lunes, 26 de abril de 2021

IRENE VALLEJO

Palabras de Irene Vallejo en el Pregó de la Lectura de Sant Jordi 2021 en Barcelonael pasado día 22 de abril.




DISCURSO DE IRENE VALLEJO

 Discurso de la autora de "El infinito en un junco" para celebrar tres cosas simultáneas: el día del libro, la fiesta de Aragón y su premio.

 



TERTULIA CLUB DE LECTURA

Reunión del Club de Lectura día 21 de abril 2021.

 

Comentamos la novela de Mariana Enriquez “Nuestra parte de noche”

 



jueves, 22 de abril de 2021

Nuestra parte de noche - Comentario

 Nuestra parte de noche, reescritura del género de terror

Escribe: Gloria Benito

 

Con su última novela, Mariana Enríquez  desciende a los abismos oscuros del terror para articular un relato complejo, con tantas capas culturales y literarias como temas universales plantea y sugiere. La aprensión de algunos lectores ante un género  trivializado por el cine y el cómic “gore” y su uso del sufrimiento y la sangre como entretenimiento, puede llevarles a rechazar un libro que va más allá de la intención de  provocar  espanto, desazón o repugnancia. La autora se vale de un argumento terrorífico donde un padre (Juan Petersen), que es médium  de una siniestra secta llamada La Orden, se empeña en proteger a su hijo (Gaspar) para que no siga sus pasos y salvarlo de un destino supuestamente inevitable. Las vidas de estos dos personajes  son el hilo conductor de la novela, integrando su evolución vital en el contexto sociopolítico de Argentina desde 1976 a 1997, veintiún años en que el país vivió dos sanguinarias dictaduras con un ingente número de desaparecidos aún vivos en la memoria colectiva.

Pese a que la autora suele negar que su intención haya sido que la Orden  se entienda como metáfora del Poder, la connivencia entre los más ricos e influyentes y los militares aparece en la novela sin ambigüedad alguna,   denunciando la conducta criminal de ambos. Más equívoca y sugerente es la relación simbólica entre el deseo de inmortalidad de los sectarios y su permanencia y pervivencia en el poder, como clase que manipula y esclaviza arbitrariamente a los más pobres. La denuncia política se entrevera en el tejido de la novela mediante una trama que concierta a la perfección el mundo íntimo de los dos  protagonistas, la descripción de paisajes oníricos y la narración de unos hechos cuya sucesión nos engancha como lectores,  atrapados por un discurso que nos mantiene en vilo. Así, el  horroroso universo del Poder Oscuro discurre en paralelo al otro, el del terrorífico sufrimiento de todo un país. Lo fantástico brota como lenguaje, como forma de expresión del resto de la ficción, más “realista”.

Esta es, en mi opinión, una de las particularidades del estilo de esta escritora y de la gran novela que es Nuestra parte de noche. Esa naturalidad con que traba una multiplicidad de elementos haciendo compatible la complejidad de la historia con la claridad y transparencia de la narración. Tras la lectura atenta del libro vemos el corte lateral que muestra las capas superpuestas que conforman la historia. En la superficie, el argumento donde Juan y Gaspar viven sus contradicciones y conflictos en una inversión de motivos complementarios: Juan en su camino hacia una muerte siempre amenazante, Gaspar en su progresión hacia la adolescencia y la madurez.  Cada uno  batallando con sus demonios interiores, perdidos en las frustraciones que les impiden conseguir sus objetivos. Juan, atormentado por la angustia de no ser capaz de salvar a su hijo del Poder oscuro; Gaspar, por el sufrimiento que le ocasiona la ignorancia en que le mantiene su padre. La forma y fondo con que se describe el proceso vital de estos dos personajes daría para un estudio psicopatológico que trasciende este artículo. Los dos perfiles configuran uno de las mejores muestras de análisis del ser humano desde una perspectiva interna, desde el más profundo ámbito emocional.  

En otro nivel descendente observamos la variedad de fuentes que aglutinan el imaginario de Mariana Enríquez y que están ya en sus obras anteriores.  La continuidad de la cultura indígena, propia de toda Latinoamérica, ofrece una amplia muestra de creencias y rituales en los que la muerte se acepta como parte de la vida corriente, con sus talismanes y creencias mágicas o adivinatorias, con sus casas misteriosas y sus fantasmas. Lo irracional enlaza con el folklore y la cultura popular, incorporados habitualmente a los relatos de la escritora como parte de su propio bagaje literario. Ahí entra también la oscuridad propia del “malditismo” romántico y su descenso a los infiernos nocturnos del alma. Mitos guaranís se armonizan con otros más universales como el del héroe trágico, el del “ángel caído” representado por el personaje de Juan. Él es un ser atormentado por su papel de intermediario entre los vivos y los muertos, siempre en la frontera de ambos mundos. Con clara conciencia de su destino, Juan se adentra en los territorios de los llamados “ausentes” recorriendo caminos  sofocantes y pantanosos donde la atmósfera irrespirable evoca el angustioso vacío de la nada.

Todo esto, lo político, lo social, lo psicológico y lo mítico, se imbrican en un relato perfectamente estructurado en cinco partes no lineales en el tiempo, pero sin las manidas alternancias entre presente y pasado propias de la literatura más comercial y de los best-seller.  Nuestra autora es mucho más sutil y administra magistralmente enigmas e información, personajes que saltan de una parte a otra, de un tiempo a otro, hilvanado las partes en un todo coherente. Con el talento de los grandes narradores, Mariana Enríquez nos seduce sin que nos demos cuenta.

Todo ello se expresa con un dominio de la lengua sobradamente eficiente  en cuanto al uso de los recursos narrativos e impregnado de una belleza formal, que  reconocemos, en su potencia simbólica, como poesía. En otras ocasiones el relato se hace realista y preciso acercándose al conceptismo barroco. Para muestra algunas frases “conceptistas”:

 

Gaspar: Ser huérfano es cargar con cenizas.

La Orden: El dinero es un país en sí mismo. Siempre es fácil para nosotros conseguir lo que queremos.

Y también el final de la novela donde el poder telúrico de la naturaleza invade  el interior de Gaspar y palpita al unísono con su pensamiento:

Le gustaban las lluvias violentas y cortas de Misiones, los ríos, la tierra roja, el preludio a la noche negra y caliente con las estrellas que latían en el cielo. Un brillo, el silencio, otro brillo, como un corazón exhausto.

 

¿Cómo el de su padre? No se sabe. A Mariana Enríquez le gustan los finales abiertos.


Nuestra parte de noche - Entrevista

 

--- Añadimos a los comentarios una entrevista aparecida en eldiario.es y que nos envía nuestra amiga Concha Gisbert

"Me gustan los cementerios en los que la muerte es muy evidente porque me reconcilian con la idea de finitud"

https://www.eldiario.es/cultura/libros/mariana-enriquez-sociedad-simbolos-dinero-aparentar-joven-parezca-no-morir_128_7839062.html?utm_source=adelanto&utm_medium=email&utm_content=Socio&utm_campaign=20/04/2021-adelanto&goal=0_10e11ebad6-a1e1233fa3-60678373&mc_cid=a1e1233fa3&mc_eid=6aff44feb3 

 

--- En esta otra (Goodreads), la autora nos da las claves fundamentales de su novela

"Entrevista a Mariana Enríquez, ganadora del Premio Herralde de novela"

https://www.goodreads.com/videos/157587-entrevista-a-mariana-enr-quez-ganadora-del-premio-herralde-de-novela

 

Nuestra parte de noche - Comentario


 

“NUESTRA PARTE DE NOCHE” de Mariana Enríquez

Por José Luis Vicent Marin.

 

En la Argentina de principio de los ochenta, en plena dictadura militar, Juan viaja en coche desde Buenos Aires con su hijo Gaspar de seis años, hacia el norte, camino de la localidad de Posadas, provincia de Misiones, junto a las cataratas del Iguazú.

Así comienza la novela. Y en ese comienzo solo sabemos que Juan tiene problemas de salud (lleva tensiómetro y botella de oxígeno) y Gaspar tiene alguna visión que a su padre le preocupa. La visión es la de su madre Rosario, recientemente fallecida atropellada por un colectivo, es decir, un autobús. Muy interesante e instructivo el descubrimiento de esas y otras muchas palabras del vocabulario popular argentino, así como su singular pronunciación.

A partir de ahí, nos espera un desarrollo monumental, que visto con la perspectiva de quien ha terminado la lectura, me lleva a una primera conclusión: si la narración hubiera sido expuesta en orden cronológico, el interés hubiera menguado notablemente. Y es que las idas y venidas temporales, no solo en los seis capítulos que componen la obra, sino dentro de ellos, mantienen un interés inusitado para los que, como en mi caso, no poseen una especial predilección por las historias relacionadas con espiritismos, presencias fantasmales o fenómenos sobrenaturales. Por suerte, tampoco son el único recurso para mantener la tensión dentro de esas casi setecientas páginas que de entrada asustan y no precisamente porque creamos estar ante una novela de terror, que aunque digan que lo es, a mí no me ha parecido tanto, sino por las dudas acerca de si nos vencerá el decaimiento antes de llegar al final. Pues bien, a mí no me ha vencido y he llegado hasta él con una sensación más grata de lo que al principio pude imaginar.  

Lo que sí hice a no tardar, cuando observé que el número de personajes podía rebasar las cuentas de mi memoria, fue elaborar un árbol genealógico, un tanto destartalado, que iba creciendo a medida que aparecían nuevos nombres, no solo de familiares sino ampliado a amistades o sujetos presuntamente relevantes. Al final, al menos un par de líneas inesperadas han reconectado ciertas cuadrículas atravesando el folio de parte a parte, para añadir algo de factor sorpresa a una obra compleja que al menos abarca tres generaciones, pero escrita de manera tan simple como prodigiosa y que girando sobre un eje principal, consigue que no sea el único elemento a considerar.

Así, nos encontramos con que, por mucho santo o demonio que se inmiscuya, se crea en Dios o en otros fantasmas, las relaciones humanas están siempre presentes incluso en aquellos personajes alejados de lo que entendemos por ser humano al uso. Claro, un sujeto tan especial como Juan Peterson, un hombre con un destino inevitable y trágico desde que tras sufrir de niño un serio problema cardíaco, cayó casualmente en manos de un cirujano vinculado por parentesco a la jefatura del clan para médium de la Orden, no puede tener una relación normal con su hijo, llamado a ser su heredero en contra de la voluntad paterna. Pero aun así, existe. Y existe para bien aunque a veces parezca lo contrario, sobre todo a ojos de Gaspar que ama a su padre tanto como dice su padre amarlo a él, pero la incomprensión de métodos violentos le hace en más de una ocasión desear su muerte. Esta relación paternal en su versión más humana, se repite cuando Luis Peterson, hermano de Juan, se hace cargo de Gaspar y a nosotros, lectores, nos hace quererlo tanto como a su propio sobrino.

El valor de la verdadera amistad lo encontramos en los inseparables cuatro niños Gaspar, Vicky, Adela y Pablo, pero la poderosa personalidad del primero, con sus recurrentes migrañas y su severo semblante, hace que ejerza como un imán, de manera que todos se sienten más atraídos por él que por el resto, hasta que el trágico suceso protagonizado por Adela en la extraña casa de dimensiones imposibles sita en la calle Villarreal del que Gaspar se siente culpable, les dejará una marca imborrable que en el futuro no les impedirá seguir siendo amigos pero sí sentirse distintos, y ni siquiera Marita, a la que conocerá tiempo después en el centro cultural Princesa, será capaz de sustituirla.

L'Ange déchu - Alexandre Cabanel

Con el trasfondo del momento histórico que atraviesa el país donde los disturbios y las revueltas se solucionan por la vía rápida mediante el uso y abuso del poder, observamos cómo la Orden mantiene el suyo intacto dentro de una jerarquía liderada entonces por tres mujeres descendientes de aquellos amigos William Bradford y Thomas Mathers que en 1752 comenzaron la búsqueda de médiums por cualquier parte del mundo. Ahora son Mercedes Bradford, madre de Rosario y por tanto abuela de Gaspar, Florence Mathers y la tía de ésta, Anne Clarke, quienes forman una especie de triunvirato. Así lo expresa Rosario negándose a que utilicen a Juan del mismo modo que utilizaron a otros como Eddie, hermano menor de Stephen, cuando en esos saltos temporales ya sabemos que morirá (a modo de curiosidad, solo ese capítulo de Rosario y otro de la periodista Olga Gallardo –que en principio no sabemos si morirá-  están narrados en primera persona). Del triunvirato, son Florence y sobre todo Mercedes quienes más ondean el estandarte de la maldad, mientras sus respectivos maridos Pedro Margarall y Adolfo Reyes juegan un papel, digamos más humano, a la sombra de sus escalofriantes mujeres. 

   Igual que sucede en el propio país, con los ejecutados por el régimen militar al amparo de sus dictados, también en la Orden la muerte es una constante, especialmente como medio para alcanzar un fin al dictado de esa Oscuridad que les guía mediante argumentos imaginarios que no están al alcance de cualquiera (de ahí la necesidad de encontrar al Médium) y que se van anotando para su interpretación posterior. Podríamos decir que ambos dictados se descifran según el criterio de los de arriba y ni unos ni otros van a echar de menos los desaparecidos, muchos de los cuales, sean adultos, bebés o niños robados, aguardan enjaulados su destino para servir de Iniciados en los sangrientos Ceremoniales.

A veces, la magia está más en cómo contar las cosas que las propias cosas en sí. Aquí nos encontramos con una conjunción perfecta que no chirría entre lo que apreciamos como puramente real donde los personajes, perfectamente definidos, sufren, sienten, aman y viven como cualquiera de nosotros, y lo fantástico donde por ejemplo, los seres más adelantados son capaces de comunicarse entre susurros sin que los de alrededor escuchen nada, o de levitar causando daños solo a veces reparables por ellos mismos, o de transitar entre extraordinarias y macabras visiones sobre escenarios magistralmente descritos intercalando sendas, ríos y montañas con bosques de esqueletos o cuerpos mutilados, mientras se avanza por extraños túneles hacia la Oscuridad tras atravesar las puertas que dan al Otro Lugar. Unos y otros, más reales o más imaginarios, son elementos que se han equilibrado entre sí girando sobre el eje de la inmortalidad. Una búsqueda que por otro lado no ha dejado de ser una constante ante la incomprensión y el temor a la muerte. Bastaría hacer un repaso a los films y obras literarias (ahora mismo hay una curiosa serie en televisión) que han tratado este tema desde múltiples puntos de vista.  

Se suele decir que nuestros seres queridos solo mueren cuando los olvidamos, es decir, cuando nuestra conciencia deja de retenerlos, pero aquí se trata de no morir uno mismo y para que eso ocurra, nuestra conciencia debe emigrar al cuerpo de un vivo antes de que el nuestro se desplome. Cómo llegar a ello responde a una tarea imaginativa que al menos, en el tiempo de esta lectura, a mí me ha mantenido vivo sin necesidad de trasladar mi conciencia a otro individuo más adecuado, y en cualquier caso, a nadie debe pillar desprevenido, porque de ello ya fuimos advertidos en la primera página con una elocuente cita de Adolfo Bioy sacada de su obra “La invención de Morel” respecto a la resistencia a la muerte y el enigma de cómo buscar la conservación de lo que le interesa a la conciencia

 


lunes, 19 de abril de 2021

Nuestra parte de noche - Presentación

 

MARIANA ENRÍQUEZ, reciclaje simbólico de la narrativa de terror

 

Escribe, Gloria Benito.

 

Esta escritora argentina de 48 años, nació en Buenos aires  pero se crió, al calor de los cuentos de su abuela, en el suburbio de Lanus. Posteriormente se trasladó al de La Plata, donde creció y se formó como periodista y escritora precoz. Como ella afirma en sus entrevistas, sus libros se nutren de antiguas historias de ausentes atrapados en universos oscuros, muertos que pueblan mundos profundos y ascienden hacia la superficie perturbando la vida cotidiana de los vivos. 

Con estos mimbres ha tejido los cuentos, novelas  y ensayos de una trayectoria que ha desembocado en Nuestra parte de noche, galardonada con el  Premio Herralde de Narrativa en castellano, el Celsius a la mejor novela de ciencia ficción o fantasía, y el de la Crítica en Narrativa (2020).

Sus fuentes proceden de su experiencia como lectora temprana y curiosa que exploraba y absorbía dominios legendarios y literarios procedentes de la cultura popular y la consolidada tradición argentina del género fantástico fundado por Adolfo Bioy Casares, Borges y Ernesto Sábato. Mariana Enríquez nos  cuenta que a los 11 años, su tío le regaló Cementerio de animales, de Stephen King y que así descubrió la lectura como experiencia “física”, que antes sólo creía  posible a través de la música o la danza. Su vida y la de su gente se contextualiza dentro de una línea política e histórica que enlaza el final del peronismo con las dictaduras militares, la guerra de las Malvinas, el “corralito” y la crisis de la pandemia actual.

Desde sus primeras obras, Mariana Enríquez ha elegido el terror como lenguaje, como forma de expresión para evidenciar el miedo individual y social que se infiltra en todas las esferas de la vida y saca a la luz la vulnerabilidad y fragilidad del ser humano. Enfrenta a sus lectores con el miedo a lo desconocido, al más allá, a la muerte. Sus cuentos y novelas penetran los ambientes más pobres y enfocan su mirada hacia los más desamparados, los expulsados del sistema, los desaparecidos, los exiliados a la fuerza. Le interesan los que viven en el margen, los transgresores del orden, los rebeldes con causa que arrastran sus penosas vidas de desclasados y  oprimidos por las oligarquías que controlan el poder desde espacios secretos y herméticos. Pero también viven en sus páginas los pertenecientes a una clase media empobrecida por las agresivas políticas económicas de gobiernos que pueden hacerles perder lo poco que tienen. El miedo sobrevuela la vida de personajes y paisajes que discurren en oscuras orillas.

En sus libros, las selvas y las ciudades se convierten en símbolos de una agobiante opresión que lleva a los individuos a sumergirse en ámbitos oscuros donde lo irracional gobierna y manda. Lo urbano con sus “catedrales de cemento” también esconde fuerzas torcidas que desembocan en pozos negros donde germinan aberrantes conductas criminales, comportamientos enfermizos y tóxicos que también podemos encontrar en el género policiaco negro, de larga tradición en la literatura hispanoamericana. Todo ello conforma el imaginario de una obra que traslada influencias del “malditismo” romántico, del gótico de Emily Brontë, del horror de Lovecraft, de la morosa angustia de Faulkner o Carson McCullers, del cine de Polanski, del cómic y la música pop en sus variantes  más agresivas de punk y rock.

Mariana Enríquez publicó sus primeros cuentos en antologías (La joven guardia, 2005) o en prestigiosas revistas internacionales como Granta y The New Yorker. Su primera novela (Bajar es lo peor, 1995) fue reeditada  posteriormente tras el éxito de su libro de cuentos Las cosas que perdimos en el fuego (2016). Se trata de una obra juvenil donde descubre los conflictos adolescentes de un personaje en proceso de autodescubrimiento, enfrentado a la cruda realidad de una familia disfuncional y violenta en un ambiente marginal de sexo y drogas. En su segunda novela (Cómo desaparecer completamente, 2001) sigue explorando la problemática de jóvenes traumatizados por los abusos sexuales del padre en un entorno degradado moral y económicamente.

Los dos volúmenes de relatos, Los peligros de fumar en la cama (2009) y Las cosas que perdimos en el fuego (Premio Ciudad de Barcelona, 20016) sitúan sus historias en un ámbito urbano cruzado por varios ejes temáticos que dan unidad al conjunto: la presencia de los ausentes, los muertos que se cuelan en la vida cotidiana con su carga de horror como forma de enfrentarse al mundo; la denuncia de la manipulación e instrumentalización de niños o adolescentes por los adultos para sus propios fines espurios; la ciudad como territorio hostil donde crece y se desarrolla una fuerza oscura cuya generación y proceso se detallarán en su última novela, Nuestra parte de noche.

En esta se relata  la tormentosa relación entre un padre, que sufre una grave patología cardiaca, y  su hijo, al que intenta proteger de las fuerzas malignas que le han destrozado su vida como médium al servicio de una misteriosa secta con gran poder. La evolución de los personajes a lo largo del tiempo, la profundidad psicológica con que se muestran sus conflictos y los peligros que los acechan, la estructura perfecta donde las partes se articulan en un todo coherente y rítmico confieren a este libro la calidad formal y temática propia de las obras más excelentes en su género.

Un género, el de terror, que —como puntualiza la escritora— no es metáfora social, sino un lenguaje, una forma de reescritura de esta clase de narración para evidenciar un tópico universal: el miedo como detonante de un proceso que, en cualquier momento, puede irrumpir en nuestras vidas haciendo perder pie a las personas de orden para sumergirlas en el caos. El miedo, también a la muerte, —nos dice— es algo natural, forma parte de nuestro tejido vital. El terror es una forma de contar, de transmitir la infiltración (¿o infección?) de los muertos en el mundo de los vivos. Y Mariana Enríquez lo dice y hace así, con naturalidad. Sin compasión ni condescendencia.

Además de obras de ficción, Mariana Enríquez es autora de interesantes ensayos, fruto de sus trabajos como periodista e investigadora:

Mitología celta (2003)

Alguien camina sobre tu tumba. Mis viajes a cementerios (2013)

La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo (2014)

El otro lado. Retratos, fetichismos, confesiones (2020)

Actualmente, Mariana Enríquez es subeditora de Radar, suplemento del diario argentino Página/12. Desde 2020 desempeña el cargo de Directora de Letras del Fondo nacional de la Artes.

 

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Y aquí tenéis varios enlaces que complementan la presentación

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