lunes, 10 de abril de 2017

Ramiro Pinilla: Biobibliografía

Ramiro Pinilla

Por Antonio Rey

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Nació en Bilbao, el 13 de septiembre de 1923. Estudió Náutica y Maestría Industrial. Llega al ámbito literario para dirigir la Editorial Fher y fundar Libropueblo, pequeña editorial vasca que distribuye a nivel local. Salvo tres incursiones en los años 90, se mantiene ajeno al gran circuito editorial durante casi tres décadas. Irrumpe de nuevo con su trilogía novelística "Verdes valles, colinas rojas" (2005). A los 27 años se instala en Getxo. Influido por autores como Steinbeck, Faulkner, Caldwell o García Márquez, y a través del microcosmos de dicha localidad, crea una historia sobre la amenaza de la industrialización para la vida tradicional. 

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Otras novelas de Pinilla son: 

·  Misterio de la pensión Florrie (1944, publicada en edición de quiosco bajo el pseudónimo de Romo P. Girca)
·  El ídolo (1957). Premio Mensajero.
·  Las ciegas hormigas (1960, ed. Destino, y reeditado en 2010). Premio Nadal y Premio de la Crítica (1º).
·  El héroe del Tonkin (1961)
·  En el tiempo de los tallos verdes (1969)
·  Seno (1971, ed. Planeta). Finalista del Premio Planeta.
·  El salto (1975)
·  Recuerda, oh, recuerda (1975)
·  Antonio B... "el Rojo", ciudadano de tercera (1977, reeditado en 2007 
como Antonio B. el Ruso, ciudadano de tercera)

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·  Primeras historias de la guerra interminable (1977)
·  La gran guerra de Doña Toda (1978)
·  Andanzas de Txiki Baskardo (1979)
·  Verdes valles, colinas rojas, vol. 1 (1986, autoeditada en su editorial Libropueblo)
·  Quince años (1990)
·  Huesos (1997)
·  La estación de Getxo (1998)
·  Verdes valles, colinas rojas (2004-2005, ed. Tusquets). Trilogía compuesta por:
o        La tierra convulsa (parte I, octubre de 2004). Premio Euskadi de Literatura en castellano (1º).
o        Los cuerpos desnudos (parte II, mayo de 2005)
o        Las cenizas del hierro (parte III, noviembre de 2005). Premio de la Crítica (2º) y Premio Nacional de Narrativa.

·  La higuera (2006, ed. Tusquets)

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·  Sólo un muerto más (2009, ed. Tusquets). 1º caso del detective Samuel Esparta (un crimen que dejó sin resolver en Verdes valles, colinas rojas).
·  Los cuentos (2011, ed. Tusquets, libro de cuentos)
·  Aquella edad inolvidable (2012, ed. Tusquets). Premio Euskadi de Literatura en castellano (2º).
·  El cementerio vacío (2013, ed. Tusquets). 2º caso del detective Samuel Esparta.
·  Cadáveres en la playa (2014, ed. Tusquets). 3º caso del detective Samuel Esparta.
Muera en Getxo, el 23 de octubre de 2014.


Premios

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Premio Nadal (1960)
Premio de la Crítica de la Asociación Española de Críticos Literarios (1962)
Premio de la Crítica (2005)
Premio Nacional de Literatura Narrativa (2006)


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Verdes valles, colinas rojas




Verdes valles, colinas rojas: Ficción, historia y mito
La tierra convulsa

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El relato que comentamos pertenece al primer libro de la trilogía Verdes valles, colinas rojas. En ella, Ramiro Pinilla unifica narraciones anteriores  con nuevas historias, concluyendo así la titánica tarea de contar el germen y evolución del nacionalismo vasco, desde finales del siglo XIX hasta el nacimiento de ETA, en la segunda mitad del siglo XX. Aunque menciona hechos históricos, se trata de un texto esencialmente ficticio aderezado con bastante humor y otro tanto de leyenda y mito.

El autor cede su voz a tres personajes que, en primera persona, narran desde su particular punto de vista unos hechos que creen significativos. En unos casos los han vivido, en otros han sido simples testigos y en otros los han oído contar. De esta forma, el autor confiere a su relato un múltiple perspectivismo que proporciona diversas versiones de los mismos sucesos, tanto por la singularidad e implicación de cada narrador-personaje como por el tiempo desde el que cada historia es contada. La acción se sitúa en el margen derecho de la ría de Bilbao, en el municipio de Getxo, que comprende varias aldeas, términos y lugares. El espacio geográfico es real y el lector puede reconocerlo con bastante precisión en el mapa que ilustra esta  novela. La acción gira alrededor de Cristina Onaindia, aristócrata local y dueña de la mayor parte de las tierras y sus correspondientes caseríos. Los baserritarrras o aldeanos que trabajan los campos, pagan tributos a su señora en un régimen de subsistencia casi medieval. El esposo de Cristina, Camilo Baskardo, se dedica a las industrias que han surgido en el margen izquierdo de la ría: las minas de carbón y del hierro que se funde y elabora en los Altos Hornos de Sestao y Barakaldo. Éste es el paisaje social del que arranca el relato y el paisanaje que activa y protagoniza los inevitables cambios haciendo avanzar el tiempo y la narración.

Como método de trabajo me ha parecido oportuno dividir el comentario en las tres partes que corresponden al discurso de cada narrador, que comprende el contenido de su historia y el perfil de los personajes que intervienen en ella.

El relato de Josafat Baskardo

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Hay cinco fragmentos narrados por Josafat, Jaso, el segundo hijo de Cristina Onaindia. Los dos primeros corresponden a  la edad de 7 y 8 años (1889), el tercero, a los 13 años (1895), y  los dos últimos, a los 22-25  años, entre 1904-1907. 

Aunque se trata de un relato desde la memoria, el tono, vocabulario y contenido de la historia poseen una impronta infantil que refleja la ingenuidad e inmadurez del personaje, incluso en su mayoría de edad. En estos capítulos se sientan las bases ideológicas del incipiente nacionalismo y los roles que corresponden a cada personaje. Ama, la matriarca, representa la tradición vasca, la moral católica y la pureza racial. Aita, el padre, se caracteriza por su pragmatismo económico y utilitarismo moral que se acomoda a las circunstancias de su tiempo, es decir, las que le permiten ser un industrial poderoso y enriquecerse sin más. Los campesinos y los niños, tanto los hijos Baskardo como los de los aldeanos, son víctimas de unas transformaciones que ni les benefician, ni entienden ni pueden controlar. Ellos encarnan las contradicciones más agudas y el sufrimiento más intenso por el devenir de la Historia.

Jaso considera lo foráneo, lo que procede del exterior, como enemigo de lo vasco y contaminante de su pureza.  La Chica, Ella, el personaje sin nombre, simboliza  ese miedo a lo ajeno. Irónicamente es el propio Camilo el que permite la invasión de esa semilla migrante y portadora de una supuesta amenaza. En el universo sentimental de Jaso se imprime con fuerza el mito de la singularidad y superioridad vasca frente a un enemigo, que él identifica también con su aita. El padre de la industria y del dinero suscitarán un odio irracional en Jaso, que le hace responsable del sufrimiento de la madre y de su indiferencia por el ideario político sabiniano. Este niño condenado a no crecer representa un nacionalismo primitivo e ingenuo, fundamentado en la creencia y el sentimiento. Jaso sublima su visión del mundo al sentirse depositario de las esencias vascas asociadas a un intenso vínculo materno. Por eso adquiere cierto carácter oracular al anticipar un futuro fatídico y apocalíptico, si su gente no rechaza los cambios procedentes de fuera. La reiteración de la frase “Ama se va a morir”  cuando ya se ha producido la inseminación “infecciosa” de lo vasco por lo no vasco, así lo confirma. El desarrollo de la historia también.


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El adolescente Jaso vive una sexualidad edípica con su madre, y vicaria en la relación amorosa de su hermano mayor, Martxel, con Andrea, la hija del caserío de los Altube. Sabemos que todo el relato está impregnado de ironía, sarcasmo y elementos míticos y simbólicos. El miedo de Jaso al sexo real esconde tanto una velada homosexualidad como una patología desatada por su imaginario amor a una neska pintada en un cuadro, es decir, un personaje inexistente, una representación. El viaje que los hermanos emprenden en busca de un modelo que nunca encontrarán, es quizá uno de los episodios más paródicos de la novela, de los más hilarantes. Pero su simbolismo, como representante de ese nacionalismo sentimental, es muy claro pues alude a la imposibilidad del  personaje para cumplir sueños basados en algo real. En esta  edad, Jaso aún conserva su fe en el ama y la tierra, universo en el que Martxel juega el papel de cómplice y acicate. La venganza y el odio se enfocan con claridad hacia Ella y su Bastardo, también sin nombre. Esta etapa se cierra con un episodio que sintetiza el estado de la cuestión. Se trata de una cena en la que Camilo reúne a los representantes del poder del momento: el ministro de Madrid como político, el industrial como  factor económico, y don Venanci, el cura, como representante de una iglesia entregada a la fe sabiniana. Ya no acude a la casa el viejo don Eulogio, el párroco que acompañaba a Cristina en el pasado. Ahora pinta más el nuevo cura, más radical, y triunfan los jesuitas como cuna de los futuros líderes del país.

La última  intervención de Jaso  como narrador, a sus 25 años, muestra de forma trágica la pérdida de la inocencia. El dolor con que padece los cambios sociales e históricos es más que evidente, pues la antigua creencia compartida con la madre se desmorona en un triple sentido. El amor y posterior matrimonio entre  su hermana Fabi y Ramón, un maketo castellano,  rompe el mito de la pureza racial; la ruptura propiciada por Cristina de la relación entre Martxel y Andrea, por no ser de la misma clase, plantea el conflicto social. En el aspecto personal, el desenmascaramiento de Ama, manipuladora de personas y acontecimientos conducirá a Jaso hasta la locura como víctima de todas las mentiras. Además, la sospecha de la existencia de un ominoso secreto, conocido y ocultado por Ama, en Sugarkea, primitivo reducto de los vascos ancestrales, resquebraja definitivamente la fe de los hermanos.

Pero mientras Martxel se rebela rompiendo tabúes, Jaso, se desmorona sin control. Ante la imposibilidad de aceptar un mundo que no se parece en nada al edén prometido, el único camino que le queda a Jaso es refugiarse en  la locura. Su participación en la guerra de las llamas, ese símbolo surrealista de la libertad venida de lejanas tierras, certificará la destrucción física de la casa Onaindia. El ataque a la casa de Ama por las llamas funciona como metáfora de la fragilidad de lo interior respecto a lo exterior, lo que llega de fuera. Pero también lo es del gran cambio que supuso la intervención de los vascos puros, de “la madera”,- Ama entre ellos- en los negocios del “hierro”. Más adelante encontraremos a este personaje, Jaso, como parte de la historia de los relatos de los otros narradores, pero esa es la esencia de esta novela: el continuo intercambio de voces, espacios, tiempos y puntos de vista. Los mismos personajes deambulan de unos fragmentos a otros transformándose ante la mirada ajena, pues, irónicamente, es la mirada de los otros la que configura la propia historia.


El relato de Roque Altube

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Roque es un campesino que trabaja ocasionalmente en las fábricas del hierro para complementar las escasas rentas que los Altube arrancan a la tierra. En este momento de la historia (1889) tiene 23 años. Su carácter moral y vital procede de un mundo cerrado e inmutable donde el trabajo, las costumbres, la taberna y la misa de los domingos formalizan los fundamentos de una creencia incuestionable. Por eso su inmersión en los conflictos que se plantean al otro lado de la ría le dejan confuso e indefenso. Roque también es la inocencia que se enfrenta a situaciones para las que nadie le ha preparado. El amor y el sexo condicionan su presencia en las poblaciones mineras de Ortuella y La Arboleda, donde vive Isidora, la líder sindical de la que se enamora  intensamente.
Su función en la historia es la de testigo pasivo de las discusiones y debates que surgieron entre la izquierda política de finales del siglo XIX, que Pinilla muestra, al tiempo que parodia con cierto tono poético, como es habitual en esta novela. Desde el pragmatismo a la acción directa de la anarquía, todas las opciones se reflejan en los personajes que rodean a Isidora en su humilde vivienda. Roque asiste al espectáculo de todo lo que ocurre a su alrededor como si fuera una locura, un sinsentido propio de los de fuera. Su naturaleza, rocosa como su nombre, le impulsa a adaptar cada situación a su sueño de familia, tierra y trabajo, como  la tradición dicta. De hecho, su unión sexual con Isidora adquiere tintes míticos y telúricos al producirse en el mar y en la tierra, origen y destino de una fecundación primordial.

Las andanzas de Roque mientras sigue con su silla y la comadrona a una Isidora a punto de parir, adquieren los trazos surrealistas del absurdo histórico. La ironía se hace sarcasmo cuando el nacimiento de su hija coincide con el triunfo de la manifestación que celebra los resultados de la huelga obrera de 1890. Al seleccionar y distorsionar los hechos de la historia, Pinilla hace caricatura de todos y de todo, no sólo del nacionalismo. También las izquierdas con sus dudas, miedos, vanos debates y fallidas decisiones son  material narrativo para la pluma de Pinilla, que disecciona personajes y circunstancias sin piedad. El parto de Isidora en un altar improvisado mientras se dan vivas a la revolución con la recién nacida en alto,  posee el dramatismo cómico de tragedia burlesca. Mediante este procedimiento el autor permite al lector distanciarse, reflexionar y sonreír. Pues no deja de resultar irónico que la primera irrupción de Roque en la Historia sociao-política del País vasco sea como portador de una silla; ni que sus insignificantes intervenciones en los mítines se deban a su intención de salvar a su amada y al fruto de sus entrañas, y no a su interés por los gravísimos acontecimientos que suceden a su alrededor.


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Roque es la inocencia, pero también la ceguera propiciada por terratenientes como Cristina Onaindia, que optan por el mantenimiento de la tradición y la ignorancia cuando la información y los cambios amenazan sus privilegios. Es una ceguera consentida y mantenida por los defensores de pasado inmutable. Una ceguera análoga, pero no idéntica, a la que aludía la marquesa en su dramática advertencia sobre los amenazantes actos de Ella, la de fuera.

La historia y sus protagonistas aparecen esporádicamente para puntuar un relato que discurre entre la ficción, la magia y el mito. Personaje de la Historia es Facundo Perezagua, el conocido político socialista que intermedió en la huelga de 1890 para atenuar las terribles condiciones de los obreros.   De la Historia se nutre el relato que muestra con crudo realismo cómo aquellos estaban obligados a vivir en barracones inmundos, llenos de humedad y ratas; y a comprar sus alimentos, caros y en mal estado, en las cantinas de las empresas regentadas por  codiciosos capataces. El estado miserable de los obreros que trabajan en las minas es ignorado por vascos como Roque, cuya opinión se reduce a la repetición de  una muletilla muy común entre las gentes del otro lado de la ría: “que se hubieran quedado en su tierra”.

Tanto en la narración como en el personaje de Roque se contraponen la tradición y la Historia. La postura tradicional se asienta en el sueño de la vida sencilla, la tierra y Dios. El trabajo sólo se abandona cuando lo manda la Santa Iglesia o en las romerías y fiestas. El matrimonio entre vascos asegura la continuidad de un modelo que es cuestionado por las  correrías de Roque, hecho personificado en ese padre oculto que habla en off desde el desván, como un oráculo. Al amparo de la tradición también  se sitúan los empresarios vascos, que se enriquecen con sus grandes empresas del carbón y el hierro sin perder  el pedigrí. De parte de la Historia se encuentran los conflictos sociales y laborales del mundo obrero y sus múltiples manifestaciones políticas que reflejan el debate ideológico de su tiempo. El choque entre estas dos concepciones de la vida hace tambalear las creencias de Roque y anticipa su desmoronamiento posterior. Como él dice “hay dos Isidoras, la de la playa, el mar y la tierra, y la de las minas”, pues en su confusión, el personaje sólo es capaz de expresar su desazón a través del lenguaje del amor: el personal y el de la tierra. El diálogo con que se clausura el capítulo así lo demuestra:
“-¡Viva la hija de la revolución!
El rebaño se queda ronco diciendo vivas.
-No es la hija de la huelga. Es la hija de Roque Altube, del caserío Altubena de Getxo –digo.”


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 En la última parte de su relato, Roque  se mostrará desesperado y rendido a las leyes y costumbres de la orilla derecha del Nervión. Con 38 años y un considerable equipaje emocional a sus espaldas, Roque carga  sobre sus espaldas las consecuencias de los grandes cambios socioeconómicos  producidos en la última década. En 1904, el mismo año en que Josafat Baskardo camina hacia la locura, Roque se muestra apático y desconsolado ante los acontecimientos de la Historia, que no ha sabido entender ni ha podido controlar. Doblemente sometido a los dos poderes que colisionan en Getxo, el de Cristina Onaindia (lo vasco) y el de Ella (lo foráneo), su vida hace aguas, y navega a la deriva con sus discursos tabernarios, las apuestas y su obsesión por crear un sindicato. Su perfil es el de la víctima a la que la Historia ha arrastrado y destruido en su azaroso y fatídico acontecer.


El relato de Asier Altube

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Este es el narrador con mayor presencia en la novela. Sus seis entradas en el relato y la distancia temporal entre los hechos evocados (1889-1969) y el momento de la narración le convierten en el cronista más objetivo del conjunto de personajes. A diferencia de ellos, Asier no ha vivido  aquel pasado de tragedia y mudanza sino que los ha conocido a través de sus lecturas y de los relatos orales de sus mayores. Su discurso narrativo se  imbrica en un conjunto de opiniones y comentarios, de los que extrae sus juicios y recuerdos. Su talante crítico y desapasionado le hace cuestionar a su maestro don Manuel, al que reprocha un nacionalismo sentimental, basado en una fe irracional y excluyente. El relato de Asier se estructura dentro de esas conversaciones o charlas con don Manuel, de forma que los acontecimientos adquieren siempre una doble perspectiva.  

Los cuatro primeros capítulos comprenden prácticamente la historia del País vasco, desde sus orígenes míticos hasta la era industrial, la postguerra  y mediados del siglo XX. Se menciona la mágica aparición de los 48 Fundadores de los Principios en que se asienta el mito de la tierra vasca y la singularidad de sus habitantes. La instalación del cristianismo mediante la surrealista historia de TotaKotxe y la aparición del ángel que representa a su bastardo desaparecido o muerto, trae reminiscencias del realismo mágico, lo mismo que la imagen del gordo Santiago Altube  transportado en su hamaca especial de un lado a otro. Con sutil ironía se resuelve el pasaje sobre la aparición del leño primigenio, el prisma primordial que representa el pasado del hombre de “madera”, vinculado a la tierra mítica. Como las creencias que el mito expande, el leño es pesado y macizo, difícil de arrastrar y mover, como la Historia de los hombres que se sirven de él. Su función intermedia como mostrador y altar convierte al legendario leño en signo asociado al nacimiento de las tradiciones vascas más populares como el “chiquiteo” y las apuestas. Con el mismo humor burlesco que impregna todo el relato, Pinilla traslada los mitos vascos al territorio mágico y a veces surrealista de la leyenda. Más realista y verosímil parece la historia de los vascos que convierten las creencias en lucrativos negocios, como los astutos Ermo, los Baskardo e incluso Cristina Onaindia.

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Junto a estos elementos míticos y otros simbólicos -como las llamas libres y salvajes que irrumpen violentamente en la vida de los vascos más puros-  aparece en el relato fragmentario de Asier la historia de la llegada de Ella con su hambre y la niña Madia de misterioso origen. Lo que para Asier es  lucha por la supervivencia y conquista socio-económica, para don Manuel es manipulación y perversidad. La distante comprensión del primero contrasta con el odio y rabia del segundo, por lo que considera invasión y usurpación de derechos ancestrales y ruptura de leyes inalterables Don Manuel, como el Ama, considera que Ella –en su “metálica” esencia-  es la encarnación del mal, el demonio exterior que viene a contaminar la pureza de la tradición y a destruirla. Pero en el relato se filtran hechos que certifican que, del mismo modo que las llamas han fecundado otras bestias, también se ha producido la unión de lo vasco y lo maketo mediante el matrimonio de Fabi y Román.  Los caminos de la Historia siguen arrastrando a algunos hombres, mientras otros la controlan o dirigen. Como hace notar Asier a su amigo, son los mismos vascos ricos los que han vendido la tierra de la madera a las industrias del hierro.

La única fisura en la pétrea fe de don Manuel es la culpa por el abandono de Isidora por parte de Roque Altube. Como depositario de las esencias del bien, don Manuel se siente responsable de la madre y la hija abandonadas. Su estancia en el poblado minero de La Arboleda posee todas las marcas de un episodio de redención con el que desea poner orden en su caos interior. Su comportamiento evidencia la patológica necesidad de transformar la realidad ajena (que Teresa se haga socialista y se quede en su margen izquierda) para no alterar el mundo propio. Lo forzado y artificioso de tal  procedimiento redentor pone en evidencia que, como Roque, tampoco don Manuel entiende lo que pasa, y que su discurso le sitúa en un bucle sin salida.

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El duelo entre Jaso y Efrén, las dos ramas de Baskardos (con K o C), y el triunfo final del segundo refleja la continuidad de las sangres mezcladas ante la esterilidad de las puras, historia que el autor contará en los otros libros de la trilogía. Como voz narradora, Asier Altube sintetiza y cierra este libro en los dos últimos capítulos. La decadencia de la casa Onaindia y las ideas que representa se manifiestan en la rebelión y deserción de los dos hijos, Jaso y Martxel. Ambos expresan su rabia por lo que consideran la “traición nacionalista” ,ocasionada por la incursión de su Ama en las sucias industrias del hierro, hecho que Asier también reprocha a don Manuel. 

La conclusión del relato incluye el triunfo de todos los elementos que provienen de fuera del país, del exterior: las llamas, los negocios de Seguros de Efrén con la ayuda del indio Ángelo, la herencia y traslado al palacio Galeón con la definitiva instalación y reconocimiento del bastardo legalizado como Bascardo. La castellanización de la grafía vasca inaugura una época nueva de ambiciosas empresas económicas y políticas. Y es muy, muy irónico que el personaje depositario de tal tarea se llame Cándido. Y que sea educado por los jesuitas de Deusto, aún más. Pero ahí está la Historia. Con mayúsculas. GB

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El viaje literario de HH



Lolita, el viaje literario de Humbert Humbert


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Esta novela tiene un inicio y una clausura, un prólogo y un epílogo que forman parte de la ficción tanto como la historia encerrada entre el principio y el final. Para poner en marcha su fábula, Nabokov usa el artificio de ceder su voz a un personaje ficticio, un tal John Ray Jr, Doctor en Filosofía, que se presenta al lector como depositario de unas supuestas memorias escritas por HH. Resulta llamativa la lucidez del intermediario para comprender y valorar el contenido del libro así como su empatía con el autor y sus criaturas. Si la literatura consiste en convertir la mentira en arte, las memorias fingidas son un recurso que además de enmascarar la realidad mediante la conjunción de diversas voces, aporta la dosis de verosimilitud suficiente para consumar el engaño y arrastrar al lector hacia la realidad soñada. De este modo, nuestro prologuista imaginario defiende y analiza la historia contenida en el manuscrito, es decir, la esencia de la novela. Rechaza el carácter obsceno de la obra para proponernos un enfoque afrodisíaco y sensual. Con la ironía que impregna el relato agradece al personaje su perfil irremediablemente enfermizo y obsesivo pues “si se hubiese curado, no existiría”. Frente a la patología propone el arte con su insólita irrupción en el orden del mundo y su maravillosa capacidad para sorprender. En resumen, la historia de HH se ofrece como una demostración de ternura hacia Lolita donde el aborrecimiento se opone a la fascinación.

En el epílogo, firmado por Nabokov, no sólo reconoce estar detrás del inventado John Ray sino que se explaya sobre la intencionalidad de su novela y la génesis del  relato.  Manifiesta su deseo de “librarse” de una historia que nació como un cuento durante su estancia en París, en 1939, y resucitó en Ithaca diez años más tarde, cuando Los Nabokov ya estaban instalados en los EEUU. El tono del discurso evidencia el sarcasmo y causticidad que caracterizan al autor. Así, nos habla de la “nínfula cambiante” en un proceso que dura diez años e insiste en que el libro no pretende moralizar ni postular tesis o ideas. Insiste en su esencia literaria como objeto de arte y en la belleza formal como objetivo. Muestra sus preferencias tanto por las sarcásticas descripciones de Taxistovich -humorístico apodo- como por las deliciosas imágenes de Lolita a cámara lenta jugando al tenis, o la percepción de los sonidos nacidos en las montañas. Eso –escribe- son los “nervios de la novela” y no el escándalo de espíritus timoratos e inmaduros. La inevitable mención al escándalo producido por la publicación de su novela en Europa,  se justifica con la mención de los temas prohibidos en los EEUU: el sexo, el matrimonio interracial y el ateísmo. Es evidente que Nabokov se explaya contra la timorata e hipócrita moralidad norteamericana, tanto como resulta indignante que un escritor deba justificar su obra. Y quizá en cierto modo su revancha se encuentre en el paisaje que ilustra los viajes de LO y HH: una América cutre atravesada por carreteras y poblada de moteles  llenos de gente mediocre y jóvenes mascadores de chicle. Mejor ofrecemos las palabras del autor sobre el hipócrita puritanismo vigente:
Es cierto que mi novela contiene las alusiones a las necesidades fisiológicas de un pervertido. Pero, después de todo, no somos niños, ni delincuentes juveniles, ni analfabetos, ni alumnos de escuelas públicas inglesas que, tras una noche de juegos homosexuales, deben soportar la paradoja de leer a los clásicos en versiones expurgadas.”

Las ficticias memorias de HH conforman el relato de su vida y su evolución como personaje en un entorno que primero es europeo y posteriormente americano. Estos dos aspectos, el individual y el social, se completan con numerosos comentarios del narrador sobre una gran diversidad de temas relacionados con el deseo, la sociedad, e incluso con el propio relato. Al tratarse de una narración retrospectiva, el texto presenta numerosas anticipaciones sobre acontecimientos que no han sucedido pero el narrador conoce desde su omnisciencia. Para estructurar este artículo sobre la novela, adoptaremos esta triple perspectiva: el entorno, el personaje y la reflexión, el comentario.

El entorno

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La ironía, que está presente en toda la narración, cobra especial intensidad en las descripciones de la sociedad por la que transita HH. El narrador pasa del sarcasmo a la causticidad cuando se refiere a su periplo por los sanatorios psiquiátricos de los EEUU y su viaje al Ártico para realizar un surrealista informe psicológico. El tono va subiendo durante su estancia en Nueva Inglaterra, pues su matrimonio con la señora Haze le permite satirizar las costumbres de la clase media americana con sus barbacoas, sus majorettes y  la influencia de Hollywood en sus conductas. La visita al campamento Climax - connotaciones aparte- le da pie para ridiculizar a los Scouts y sus valores. La insoportable cercanía de la madre de Lolita   genera tal crispación en HH que su única salida es la parodia. Con crueldad desdeñosa dice de su esposa que parece “una gallina desplumada” cuando nada en el lago, y adelanta acontecimientos cuando se refiere a ella como “mi condenada a muerte esposa”. Desprecia HH el romanticismo vacío de  su cónyuge y el melindroso sentido religioso que la hace aparecer como un personaje timorato e insustancial. Desde las alturas de su dandismo culto y hedonista, HH no soporta la simpleza de la sociedad americana representada por la señora Haze y las gentes que la rodean. Las palabras de HH, tras las que se percibe el genio insolente de Nabokov, muestran tanto  la crueldad como la desesperación de HH por no conseguir el objeto de su deseo: “su biografía estaba tan desprovista de interés como lo habría estado su autopsia”.

Los hoteles y restaurantes de carretera que visitan HH y Lo en su largo viaje,  (50.000 kilómetros, dos años) de extremo a extremo de los EEUU, son descritos como representaciones de la mediocridad cultural de un país que adora los Parques temáticos y los museos de cartón-piedra. Para HH los lugares turísticos y los tipos que los pueblan carecen de interés, con sus bares, pistas de tenis, piscinas y cines al aire libre. Estas cosas aburren terriblemente a HH y las soporta por Lolita, muy alejada de sus refinados gustos. Tampoco se salva la universidad, sus programas educativos y el superficial ambiente juvenil. Algunos de sus docentes son objeto de despiadadas caricaturas como la del egocéntrico y despistado Gastón Godin:
Era un solterón fofo, melancólico, de cara carnosa, cuyo cuerpo iba afinándose –en forma trapezoidal- hacia un par de hombros estrechos, no situados exactamente al mismo nivel, y una cabeza cónica como una pera, que tenía a un lado pelos lacios y negros y al otro, unas pocas hebras pegoteadas. En cambio, la parte inferior de su cuerpo era enorme y deambulaba con un  curioso movimiento elefantino mediante un par de piernas fenomenalmente rechonchas”


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Los personajes pueden cuestionarse pero lo que  no deja lugar a dudas es el talento literario y poético del autor. Los pueblos por los que pasan, las gentes, las casas, el mobiliario, los trajes…todo es objeto de una minuciosa descripción, como exige el supuesto informe.  De la misma forma deja constancia de la inmensidad de un paisaje que perpetuará el cine: 
su misteriosa silueta de colinas […], rojos taludes […] y después una cadena montañosa, de un pardo grisáceo que se diluía hasta el azul, y del azul hasta el sueño, y el desierto salía hasta nuestro encuentro con un viento firme, y polvo, y grises arbustos espinosos…”
Lo que en suma nos ofrece el recorrido de los personajes es una radiografía de la sociedad estadounidense, que con el tiempo se convertiría en un tópico dentro de la narrativa y el cine americanos.


El proceso evolutivo de los personajes

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Como narrador omnisciente que cuenta su historia como la rememoración de un pasado cercano, con el fin –según afirma- de dar cuenta de los hechos, HH interrumpe el relato cuando quiere para insertar comentarios personales   sobre su  conflicto interior y la narración que protagoniza. En cierto modo, HH se analiza a sí mismo al tiempo que argumenta sus decisiones como personaje de un relato que también observa, cuestiona y justifica. Como alter ego del autor, HH crea al personaje de Lolita, a la que  viste con todos  los atributos de las nínfulas, tras su  vivencia   fallida con la Annabel de su adolescencia en el romántico Hotel Mirana de La Riviera. Como ser virtual, que sólo existe en la imaginación de su autor, el primer beso de la única nínfula de HH esparce el germen de una sensualidad que se extenderá al resto de la historia, al menos mientras dure la existencia de Lolita como personaje.

Pues esta novela nos habla sobre todo del deseo, ese anhelo de felicidad y belleza que nace en la mente, impregna la realidad y la transforma. La educación cosmopolita de HH, sus lecturas y su hedonismo como voyeur en lo que él llama delectatio morosa, sientan las bases de su actitud desesperada y precavida. Pues estas dos vertientes de su conflicto –la personal y la social- hacen colisionar el ansia de satisfacción del deseo con la culpa que engendra la transgresión de las convenciones. El personaje es el territorio donde se libra la batalla entre dos contendientes: la emoción y el sentimiento. El deseo y la culpa estructuran el relato y administran la tensión narrativa, que se intensifica o decrece en función de las expectativas amorosas de HH. Por ello la cotidianeidad, que obliga al protagonista a disimular sus necesidades y a fingir en su matrimonio, es tratada con una mordacidad que roza el cinismo. Las caricaturescas descripciones de su primera esposa y su futuro marido apodado Taxistovich responden al propósito de un narrador muy consciente de la necesidad de dejar claro que esa parte de su vida es una distorsión de su verdadera identidad. La sorna del narrador se exhibe sobre todo en la parte del relato que tiene que ver con la represión impuesta por las reglas sociales, como la dispepsia de HH en los momentos más álgidos del placer o su irritación cuando le interrumpen:
Comba, rayuela. La anciana de negro estaba sentada a mi lado, en mi banco, en aquel potro que tan deleitoso me resultaba (una nínfula buscaba a tientas, debajo de mí, una canica perdida), me preguntó si me dolía el estómago. ¡Bruja insolente! ¡Ah, dejadme solo en mi parque pubescente, en mi jardín musgoso! ¡Qué jueguen en torno a mí para siempre! ¡Y qué nunca crezcan!


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Cuando HH conoce a LO vislumbra la encarnación de su ideal, el modelo canónico de la nínfula universal. En ese momento el impulso emocional del descubrimiento favorece el tránsito del tedio a la ansiedad  por alcanzar el éxtasis soñado. Pues HH es consciente de su existencia vicaria y ficticia en el relato de Nabokov cuando exclama “¡Todo es fantasía!” perdido en el universo onírico de unos sueños de los que no quiere salir, pues en su mundo ideal le molesta cualquier intrusión de una realidad vulgar y grosera, que se niega a aceptar. Odia a los amigos adolescentes de LO y justifica, con la ceguera del enamorado de una quimera más que de alguien real,  las expresiones ramplonas que denotan su mediocre formación (“¡Corta el rollo, cara bollo!”). Aunque el personaje sospecha que algo no es lo que parece cuando reflexiona sobre la necesidad de fingir y la existencia de máscaras que ocultan la verdadera naturaleza de las personas. Pero, arrastrado por la intensidad del deseo, HH prefiere sumergirse en un edénico paraíso romántico, que alcanza su máxima expresión en la secuencia del sofá y el vuelo de la manzana. Nos encontramos ante un símbolo de erotismo y sensualidad  procedente del universo del arte y la estética, referentes que no podemos obviar en la formación y cultura de HH. Por eso afirma su reivindicación del derecho a explorar la ficción como forma de acceso al mito creado por el arte.

El proceso de excitación  se acrecienta en los capítulos donde se narra la partida de HH de Ramsdale y el encuentro con Lolita, lo que acrecienta la contradicción esencial de un personaje dividido entre su deseo y las convenciones que le obligan también a enmascarar su naturaleza tras un disfraz de respetabilidad. El mito se derrumba cuando es Lolita la que da el paso para tomar la iniciativa en un acto que se describe como “frío y mecánico”. Este es un momento de inflexión en el desarrollo del argumento,   pues la decepción fragmenta la fantasía, hecho que posibilita la evolución de los personajes y su declive final. El doloroso tránsito tiene como testigos los hados que rigen fatalmente el destino de los mortales. HH y LO están condenados, como sucede en las obras clásicas que le inspiraron para construir su personal e íntimo universo ficticio, el único lugar donde puede codearse con los mitos eternos. Los dos personajes serán derrotados por ese inevitable destino y abandonados en una existencia prosaica: los moteles de carretera, los pueblos típicos con sus cines y supermercados, los college con sus anacrónicos programas femeninos, las clases medias americanas… Y eso los hace limitados, superficiales y ordinarios.

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En  este proceso interpretativo vemos con claridad cómo van alineándose los opuestos causantes de la gran contradicción que aprisiona a los dos personajes, haciendo imposible la continuidad de una relación que apenas ha comenzado. Cuando HH observa a LO en la cama, cobra conciencia de la antitética realidad que se muestra ante sus ojos. La Lolita dormida es muy distinta de la despierta. La dormida representa el ideal de la literatura, la magia de las nínfulas, el cielo. La Lolita despierta es malvada, pícara, experta en sexo. HH ha migrado a su pesar del mundo ideal al real, del mismo modo que Lolita lo ha hecho desde la inocencia a la perversión, y así lo percibe el idealista HH, que no ha recuperado a su adorada Annabel en la carnal Lolita. Desaparecido el placer del deseo imaginado sólo queda el dolor de la felicidad perdida. La disociación del personaje se ha producido. A partir de ahora asistiremos a su progresivo derrumbamiento hasta su autodestrucción final.
No me interesa el sexo –dice HH, sólo deseo la magia de la nínfula” Y si releemos la escena que imagina HH para su unión con LO veríamos la descripción poética de un sueño adolescente, cuya visión suscita más ternura que recelo. Sultán, esclava, lago, ave del paraíso, bombillas de colores, diversiones para niñas, manzanos y álamos… Este es el edén imaginario de HH donde intenta fundir un pasado literario con el presente americano y que es la última expresión de un sueño  solo posible en la ficción de una novela como ésta:
“Habría habido un ópalo de fuego disolviéndose en un estanque ondulado, un último latido, un último dejo de color, rojo penetrante, rosa punzante, un suspiro, una niña que hace una mueca de dolor”.

De este modo nos encontramos con que HH resulta ser el cazador cazado, una gran broma para aquel personaje que concibió en su mente un plan para atrapar a su presa como la araña lo hace extendiendo sus hilos. La creciente irritación de ambos, el malestar insoportable, los sobresaltos y el miedo a un futuro incierto por parte de ambos, todo ello es la expresión de su intensa contradicción como personajes divididos. Si HH se siente perdido entre el ideal del deseo y la decepción de la realidad, Lolita también muestra su doble condición de víctima y verdugo. Por un lado se encuentra a merced de HH por su edad y la falta de recursos; por otro, es dueña de HH, al que manipula y castiga sin piedad.
En la segunda parte de la novela, Lolita se muestra cómo es: vulgar, exhibicionista, hastiada e inculta como una “desaliñada adolescente”. Su caída moral es el factor que provoca el fin del mito. Cuando la deja en el hospital, su rabia se convierte en sarcasmo: Firmé un recibo y entregué a LO a aquellos monos”


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La huida de LO con el rival de HH, que éste percibió como “su otro yo” en  capítulos anteriores, acaba definitivamente con el culto catedrático y filólogo que en su día fue HH. Lolita será lo que muchas jóvenes americanas: una esposa pobre y embarazada. Lo que queda de HH es un hombre atormentado por los celos, la infidelidad y las mentiras. Con su errático viaje por la geografía americana, Nabokov proporciona a la literatura y el cine una canónica imagen de ese país, formada por inmensos campos, delimitados por distantes horizontes donde se pierden interminables carreteras. El sufrimiento y el dolor  conducen a HH hacia su posterior detención  y encarcelamiento. Antes ha caído en un estado alucinatorio que le  sumerge en un constante delirio, entre el sueño y la vigilia. El asesinato de Quilty, el otro yo de HH, el que aniquiló a la Lolita ideal para pervertir a la real, adquiere  matices simbólicos cuando HH dice ser el padre de una tal Dolores Haze, su LO.

Toda la escena tiene un carácter fantasmal y onírico, como parte de un desvarío propio de una imaginación enferma, como dice HH, quizá de amor. La persecución por los pasillos de la casa, los aspavientos “como un payaso” de Quilty cuando recibe el impacto de la bala, su caída al suelo a cámara lenta, la bocanada final con la burbuja de sangre que estalla…Parece un remedo teatral y cinematográfico que recuerda al esperpento. Parodia, humor, ironía y sarcasmo en esta secuencia que, como una hiperbólica distorsión de la realidad, culmina en el accidente que dará con los huesos de HH en tierra. La descripción de estos momentos previos a la detención de HH es tan burlesca que no nos resistimos a reproducirla. Informados por el protagonista de su decisión de circular por el lado contrario de la carretera con el argumento de haber transgredido todas las leyes humanas salvo las de tráfico, la cosa acaba así:
Con un gracioso movimiento salí de la carretera, y, después de dos o tres bandazos, subí por una pendiente cubierta de hierba, entre vacas perplejas, hasta que el coche se detuvo y tembló suavemente. Una especie de meditabunda síntesis hegeliana entre dos mujeres muertas.”

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Seguramente Nabokov se divirtió escribiendo tanto como nosotros leyendo.


Los comentarios y reflexiones de HH


De una forma explícita podemos conocer el pensamiento de HH sobre los  espacios que describe o los hechos que relata. El narrador al que Nabokov cede su voz se analiza a sí mismo como sujeto de una patología cuya curación está en el arte, idea que se reitera a lo largo de la novela. La defensa que HH hace de la nínfula y su identificación con el faunúnculo, el sátiro y el Tritón, proclaman el carácter literario y mítico de los personajes en que  se  reconoce a  sí mismo y a su amada. Pues HH siempre amó a su LO, como el monstruo a la Bella, aunque sintiera asco y desprecio al verla crecida, como si esta visión le hubiera privado de su criatura favorita, la que construyó en su mente. El mismo HH diagnostica el origen y evolución de su patología, aunque no sabemos si lo dice totalmente en serio. Leemos que el proceso comienza con Annabel Lee, el deseo frustrado  y una Riviera sublimada. Ese será el germen de una enfermedad donde lo real infecta lo ideal. Sobre su caso nos habla de su  percepción de la locura y el sentimiento de culpa del que  responsabiliza a la moral católica. Y aporta abundante justificación mediante datos y argumentos. Los datos hacen referencia a las amadas de ilustres poetas  como Virgilio, Dante y Petrarca. Su conflicto se muestra sin pudor junto con la denuncia de la hipocresía social:
Me encontré madurando en una civilización que permite a un hombre de 25 años cortejar a una muchacha de 16, pero no a una de 12. […] Los tabúes me estrangularon. […] ¡No somos demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados!”




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Y cuando planea el asesinato de la Sra. Haze: “Ahora hay que ser científico si se quiere ser un asesino.” No hacen falta comentarios.

Interesa mencionar los abundantes comentarios metaliterarios, muy abundantes en la segunda parte, que hacen referencia tanto a esta novela en particular como a la teoría de la narración en general. Intuimos que es Nabokov quien reflexiona a través de su personaje, y son tantos que simplemente mencionamos algunos: el tiempo de la escritura, el punto de vista y distancia del narrador, el teatro como escuela de ficción, el lector como creador del personaje. Esta última observación demuestra la anticipación de Nabokov a su tiempo, al plantear un tema que daría lugar a una nueva disciplina literaria: la Teoría de la Recepción Literaria, que se desarrolló a partir de los 80, asociada a los estudios sobre la Teoría de la Comunicación y  la Pragmática.


Apuntes finales: algunas claves y símbolos


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Las claves pr interpretar la novela hacen de nuevo referencia al choque entre la realidad vivida y la soñada. Este carácter dual del protagonista situado en el borde de sus dos  facetas le dota de una ambigüedad que dificulta su categorización. Aunque sus palabras confirman cuál es su opción. El dilema está entre el interior y el exterior, entre dentro y fuera, entre lo sublime y lo pedestre, entre  lo que vuela y lo que se arrastra. Pues antes de conocer a Dolores Haze podía soñar, y después, no.
“Aquel apasionante fantasma tenía una perfección que hacía también perfecto mi salvaje deleite, precisamente porque la visión estaba más allá de mi alcance, sin posibilidad de llegar hasta ella para enturbiarla con al conciencia de un tabú transgredido. A decir verdad es muy posible que la atracción que ejerce sobre mí la inmadurez resida no tanto en la limpidez de la belleza infantil, inmaculada, prohibida, cuanto en la seguridad de una situación  en que perfecciones infinitas colman el abismo entre poco conocido y lo mucho prometido.”

 Este desdoblamiento también es sugerido  por el espejo que refleja la figura de HH antes del esperado y luego decepcionante momento del amor. La duplicación especular y su efecto multiplicador evocan tanto la complejidad del personaje como una existencia virtual que refleja otra realidad posible. Pues las posibilidades del espejo como símbolo son muchas y diversas, pero siempre sugestivas, como la relativa a William Wilson, el hombre que asesina a su doble en el cuento de E. Allan Poe, de la misma forma que HH asesina a su rival, su otro yo. También la caza podría ser considerada una clave, sobre todo en la  primera parte. Los nombres del hostal donde se inicia el viaje, “Los cazadores encantados”, y sus insistentes menciones a lo largo de la historia, hacen referencia tanto a este núcleo temático (la caza) como al universo ideal donde aún vive HH (encantados).

La literatura juega un importante papel en la novela, pues aparte de las  abundantes citas y alusiones a obras y personajes procedentes del mundo del arte, la observación sobre la inmutabilidad de los personajes literarios, cuya vida ha quedado fijada para siempre por la obra de arte, es interesante. Se lamenta HH de los cambios que experimentan algunas de las personas que conoce, hecho que le molesta y perturba. Como siempre nos los dice con su provoca dora y sutil ironía:
 Lo hemos dispuesto todo en nuestra mente, y cuanto menos vemos a una persona determinada, es tanto más satisfactorio comprobar cómo se ajusta a la idea que nos hemos hecho de ella cada vez que nos llegan noticias suyas. Cualquier desviación del destino que hemos ordenado nos desviaría, no sólo por anómala, sino también por su falta de ética. Preferiríamos no haber conocido a nuestro vecino, el profesor jubilado de perritos calientes, si un día publica el libro de poesía más importante de su tiempo.”


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Pero, irónicamente, es un cambio lo que anuncia la carta de su amigo Farlow,  y ese cambio es el que posibilita el último encuentro con Lolita y el correspondiente incremento de la tensión narrativa. La sarcástica descripción de la boda de su antiguo vecino contrasta con su emoción al recibir  nuevas de su LO.  No es la primera vez que HH utiliza la carta como forma de dar un giro al argumento y hacer avanzar la acción. Así se impulsó la declaración de la Sra. Haze que se resolvió en matrimonio, y así también se produjo su terrible muerte tras el descubrimiento de las notas que ocultaban los amores prohibidos. Lo  que no olvidamos es que estamos frente a criaturas que son personajes, los literarios, los amigos de HH, LO y el propio HH; y todos son manipulados por el narrador, tras el que  se encuentra el autor, vigilante y atento al gran engaño, la gran ficción imaginada y convertida en relato. Como Cervantes, Nabokov crea varios planos ficcionales cuando hace que su personaje hable de los otros como si no lo fueran. Sutileza y genio e ingenio.

La novela esta llena de indicios que evidencian la omnisciencia y poder del narrador para controlar el discurso narrativo. En el momento previo a la consumación, HH piensa en Lolita como “la niña sentenciada”, porque ha vivido lo que va a contar y conoce las terribles consecuencias de ese acto a partir del cual todos van a ser más desgraciados. Algunas frases parecen sugerir otros sentidos más allá de su literalidad: “Habíamos estado en todas partes pero no habíamos visto nada.” 

El viaje también simboliza el recorrido de la vida y la progresión del relato,  por lo que quizá no sea una locura interpretar este libro como un viaje literario. Y HH sabe concluir el suyo con elegancia y mucho arte. La  última escena  de la novela es un alarde de sentido dramático con grandes dosis de conmovedor lirismo, que se revela mediante la belleza del lenguaje. Encontramos al personaje tendido en el suelo del automóvil tras el accidente.  Antes de que se lo lleven, imagina cómo se abandonará perezosamente en manos de médicos y enfermeras y evoca lo que llama “un último espejismo de asombro y desamparo”. Recuerda un momento contemplativo donde imágenes y sonidos cotidianos se desplegaron ante él en sus mínimos y mágicos detalles. El tiempo queda detenido en una estática proyección, visual y sonora, que es de una hermosura deslumbrante, tanto como el lúcido comentario que expone HH.
Me quedé de pie durante un rato escuchando desde mi elevado saliente aquella vibración musical, aquellos estallidos de gritos aislados con una especie de tímido murmullo como fondo. Y entonces comprendí que lo más dolorosamente lacerante no era que Lolita no estuviera a mi lado, sino que su voz no formara parte de aquel concierto”


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¿Hay otra manera de expresar cómo se transforma el mundo cuando  se es abandonado por el ser amado?

La despedida final incluye la valoración de la historia y su carácter ficticio. Según HH, aunque los personajes mueran, viven en la obra que los hace eternos al convertirlos en la materia literaria que subsiste en la memoria de los lectores. El libro ha servido para desnudar el alma de HH, pero sobre todo para crear un mito: Lolita. Pues HH, como Nabokov, convierte lo feo en belleza:
Esta es, pues, mi historia. La he releído. Se le han pegado pedazos de médula y costras de sangre, y hermosas moscas de color verde brillante. En tal o cual recodo del relato siento que mi yo evasivo se me escapa, que se zambulle en aguas más oscuras y profundas, que no me atrevo a sondear.”

 En esas aguas insondables aún nos queda mucho sobre lo que pensar, porque acabamos de leer un libro universal lleno de pliegues donde mirar y sorpresas que descubrir. Volveremos a leerte  muchas veces, LOLITA. GB


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