jueves, 19 de diciembre de 2019

El tiempo de los regalos - Comentario

“EL TIEMPO DE LOS REGALOS” de Patrick Leigh Fermor
Por José Luis Vicent Marin.

A primera vista podría decirse que este libro es una biografía truncada del propio autor sobre una corta etapa de su vida. 
También en una consideración bastante simplista podría ser catalogado como una crónica de viajes, pero al estar escrito cuarenta años después de esa experiencia, está dotado de otros ingredientes de naturaleza puramente literaria de los que sin duda hubiera carecido de ser escrito a poco de haberla concluido con apenas diecinueve o veinte años de edad.
Haciendo uso de su memoria y de las notas y diarios de viaje que elaboró y conservó pero también perdió y recuperó parcialmente en el transcurso del mismo, cuenta su periplo entre Rotterdam y Constantinopla, aunque esta primera parte concluye con su mirada puesta (¡y qué mirada!) en las puertas de Hungría.
Los primeros años de su vida los construye escuetamente apoyándose en la carta a un amigo para así conformar un prólogo en el que cabe destacar la influencia que tendría posteriormente la familia, tanto la de acogida que lo educa en régimen de casi absoluta libertad en plena naturaleza, como la natural –liberal y bien posicionada-, que se encuentra con un muchacho que solo adora divertirse y sentirse libre hasta que leyendo un poema de Herbert decide viajar. A su madre le parece una excelente idea, de manera que en un libro de Horacio que va a ser su fiel compañero de viaje, le anota unas frases animándole a que abandone el hogar y busque países extranjeros que le harán más grande el suyo propio.
Así que…
A poco de iniciar la lectura se me presentan chimenea, sillón y manta como elementos imprescindibles para aprovecharla de forma idónea. 
La sosegada escena se me funde en miniatura con los placeres emanados de una sensación a primera vista indiscutible: la de estar dentro del libro caminando junto a su viajero narrador mochila a la espalda por todos los lugares, ya sean paisajes abiertos, bonitos pueblos o  rincones escondidos, vía riberas del Rin y del Danubio en una Europa de nazismo efervescente por el que pasa superficialmente quizá a conciencia para no enturbiar la finalidad del mismo. 
¿Quién no ha entrado en internet y se ha cegado de cientos de imágenes revelándole  prados, montes, llanuras, pueblos, ciudades, aldeas o castillos con la intención de crear un atractivo itinerario?.
Con la lectura de este libro en el que se describen escrupulosamente esas imágenes destilando encanto y poesía en la composición de escenas fijas o móviles, no solo se pueden ver sino que se pueden sentir situándonos dentro de ellas con la ventaja del gratificante nacimiento de un nuevo día y sus inesperados descubrimientos.
Es, ni más ni menos, que el sabor entusiasta de la aventura resplandeciendo en el cuerpo y la mente de un joven animado por la necesidad de conocer mundo ayudado -por qué no decirlo-, por una serie de generosas recomendaciones de venerables señores que le facilitaron buena parte de las estancias y por la sorprendente hospitalidad de las gentes más humildes.
Pero… 
Cuando he ido progresando en su camino que es mi lectura y finalmente ambos hemos terminado camino y lectura, creo que su camino se ha hecho corto y mi lectura larga, porque –al menos para gente como yo- este libro no se puede leer en solo unas horas en las que no he sido capaz de comprimir ni asimilar gozosamente las múltiples referencias históricas y culturales que él, desde por ejemplo las bibliotecas de los Schloss (una mezcla de castillo y mansión) ha ido vertebrando para, durante cuatro décadas de exquisita cultura y documentación, relacionarlas con cada uno de los países y poblaciones atravesados. 
Por fortuna, no solo los continuos episodios de naturaleza desbordante sino también los numerosos  pasajes de relaciones humanas con los lugareños, su forma de vida, sus costumbres y sus lenguas extrañas, han compensado lo que quizá ha sido más un defecto del lector que un exceso del narrador.

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