jueves, 23 de noviembre de 2017

Lo que leeremos...



Club de lectura: programa y calendario de lecturas

Hemos adecuado las sesiones de las tertulias a una hipotética visita de David Trueba, novelista:

19 de diciembre: Especial David Trueba: Cuatro amigos (1999) una obra de juventud que refleja el ambiente y locuras de los 60. Los ávidos lectores pueden leer también Abierto toda la noche (1995), una tierna y humorística historia de familia. Ligeramente surrealista y bastante amena.

23 de enero: Especial David Trueba: Saber perder (2008), una incursión en el interior de los héroes del fútbol, lo que, sorprendentemente, da mucho juego. Todo un descubrimiento que se puede complementar con la lectura de Blitz (2015), una novela corta  sobre la que los lectores no se ponen de acuerdo. Polémica tenemos.

20 de febrero: Especial David Trueba: Tierra de campos (2017), su obra más reciente, donde se adentra en el mundo de la música y sus ídolos.

20 de marzo: Cuando llega la penumbra, de Jaume Cabré. Un conjunto de relatos que conforman un universo muy especial, de uno de los mejores escritores de las letras catalanas. Se puede leer en catalán o castellano. Como complemento alimenticio para los lectores más voraces recomendamos cualquier novela de este autor, pues es excelente. La dureza de los temas que trata no nos asusta. Como la vida misma.

24 de abril: Historia de dos ciudades, de  Charles Dickens. Como siempre, proponemos este clásico del que todos hemos oído hablar pero no tantos hemos leído. Una obra llena de historia, intriga y, en ocasiones, ácida ironía. Y con una prosa bastante musical, por cierto.

22 de mayo: Las defensas, de Gabi Martínez. Según se indica en el inicio de este singular relato “Ésta es la historia de un neurólogo que, en enero de 2006, enfermó por causas desconocidas y fue internado en un psiquiátrico”. Una novedad para algunos y todo un mundo por explorar.

También podemos leer La habitación de Nona, conjunto de relatos de Cristina Fernández Cubas, y Lo que olvidamos de Paloma Díaz-Mas.

Que disfrutéis de las lecturas. GB.


 Noviembre de 2017.


sábado, 14 de octubre de 2017

El periodista deportivo, no apto para lectores impacientes



El periodista deportivo, de Richard Ford
"No apto para lectores impacientes"

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La cita del subtítulo, tomada de una reseña periodística, alude al carácter moroso y discursivo del estilo de Richard Ford. Estamos ante una novela en la que aparentemente apenas hay acción, pues parece que no sucede nada o casi nada. Pero sí que pasan cosas y algunas muy graves. Los hechos van emergiendo de una red de sentimientos, reflexiones y recuerdos cuyo  entramado  constituye  esta  obra, primera parte de una de las trilogías más significativas de la literatura americana. En sus páginas cobra vida Frank Bascombe, cuya voz como narrador y testigo de su personal recorrido vital construye un relato salpicado de indicios que componen el mapa de su particular universo. Del relato de FB, impregnado de escéptica indiferencia y distante ironía, constantemente emerge la percepción angustiada y lúcida de los sueños perdidos.

El discurso de FB, tejido a base de retazos de vida y de la breve memoria de ilusiones adolescentes, impulsa un viaje que es tanto interior como exterior, una huida hacia adelante para escapar tanto de la soledad  ocasionada por su divorcio de X como del vacío producido por la muerte de su hijo Ralph. Su incesante movimiento por las calles de Haddam o las carreteras y autopistas que van de Haddam a Nueva York, de Nueva Jersey a Massachusetts, de Detroit a New Hampshire, se corresponden con la agitación interior de un personaje que se dispone a afrontar la madurez sin otras armas que la voluntad de seguir adelante. Sus itinerarios, íntimos y geográficos, tienen algo de iniciático en cuanto que muestran el tránsito desde las ingenuas expectativas juveniles a la compleja confusión de una madurez sin certezas  ni creencias.

El relato, cuya historia temporal transcurre en apenas tres días, desde el Viernes Santo al domingo de Resurrección, compensa su brevedad con la intensidad de un discurso que se interna en las profundidades del ser humano hasta sus zonas más oscuras. FB entiende su libertad como la opción para vivir el instante desde la aceptación de su propia mediocridad. Como escritor frustrado, toda su estrategia se centra en no creer en espejismos ni utopías sino en la acción misma y en la aceptación del sufrimiento sin escarbar demasiado, como él dice. “Hacer lo que haces y sentir lo que sientes” es el lema de un Frank Bascombe que opta por la contemplación serena del devenir sin hacerse demasiadas preguntas, porque éstas traen el caos para él y los suyos.


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Pero esa ansia de normalidad esconde una angustia latente que genera una persistente tensión en el personaje y en el lector, que siente la discordancia entre la morosidad del discurso y la agitación del personaje.  En cambio la elección de ese deseo de invisibilidad y normalidad propias del hombre corriente es coherente con la soledad elegida en ejercicio de su libertad.  En el fondo lo que late en FB es la necesidad de atenuar el dolor por la muerte de Ralph y de obtener el perdón para sí mismo mediante el olvido. Por ello se dedica al periodismo deportivo tras renunciar a escribir su gran novela y a enseñar una literatura muy alejada de la vida:

Si de todo esto se concluye que el periodismo deportivo es un trabajo superficial es porque lo es. Y no por eso es una mala profesión, ni mucho menos

Una particularidad de FB es que puede expresar ideas profundas con palabas sencillas. Su sinuoso discurso  va y viene en el tiempo mientras su persona se desplaza hacia espacios distantes sin que su búsqueda se detenga en ningún momento. En su viaje aparecen y desaparecen otros personajes que  se encuentra en su camino y que representan algunos clichés de la cultura americana: Vicky Arcenault, la mujer sin dudas ni preguntas y cuya ordenada y tópica casa refleja un interior inflexible e igualmente ordenado. La comicidad de la escena del puñetazo (“un punzante puñito”) que clausura definitivamente su superficial relación y acaba con Frank casi tirado en el suelo, se ha aderezado ya con el cruel sarcasmo que le inspiran los símbolos cristianos:

Miro gélidamente el espurio Jesús  de Lynette que está clavado en la fachada. Él procura que todo el mundo tenga una vida miserable, y luego pasa de todo. Debería intentar resucitar en el complejo mundo de hoy. Se caería de culo desde Su cruz. No vendería un peine.



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Y así, en un tono displicente y ponderado, FB coloca ante nuestros ojos una caricatura de la clase media americana: los divorciados en sus clubs, los jubilados acomodados, tenistas, golfistas y naturalmente conservadores; la quiromántica Señora Miller como paliativo de los psicólogos y psiquiatras; los ricachones macizos como trofeos en el mercado de maridos; la auténtica cara del mito caído del deporte, Herb Wallanger; Henry Dyskra, el padre de X, “hecho a sí mismo”; El homosexual reprimido Walter Luckett cuyo final trágico es un broma si atendemos a lo que sugiere su apellido; y para rematar la galería, aquella antigua novia, Mendy, modelo de catálogos, esa forma de publicidad que vende la posibilidad de un mundo ideal, regulado, limpio y bien amueblado. 

Y además está la disección que –más sarcástico que Nabokov- FB realiza de las enseñanzas universitarias, su ambiente y la fauna que puebla los campus de Berkshire, donde su experiencia docente y su vida personal tocaron fondo. Ridiculiza a los escritores con pretensiones y rechaza a los profesores por su costumbre de analizar e intentar explicarlo todo matando su misterio. Critica el afán docente de categorizar y clasificar la realidad  dentro de modelos que impiden todo proceso de cambio con el fin de de hacer duradero lo que es contingente. Junto a su pragmático existencialismo, ejerce FB un vitalismo rabioso y contundente  dejándonos algunas joyas sobre las que  reflexionar:

En mi opinión, todos los profesores tendrían que dejar de dar clases a los treinta y dos años y no se les debería permitir volver a ejercer hasta que no tuvieran sesenta y cinco, para que pudieran vivir sus vidas en lugar de enseñarlas; vivir vidas llenas de ambigüedad, provisionalidad, remordimiento y asombro. […] Intentar explicar las cosas es la fuente de nuestros problemas.”

Con una de cal y otra de arena, FB ejemplifica la esencia de la contradicción y quizá por eso lo sintamos tan cercano. Los tres días del viaje de Frank han dado de sí lo suficiente para conocer catorce años de su vida. Un breve fragmento temporal cuya historia contiene un gran y extenso discurso. No queremos explicarlo ni comprenderlo. Como él dice “algunas cosas no pueden explicarse. Simplemente son”. Pues eso: así es Frank Bascombe, el periodista deportivo, que con palabras corrientes y sin excesos emocionales va escarbando en el interior del alma humana para mostrar con cruda sinceridad su desvalida y equívoca naturaleza.

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Aunque el autor en principio no planeó que el personaje sobreviviera al primer libro, lo hizo en las dos novelas restantes de la trilogía: El día de la Independencia y Acción de Gracias. En sus páginas FB irá envejeciendo y acumulando experiencias, siempre agitado, siempre en movimiento, como viajero de la vida. “Ser factual y literal” dice ahora. ¿Será siempre así o se irá aquietando con la edad? Seguramente la respuesta se encuentre, como otras veces, en la lectura, pues seguir conociendo a FB, ejemplo de antihéroe  urbano, nos acerca a la vida del americano medio tanto como a nosotros mismos.  

 Apéndice con algunas citas que dicen tanto como sugieren:

Las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de vida. Todo lo demás es una mentira de la literatura y por eso fracasé como profesor y por eso metí mi novela en el cajón y no volví a sacarla de allí.”

“De todas formas, no creo que en ningún caso sea buena idea intentar averiguar en qué está pensando la gente (esto le descalifica a uno como escritor, pues ¿qué es la literatura sino alguien que te dice lo que otro está pensando?) Seguro que hay un montón de razones convincentes para no intentar averiguarlo. La gente nunca te contesta la verdad y la mayoría, incluyéndome a mí, no tiene muchas cosas en la mente que valga la pena explicar, así que se limitan a inventar algo ridículo en vez de reconocer que no pensaban en nada. La otra cara del asunto es que te digan la verdad de lo que estaban pensando”

“He renunciado a un montón de cosas. Me he dado cuenta de que es imposible llegar a conocer a alguien totalmente, así que ya no lo intento. El resultado es un misterio incondicional y placentero. No soy tan “serio literalmente”, y me preocupa menos al complejidad de las cosas, miro las cosas de forma más sencilla y literal”.

“En cambio yo propongo olvidar. Olvidar los sueños, los pesares y los viejos defectos de carácter, tanto los míos como los ajenos. Para mí no hay esperanza a menos que olvidemos las cosas que han pasado y las que se han dicho, y lo perdonemos todo”

“El cinismo te hace parecer muy listo aunque no lo seas”

“Desvanecerse como un susurro en el viento significa libertad. Si somos lo bastante afortunados como para ganar tal libertad, aunque la provoquen acontecimientos negativos, deberíamos utilizarla. Es el único consuelo natural que nos es dado, único y soberano, sin el apoyo ni la tolerancia de otros, entre los cuales incluyo al propio Dios, que no nos deja permanecer invisibles mucho tiempo, ya que se reserva ese estado para sí. Dios no ayuda a los que son invisibles como él.”

“Y se me ha ocurrido que un efecto natural de la vida es cubrirse con una fina capa de… ¿qué?, ¿una película?, ¿un residuo de piel de todas las cosas que has hecho, sido y dicho y en las que te has equivocado? No lo sé. Pero el caso es que nos cubrimos con esa capa y sólo raramente lo sabemos, a menos que por un motivo o una oportunidad inesperados salgamos de ella. Y en ese mágico momento, uno se da cuenta del tiempo que ha pasado desde que empezó a sentirse así. Se pregunta si ha estado enfermo. ¿Es la propia vida una enfermedad o un síndrome? ¿Quién sabe? Seguro que todos nos sentimos así alguna vez, pues yo no puedo sentir nada que cientos de miles de ciudadanos no hayan sentido antes”

Ironía, ambigüedad, dobles sentidos y juegos de palabras.

¡Feliz degustación!



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GB.


miércoles, 27 de septiembre de 2017

PROPUESTA DE LECTURAS PARA ESTE CURSO






Queridos cómplices y amantes de los libros:

Os enviamos la propuesta de lecturas para este curso, que, como sabéis, este año es especial al celebrarse el décimo cumpleaños de la asociación. Ya comentamos la posibilidad de variar nuestra costumbre y dedicar a un autor varias sesiones con el fin de conocer y profundizar en su obra. En este caso nos pareció interesante leer a David Trueba, por lo que las tres últimas sesiones estarían dedicadas a tres novelas de este escritor con el que compartiríamos la sesión de mayo.

la primera sesión tendrá lugar el 22 de noviembre, donde charlaremos sobre las lecturas del verano, analizaremos y valoraremos la propuesta siguiente e introduciremos las variaciones oportunas.

  • 19 de diciembre: Cuando llega la penumbra, de Jaume Cabré. Un conjunto de relatos que conforman un universo muy especial, de uno de los mejores escritores de las letras catalanas. Se puede leer en catalán o castellano. Como complemento alimenticio para los lectores más voraces recomendamos cualquier novela de este autor, pues es excelente.
  • 23 de enero: Las defensas, de Gabi Martínez. Según se indica en el inicio de este singular relato “Ésta es la historia de un neurólogo que, en enero de 2006, enfermó por causas desconocidas y fue internado en un psiquiátrico”. Una novedad para algunos y todo un mundo por explorar.
  • 20 de febrero: Historia de dos ciudades, de  Charles Dickens. Como siempre, proponemos este clásico del que todos hemos oído hablar pero no tantos hemos leído. Una obra llena de historia, intriga y, en ocasiones, ácida ironía. Y con una prosa bastante musical, por cierto.
  • 20 de marzo: Especial David Trueba: Cuatro amigos (1999) una obra de juventud que refleja el ambiente y locuras de los 60. Los ávidos lectores pueden leer también Abierto toda la noche (1995), una tierna y humorística historia de familia. Ligeramente surrealista y bastante amena.
  • 24 de abril: Especial David Trueba: Saber perder (2008), una incursión en el interior de los héroes del fútbol, lo que, sorprendentemente, da mucho juego. Todo un descubrimiento que se puede complementar con la lectura de Blitz (2015), una novela corta  sobre la que los lectores no se ponen de acuerdo. Polémica tenemos.
  •  22 de mayo: Especial David Trueba: Tierra de campos (2017), su obra más reciente, donde se adentra en el mundo de la música y sus ídolos.



domingo, 14 de mayo de 2017

El periodista deportivo


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“EL PERIODISTA DEPORTIVO” de Richard Ford
Por José Luis Vicent Marin.

Casualidad o no, resulta cuanto menos curioso que la tertulia de este libro haya sido elegida para el mismo mes en que se sitúa la acción, de manera que para la mayoría de nosotros, parte de su lectura habrá coincidido con los días de esta recién terminada semana santa. Si a esto le añadimos que ese comienzo en viernes santo de 1984 no nos resulta muy lejano, el contexto histórico, cultural, político y religioso de Estados Unidos nos habrá sido bastante reconocible en un texto por otra parte mucho más centrado en los pensamientos y en las emociones que en los hechos realmente tangibles, en lo que nos pasa por dentro, más que en lo que nos pasa por fuera.

Porque lo que a Frank Bascome le pasa por fuera atendiendo a solo tres días, quizá podría contarse en tres páginas, pero entender lo que le pasa por dentro requiere al menos multiplicarlas por cien. Ni más ni menos lo que ha hecho el autor permitiendo que ese narrador, desde la fórmula del presente, a base de interrupciones basadas en sus pensamientos en las que no falta algún esporádico intento de complicidad con los lectores, retrase la acción del momento para retroceder a su pasado reciente e incluso para imaginar su futuro o el de otros. Interrupciones que pueden producirse incluso en medio de cualquier diálogo demostrando que aun desconociendo su unidad de medida, la velocidad del pensamiento es tan grande que puede filtrarse en la conversación, tal vez afectándola pero nunca paralizándola. 

La verdad es que el título me tenía un poco despistado (evité tener conocimiento alguno del libro) y pensé que se centraría mucho más en los hechos que suelen servir de material protagonista —de aparente superficialidad pero tomados bajo interesantes puntos de vista— que en el propio protagonista que debería servirse de ese material para narrarlos.
Pero no. Lo que este hombre que tuvo cierto éxito como escritor (al menos económicamente gracias a una productora cinematográfica que compró sus relatos a buen precio para no ser jamás reproducidos en la gran pantalla), nos narra, es otra cosa, entre las que la aceptación del trabajo de periodista deportivo responde perfectamente a su necesidad —tal vez inconsciente— de buscar alternativas al vacío de su mente cuando pierde a su hijo Raplh a la escasa edad de 9 años por una enfermedad rara relacionada precisamente con el cerebro y conocida por el síndrome de Reye.

A partir de ese momento y pese a su negativa a creer que ese y solo ese fuera el hecho desencadenante, su vida se desmorona y empieza sumirse con frecuencia en “ensoñaciones” que le dejan fuera de la realidad, lo que sumado a su nuevo trabajo que le obliga a viajar constantemente, le va alejando progresivamente de su mujer hasta llegar al divorcio desencadenado por la aparición de una cartas sin verdadero peso —aparecidas tras el desorden de un robo en el hogar—, de una tal Peggy Connover a la que conoció en un avión y que decía gustarle sus artículos. Los paisajes y lugares típicos que Frank atraviesa en sus viajes de trabajo, de ocio o simplemente de escape, así como la climatología, son descritos en sus recorridos mimetizándose a menudo en sus efectos. Lo cierto es que en el trascurso de esos viajes Frank conoció y se acostó con 18 mujeres a las que decirles “te quiero” se convertía en un error. Pasaba de la compasión por su soledad, al interés, y del interés al sexo. Cuando volvía a casa solía encontrarse extraño y se voz se debilitaba.

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Recurrir al sonido de su propia voz, clara, nítida, cínica, chulesca, rastrera o apagada demuestra los altibajos de su estado de ánimo nutrido a menudo por la imaginaria vida de los demás o por la suya propia dentro de la vida de otra familia o al lado de otra persona. Sin embargo, ni Mindy Levinson (judía), su primer romance en aquel empleo en el College que apenas duró unos meses y abandonó sin siquiera entregar las notas de los alumnos a la que redescubre fotografiada como modelo de catálogos, ni la libanesa Selma Jasmin con quien se entrega a la frívola provisionalidad durante 13 semanas de libertad absoluta sin prever futuro alguno, ni sobre todo Vicki Arcenault, —la enfermera que empieza curándole un dedo para seguir intentándolo con su corazón— con quien como novia casi formal celebra la comida de pascua en compañía de su hermano Cade —el “eslabón fuerte” que pretende encerrar a todos los “eslabones débiles” de la sociedad—, su padre Wade —un hombre sincero y directo que a la muerte de su esposa pasó de ser ingeniero en Texas a cobrador en la autopista— y su joven madrastra Lynette —que acostumbrada a escuchar llamadas en el centro católico, intenta saber cosas de él, más allá de sus opiniones deportivas— son capaces de darle un vuelco a una vida que Frank siempre termina retomando en la imaginaria compañía de Paul y Clarissa —sus dos hijos posteriores al añorado Ralph —y de X —su ex mujer—, curiosamente la única persona cuyo nombre nunca nos es descubierto quizá atendiendo a esa frase suya  “no conocía a X al despertarme” en el inicio de su crisis, induciéndonos a pensar que podemos estar al lado de una persona toda la vida y no llegar a conocerla o tal vez a que somos nosotros mismos los que no nos esforzamos lo suficiente para entender las reacciones ajenas.

Reacciones que a menudo no esperamos, porque más allá de sus viejos e inocuos vecinos Delia y Caspar Deffeyes, o Bosobolo —el huésped venido de Gabón que ocupa la buhardilla de su casa envuelto en la placidez de una libertad envidiable—, está la figura de  Herb Wallager —ex futbolista paralítico al que debe entrevistar y que un accidente en lancha con su novia les cambió la vida a ambos— y sobre todo Walter Lucket del “club de divorciados” que le elige a él como el amigo al que necesita para ser escuchado. Personajes enmarcados magistralmente con cuatro pinceladas descriptivas que ellos mismos, a base de palabras o actitudes, nos van abriendo para permitirnos finalmente entrar en su interior. Pero ni Herb tras el amago de entrevista, ni sobre todo Walter tras librar sus confidencias, responden como Frank hubiera deseado —si es que en este segundo caso deseaba algo— y por un momento considera un error las amistades en las que “desperdicias tu tiempo en las desgracias del otro”.


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Cuando Frank se sentía con esa necesidad, hacía visitas a la quiromántica Mrs. Miller. Decía que se tomaba en serio la vida de los demás aunque su mesa estuviera presidida por una bola de cristal poco convincente y que a diferencia de los psiquiatras que solo buscan forrarse,  le escuchaba, tranquilizaba y animaba por solo 5 dólares. Empujado por ese arte adivinatorio, yo mismo me he apresurado a curiosear —queriendo pero sin creer— el significado de dos números que se repiten bastante en la historia. Son el 38 y el 39 correspondiente a la edad actual de Frank y la que cumplirá poco después coincidiendo con el entierro —al que no acudió— de su “amigo” Walter suicidado el mismo domingo de pascua que un Frank en la fase que mediaba entre optimismo y dejación, jugaba al croquet con Vicki minutos antes de la comida del domingo de pascua. Del primero número se dice que ha sido estigmatizado como un tanto negativo debido a una especie de conflicto entre acción y pasividad, mientras que del segundo se dice que se acerca a la sanación, la objetividad y la preocupación por el bienestar del alma. Todo lo cual —hilando en el fino hilo que me he inventado—puede entablar algún paralelismo con la transición de Frank.
Lo que no me he inventado son las referencias continuas al arrepentimiento (la novela en el cajón, el divorcio, el nuevo trabajo, la relación con Vicki…) y su forma de afrontarlo, ya que no existe la vida perfecta sin resquicios de los que no arrepentirse — “la vida sin culpa no existe pero hay que evitar que la culpa te destruya y es necesario olvidar”—, así como la soledad y la nostalgia tan presente en la confusa cabeza de Frank, o la siempre bienvenida alegría de lo inesperado, de lo nuevo, el placer de las pequeñas sorpresas (realmente un eficiente antídoto a una depresión que intenta ocultar) frente a la monotonía de las vidas que “se dejan llevar”.

Destacaría igualmente esa búsqueda del mejor lugar para vivir cuando en realidad cualquier lugar es bueno si no te invade la insatisfacción por vivir. O la necesidad de mantener ciertosmisterios cuyo obsesivo intento de explicarlos no sirve de nada y puede en todo caso resultar perjudicial. Frank tampoco quiere ser víctima de un pasado al que no desea anclarse, raíces profundas a las que pretende decir que no desea someterse, pero su dualidad de ideas le arrastra a conflictos internos permanentes que enlazan con esa otra de ser totalmente sincero o relativamente falso ante las personas —no decimos lo que pensamos de ellas— y en última instancia la responsabilidad del silencio: “no soy culpable de lo que pienso”.

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Ese tema de “cambiar de vida” por las circunstancias y más si son depresivas o simplemente oportunistas, plantean reflexiones ligadas por ejemplo a la “toma de decisiones equivocadas” (que no lo son tal porque nunca es posible saber si lo fueron), así como a la conveniencia o no de “hacer planes”, el sentido de la “anticipación” al hecho o acción próxima, la realidad de que nada es para siempre aumentando el valor de lo intrascendente y lo espontáneo y el “valor de vivir plenamente las emociones que evita seguir buscando otras por si son mejores que la anterior”.

A Frank ser periodista deportivo le permite ver la vida de otra manera más simple porque aunque intenta a veces profundizar en la de algún ex deportista a fin de obtener un artículo brillante, los eventos deportivos se nutren mucho de datos irrebatibles o debates repetitivos que le permiten no pensar demasiado —a pesar de que para él “no basta con tener conocimiento de records y estadísticas que un ordenador calcularía fácilmente”—. En una entrevista alguien dijo: “el deporte es un juego para mirarlo y luego olvidarlo. Las opiniones sobran, no son más que una puta manía de alargar conversaciones insulsas donde solo hay hechos”.

Frank quizá quisiera que esa simplicidad se posara en su vida. Hablar de deportes evita que sus valores sean expuestos al escrutinio ajeno y se trata de una actividad mental alejada del auténtico escritor que a menudo  “falla cuando pretende contar las emociones” y más cercana a la actividad del propio deportista “entrenado para sentir poco” y centrado plenamente en su oficio, una actitud que seguramente Frank quisiera para sí, consciente de que en su freno existencial siempre aparece la figura de su hijo Raplh cuya tumba visita anualmente con su ex mujer el día en que su hijo hubiera cumplido años.

Y, casualidad o no, el comienzo de esta historia con Frank y su ex mujer visitando la tumba de Ralph en el cuarto aniversario de su muerte coincide con el viernes que la iglesia santifica por la muerte de Cristo, mientras que el final se sitúa en la última hora del domingo de resurrección esa noche que Frank de forma casi inconsciente —alejándose de casa y subiendo al primer tren para evitar cualquier conversación con una mujer apeada del mismo que en su falso imaginario interno se correspondería con la hermana de Walter— se presenta en el despacho de la redacción en Gotham (Nueva York) a fin de trabajar en el artículo sobre Herb.

Allí, el enamoradizo Frank  es nuevamente obnubilado por la presencia de una mujer —la joven meritoria Catherine— con quien pretende dar un paseo nocturno en aparente estado de optimismo como paradigma externo de lo que en ese breve periodo de tiempo ha ido sucediendo en su interior. Un optimismo quizá nublado por una enigmática mirada al vacío desde la ventana en una oscura noche, resuelto en ese capítulo no numerado denominado “fin” a modo de epílogo cinematográfico de una película basada en hechos reales donde una fotografía del rostro de cada personaje es acompañada por un breve repaso sobre su actual situación.


En el caso de Frank —recordemos la narración en primera persona— él mismo la rellena de respuestas positivistas acordes con su nuevo estado de ánimo a muchas preguntas que antes le angustiaban. Y lo hace desde Florida, el punto más lejano geográficamente de Nueva Jersey,  como alejado está anímicamente de su vieja vida en aquel lugar ahora tan remoto.  



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lunes, 10 de abril de 2017

Ramiro Pinilla: Biobibliografía

Ramiro Pinilla

Por Antonio Rey

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Nació en Bilbao, el 13 de septiembre de 1923. Estudió Náutica y Maestría Industrial. Llega al ámbito literario para dirigir la Editorial Fher y fundar Libropueblo, pequeña editorial vasca que distribuye a nivel local. Salvo tres incursiones en los años 90, se mantiene ajeno al gran circuito editorial durante casi tres décadas. Irrumpe de nuevo con su trilogía novelística "Verdes valles, colinas rojas" (2005). A los 27 años se instala en Getxo. Influido por autores como Steinbeck, Faulkner, Caldwell o García Márquez, y a través del microcosmos de dicha localidad, crea una historia sobre la amenaza de la industrialización para la vida tradicional. 

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Otras novelas de Pinilla son: 

·  Misterio de la pensión Florrie (1944, publicada en edición de quiosco bajo el pseudónimo de Romo P. Girca)
·  El ídolo (1957). Premio Mensajero.
·  Las ciegas hormigas (1960, ed. Destino, y reeditado en 2010). Premio Nadal y Premio de la Crítica (1º).
·  El héroe del Tonkin (1961)
·  En el tiempo de los tallos verdes (1969)
·  Seno (1971, ed. Planeta). Finalista del Premio Planeta.
·  El salto (1975)
·  Recuerda, oh, recuerda (1975)
·  Antonio B... "el Rojo", ciudadano de tercera (1977, reeditado en 2007 
como Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera)

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·  Primeras historias de la guerra interminable (1977)
·  La gran guerra de Doña Toda (1978)
·  Andanzas de Txiki Baskardo (1979)
·  Verdes valles, colinas rojas, vol. 1 (1986, autoeditada en su editorial Libropueblo)
·  Quince años (1990)
·  Huesos (1997)
·  La estación de Getxo (1998)
·  Verdes valles, colinas rojas (2004-2005, ed. Tusquets). Trilogía compuesta por:
o        La tierra convulsa (parte I, octubre de 2004). Premio Euskadi de Literatura en castellano (1º).
o        Los cuerpos desnudos (parte II, mayo de 2005)
o        Las cenizas del hierro (parte III, noviembre de 2005). Premio de la Crítica (2º) y Premio Nacional de Narrativa.

·  La higuera (2006, ed. Tusquets)

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·  Sólo un muerto más (2009, ed. Tusquets). 1º caso del detective Samuel Esparta (un crimen que dejó sin resolver en Verdes valles, colinas rojas).
·  Los cuentos (2011, ed. Tusquets, libro de cuentos)
·  Aquella edad inolvidable (2012, ed. Tusquets). Premio Euskadi de Literatura en castellano (2º).
·  El cementerio vacío (2013, ed. Tusquets). 2º caso del detective Samuel Esparta.
·  Cadáveres en la playa (2014, ed. Tusquets). 3º caso del detective Samuel Esparta.
Muera en Getxo, el 23 de octubre de 2014.


Premios

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Premio Nadal (1960)
Premio de la Crítica de la Asociación Española de Críticos Literarios (1962)
Premio de la Crítica (2005)
Premio Nacional de Literatura Narrativa (2006)


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