lunes, 2 de mayo de 2022

Los detectives salvajes - Reseña

 

Los detectives salvajes 

Roberto Bolaño

  

         ¿Qué decir de esta novela aparentemente atípica? Dividida en tres partes y ciertamente compleja para un lector que, tras 400 páginas y cerca de otras tantas por delante, se pregunta a dónde le quiere llevar su autor. No obstante, continúa leyendo pese a que en su mente revolotea la duda: ¿será una buena idea seguir adelante o sería preferible dejarla para un momento más lúcido?

 

         Por un lado, se enfrenta a un narrador convencional en una primera parte en la que el joven García Madero desgrana, a modo de diario, sus vivencias, deseos y miedos cuando decide dejar sus estudios para integrarse, a su manera, en un grupo de poetas mejicanos que se autodenominan real visceralistas. Integrantes sin normas de comportamiento y cierto desarraigo, que vagan por la ciudad de Méjico sin rumbo y sin aparente proyecto vital.

 

         Por otro, la perplejidad del lector se acentúa cuando, en la segunda parte, más de cincuenta personajes, a modo de narradores omniscientes, dan testimonio de vivencias acaecidas entre 1976 y 1996 en torno a los líderes de ese grupo poético, Arturo Belano y Ulises Lima, en diferentes partes del mundo. Unas narraciones que, en un buen número de ocasiones, podrían tildarse de cuentos cortos.

 

         Tras esos testimonios en los que García Madero queda diluido a la nada, este reaparece en la tercera y última parte de la obra en su papel de narrador-testigo, que no protagonista, del diario; esta vez relacionado con el viaje que hacen Belano, Lima y el propio García Madero, junto con Lupe (una prostituta perseguida por su chulo) a lo largo del desierto de Sonora en busca de las huellas de Cesárea Tinajero, poetisa desaparecida.

 

         Se dice que el relato en su totalidad es un homenaje al Infrarrealismo y a sus integrantes cuyos fundadores fueron Roberto Bolaño y su amigo Mario Santiago Papasquiaro; en la novela Arturo Belano y Ulises Lima, respectivamente.

 

         Sea como fuere, el lector se encuentra con una obra diferente de final inesperado, que cuenta con multitud de diálogos, apetecibles descripciones y párrafos generosos. De estilo escueto, escaso de figuras retóricas, pero repleto de ironía y muestras del vasto conocimiento literario de Bolaño.  Evidencia de la originalidad y el dominio del lenguaje que posee el autor.

 

Mª Ángeles Andreu

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