor y solidez, sin que se note:

Está prohibido tener defectos físicos. Ser guapo será un derecho humano que se exigirá en masivas manifestaciones frente a la sede del gobierno. ¡Todos somos guapos! ¡Je suis Brad Pitt!

Y entre ciudad y ciudad, entre mítines y ruedas de prensa, entre comidas y copas, va pasando el tiempo mientras nuestro narrador estructura y ordena el relato yendo del presente al pasado y depositando fragmentos de la vida de los personajes para conformar una biografía-mosaico del país a través de sus representantes.

Con los comentarios y reflexiones de este maestro en la observación y análisis de las miserias del alma humana, encarnada en las estrategias políticas motivadas por el deseo de ganar a toda costa sin mirar el daño moral y emocional del pueblo al que dicen servir, se podría escribir un manifiesto de su particular filosofía y modo de entender el mundo.

Su irreverente conducta, que él resume como “distancia, displicencia y desprecio”, sólo se atenúa ante la ingenuidad de su inocente candidata con algo parecido a la ternura por Amelia, la catedrática universitaria con un pasado limpio y sin experiencia en los ruedos electorales, a la que Basilio se propone modelar como Pigmalión a su criatura, y, como él, va cayendo poco a poco en cierto y ambiguo encantamiento. Pero respecto a los demás, no hay concesiones ni perdón por la inaceptable conducta de periodistas y políticos, que se muestran desprovistos de cualquier fundamento ético o moral que les aleje del propósito de conseguir noticias rentables —aunque sean falsas— o más votos —aunque sean sucios— que sus adversarios.

Los palos van, sin compasión, de la derecha a la izquierda, que tampoco se libra de la mirada cínica y del discurso mordaz del asesor, el personaje que conduce y genera la historia filtrando la realidad con ojos acostumbrados a captar el lado oscuro y oculto de las cosas.

Para ayudar a digerir las basuras electorales con una sonrisa, sirve a la perfección esta muestra del mejor humor español, el que liga sátira y esperpento siguiendo la huella de Berlanga y Valle Inclán. Ingeniosas metáforas, sorprendentes comparaciones e inevitables hipérboles alimentan las caricaturas que pueblan esta novela ácida, muy larga para algunos y no tanto para otros. Todo ello con un lenguaje coloquial y llano cercano al registro periodístico, que el autor utiliza con soltura en sus columnas y reportajes. Crónica y parodia al tiempo, Queridos niños es un regalo para los que gustan del humor y disfrutan del talento creador de quien sabe escribir bien y contarnos quiénes somos

Y, sobre todo, hay que elogiar la imparcial perspectiva de David Trueba para crear un personaje tan alejado de su ideología y poner en su boca una crítica tan rotunda de la sociedad que no se salva nadie, ni siquiera los electores que, como “queridos niños” que son, se comportan como tales: inmaduros, protestones, caprichosos y charlatanes sin criterio ni noción del compromiso. Como dice Basilio, “esperan que les salven papá y mamá […] pues no les llega ningún mensaje, les llega una experiencia”.

 

 DICE BASILIO:

“A mí el paisaje no me impresiona. Me emociona más un whisky denso entre hielos que una puesta de sol”

“Sería para siempre un escritor conservador, lo opuesto a la manada de escritores progres que tanto abundan en los cotos mediáticos”

“Si conoces al ser humano, dejas de amar al ser humano de manera ciega y complaciente”

“La maledicencia desde tiempos inmemoriales es una estrategia cotidiana. No ha cambiado nada desde Cicerón”

“Las cucarachas sobreviven, los héroes son aplastados”

“El muro que construí a los trece años para llegar vivo a casa después del cole. […]Entonces entendí que deshumanizarme era salvarme”

“El consumo es una fuerza motora que no proviene del diseño económico, sino también de nuestra conformidad mental”

“La democracia actual es una superstición. Los ciudadanos creen en la magia”

“En un país en que la pregunta permanente es preguntar qué pasará mañana no se puede vivir […] la felicidad es quedarse dormido con esas ideas en la cabeza”

“Quiero tu dinero, pero no tu vómito” (sobre el turismo masivo)

“Como aquel personaje de Bogart, mi vocación es ser borracho”

“Esos chicos de las nuevas generaciones consideraban que la comida era un acto suprimible […]  Ignoran que la sobremesa es el Jardín del Edén, el paraíso del que nunca debimos ser expulsados

“No sé si el dinero es Dios”, a tanto no llego, pero el dinero es el deseo y el deseo es el motor”

 

SOBRE AMELIA:

“Fabrican una nueva marioneta. Sí, Amelia, eres tú”

“El nuevo papel en la comedia de tu vida, el de la mujer necesaria, ese muñeco con el que juegan a la democracia”

“Maduraste de golpe por vía marital […] el momio no te aporta nada […] más que un marido parecía un paragüero pasado de moda”

“Había en ti algo de serenidad beatífica […] tu inocencia me asombró […] ese punto de humor antipomposo que me sedujo […] tu vida era lenta, tu tradición, británica, tu virtud favorita, la moderación”

“En cambio percibí en ti la misma ternura maternal de siempre”

“Tú y yo nos acercamos a las olas y apenas hablábamos porque no teníamos nada que decirnos, qué bendición por un momento. Tantas palabras en campaña que guardo un recuerdo gratísimo de los encuentros. ¿A ti no te pasa?”

 

SOBRE LOS POLÍTICOS

“Pertenecen a ese rango de carreristas que ocupan tanto tiempo un sillón oficial, que la gente se pregunta qué fue antes si el sillón o la persona, que es la versión política del acertijo del huevo y la gallina”

“La campaña consiste en ocuparlo todo, como un magma invasivo”

“Esos grupúsculos sectarios que cursan la diplomatura en Revolución burguesa y luego un máster en Revolución popular para colocarse en la grada correcta de la Historia”

“Entre los dos capitalizaban esa superioridad moral que caracteriza a sus votantes […] en vista de la bondad que guardan en su interior no ha nacido un partido que los represente. […] ese desánimo es nuestra gasolina, nuestra misión es destrozar cualquier mesías que fabriquen. Jesucristo no resistiría tres tertulias”

“Impostura, arribismo y oportunismo […] publicaciones amañadas […] criticar desaforadamente al rival”

“Nada más cómodo que despellejar. El elogio es blando”

“Ay, Amelia, hasta los desinformados saben que la política es para los políticos, porque ellos tienen la piel dura y el corazón de amianto”

“Para mí todas las personas que se dedican a la política lo hacen porque hay un vacío en sus vidas […] Esa es la clave: ofrecer soluciones, aunque sean imposibles”

“Todos dentro del partido quieren escalar. Es un microclima criminal”

Algo parecido pasa en la política, que se parece al teatro en que por detrás todo es cartón, calcetines y ropa vieja”

 

SOBRE LOS MEDIOS

Los medios se inventaron para que no se conociera la realidad”

“Esos becarios que se quisieron comer el mundo y el mundo se los merendó a ellos”

Un periodismo de corte y confección. Poco leídos pero agitadores de la actualidad más ramplona. Salíamos a kilo y medio de escándalo al día”

“Tú no le pides a la escobilla del wáter que sea ergonómica, cuidada y hermosa como un cepillo de dientes. Sólo le pides que cumpla su tarea oscura e imprescindible”

 

SOBRE LOS ELECTORES

“El votante termina por ser igual a lo votado […] les parece más verdad el insulto que la caricia”

“Mis queridos niños se tragan camelos así, sin cuestionarlos […] mis queridos niños votan más en función de su identidad que de sus intereses”

 

“Este no es país para la esencia, sino para la anécdota”

“Les encanta ponderar lo ponderado, aplaudir lo aplaudido […] pertenecen a esa estirpe que se pone a la cola donde hay cola”

 

Escribe Gloria Benito


 

 

 

 

 

 

  


Queridos niños. Comentario

 



 

Orquestada en torno a la campaña electoral a la presidencia de gobierno por parte de Amelia Tomás, profesora universitaria y sin experiencia en política, David Trueba nos presenta una novela con una mezcla de ironía y sátira que retrata, de manera certera, el mundo de la política y, en particular, el momento político de nuestro propio país.

Nos deja ver la trastienda de una campaña electoral en la que parece prevalecer el culto a la imagen por encima de cualquier objetivo o contenido político; en la que lo importante es ganar y «tocar gobierno (…) y poder (…) en lo que el poder tiene de dinero e influencia», con coalición, si es necesario. Y en la que el engaño y por qué no, la corrupción, solo cambian de color según quien se presente.

Narrada en segunda persona por un antihéroe llamado Basilio, medio jefe de campaña y asesor de los discursos de Amelia, cuenta los entresijos, en su gran mayoría deshonestos, tanto de candidatos como de asesores en campaña electoral.

En mi opinión no ofrece una trama que pudiera tildarse de apasionante; sin embargo, proporciona reflexiones interesantes sobre el papel de los votantes, de todos nosotros, los queridos niños, jóvenes, trabajadores y jubilados.

Si bien no aparenta ser una obra moralizante en la que se pretende que el lector tome partido, sí que cabría pensar que transmite la idea de que los lectores, como queridos niños, necesitamos confiar en alguien que nos guie por el camino, quizás, correcto.

Entiendo que Trueba no quiere arroparnos con una obra para el disfrute y el sosiego; más bien al contrario. Con buen estilo y mucha claridad considero que desea abrirnos los ojos a un presente que cuenta con los mismos defectos de un pasado que quizás creíamos haber superado.

Escribe: Mª Ángeles Andreu

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