lunes, 28 de febrero de 2022

De visita. Comentario

 

Maeve Brennan, «la dama interminable»
Breves comentarios sobre la novela De visita.

Antonio Rey

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Maeve Brennan (1917-1993) fue, como ya sabemos, una escritora y periodista irlandesa. Nacida en Dublín, emigró a los 17 años a Estados Unidos junto a su familia y años después comenzó a colaborar en la prensa neoyorquina. Fue una figura importante tanto en la escritura de la diáspora irlandesa como en la propia escritura irlandesa. Se han publicado colecciones de sus artículos (De Dublín a Nueva York. Barcelona. Malpaso. 2019) y una novela corta (De visita. Barcelona. Lumen. 2005)
Según su biógrafa Angela Bourke, Brennan fue admirada en la sociedad de Nueva York por su inteligencia, ingenio, belleza y estilo, y la describe fisicamente así: "apenas tenía cinco pies de alta, casi siempre iba vestida de negro y los altos tacones de sus zapatos Papagallo sonaban por los pasillos con paso enérgico. Su coleta de caballo le daba una apariencia más joven de lo que era, pero ella nunca iba sin su pintura de labios oscura ni su espeso maquillaje, y una rosa roja, o un clavel, en su solapa". Cuentan que su sentido del ridículo no se vio afectado jamás y que, como su predecesora Dorothy Parker, podía ser muy despiadada.
Su carrera fue brillante como escritora en The New Yorker, revista donde publicó memorables reseñas y relatos con el seudónimo de “La dama interminable”.
Se casó con poca fortuna con el editor de The New Yorker, Clair McKelway, un hombre con talento pero alcohólico, bipolar y de conducta imprevisible. Según su biógrafa este acontecimiento vital fue uno de los motivos del inicio de su posterior hundimiento. A Brennan le gustaba deambular en sus narraciones por las zonas más sórdidas de la ciudad y vagabundear por hoteles baratos habitados por personajes solitarios. Sus recorridos por el lado oscuro de la ciudad acabaron influyendo en su mente y en los años ochenta comenzó a sufrir episodios psicóticos que le obligaron a abandonar poco a poco la escritura. De hecho su colaboración activa con The New Yorker finalizó en 1981. A partir de entonces su estado físico y mental fue empeorando sin remedio llevando una vida errática y peculiar. Cuando la escritora no estaba internada en algún hospital, o vagabundeando entre los mendigos de las calles de Nueva York, el único lugar en el que deseaba vivir era en el lavabo de mujeres de las oficinas de la revista en la que había trabajado durante algo más de tres décadas.

De visita es la primera y única novela de la autora. Olvidada, como la autora, se publicó póstumamente en el año 2000 y podríamos subtitularla como la historia de tres soledades.
La narración comienza a principios de los años 40 del pasado siglo y gira en torno al regreso de la joven Anastasia King a su Dublín natal (sin mencionar el nombre) tras varios años de exilio en París, adonde se había trasladado con su madre cuando esta decidió abandonar a su padre. Huérfana y desamparada, regresa con la ilusión de volver al hogar, a la casa de su in­fancia, donde vive su abuela -madre de su padre-, una mujer fría y rencorosa que ve en ella el símbolo de las desgracias de su hijo, y que nunca perdonó a su nuera y a su nieta que lo hubiesen abandonado. El deseo de Anastasia, joven y entusiasta, es instalarse en ésta querida casa, y ver desde la ventana de su habitación el jardín que veía de niña y tomar el te con su abuela. Por otro lado, y para completar el trio, nos encontramos a la señorita Kilbride, una anciana soltera, vecina de su abuela, con una historia trágica y que soporta el recuerdo de un romance que no puedo ser.
Me ha encantado esta deliciosa novela, a caballo entre una novela corta y un relato, y cuya magia reside en contar una historia en muy pocas páginas y aún así que todo tenga un sentido. El texto, que se lee de una sentada, te sumerge en el ambiente de unas calles empedradas, de unas casas con chimenea y de los paseos de Anastasia por el jardín, transmitiendo el cariño que sentía por esta casa, por su auténtico hogar.
Está contada con pocos y certeros trazos, y, entre otras cosas me atrajo de ella desde el principio el estilo narrativo tan detallista, con descripciones de gran precisión de acontecimientos o elementos cotidianos que, a menudo, son presentados como objetos animados
 

Las maletas se desprendían de las rejillas y los abrigos volvían a cubrir a sus dueños.
La oscuridad de la noche descendía sobre el verde del parque en medio de la plaza y trepaba rápidamente para abrazar las altas y pacientes fachadas.
Las farolas de la calle dibujaban a la redonda círculos de luz quieta y se preparaban a pasar la noche.
Un solitario tallo de hiedra colgaba rígidamente tras el cristal. Parecía dar golpecitos, pero no se oía el menor ruido. Respondía al viento bailando ciegamente en el aire y, si llegaba a emitir un discreto murmullo.

 

De su estilo narrativo, sirva de ejemplo este magnífico párrafo que describe minuciosamente el ambiente en una iglesia durante la misa del gallo:
 

Clavó la mirada en el altar y rezó sinceramente. Los cirios parpadeaban, el tañido de la campanilla se escuchó de repente y el coro retumbó a un tiempo. La misa avanzaba lentamente, como al compás de un péndulo oscilante. Los monaguillos, de todas las estaturas, hacían genuflexiones y se movían de un lado a otro ante el altar. El sacerdote abría y cerraba los brazos y su cabeza se inclinaba. Bendecía a la gente sin mirarla, sus ojos fríos muy por encima de sus cabezas. Se oían crujidos, los fieles no permanecían quietos. Escuchaban el órgano y el coro. Estaban atentos a cualquier distracción. El público era un lago agitado, levemente encrespado, y el altar en medio, una isla animada por un solo movimiento. El sermón del sacerdote parecía interminable, pero cuando hubo acabado, lo que quedaba de la misa avanzó rápidamente
 

Por otro lado me llamó la atención la capacidad de la autora para describir con gran profundidad los sentimientos y los procesos internos de los personajes (el amor, los celos, la culpa) y todo enmarcado en un clima de religiosidad tan característico de Irlanda.
Para terminar, sirvan de ejemplo estas frases entresacadas de la novela
 

Es que el futuro es agotador

El llanto había reblandecido su rostro

…intentando no reconocer la súbita melancolía que se abatía sobre ella

El hogar es un lugar en la mente

[El hogar] Cuando está vacío, vibra. Vibra con los recuerdos, rostros y lugares y épocas pasados

Cuán silenciosa era la oscuridad

Cayó en un sueño asustado, lleno de sueños

Recordar es insoportable


Solo me queda decir que La visita es un relato que mantiene al lector enganchado y que aumenta su interés conforme se acerca el final. Os lo recomiendo a todas.


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