Lolita, el viaje literario de Humbert Humbert
Esta novela tiene
un inicio y una clausura, un prólogo y un epílogo que forman parte de la
ficción tanto como la historia encerrada entre el principio y el final. Para
poner en marcha su fábula, Nabokov usa el artificio de ceder su voz a un
personaje ficticio, un tal John Ray Jr, Doctor en Filosofía, que se presenta al
lector como depositario de unas supuestas memorias escritas por HH. Resulta llamativa la
lucidez del intermediario para comprender y valorar el contenido del libro así
como su empatía con el autor y sus criaturas. Si la literatura consiste en
convertir la mentira en arte, las memorias fingidas son un recurso que además
de enmascarar la realidad mediante la conjunción de diversas voces, aporta la
dosis de verosimilitud suficiente para consumar el engaño y arrastrar al lector
hacia la realidad soñada. De este modo, nuestro prologuista imaginario defiende
y analiza la historia contenida en el manuscrito, es decir, la esencia de la
novela. Rechaza el carácter obsceno de la obra para proponernos un enfoque
afrodisíaco y sensual. Con la ironía que impregna el relato agradece al
personaje su perfil irremediablemente enfermizo y obsesivo pues “si se hubiese
curado, no existiría”. Frente a la patología propone el arte con su insólita
irrupción en el orden del mundo y su maravillosa capacidad para sorprender. En
resumen, la historia de HH se ofrece como una demostración de ternura hacia
Lolita donde el aborrecimiento se opone a la fascinación.
En el epílogo,
firmado por Nabokov, no sólo reconoce estar detrás del inventado John Ray sino
que se explaya sobre la intencionalidad de su novela y la génesis del relato.
Manifiesta su deseo de “librarse”
de una historia que nació como un cuento durante su estancia en París, en 1939,
y resucitó en Ithaca diez años más tarde, cuando Los Nabokov ya estaban
instalados en los EEUU. El tono del discurso evidencia el sarcasmo y
causticidad que caracterizan al autor. Así, nos habla de la “nínfula cambiante” en un proceso que
dura diez años e insiste en que el libro no pretende moralizar ni postular
tesis o ideas. Insiste en su esencia literaria como objeto de arte y en la
belleza formal como objetivo. Muestra sus preferencias tanto por las sarcásticas
descripciones de Taxistovich -humorístico apodo- como por las deliciosas
imágenes de Lolita a cámara lenta jugando al tenis, o la percepción de los
sonidos nacidos en las montañas. Eso –escribe- son los “nervios de la novela” y no el escándalo de espíritus timoratos e
inmaduros. La inevitable mención al escándalo producido por la publicación de
su novela en Europa, se justifica con la
mención de los temas prohibidos en los EEUU: el sexo, el matrimonio interracial
y el ateísmo. Es evidente que Nabokov se explaya contra la timorata e hipócrita
moralidad norteamericana, tanto como resulta indignante que un escritor deba
justificar su obra. Y quizá en cierto modo su revancha se encuentre en el
paisaje que ilustra los viajes de LO y HH: una América cutre atravesada por
carreteras y poblada de moteles llenos
de gente mediocre y jóvenes mascadores de chicle. Mejor ofrecemos las palabras
del autor sobre el hipócrita puritanismo vigente:
“Es cierto que mi
novela contiene las alusiones a las necesidades fisiológicas de un pervertido.
Pero, después de todo, no somos niños, ni delincuentes juveniles, ni
analfabetos, ni alumnos de escuelas públicas inglesas que, tras una noche de
juegos homosexuales, deben soportar la paradoja de leer a los clásicos en
versiones expurgadas.”
Las ficticias
memorias de HH conforman el relato de su vida y su evolución como personaje en
un entorno que primero es europeo y posteriormente americano. Estos dos
aspectos, el individual y el social, se completan con numerosos comentarios del
narrador sobre una gran diversidad de temas relacionados con el deseo, la
sociedad, e incluso con el propio relato. Al tratarse de una narración
retrospectiva, el texto presenta numerosas anticipaciones sobre acontecimientos
que no han sucedido pero el narrador conoce desde su omnisciencia. Para estructurar
este artículo sobre la novela, adoptaremos esta triple perspectiva: el entorno,
el personaje y la reflexión, el comentario.
El entorno
La ironía, que
está presente en toda la narración, cobra especial intensidad en las
descripciones de la sociedad por la que transita HH. El narrador pasa del
sarcasmo a la causticidad cuando se refiere a su periplo por los sanatorios
psiquiátricos de los EEUU y su viaje al Ártico para realizar un surrealista
informe psicológico. El tono va subiendo durante su estancia en Nueva
Inglaterra, pues su matrimonio con la señora Haze le permite satirizar las
costumbres de la clase media americana con sus barbacoas, sus majorettes y la influencia de Hollywood en sus conductas.
La visita al campamento Climax -
connotaciones aparte- le da pie para ridiculizar a los Scouts y sus valores. La insoportable cercanía de la madre de
Lolita genera tal crispación en HH que
su única salida es la parodia. Con crueldad desdeñosa dice de su esposa que
parece “una gallina desplumada” cuando
nada en el lago, y adelanta acontecimientos cuando se refiere a ella como “mi condenada a muerte esposa”. Desprecia
HH el romanticismo vacío de su cónyuge y
el melindroso sentido religioso que la hace aparecer como un personaje timorato
e insustancial. Desde las alturas de su dandismo culto y hedonista, HH no
soporta la simpleza de la sociedad americana representada por la señora Haze y
las gentes que la rodean. Las palabras de HH, tras las que se percibe el genio
insolente de Nabokov, muestran tanto la
crueldad como la desesperación de HH por no conseguir el objeto de su deseo: “su biografía estaba tan desprovista de
interés como lo habría estado su autopsia”.
Los hoteles y
restaurantes de carretera que visitan HH y Lo en su largo viaje, (50.000 kilómetros ,
dos años) de extremo a extremo de los EEUU, son descritos como representaciones
de la mediocridad cultural de un país que adora los Parques temáticos y los
museos de cartón-piedra. Para HH los lugares turísticos y los tipos que los
pueblan carecen de interés, con sus bares, pistas de tenis, piscinas y cines al
aire libre. Estas cosas aburren terriblemente a HH y las soporta por Lolita,
muy alejada de sus refinados gustos. Tampoco se salva la universidad, sus
programas educativos y el superficial ambiente juvenil. Algunos de sus docentes
son objeto de despiadadas caricaturas como la del egocéntrico y despistado
Gastón Godin:
“Era un solterón fofo, melancólico, de cara carnosa, cuyo cuerpo
iba afinándose –en forma trapezoidal- hacia un par de hombros estrechos, no
situados exactamente al mismo nivel, y una cabeza cónica como una pera, que
tenía a un lado pelos lacios y negros y al otro, unas pocas hebras pegoteadas.
En cambio, la parte inferior de su cuerpo era enorme y deambulaba con un curioso movimiento elefantino mediante un par
de piernas fenomenalmente rechonchas”
Los personajes
pueden cuestionarse pero lo que no deja
lugar a dudas es el talento literario y poético del autor. Los pueblos por los
que pasan, las gentes, las casas, el mobiliario, los trajes…todo es objeto de
una minuciosa descripción, como exige el supuesto informe. De la misma forma deja constancia de la
inmensidad de un paisaje que perpetuará el cine:
“su misteriosa
silueta de colinas […], rojos taludes […] y después una cadena montañosa, de un
pardo grisáceo que se diluía hasta el azul, y del azul hasta el sueño, y el
desierto salía hasta nuestro encuentro con un viento firme, y polvo, y grises
arbustos espinosos…”
Lo que en suma nos
ofrece el recorrido de los personajes es una radiografía de la sociedad
estadounidense, que con el tiempo se convertiría en un tópico dentro de la
narrativa y el cine americanos.
El proceso evolutivo de los personajes
Como narrador
omnisciente que cuenta su historia como la rememoración de un pasado cercano,
con el fin –según afirma- de dar cuenta de los hechos, HH interrumpe el relato
cuando quiere para insertar comentarios personales sobre
su conflicto interior y la narración que
protagoniza. En cierto modo, HH se analiza a sí mismo al tiempo que argumenta
sus decisiones como personaje de un relato que también observa, cuestiona y
justifica. Como alter ego del autor,
HH crea al personaje de Lolita, a la que
viste con todos los atributos de
las nínfulas, tras su vivencia
fallida con la Annabel de su adolescencia en el romántico Hotel Mirana
de La Riviera. Como ser virtual, que sólo existe en la imaginación de su autor,
el primer beso de la única nínfula de
HH esparce el germen de una sensualidad que se extenderá al resto de la
historia, al menos mientras dure la existencia de Lolita como personaje.
Pues esta novela
nos habla sobre todo del deseo, ese anhelo de felicidad y belleza que nace en
la mente, impregna la realidad y la transforma. La educación cosmopolita de HH,
sus lecturas y su hedonismo como voyeur
en lo que él llama delectatio morosa,
sientan las bases de su actitud desesperada y precavida. Pues estas dos
vertientes de su conflicto –la personal y la social- hacen colisionar el ansia
de satisfacción del deseo con la culpa que engendra la transgresión de las
convenciones. El personaje es el territorio donde se libra la batalla entre dos
contendientes: la emoción y el sentimiento. El deseo y la culpa estructuran el
relato y administran la tensión narrativa, que se intensifica o decrece en
función de las expectativas amorosas de HH. Por ello la cotidianeidad, que
obliga al protagonista a disimular sus necesidades y a fingir en su matrimonio,
es tratada con una mordacidad que roza el cinismo. Las caricaturescas
descripciones de su primera esposa y su futuro marido apodado Taxistovich responden
al propósito de un narrador muy consciente de la necesidad de dejar claro que
esa parte de su vida es una distorsión de su verdadera identidad. La sorna del
narrador se exhibe sobre todo en la parte del relato que tiene que ver con la
represión impuesta por las reglas sociales, como la dispepsia de HH en los
momentos más álgidos del placer o su irritación cuando le interrumpen:
Comba, rayuela. La anciana
de negro estaba sentada a mi lado, en mi banco, en aquel potro que tan
deleitoso me resultaba (una nínfula buscaba a tientas, debajo de mí, una canica
perdida), me preguntó si me dolía el estómago. ¡Bruja insolente! ¡Ah, dejadme
solo en mi parque pubescente, en mi jardín musgoso! ¡Qué jueguen en torno a mí
para siempre! ¡Y qué nunca crezcan!
Cuando HH conoce a
LO vislumbra la encarnación de su ideal, el modelo canónico de la nínfula universal. En ese momento el
impulso emocional del descubrimiento favorece el tránsito del tedio a la ansiedad por alcanzar el éxtasis soñado. Pues HH es
consciente de su existencia vicaria y ficticia en el relato de Nabokov cuando
exclama “¡Todo es fantasía!” perdido
en el universo onírico de unos sueños de los que no quiere salir, pues en su
mundo ideal le molesta cualquier intrusión de una realidad vulgar y grosera,
que se niega a aceptar. Odia a los amigos adolescentes de LO y justifica, con
la ceguera del enamorado de una quimera más que de alguien real, las expresiones ramplonas que denotan su
mediocre formación (“¡Corta el rollo,
cara bollo!”). Aunque el personaje sospecha que algo no es lo que parece
cuando reflexiona sobre la necesidad de fingir y la existencia de máscaras que
ocultan la verdadera naturaleza de las personas. Pero, arrastrado por la
intensidad del deseo, HH prefiere sumergirse en un edénico paraíso romántico,
que alcanza su máxima expresión en la secuencia del sofá y el vuelo de la
manzana. Nos encontramos ante un símbolo de erotismo y sensualidad procedente del universo del arte y la
estética, referentes que no podemos obviar en la formación y cultura de HH. Por
eso afirma su reivindicación del derecho a explorar la ficción como forma de
acceso al mito creado por el arte.
El proceso de
excitación se acrecienta en los
capítulos donde se narra la partida de HH de Ramsdale y el encuentro con
Lolita, lo que acrecienta la contradicción esencial de un personaje dividido
entre su deseo y las convenciones que le obligan también a enmascarar su
naturaleza tras un disfraz de respetabilidad. El mito se derrumba cuando es
Lolita la que da el paso para tomar la iniciativa en un acto que se describe
como “frío y mecánico”. Este es un
momento de inflexión en el desarrollo del argumento, pues la
decepción fragmenta la fantasía, hecho que posibilita la evolución de los
personajes y su declive final. El doloroso tránsito tiene como testigos los
hados que rigen fatalmente el destino de los mortales. HH y LO están
condenados, como sucede en las obras clásicas que le inspiraron para construir
su personal e íntimo universo ficticio, el único lugar donde puede codearse con
los mitos eternos. Los dos personajes serán derrotados por ese inevitable
destino y abandonados en una existencia prosaica: los moteles de carretera, los
pueblos típicos con sus cines y supermercados, los college con sus anacrónicos programas femeninos, las clases medias
americanas… Y eso los hace limitados, superficiales y ordinarios.
En este proceso interpretativo vemos con
claridad cómo van alineándose los opuestos causantes de la gran contradicción
que aprisiona a los dos personajes, haciendo imposible la continuidad de una
relación que apenas ha comenzado. Cuando HH observa a LO en la cama, cobra
conciencia de la antitética realidad que se muestra ante sus ojos. La Lolita
dormida es muy distinta de la despierta. La dormida representa el ideal de la literatura,
la magia de las nínfulas, el cielo.
La Lolita despierta es malvada, pícara, experta en sexo. HH ha migrado a su
pesar del mundo ideal al real, del mismo modo que Lolita lo ha hecho desde la
inocencia a la perversión, y así lo percibe el idealista HH, que no ha
recuperado a su adorada Annabel en la carnal Lolita. Desaparecido el placer del
deseo imaginado sólo queda el dolor de la felicidad perdida. La disociación del
personaje se ha producido. A partir de ahora asistiremos a su progresivo
derrumbamiento hasta su autodestrucción final.
“No me interesa el sexo –dice HH, sólo deseo la magia de la nínfula” Y si
releemos la escena que imagina HH para su unión con LO veríamos la descripción poética
de un sueño adolescente, cuya visión suscita más ternura que recelo. Sultán,
esclava, lago, ave del paraíso, bombillas de colores, diversiones para niñas,
manzanos y álamos… Este es el edén imaginario de HH donde intenta fundir un
pasado literario con el presente americano y que es la última expresión de un
sueño solo posible en la ficción de una
novela como ésta:
“Habría habido un ópalo de
fuego disolviéndose en un estanque ondulado, un último latido, un último dejo
de color, rojo penetrante, rosa punzante, un suspiro, una niña que hace una
mueca de dolor”.
De este modo nos
encontramos con que HH resulta ser el cazador cazado, una gran broma para aquel
personaje que concibió en su mente un plan para atrapar a su presa como la
araña lo hace extendiendo sus hilos. La creciente irritación de ambos, el
malestar insoportable, los sobresaltos y el miedo a un futuro incierto por
parte de ambos, todo ello es la expresión de su intensa contradicción como
personajes divididos. Si HH se siente perdido entre el ideal del deseo y la
decepción de la realidad, Lolita también muestra su doble condición de víctima
y verdugo. Por un lado se encuentra a merced de HH por su edad y la falta de
recursos; por otro, es dueña de HH, al que manipula y castiga sin piedad.
En la segunda
parte de la novela, Lolita se muestra cómo es: vulgar, exhibicionista, hastiada
e inculta como una “desaliñada
adolescente”. Su caída moral es el factor que provoca el fin del mito. Cuando
la deja en el hospital, su rabia se convierte en sarcasmo: “Firmé un recibo y entregué a LO a aquellos
monos”
La huida de LO con
el rival de HH, que éste percibió como “su
otro yo” en capítulos anteriores,
acaba definitivamente con el culto catedrático y filólogo que en su día fue HH.
Lolita será lo que muchas jóvenes americanas: una esposa pobre y embarazada. Lo
que queda de HH es un hombre atormentado por los celos, la infidelidad y las
mentiras. Con su errático viaje por la geografía americana, Nabokov proporciona
a la literatura y el cine una canónica imagen de ese país, formada por inmensos
campos, delimitados por distantes horizontes donde se pierden interminables
carreteras. El sufrimiento y el dolor conducen a HH hacia su posterior
detención y encarcelamiento. Antes ha
caído en un estado alucinatorio que le sumerge en un constante delirio, entre el
sueño y la vigilia. El asesinato de Quilty, el otro yo de HH, el que aniquiló a
la Lolita ideal para pervertir a la real, adquiere matices simbólicos cuando HH dice ser el
padre de una tal Dolores Haze, su LO.
Toda la escena
tiene un carácter fantasmal y onírico, como parte de un desvarío propio de una
imaginación enferma, como dice HH, quizá de amor. La persecución por los
pasillos de la casa, los aspavientos “como
un payaso” de Quilty cuando recibe el impacto de la bala, su caída al suelo
a cámara lenta, la bocanada final con la burbuja de sangre que estalla…Parece
un remedo teatral y cinematográfico que recuerda al esperpento. Parodia, humor,
ironía y sarcasmo en esta secuencia que, como una hiperbólica distorsión de la realidad,
culmina en el accidente que dará con los huesos de HH en tierra. La descripción
de estos momentos previos a la detención de HH es tan burlesca que no nos
resistimos a reproducirla. Informados por el protagonista de su decisión de
circular por el lado contrario de la carretera con el argumento de haber
transgredido todas las leyes humanas salvo las de tráfico, la cosa acaba así:
“Con un gracioso movimiento salí de la carretera, y, después de
dos o tres bandazos, subí por una pendiente cubierta de hierba, entre vacas
perplejas, hasta que el coche se detuvo y tembló suavemente. Una especie de
meditabunda síntesis hegeliana entre dos mujeres muertas.”
Seguramente
Nabokov se divirtió escribiendo tanto como nosotros leyendo.
Los comentarios y reflexiones de HH
De una forma
explícita podemos conocer el pensamiento de HH sobre los espacios que describe o los hechos que relata.
El narrador al que Nabokov cede su voz se analiza a sí mismo como sujeto de una
patología cuya curación está en el arte, idea que se reitera a lo largo de la
novela. La defensa que HH hace de la nínfula
y su identificación con el faunúnculo,
el sátiro y el Tritón, proclaman el carácter literario y mítico de los
personajes en que se reconoce a
sí mismo y a su amada. Pues HH siempre amó a su LO, como el monstruo a
la Bella, aunque sintiera asco y desprecio al verla crecida, como si esta
visión le hubiera privado de su criatura favorita, la que construyó en su
mente. El mismo HH diagnostica el origen y evolución de su patología, aunque no
sabemos si lo dice totalmente en serio. Leemos que el proceso comienza con
Annabel Lee, el deseo frustrado y una
Riviera sublimada. Ese será el germen de una enfermedad donde lo real infecta
lo ideal. Sobre su caso nos habla de su
percepción de la locura y el sentimiento de culpa del que responsabiliza a la moral católica. Y aporta
abundante justificación mediante datos y argumentos. Los datos hacen referencia
a las amadas de ilustres poetas como
Virgilio, Dante y Petrarca. Su conflicto se muestra sin pudor junto con la
denuncia de la hipocresía social:
Me encontré madurando en
una civilización que permite a un hombre de 25 años cortejar a una muchacha de
16, pero no a una de 12. […] Los tabúes me estrangularon. […] ¡No somos
demonios sexuales! ¡No violamos como los buenos soldados!”
Y cuando planea el
asesinato de la Sra. Haze: “Ahora hay que ser
científico si se quiere ser un asesino.” No hacen falta comentarios.
Interesa mencionar
los abundantes comentarios metaliterarios, muy abundantes en la segunda parte,
que hacen referencia tanto a esta novela en particular como a la teoría de la
narración en general. Intuimos que es Nabokov quien reflexiona a través de su
personaje, y son tantos que simplemente mencionamos algunos: el tiempo de la
escritura, el punto de vista y distancia del narrador, el teatro como escuela
de ficción, el lector como creador del personaje. Esta última observación
demuestra la anticipación de Nabokov a su tiempo, al plantear un tema que daría
lugar a una nueva disciplina literaria: la Teoría de la Recepción Literaria,
que se desarrolló a partir de los 80, asociada a los estudios sobre la Teoría
de la Comunicación y la Pragmática.
Apuntes finales: algunas claves y símbolos
Las claves pr interpretar la novela hacen
de nuevo referencia al choque entre la realidad vivida y la soñada. Este
carácter dual del protagonista situado en el borde de sus dos facetas le dota de una ambigüedad que
dificulta su categorización. Aunque sus palabras confirman cuál es su opción. El
dilema está entre el interior y el exterior, entre dentro y fuera, entre lo
sublime y lo pedestre, entre lo que
vuela y lo que se arrastra. Pues antes de conocer a Dolores Haze podía soñar, y
después, no.
“Aquel apasionante fantasma
tenía una perfección que hacía también perfecto mi salvaje deleite,
precisamente porque la visión estaba más allá de mi alcance, sin posibilidad de
llegar hasta ella para enturbiarla con al conciencia de un tabú transgredido. A
decir verdad es muy posible que la atracción que ejerce sobre mí la inmadurez
resida no tanto en la limpidez de la belleza infantil, inmaculada, prohibida,
cuanto en la seguridad de una situación
en que perfecciones infinitas colman el abismo entre poco conocido y lo
mucho prometido.”
Este desdoblamiento también es sugerido por el espejo que refleja la figura de HH
antes del esperado y luego decepcionante momento del amor. La duplicación
especular y su efecto multiplicador evocan tanto la complejidad del personaje
como una existencia virtual que refleja otra realidad posible. Pues las
posibilidades del espejo como símbolo son muchas y diversas, pero siempre
sugestivas, como la relativa a William Wilson, el hombre que asesina a su doble
en el cuento de E. Allan Poe, de la misma forma que HH asesina a su rival, su
otro yo. También la caza podría ser considerada una clave, sobre todo en
la primera parte. Los nombres del hostal
donde se inicia el viaje, “Los cazadores encantados”, y sus insistentes menciones
a lo largo de la historia, hacen referencia tanto a este núcleo temático (la
caza) como al universo ideal donde aún vive HH (encantados).
La literatura
juega un importante papel en la novela, pues aparte de las abundantes citas y alusiones a obras y
personajes procedentes del mundo del arte, la observación sobre la
inmutabilidad de los personajes literarios, cuya vida ha quedado fijada para
siempre por la obra de arte, es interesante. Se lamenta HH de los cambios que
experimentan algunas de las personas que conoce, hecho que le molesta y
perturba. Como siempre nos los dice con su provoca dora y sutil ironía:
“Lo hemos dispuesto todo en nuestra mente, y cuanto menos vemos
a una persona determinada, es tanto más satisfactorio comprobar cómo se ajusta
a la idea que nos hemos hecho de ella cada vez que nos llegan noticias suyas.
Cualquier desviación del destino que hemos ordenado nos desviaría, no sólo por
anómala, sino también por su falta de ética. Preferiríamos no haber conocido a
nuestro vecino, el profesor jubilado de perritos calientes, si un día publica
el libro de poesía más importante de su tiempo.”
Pero, irónicamente,
es un cambio lo que anuncia la carta de su amigo Farlow, y ese cambio es el que posibilita el último
encuentro con Lolita y el correspondiente incremento de la tensión narrativa.
La sarcástica descripción de la boda de su antiguo vecino contrasta con su
emoción al recibir nuevas de su LO. No es la primera vez que HH utiliza la carta
como forma de dar un giro al argumento y hacer avanzar la acción. Así se
impulsó la declaración de la Sra. Haze que se resolvió en matrimonio, y así
también se produjo su terrible muerte tras el descubrimiento de las notas que ocultaban
los amores prohibidos. Lo que no
olvidamos es que estamos frente a criaturas que son personajes, los literarios,
los amigos de HH, LO y el propio HH; y todos son manipulados por el narrador,
tras el que se encuentra el autor,
vigilante y atento al gran engaño, la gran ficción imaginada y convertida en
relato. Como Cervantes, Nabokov crea varios planos ficcionales cuando hace que
su personaje hable de los otros como si no lo fueran. Sutileza y genio e
ingenio.
La novela esta
llena de indicios que evidencian la omnisciencia y poder del narrador para
controlar el discurso narrativo. En el momento previo a la consumación, HH
piensa en Lolita como “la niña
sentenciada”, porque ha vivido lo que va a contar y conoce las terribles
consecuencias de ese acto a partir del cual todos van a ser más desgraciados.
Algunas frases parecen sugerir otros sentidos más allá de su literalidad: “Habíamos estado en todas partes pero no habíamos
visto nada.”
El viaje también simboliza
el recorrido de la vida y la progresión del relato, por lo que quizá no sea una locura
interpretar este libro como un viaje literario. Y HH sabe concluir el suyo con
elegancia y mucho arte. La última escena
de la novela es un alarde de sentido
dramático con grandes dosis de conmovedor lirismo, que se revela mediante la
belleza del lenguaje. Encontramos al personaje tendido en el suelo del
automóvil tras el accidente. Antes de
que se lo lleven, imagina cómo se abandonará perezosamente en manos de médicos
y enfermeras y evoca lo que llama “un
último espejismo de asombro y desamparo”. Recuerda un momento contemplativo
donde imágenes y sonidos cotidianos se desplegaron ante él en sus mínimos y
mágicos detalles. El tiempo queda detenido en una estática proyección, visual y
sonora, que es de una hermosura deslumbrante, tanto como el lúcido comentario
que expone HH.
“Me quedé de pie durante un rato escuchando desde mi elevado
saliente aquella vibración musical, aquellos estallidos de gritos aislados con
una especie de tímido murmullo como fondo. Y entonces comprendí que lo más
dolorosamente lacerante no era que Lolita no estuviera a mi lado, sino que su
voz no formara parte de aquel concierto”
¿Hay otra manera
de expresar cómo se transforma el mundo cuando
se es abandonado por el ser amado?
La despedida final
incluye la valoración de la historia y su carácter ficticio. Según HH, aunque
los personajes mueran, viven en la obra que los hace eternos al convertirlos en
la materia literaria que subsiste en la memoria de los lectores. El libro ha
servido para desnudar el alma de HH, pero sobre todo para crear un mito:
Lolita. Pues HH, como Nabokov, convierte lo feo en belleza:
“Esta es, pues, mi historia. La he releído. Se le han pegado
pedazos de médula y costras de sangre, y hermosas moscas de color verde
brillante. En tal o cual recodo del relato siento que mi yo evasivo se me
escapa, que se zambulle en aguas más oscuras y profundas, que no me atrevo a
sondear.”
En esas aguas insondables aún nos queda mucho
sobre lo que pensar, porque acabamos de leer un libro universal lleno de
pliegues donde mirar y sorpresas que
descubrir. Volveremos a leerte muchas
veces, LOLITA. GB
No hay comentarios:
Publicar un comentario