El periodista deportivo, de Richard Ford
"No apto para lectores impacientes"
La cita del subtítulo, tomada de una reseña periodística, alude al carácter moroso y discursivo del estilo de Richard Ford. Estamos ante una novela en la que aparentemente apenas hay acción, pues parece que no sucede nada o casi nada. Pero sí que pasan cosas y algunas muy graves. Los hechos van emergiendo de una red de sentimientos, reflexiones y recuerdos cuyo entramado constituye esta obra, primera parte de una de las trilogías más significativas de la literatura americana. En sus páginas cobra vida Frank Bascombe, cuya voz como narrador y testigo de su personal recorrido vital construye un relato salpicado de indicios que componen el mapa de su particular universo. Del relato de FB, impregnado de escéptica indiferencia y distante ironía, constantemente emerge la percepción angustiada y lúcida de los sueños perdidos.
El discurso de FB, tejido a base de retazos de vida y de la breve
memoria de ilusiones adolescentes, impulsa un viaje que es tanto interior como
exterior, una huida hacia adelante para escapar tanto de la soledad ocasionada por su divorcio de X como del
vacío producido por la muerte de su hijo Ralph. Su incesante movimiento por las
calles de Haddam o las carreteras y autopistas que van de Haddam a Nueva York,
de Nueva Jersey a Massachusetts, de Detroit a New Hampshire, se corresponden
con la agitación interior de un personaje que se dispone a afrontar la madurez
sin otras armas que la voluntad de seguir adelante. Sus itinerarios, íntimos y
geográficos, tienen algo de iniciático en cuanto que muestran el tránsito desde
las ingenuas expectativas juveniles a la compleja confusión de una madurez sin
certezas ni creencias.
El relato, cuya historia temporal transcurre en apenas tres
días, desde el Viernes Santo al domingo de Resurrección, compensa su brevedad
con la intensidad de un discurso que se interna en las profundidades del ser
humano hasta sus zonas más oscuras. FB entiende su libertad como la opción para
vivir el instante desde la aceptación de su propia mediocridad. Como escritor
frustrado, toda su estrategia se centra en no creer en espejismos ni utopías
sino en la acción misma y en la aceptación del sufrimiento sin escarbar
demasiado, como él dice. “Hacer lo que
haces y sentir lo que sientes” es el lema de un Frank Bascombe que opta por
la contemplación serena del devenir sin hacerse demasiadas preguntas, porque
éstas traen el caos para él y los suyos.
Pero esa ansia de normalidad esconde una angustia latente
que genera una persistente tensión en el personaje y en el lector, que siente
la discordancia entre la morosidad del discurso y la agitación del
personaje. En cambio la elección de ese
deseo de invisibilidad y normalidad propias del hombre corriente es coherente
con la soledad elegida en ejercicio de su libertad. En el fondo lo que late en FB es la necesidad
de atenuar el dolor por la muerte de Ralph y de obtener el perdón para sí mismo
mediante el olvido. Por ello se dedica al periodismo deportivo tras renunciar a
escribir su gran novela y a enseñar una literatura muy alejada de la vida:
“Si de todo esto se concluye que el periodismo
deportivo es un trabajo superficial es porque lo es. Y no por eso es una mala
profesión, ni mucho menos”
Una particularidad de FB es que puede expresar ideas
profundas con palabas sencillas. Su sinuoso discurso va y viene en el tiempo mientras su persona
se desplaza hacia espacios distantes sin que su búsqueda se detenga en ningún
momento. En su viaje aparecen y desaparecen otros personajes que se encuentra en su camino y que representan
algunos clichés de la cultura americana: Vicky Arcenault, la mujer sin dudas ni
preguntas y cuya ordenada y tópica casa refleja un interior inflexible e
igualmente ordenado. La comicidad de la escena del puñetazo (“un punzante puñito”) que clausura
definitivamente su superficial relación y acaba con Frank casi tirado en el
suelo, se ha aderezado ya con el cruel sarcasmo que le inspiran los símbolos
cristianos:
“Miro gélidamente el espurio Jesús de Lynette que está clavado en la fachada. Él
procura que todo el mundo tenga una vida miserable, y luego pasa de todo.
Debería intentar resucitar en el complejo mundo de hoy. Se caería de culo desde
Su cruz. No vendería un peine.”
Y así, en un tono displicente y ponderado, FB coloca ante
nuestros ojos una caricatura de la clase media americana: los divorciados en
sus clubs, los jubilados acomodados, tenistas, golfistas y naturalmente conservadores;
la quiromántica Señora Miller como paliativo de los psicólogos y psiquiatras; los
ricachones macizos como trofeos en el mercado de maridos; la auténtica cara del
mito caído del deporte, Herb Wallanger; Henry Dyskra, el padre de X, “hecho a sí mismo”; El homosexual
reprimido Walter Luckett cuyo final trágico es un broma si atendemos a lo que
sugiere su apellido; y para rematar la galería, aquella antigua novia, Mendy,
modelo de catálogos, esa forma de publicidad que vende la posibilidad de un
mundo ideal, regulado, limpio y bien amueblado.
Y además está la disección que –más sarcástico que Nabokov-
FB realiza de las enseñanzas universitarias, su ambiente y la fauna que puebla
los campus de Berkshire, donde su experiencia docente y su vida personal
tocaron fondo. Ridiculiza a los escritores con pretensiones y rechaza a los
profesores por su costumbre de analizar e intentar explicarlo todo matando su
misterio. Critica el afán docente de categorizar y clasificar la realidad dentro de modelos que impiden todo proceso de
cambio con el fin de de hacer duradero lo que es contingente. Junto a su
pragmático existencialismo, ejerce FB un vitalismo rabioso y contundente dejándonos algunas joyas sobre las que reflexionar:
“En mi opinión, todos los profesores tendrían que dejar
de dar clases a los treinta y dos años y no se les debería permitir volver a
ejercer hasta que no tuvieran sesenta y cinco, para que pudieran vivir sus
vidas en lugar de enseñarlas; vivir vidas llenas de ambigüedad,
provisionalidad, remordimiento y asombro. […] Intentar explicar las cosas es la
fuente de nuestros problemas.”
Con una de cal y otra de arena, FB ejemplifica la esencia de
la contradicción y quizá por eso lo sintamos tan cercano. Los tres días del
viaje de Frank han dado de sí lo suficiente para conocer catorce años de su
vida. Un breve fragmento temporal cuya historia contiene un gran y extenso
discurso. No queremos explicarlo ni comprenderlo. Como él dice “algunas cosas no pueden explicarse.
Simplemente son”. Pues eso: así es Frank Bascombe, el periodista deportivo,
que con palabras corrientes y sin excesos emocionales va escarbando en el
interior del alma humana para mostrar con cruda sinceridad su desvalida y equívoca
naturaleza.
Aunque el autor en principio no planeó que el personaje
sobreviviera al primer libro, lo hizo en las dos novelas restantes de la trilogía:
El día de la Independencia y Acción de Gracias. En sus páginas FB irá
envejeciendo y acumulando experiencias, siempre agitado, siempre en movimiento,
como viajero de la vida. “Ser factual y
literal” dice ahora. ¿Será siempre así o se irá aquietando con la edad?
Seguramente la respuesta se encuentre, como otras veces, en la lectura, pues
seguir conociendo a FB, ejemplo de antihéroe
urbano, nos acerca a la vida del americano medio tanto como a nosotros
mismos.
Apéndice con algunas citas
que dicen tanto como sugieren:
“Las cosas siempre vienen y se van, y eso es ley de
vida. Todo lo demás es una mentira de la literatura y por eso fracasé como
profesor y por eso metí mi novela en el cajón y no volví a sacarla de allí.”
“De todas formas, no creo que en ningún caso sea buena
idea intentar averiguar en qué está pensando la gente (esto le descalifica a
uno como escritor, pues ¿qué es la literatura sino alguien que te dice lo que
otro está pensando?) Seguro que hay un montón de razones convincentes para no intentar
averiguarlo. La gente nunca te contesta la verdad y la mayoría, incluyéndome a
mí, no tiene muchas cosas en la mente que valga la pena explicar, así que se
limitan a inventar algo ridículo en vez de reconocer que no pensaban en nada.
La otra cara del asunto es que te digan la verdad de lo que estaban pensando”
“He renunciado a un montón de cosas. Me he dado cuenta
de que es imposible llegar a conocer a alguien totalmente, así que ya no lo
intento. El resultado es un misterio incondicional y placentero. No soy tan
“serio literalmente”, y me preocupa menos al complejidad de las cosas, miro las
cosas de forma más sencilla y literal”.
“En cambio yo propongo olvidar. Olvidar los sueños,
los pesares y los viejos defectos de carácter, tanto los míos como los ajenos.
Para mí no hay esperanza a menos que olvidemos las cosas que han pasado y las
que se han dicho, y lo perdonemos todo”
“El cinismo te hace parecer muy listo aunque no lo
seas”
“Desvanecerse como un susurro en el viento significa
libertad. Si somos lo bastante afortunados como para ganar tal libertad, aunque
la provoquen acontecimientos negativos, deberíamos utilizarla. Es el único
consuelo natural que nos es dado, único y soberano, sin el apoyo ni la
tolerancia de otros, entre los cuales incluyo al propio Dios, que no nos deja
permanecer invisibles mucho tiempo, ya que se reserva ese estado para sí. Dios
no ayuda a los que son invisibles como él.”
“Y se me ha ocurrido que un efecto natural de la vida
es cubrirse con una fina capa de… ¿qué?, ¿una película?, ¿un residuo de piel de
todas las cosas que has hecho, sido y dicho y en las que te has equivocado? No
lo sé. Pero el caso es que nos cubrimos con esa capa y sólo raramente lo
sabemos, a menos que por un motivo o una oportunidad inesperados salgamos de
ella. Y en ese mágico momento, uno se da cuenta del tiempo que ha pasado desde
que empezó a sentirse así. Se pregunta si ha estado enfermo. ¿Es la propia vida
una enfermedad o un síndrome? ¿Quién sabe? Seguro que todos nos sentimos así
alguna vez, pues yo no puedo sentir nada que cientos de miles de ciudadanos no
hayan sentido antes”
Ironía, ambigüedad,
dobles sentidos y juegos de palabras.
¡Feliz degustación!
GB.