Os ofrecemos una reseña a la última lectura, de nuestra ya habitual compañera en esta sección, María Ángeles Andreu
Frankenstein o el Moderno Prometeo – Mary W. Shelly
(Edición de Isabel Burdiel sobre la obra publicada en 1818)
Frankenstein o el arquetipo de la monstruosidad nació, como nos recuerda la doctora Burdiel, en el frío verano suizo de 1816, rodeado de autores del movimiento romántico como Percy Shelly, John Polidori -quien además de médico alumbró El Vampiro-, o el propio Lord Byron; amantes de la naturaleza y fascinados por los avances de la ciencia de la época quienes, al parecer, gustaban de las historias de terror de un gótico ya en decadencia.
En ella la naturaleza, en constante cambio, se emplea en las descripciones para enfatizar los sentimientos y emociones de los personajes desde las alegrías a las más profundas miserias de sus pensamientos y acciones.
Burdiel, junto con conferencias y trabajos como los de Antonio Ballesteros González[1] entre otros muchos estudios, lleva a cabo un detallado análisis de esta novela, de narraciones concéntricas, en la que se ponen sobre la mesa temas como la moral científica, la creación y la destrucción de la vida con la determinación de rivalizar con Dios como creador. Ya en el prólogo a la edición de 1831 la misma Mary Shelly hace referencia al galvanismo o experimentos que por entonces se hacían con la electricidad para producir movimientos de los músculos ya muertos y que apasionaban a su marido, el poeta Percy Shelly, así como al grupo de intelectuales de los que se rodeaban.
Me atrevería a defender la obra de Shelley como una especie de alegoría de la perversión que puede traer el desarrollo científico y, en particular, la contradicción y falta de responsabilidad y escrúpulos del científico frente a su descubrimiento o invención, en este caso de la criatura creada a partir de restos de otros por Víctor Frankenstein. Un personaje que se auto-presenta como el mayor sufridor que, aparentemente, podría existir debido a las desgracias familiares que le toca vivir. Sin embargo, este mismo «sufridor» es en realidad, en mi opinión, un auténtico pusilánime con sueños de grandeza, incapaz de hacer frente a sus responsabilidades como científico y, sobre todo, como ser humano.
Se trata de una obra llena de dramatismo y exageración, en la que podemos seguir casi al detalle los trayectos seguidos en los viajes de los personajes y en la que lo bello representa el equilibrio; al final es el «monstruo» el diferente a los demás, por simple apariencia aún hoy en día, quien debe ser perseguido, escondido o a ser posible anulado, frente a la irresponsabilidad tanto de actos como de anhelos de otros seres considerados como “normales”; todo ello sin reparar en diferentes planteamientos colaterales como el papel de la mujer de la época, y en la obra, una vez que sabemos que su primera edición fue anónima y la autoría se le atribuyó a su propio marido.
Un clásico de plena actualidad, tras más de doscientos años de vida, que vale la pena leer.
Mª Ángeles Andreu
[1] A. Ballesteros González (2018). Mary Shelly y Frankenstein: la creación de un mito. Fundación March https://www.youtube.com/watch?v=kVpXxMwBINs
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