jueves, 19 de mayo de 2022

lunes, 16 de mayo de 2022

Frankenstein o el moderno Prometeo




Os ofrecemos una reseña a la última lectura, de nuestra ya habitual compañera en esta sección, María Ángeles Andreu



Frankenstein o el Moderno Prometeo – Mary W. Shelly

(Edición de Isabel Burdiel sobre la obra publicada en 1818)



Frankenstein o el arquetipo de la monstruosidad nació, como nos recuerda la doctora Burdiel, en el frío verano suizo de 1816, rodeado de autores del movimiento romántico como Percy Shelly, John Polidori -quien además de médico alumbró El Vampiro-, o el propio Lord Byron; amantes de la naturaleza y fascinados por los avances de la ciencia de la época quienes, al parecer, gustaban de las historias de terror de un gótico ya en decadencia.  

 

         En ella la naturaleza, en constante cambio, se emplea en las descripciones para enfatizar los sentimientos y emociones de los personajes desde las alegrías a las más profundas miserias de sus pensamientos y acciones. 

 

         Burdiel, junto con conferencias y trabajos como los de Antonio Ballesteros González[1] entre otros muchos estudios, lleva a cabo un detallado análisis de esta novela, de narraciones concéntricas, en la que se ponen sobre la mesa temas como la moral científica, la creación y la destrucción de la vida con la determinación de rivalizar con Dios como creador. Ya en el prólogo a la edición de 1831 la misma Mary Shelly hace referencia al galvanismo o experimentos que por entonces se hacían con la electricidad para producir movimientos de los músculos ya muertos y que apasionaban a su marido, el poeta Percy Shelly, así como al grupo de intelectuales de los que se rodeaban. 

 

         Me atrevería a defender la obra de Shelley como una especie de alegoría de la perversión que puede traer el desarrollo científico y, en particular, la contradicción y falta de responsabilidad y escrúpulos del científico frente a su descubrimiento o invención, en este caso de la criatura creada a partir de restos de otros por Víctor Frankenstein. Un personaje que se auto-presenta como el mayor sufridor que, aparentemente, podría existir debido a las desgracias familiares que le toca vivir. Sin embargo, este mismo «sufridor» es en realidad, en mi opinión, un auténtico pusilánime con sueños de grandeza, incapaz de hacer frente a sus responsabilidades como científico y, sobre todo, como ser humano.

 

         Se trata de una obra llena de dramatismo y exageración, en la que podemos seguir casi al detalle los trayectos seguidos en los viajes de los personajes y en la que lo bello representa el equilibrio; al final es el «monstruo»  el diferente a los demás, por simple apariencia aún hoy en día, quien debe ser perseguido, escondido o a ser posible anulado, frente a la irresponsabilidad tanto de actos como de anhelos de otros seres considerados como “normales”; todo ello sin reparar en diferentes planteamientos colaterales como el papel de la mujer de la época, y en la obra, una vez que sabemos que su primera edición fue anónima y la autoría se le atribuyó a su propio marido.

 

         Un clásico de plena actualidad, tras más de doscientos años de vida, que vale la pena leer.

 

Mª Ángeles Andreu



[1]    A. Ballesteros González (2018). Mary Shelly y Frankenstein: la creación de un mito. Fundación March https://www.youtube.com/watch?v=kVpXxMwBINs


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viernes, 6 de mayo de 2022

Frankenstein o el moderno Prometeo - Presentación

 


Ya sabéis que el próximo día 12 (jueves) a las 11,30 de la mañana nos reuniremos en l'Espai cultural de la Facultad de Filología para asistir a una Tertulia-Charla sobre Frankenstein o el moderno Prometeo, con la posible presencia de Isabel Burdiel, catedrática de Historia de la Universidad de Valencia

Para entrar en materia, os pasamos dos enlaces que nos irán introduciendo en el tema. El primero nos lleva a una biografía de Mary Shelley (por medio de unos dibujos muy animados) y el otro a una magnífica charla de la Dra. Burdiel. Ambos nos ayudaran a la lectura y análisis del texto seleccionado que pondrá fin a nuestro taller de lectura de este curso.

Biografía animada de Mary Shelley

Charla de la Dra. Burdiel


¡¡Nos vemos el dia 12!!

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miércoles, 4 de mayo de 2022

Los detectives salvajes - Reseña





Los detectives salvajes: Ironía y mucho juego
Escribe Gloria Benito

¿Qué habrá querido decir el autor? Esta es la gran pregunta que se hace el amigo lector tras acabar Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. No hay respuesta fácil. Esta novela se escapa a cualquier clasificación convencional, pues mientras resulta relativamente sencillo explicar cómo está estructurada, no lo es tanto acercarse a qué se ha querido contar o para qué se ha hecho. A primera vista parece una crónica de la situación de la poesía mexicana de los años 70. Pero, ¿es sólo eso? La respuesta se escurre como lo hace el autor cuando, en las entrevistas, opta por generalizar y hablar de literatura en lugar de desvelar los enigmas de sus obras. Como las resbaladizas y huidizas serpientes, Bolaño se desliza pausadamente para desaparecer por infinitos agujeros. No quiere concretar ni cerrar un tema o una conversación ni pontificar sobre sí mismo. Como en esta novela, su discurso se dispersa, de forma sinuosa, en múltiples y diversas direcciones, para volver sobre sí mismo una y otra vez, acercándose y alejándose en un itinerario aparentemente errático. 
 Cuando Bolaño reflexiona sobre su concepto de creación literaria suele hablar de búsqueda y juego, es decir, de no repetir formas ya existentes y divertirse en el proceso. La estimulante ironía ya se percibe en la primera parte del libro, contada a modo de diario por el insignificante poeta real visceralista Juan García Madero, durante su iniciática búsqueda del arte verdadero y, de paso, del sexo. Como voz narradora, J.G.Madero es el primer personaje que crea el autor. Su función es conducir la narración e imprimir en ella tono y actitud, elegir la perspectiva desde la que contar la historia y dosificar la información que va a proporcionar al lector. 

En Mexicanos perdidos en México (1975), la primera parte —de las tres que componen la estructura de la novela— el narrador da cuenta de las ocurrencias de los movimientos poéticos mexicanos, entre los que el infra realismo o real visceralismo, se muestra como el más juvenil, transgresor y libertario. Heredero del romanticismo decadente de Lautréamont y Rimbaud, su credo se nutre de las actitudes y objetivos de las vanguardias europeas, pues desde su rebeldía declaran la muerte de Dios y de las convenciones. En su imaginario, el Bosco, Byron y Queneau son compatibles, por lo que no huyen de lo grotesco ni del espanto. Como niños traviesos, su mayor deseo es provocar al establishment, especialmente al estético.
La ingenuidad de las aventuras, tan literarias como vitales, del grupo al que pertenecen Arturo Belano (el alter ego de R. Bolaño) y Ulises Lima (Mario Santiago), es propia de los cenáculos juveniles, entusiastas buscadores del verdadero Arte, de la verdadera Poesía. Resulta llamativa la escasa información que hay sobre el dúo protagonista que supuestamente lidera el movimiento. Ambos, Belano y Ulises, sobrevuelan los ambientes nocturnos y marginales propios de una bohemia joven, sin que se sepa qué hacen o qué piensan.  Sus idas y venidas se cuentan de forma indirecta, por intermediarios o rumores. Son como fantasmas de una representación en la que el ambiente es más importante que las personas y las ideas.  
Un truco narrativo, la huida inesperada de los caballerosos poetas en busca de la desaparecida madre y fundadora del real-visceralismo, Cesárea Tinajero, cierra esta parte, cuya continuidad cronológica ocupa la tercera (Los desiertos de Sonora, 1976). En ésta, los personajes emprenden un desquiciado y perturbador viaje donde se constatan el desencanto y desmoronamiento del real visceralismo y la disolución del movimiento y sus seguidores. Al finalizar esta singular road-novel el narrador se esfuma en el olvido, en la nada. Hasta aquí, la crónica. Pero ¿Qué pasa en la segunda parte? ¿Qué significa y quiénes son Los detectives salvajes?

Segunda parte: veinte años (1976-1996) de largo y tortuoso recorrido —esta vez geográfico e interior— a través de México, Francia, España (Barcelona, Galicia), África… Aquí Bolaño se apropia del perspectivismo cervantino dejando el relato en manos de más de medio centenar de voces, todas pertenecientes al mundo de la cultura y el arte. El relato de Amadeo Salvatierra se inserta esporádicamente entre los del resto de narradores, como el hilo invisible que enlaza las partes y como depositario de la memoria del real visceralismo y de su fundadora. Entre los vapores alcohólicos del aguardiente— significativamente llamado “Los Suicidas” y compartido durante una larga noche con Belano y compañía— Amadeo va construyendo la historia de C. Tinajero y su circunstancia. 
De forma cronológica, cada voz aporta su punto de vista sobre la poesía mexicana y los poetas, configurando la urdimbre de un relato donde las opiniones sobre Belano y Lima se incrementan con la situación de cada narrador y su especial contexto vital. Todos hablan de todo, de todos y, más que nada de sí mismos. De este modo la diversidad de perspectivas de los relatos enlaza y anuda vidas, cultura y arte en una narración coral que conforma el paisaje y paisanaje de aquella agitada veintena del pasado siglo. Así, la novela adquiere cierto carácter de criatura orgánica, pues el relato no progresa linealmente sino de forma tridimensional, como una galaxia que es algo más que la suma de sus astros. El resultado es un mural narrativo poblado por una galería de personajes cuyas vidas y voces tejen el tapiz de las circunstancias que rodearon la vida de Ulises Lima y Arturo Belano.
Ambos personajes atraviesan los relatos por los que transitan como sombras en búsqueda de algo que dé sentido a sus vidas. Su brumoso perfil está oscurecido por la tristeza y melancolía de quien se ha asomado a su propio abismo y ha perdido la esperanza. Este, creo yo, es el tema principal de la novela:  mostrar el desencanto y declive de una generación cuyo crecimiento necesita de esa búsqueda inagotable. Personificada en el universo existencial de Belano, configura un espacio interior que no acepta ni tolera una respuesta cerrada, sino que se obliga a mantener abierto el horizonte de la pregunta y la duda. De tal multiplicidad de voces emerge además un escepticismo vital teñido de irónicos episodios —interpolados al modo cervantino— que rozan lo surrealista o lo kitsch, con la función de añadir algún rasgo o matiz a la nebulosa figura de Belano, siempre a la fuga.
La anoréxica Edith Oster, el pintoresco emigrante Andrés Ramírez con sus mágicos aciertos en las quinielas y el extravagante abogado Xosé Lendoiro tienen en común haber conocido circunstancialmente a Belano, como el resto de narradores. Lo describen como alguien alto, desgarbado y bondadoso, que lleva a cuestas sus derrotas y secretos. El doloroso enigma, sostenido y persistente, es también una de las claves del libro. El ejemplo más claro lo encontramos en la equívoca conversación entre Norman Bolzman y Daniel Grossman. En su retrospectivo análisis de lo que les pasó a Belano y Lima, ambos buscan respuesta a su propio malestar, respuesta que nunca llega. Norman parece conocerla, pero muere cuando está a punto de revelar su velado e impreciso misterio revestido de ambigüedad: 
Y entonces Norman dijo: no se trata de los real visceralistas, no has entendido nada, buey. […] y después dijo: de la vida, de lo que perdemos sin darnos cuenta, de lo que podemos recobrar.
[…] ¿dónde durmió Ulises mientras estuvo en nuestra casa? En el sofá, dije. ¡En el puto sofá!, dijo Norman. Hipóstasis del amor romántico. Umbral. Tierra de nadie.
[…] En este asunto yo no tengo nada que ver. Claudia no tiene nada que ver. Incluso, en ocasiones, el cabrón de Ulises no tiene nada que ver. Sólo los sollozos tienen algo que ver. Pues no, dije, no te entiendo.
Y es que no se entiende, ¿quizás porque no es cuestión de entender sino de mirar o percibir? ¿Qué significan los poemas visuales de Cesárea Tinajero?  ¿Una broma real visceralista?  En ese caso el bromista sería el autor, responsable a conciencia del contenido y tono de la novela. Y si no me creen, observen la última imagen, ese rectángulo de lados formados por líneas discontinuas y la reiterativa pregunta ¿Qué hay detrás de la ventana?


Juego: Teoría de la ventana
La ventana tiene una doble función: a) definir el segmento de espacio que selecciona y limita su marco; b) servir de frontera entre dos mundos, el del observador y lo observado. Por eso la ventana, menos opaca que el espejo, permite acceder —con la imaginación, por ejemplo— a los enigmas de la realidad que está al otro lado, la verdad oculta bajo las apariencias, que todos buscan.
Preguntas: ¿Qué clase de ventana es esta cuyo marco deja huecos por los que se pueden fugar el espacio, los misterios y quizá el observador?
¿Se tratará de la antiventana? El juego está abierto. Y la novela también. Pues, ¿qué clase de relato acaba con una pregunta y una no-ventana? 
¿Los detectives salvajes?
 
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lunes, 2 de mayo de 2022

Los detectives salvajes - Reseña

 

Los detectives salvajes 

Roberto Bolaño

  

         ¿Qué decir de esta novela aparentemente atípica? Dividida en tres partes y ciertamente compleja para un lector que, tras 400 páginas y cerca de otras tantas por delante, se pregunta a dónde le quiere llevar su autor. No obstante, continúa leyendo pese a que en su mente revolotea la duda: ¿será una buena idea seguir adelante o sería preferible dejarla para un momento más lúcido?

 

         Por un lado, se enfrenta a un narrador convencional en una primera parte en la que el joven García Madero desgrana, a modo de diario, sus vivencias, deseos y miedos cuando decide dejar sus estudios para integrarse, a su manera, en un grupo de poetas mejicanos que se autodenominan real visceralistas. Integrantes sin normas de comportamiento y cierto desarraigo, que vagan por la ciudad de Méjico sin rumbo y sin aparente proyecto vital.

 

         Por otro, la perplejidad del lector se acentúa cuando, en la segunda parte, más de cincuenta personajes, a modo de narradores omniscientes, dan testimonio de vivencias acaecidas entre 1976 y 1996 en torno a los líderes de ese grupo poético, Arturo Belano y Ulises Lima, en diferentes partes del mundo. Unas narraciones que, en un buen número de ocasiones, podrían tildarse de cuentos cortos.

 

         Tras esos testimonios en los que García Madero queda diluido a la nada, este reaparece en la tercera y última parte de la obra en su papel de narrador-testigo, que no protagonista, del diario; esta vez relacionado con el viaje que hacen Belano, Lima y el propio García Madero, junto con Lupe (una prostituta perseguida por su chulo) a lo largo del desierto de Sonora en busca de las huellas de Cesárea Tinajero, poetisa desaparecida.

 

         Se dice que el relato en su totalidad es un homenaje al Infrarrealismo y a sus integrantes cuyos fundadores fueron Roberto Bolaño y su amigo Mario Santiago Papasquiaro; en la novela Arturo Belano y Ulises Lima, respectivamente.

 

         Sea como fuere, el lector se encuentra con una obra diferente de final inesperado, que cuenta con multitud de diálogos, apetecibles descripciones y párrafos generosos. De estilo escueto, escaso de figuras retóricas, pero repleto de ironía y muestras del vasto conocimiento literario de Bolaño.  Evidencia de la originalidad y el dominio del lenguaje que posee el autor.

 

Mª Ángeles Andreu

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