sábado, 9 de febrero de 2013

El Quijote, capítulos I-IX REALIDAD Y FICCIÓN

Realidad y ficción

Entender bien el significado de esta dualidad de términos es una de las claves para entender esta novela, que esconde algo más que una parodia de las novelas de caballerías.  Veamos cómo se articulan estos dos componentes. 

Para  empezar, hay que sentar el principio de que todo lo que aparece en la cualquier novela es algo imaginado, es decir de naturaleza ficcional. Cuando este universo imaginado, con sus personajes, espacios y conflictos se parece al mundo que conocemos, es decir, nos resulta familiar, decimos que el relato es realista. Si no es así, hablamos de un relato fantástico. Es evidente que esto no sirve para explicar lo que ocurre en el Quijote, pues en este caso lo que se confronta, o quizás combina, no  son exactamente novela realista y fantástica sino realidad y ficción. 

Pero si nos atenemos al principio que hemos mencionado arriba, sería mejor hablar de dos niveles de ficción: el primer nivel ficcional, mal llamado realidad, el del hidalgo manchego que vive de sus rentas con su ama, sus parientes y amigos; el del tosco labrador Sancho con su esposa Teresa; el del resto de personajes secundarios  junto con los lugares que pueblan estos capítulos: venteros, sirvientas, harrieros, labradores, pastores, mercaderes, viajeros y caminantes. Todos estos personajes así como los lugares donde viven,  y los campos o caminos que recorren y habitan, conforman una realidad cercana al lector y a la sociedad del siglo XVII, por lo que  constituyen el componente realista de la novela. 

El otro componente configura el segundo nivel ficcional. Se trata de una sustancia literaria, que se superpone y opone a la mal llamada "realidad" al tiempo que la transforma en  otro universo alimentado por los ingredientes literarios que constituyenel género de la novela de caballerías. Así que, como las cajas chinas o las muñecas rusas, una realidad ficcional (la del hidalgo Quesada) contiene una segunda realidad caballeresca (la de don Quijote de la Mancha), metaficcional o metaliteraria. El primer nivel del relato se refiere al mundo que llamaríamos realista, y el segundo, al mundo literario.

De hecho, el lector conoce en primer lugar al hidalgo -a través de la excelente caricatura que aparece en el primer capítulo (un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor)- además de sus comidas, parientes y empleados: su ama, su sobrina y el mozo de campo. Luego asistimos a  la transformación del hidalgo en caballero mediante los ropajes que viste, sus armas y pertrechos. Vemos cómo bautiza a su caballo Rocinante y a sí mismo con el pomposo nombre de don Quijote de la Mancha. Después elige su dama Dulcinea y ya está listo para emprender su primera aventura. Ante nuestros ojos se va perfilando el personaje literario, el loco y alucinado don Quijote.

Esta dualidad del personaje "real" que se convierte en "ficticio" constituye la esencia de esta singular novela, ya que la doble naturaleza de don Quijote impregna al resto de los personajes, que participan de una u otra propiedad en diferente medida. El lector asiste por primera vez a una lección práctica de teoría literaria sobre cómo se crea un personaje y el contexto social y sentimental en que va a discurrir su literaria vida. Por eso los primeros capítulos están llenos de menciones a las convenciones propias de las novelas de caballerías, de modo que también aprendemos,  a medida que leemos, cuáles eran las características del género, al tiempo que nos reímos con su parodia.

Veamos el proceso que  experimenta del personaje literario o ficcional:
  • Hacerse caballero para enderezar entuertos, enmendar abusos y satisfacer deudas
  • Disponer y limpiar armas y armaduras.
  • Poner nombre a su caballo y a sí mismo.
  • Buscar dama de quien enamorarse y  honrar mediante sus hazañas. (cap. I)
  • Visitar un castillo y ser armado caballero (cap. II y III)
  • Salvar al joven Andrés de los azotes de su amo, y pedir a los mercaderes toledanos  que alaben la belleza de Dulcinea. ( cap. IV)
  • Elección del escudero Sancho Panza y segunda salida por los campos de Montiel. Promesa de títulos y de una ínsula. (cap. VII)
  • Enfrentamiento con los gigantes, con los frailes y con el escudero vizcaíno que acompañaba a una gran señora en su viaje. (cap.VIII y IX)

Este conjunto de acciones corresponden a las convenciones propias de las novelas de caballerías. Pero en nuestra novela, en estas secuencias participan también el conjunto de personajes "realistas"que se encuentran y se enfrentan a don Quijote. Y esa fricción entre realidad y ficción, entre vida y literatura, hace surgir una nueva  materia narrativa, cuya lectura resulta más que divertida, y en la que asistimos a la lucha de un personaje por trascender su propia naturaleza y construir un mundo a la medida de sus ideales. Esa es la esencia y la singularidad de el Quijote, que haciéndonos reír, nos hace reflexionar, tanto sobre la literatura como sobre las grandezas y miserias del ser humano.

Por eso, a cada situación literaria de don Quijote corresponde otra del nivel "real" que se pretende superar, y ese contraste es una de las fuentes del humor que impregna la novela. Del choque entre ambos mundos saltan chispas de carcajadas, risas y sonrisas. Veamos cómo la ficción "real" da paso a la literaria: la celada es de cartón, el caballo es viejo, el castillo es venta, el castellano es ventero, las doncellas son mozas vulgares, los gigantes son molinos, la gran dama es una viajera común, y los caballeros son frailes agresivos.

Esta dualidad real-ideal contamina a todos los personajes de la obra, de modo que todos son corrientes o caballerescos según el momento. El propio don Quijote no es siempre el caballero andante que su personaje le exige. Durante estos primeros capítulos se muestra bastante alucinado y muy metido en su papel, y según avanza en sus aventuras va transformando la realidad en su personal y caballeresca fantasía. Cuando en la venta oye el cuerno del porquero, imagina que le dan la bienvenida con honores, mientras le reciben las mozas convertidas en doncellas. No ceja en su empeño ni por la dura cama que le ofrecen ni por el abadejo que le sirven como comida. Pero el lector se desternilla ante los comentarios de los que en la venta estaban, o imaginándolo comer y beber con la celada puesta. 

Y es curiosa la reacción del ventero cuando don Quijote le dice no tener dinero, pues asistimos a una auténtica lección por parte de aquel sobre las costumbres y usos de la caballería, y encima no tiene reparos en transformarse él mismo en material literario, pues accede a fingir que es señor del castillo y, como tal, arma caballero a nuestro protagonista. Del mismo modo, la señora vizcaína que viajaba hacia Sevilla accede a representar un personaje propio de las novelas de caballerías, al acceder a cantar las alabanzas de Dulcinea. 

Para concluir con estas consideraciones, diremos que en estos capítulos, don Quijote se mantiene fiel a sí mismo comportándose en todo momento como el ideal caballero de las novelas que le volvieron loco, y por ello recibe tantos golpes que ha de regresar a su casa para componerse el cuerpo y el espíritu (realidad ineludible). Aún así, en una ocasión le sale la vena pragmática del hidalgo hambriento que se oculta bajo la piel del caballero. Cuando le ofrecen truchuelas o abadejo,  él dice, tras extensa disertación: "Pero, sea lo que fuere, venga luego; que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas". No sólo ha perdido los usos caballerescos sino también su lenguaje.

Algunos han considerado esta novela como simple parodia de la novela de caballerías, pero es algo más. Pues si los personajes y sus conflictos son a la vez una cosa y la contraria, realistas o idealistas ¿qué es en realidad el hombre y su circunstancia? Al mostrarnos Cervantes las dos caras de la realidad, nos hace ver también que ésta puede ser mirada desde varias perspectivas, que no es estática sino cambiante, y que todo tiene al menos dos caras, según se mire. Ante el dogmatismo de un mundo percibido como realidad unívoca, se nos ofrece la posibilidad de conocer una realidad ambigua y mucho más sugerente. Y divertida, no lo olvidemos. GB


El Quijote, capítulos I-IX, narrador y autor

Autor y narrador



En un relato convencional, la distinción entre autor y narrador suele aparecer bien delimitada para el lector atento. El primero es el que imagina y firma la obra,  suele ser uno y fácilmente identificable, salvo si ha decidido permanecer en el anonimato. El segundo, en cambio, puede ser uno o varios, subjetivo u objetivo, interno o externo, omnisciente o equisciente, pues su responsabilidad es relatar las peripecias de los personajes y cómo cambian sus  vidas y los espacios donde transcurren, mientras el tiempo   pasa, hasta que el llega final  y el relato se acaba.

En el caso de El Quijote, nos encontramos con un narrador externo que conduce la narración en tercera persona, con algunas excepciones, que implican al autor del relato o modifican la distancia entre el narrador y lo narrado. Así, el  archiconocido comienzo de la novela, En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme... supone  una brevísima incursión de una primera persona, que es abandonada en el acto para decidirse por la tercera, externa a la historia.  

Esa entrada y ese "no querer acordarse", además de resultar bastante irónico, acentúa el control del narrador  sobre la historia,  así como los juegos que se trae con  su autor y la autoría de la misma, hechos a los que hemos de estar atentos. Un ejemplo muy claro de lo que decimos está en el capítulo I, cuando da a entender que él no es el que ha creado el personaje (Quieren decir que [...] se deja de entender que...) del hidalgo Quesada o Quejana. Como si estas alusiones a otros autores, de momento indefinidos e inconcretos, libraran al narrador de la responsabilidad de un relato que ya desde el principio sorprende tanto por lo novedoso como por lo disparatado. Bien claro lo deja cuando dice:
"...se vino a llamar don Quijote, de donde, como queda dicho, tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía llamar Quijada, y no Quesada como otros quisieron decir."
Otras veces busca el narrador la complicidad del lector,  situando a ambos en el interior del relato ( Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero ..., cáp. II), y otras, desde fuera (Autores hay que dicen [...] otros dicen que [...] o desde dentro (lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha...). Con este recurso, el narrador consigue también dotar a su relato de la necesaria y suficiente verosimilitud, tan recomendada por el propio Cervantes a lo largo de esta obra.

Se interrumpe el relato, el narrador reflexiona

Pero estas imprecisas alusiones a otros autores anteriores desaparecen cuando, al final del capítulo VIII, interrumpe el narrador el relato de la aventura con el  vizcaíno con el pretexto de no contar con los papeles de donde la había tomado:
"..deja pendiente el autor desta historia esta batalla, disculpándose que no halló más escrito destas hazañas de don Quijote [...]

Y si se lamenta el "segundo autor" de no poder seguir con su relato, también se extraña de que " los ingenios de la Mancha no tuviesen en sus archivos o en sus escritorios algunos papeles que deste famoso caballero tratasen...", de modo que declara su intención de hallarlos con el fin de acabar su relato. Este juego cervantino  con la autoría es  a su vez una forma de dar emoción a la historia,  suspendiéndola en un momento de gran tensión, como será  posteriormente propio de las novelas de aventuras, de las novelas por entregas, y en la actualidad, de las telenovelas. Otra muestra del talento cervantino.

Así que en el capítulo IX, el narrador expone al asombrado lector, sus reflexiones sobre la  seguridad de que algún sabio tomara a cargo sus nunca vistas hazañas(de don Quijote), cosa que nunca faltó a ninguno de los caballeros andantes. Y puesto que era costumbre que las aventuras de tales caballeros fueran recogidas por uno o dos sabios, concluye el relato con el feliz hallazgo de unos cartapacios y papeles viejos en el local de un sedero de Alcaná de Toledo. Tras lo cual, se nos aclara con el humor que caracteriza a esta obra, que reconoció que aquellos papeles trataban de don Quijote porque el muchacho que se los mostraba los abrió y, tras leerlos, comenzó a reír, pues en el margen decía: Esta Dulcinea del Toboso, tantas veces en esta historia referida, dicen que tuvo la mejor mano para salar puercos que otra mujer de toda la Mancha.

Así conocemos, por boca de este narrador en primera persona, que mandó traducir los papeles del arábigo al castellano  de la Historia de don Quijote de la Mancha, escrita por Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo.

De gran interés son las descripciones de las ilustraciones sobre la batalla entre el vizcaíno y don Quijote, así como la mención de detalles sobre el nombre de  aquel (Don Sancho de Azpeitia) y sobre lo bien dibujados que estaban Rocinante (...tan largo y tendido, tan atenuado y flaco, con tanto espinazo, tan hético y confirmado...) y Sancho Panza (...la barriga grande, el talle corto y las zancas largas, por eso se le debió de poner el nombre de Panza y de Zancas...)

Y mucho más interesante es la disertación, reflejo del pensamiento cervantino,  con que se cierra este paréntesis en el relato. Trata de la importancia de la verosimilitud como garantía de la calidad de cualquier historia que se precie. Y si reprocha al supuesto primer autor de las aventuras de don Quijote no haber alabado suficientemente al caballero, por ser arábigo ... y ser éstos mentirosos, elogia a los narradores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, seguidores siempre de la verdad, cuya madre es la historia.

En resumen, para concluir con este comentario sobre los juegos cervantinos entre narrador y autoría, llamamos la atención del lector sobre cómo Cervantes ha introducido una historia (la del  descubrimiento de los papeles del Cide Hamete) dentro de otra (las aventuras de don Quijote), estrategia narrativa que veremos muchas veces en esta obra singular y universal. Y que no se olvide la reflexión sobre las bondades de la verdad en los libros, parte de la teoría literaria que nos propone Cervantes mediante las voces de sus criaturas. GB






lunes, 4 de febrero de 2013

El Quijote, Prólogo

EL PRÓLOGO YA ES UNA BROMA

En la presentación de la propuesta de leer el Quijote, planteada en la primera reunión de este club de lectura, ya avanzamos algunas ideas sobre lo que nos encontraríamos como lectores. Desde las primeras líneas descubrimos a un Cervantes irónico, que escribe desde la distancia que da  la madurez y el haber tenido una vida llena de sinsabores. Para no llorar ante su situación y la del mundo que le rodea, Cervantes ha optado por reírse de todo, empezando por sí mismo. 
Sus comentarios nos hacen sonreír con benevolencia y sin demasiada amargura. Estamos ante alguien con gran sentido crítico sobre casi todo, sobre la vida y sobre la literatura, que tan bien conocía; ligeramente desengañado, no lo está tanto como para caer en la acidez del sarcasmo, así que se queda en la sorna y en la parodia. Y lo hace desde el comienzo, por lo que nos proponemos disfrutar con él y con sus palabras.

El autor busca la complicidad del lector dirigiéndose a él en segunda persona,  algo común, una de las convenciones en las publicaciones de la época. Pero en este caso encontramos en ese "desocupado lector", una cualidad que adscribe la lectura a su justo término: la de la diversión ociosa. Desecha así Cervantes esos lectores pedantes y sesudos, pagados de sí mismos y de la altura y nobleza de sus actos, para admitir a aquellos que quieren hacer lo mismo que el escritor: pasarlo bien.

Y si lo que se llevaba en otros prólogos era la alabanza de la obra, nuestro autor opta por lo contrario, es decir por lamentarse de su "mal cultivado ingenio" y de haber engendrado "un hijo seco, avellanado y antojadizo". Para colmo, se ríe de  otros libros creados en maravillosos escenarios, con la mención del tópico del locus amoenus, y completa la jugada con la observación de que esta criatura se "engendró en la cárcel". Con esta estrategia de burlarse de sí mismo y de su libro, se cura Cervantes de lo que otros podrían decir de ambos, que fue mucho y malo, administrando el remedio antes de la enfermedad, una terapia bastante recomendable para aquellos que ya han sufrido bastante y no quieren seguir por ese camino.   

A continuación pasa el autor a plantear otro cliché que estaba de moda desde la Edad Media: las filiaciones de la obra, en qué autores se inspiró y qué fuentes consultó para construir su libro. Era costumbre que todos los autores incluyeran grandes listas de autoridades literarias, filosóficas y científicas, desde los griegos hasta sus contemporáneos, pues era eso lo que daba a la obra prestigio.  Así que Cervantes se inventa un interlocutor con el que platica sobre estas cuestiones y nos muestra en forma de diálogo su intención de dejarnos a solas con la novela y ofrecérnosla "monda y desnuda, sin el ornato del prólogo, ni de la innumerabilidad y catálogo de los acostumbrados sonetos, epigramas y elogios que al principio de los libros suelen ponerse".

Así que, planteado el problema, la solución que le propone su amigo es sencilla: copiar de esos libros tan sabios la lista de autores, de la A a la Z, y asunto resuelto. En cuanto a los sonetos de autores prestigiosos que solían anteceder a las obras, más de lo mismo: los escribe el propio Cervantes y después, como dice su interlocutor, con muy buenas razones, se les pone el nombre de quien se quiera "ahijándolos al Preste Juan de las Indias o al emperador de Trapisonda". Tampoco hay que preocuparse de buscar citas y sentencias ni mencionar bibliografía alguna, pues basta con introducir alguna de "las sentencias o latines que vos sepáis de memoria [...] y luego, en el margen citar a Horacio" , y listo.  Por cierto, lo sonetos y poemas que siguen al prólogo son tan disparatados como divertidos. Dejamos al lector que los conozca y los disfrute.

Esta técnica paródica es una de las claves para entender y disfrutar de esta original novela. Así, se ríe el lector con  la burla de tales ocurrencias y costumbres, a la par que las conoce y aprende, una forma bastante agradable de instruir deleitando, como dijo el desconocido autor de el Lazarillo de Tormes.

Con más seriedad y sin ironías, declara el autor que el libro es "una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón". De esta afirmación se infiere que Cervantes tenía clara conciencia de la originalidad de su novela, puesto que no podía encontrar referencia alguna en ningún escritor del pasado. 

En cuanto al estilo, desprecia Cervantes los confusos e intrincados párrafos al uso, y opta por "palabras significantes, honestas y bien colocadas" para que "salga la oración y período sonoro y festivo". Sencillez y claridad frente a abigarramiento y oscuridad, lo que adscribe a nuestro escritor a la frontera entre la estética renacentista y la barroca. No nos resistimos a incluir la última y extensa cita en la que el amigo del autor menciona los efectos que  desea produzca  el libro en todo tipo de lectores:

"...leyendo vuestra historia, el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente, el simple no se enfade, el discreto se admire de la invención, el grave no la desprecien ni el prudente deje de alabarla"

Para acabar este comentario, nos detenemos en algo que nos ha conmovido: la ternura y cariño que Cervantes tuvo por su criatura, tanto por el libro como por los dos personajes que elevó a la categoría de mitos literarios. Así leemos en el cierre de este singular prólogo. 

"Don Quijote de la Mancha  [...] fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos. [...] pero quiero que me agradezcas el conocimiento que tendrás del famoso Sancho Panza, su escudero, en quien, a mi parecer, te doy cifradas todas las gracias escuderiles que en la caterva de los libros vanos de caballerías están esparcidas" GB

domingo, 3 de febrero de 2013

Robinson Crusoe, lo que piensa el Club de Lectura

LO QUE DICE EL CLUB DE LECTURA

Como es costumbre, publicamos un resumen de la interpretación de la novela tras el debate celebrado el pasado martes. Estamos de acuerdo en que por un lado hablaremos de la novela como relato o narración, y por otro, de las ideas contenidas en el libro, que son muchas y muy interesantes.

Un best-seller dieciochesco

¿Fue Robinson Crusoe uno de los best-sellers de su momento?
Como relato, Robinson Crusoe es una novela bastante mediocre, en la que un narrador en  primera persona cuenta las aventuras de un Robinson joven y alocado, que acaba naufragando en una isla desierta. Tras las numerosas  y conocidas peripecias que llevan a nuestro protagonista a luchar enérgicamente por su supervivencia, finalmente consigue salir de la isla y regresar a Inglaterra, donde recupera sus bienes y fortuna y emprende otros viajes. 

Este libro alcanzó gran éxito en su tiempo y proporcionó al autor la fama y la gloria de haber creado uno de los mitos literarios más consolidados  e imperecederos de la Historia de la Literatura: la isla como metáfora de la soledad, que potencia la necesidad de reflexión y transformación. 

El narrador cuenta la historia desde su memoria, una vez pasados y concluidos los hechos, por lo que lo hace desde la omnisciencia que da el haberlos vivido y experimentado. Dicho conocimiento se manifiesta en la numerosas anticipaciones y prospecciones temporales que salpican el relato, aunque las discronías que se observan en las alusiones al tiempo de la historia (unas 30 aproximadamente) evidencian la falta de cohesión en una obra propia de un principiante o un autor novel. Lo mismo sucede con ciertas secuencias en las que lo fantástico roza lo inverosímil, como las aventuras de la lucha contra el oso y los lobos, durante su viaje de vuelta desde Lisboa a Inglaterra, cruzando España y Francia.

Sabemos que la historia se inspira en un hecho real -muy  conocido y difundido en la época de Daniel Defoe- como fue el naufragio del marinero Alexander Selkirk, que sobrevivió en soledad durante cuatro años en la isla Juan Fernández, frente a la costa chilena. Y si consideramos que la calidad literaria de Robinson Crusoe como novela es dudosa, quizá se deba a que, posiblemente, lo prioritario para el autor   haya sido destacar un conjunto de conceptos morales y religiosos que conectan el relato con las inquietudes e intereses de su época.

Psicología y religión

Como lectores de esta novela y con la distancia que dan los siglos que nos separan desde su publicación, percibimos un más que considerable análisis del ser humano y sus emociones. En este sentido, se podría considerar que la evolución interior de Robinson responde a algunas  tendencias de las modernas ciencias del comportamiento. Se observa así en el personaje la necesidad de sobrevivir a las circunstancias más adversas mediante la valoración positiva de lo que tiene,  desestimando la queja por lo que no posee. Esta estrategia le sirve cuando hace la estimación de su situación con la lista comparativa entre lo positivo y negativo de su vida en la isla, técnica por cierto de gran actualidad y estimación en los métodos empleados por los psicólogos. Y esta actitud -reiterada en numerosos momentos de la historia- le lleva a enfrentarse a las peores experiencias y a su consecuente superación, con la confianza que da la creencia de que el ser humano es capaz de sobreponerse y vencer cualquier adversidad con ingenio, esfuerzo y paciencia, como afirma nuestro único y solitario protagonista.

Pero las respuesta psicológicas que el libro documenta están impregnadas del sentimiento y de la educación religiosa del autor de la novela, que se filtran en el relato y en el pérfil del personaje. Las ideas religiosas -emanadas en su casi totalidad del prebisterianismo protestante al que se adscriben Daniel Defoe y su criatura literaria- penetran y condicionan los más importantes momentos de la experiencia de Robinson. Veamos los núcleos fundamentales de su forma de pensar y concebir  su vida particular y la del hombre en general:

  • La culpa por la desobediencia paterna, el arrepentimiento, y la aceptación del castigo, como  expresión del destino dictado por la Providencia divina.
  • El consuelo basado en la aceptación de tal destino y en el reconocimiento del pecado inicial.
  • La consideración de un Dios liberador del pecado y de la aflicción, por lo que deberá ser glorificado (sobre todo los domingos, como mandaban los ritos presbiterianos)
  • La importancia de la Biblia como libro que rige las vidas de los hombres.
En resumen, podríamos afirmar que Robinson Crusoe sintetiza los principios de la sección presbiteriana del calvinismo anglicano, que se oponía al episcopalismo ortodoxo defendido por Isabel I, Jacobo I y Carlos I, y al que se opuso con ímpetu y ahínco, Cromwell, cuyas decisivas medidas  restaron poder a la Iglesia y a la monarquía. La defensa de la libertad de conciencia  y de un ritual austero, reflejo de la sobriedad de la vida, se manifiestan también en la novela como vimos en la tertulia pasada.

El toque ilustrado

Nos llamó la atención el "elogio de lo intermedio o lo mediano" que expresa las recomendaciones del padre de Robinson. El club lo interpreta como una defensa de lo que será la clase media, soporte de la futura burguesía:
"...en medio de los dos extremos, entre los pequeños y los grandes; que los hombres prudentes atestiguaban que allí se hallaba el grado justo de la auténtica felicidad cuando rezaban pidiendo no ser nunca pobres ni ricos " (Robinson Crusoe)
 Esta idea, procedente de  la Ilustración, se completa con otras que enumeramos a continuación:

  •   Afirmación del individuo como responsable de su aprendizaje, el cual emana de la experiencia, y cuyo ingenio se consolida con el esfuerzo y la constancia.
  • El derecho del hombre a ser feliz en un mundo casi perfecto y paradisíaco donde el bien gobierne.
  • Creencia en la bondad natural del hombre (el buen salvaje), incrementada con la educación y los preceptos religiosos.
  • Relativismo en los juicios sobre otras  culturas y sus costumbres (canibalismo de los salvajes)
  • Creencia y defensa de la igualdad de  los hombres.


En suma, un compendio de valores ilustrados que anuncian los cambios económicos, sociales y morales sobre los que se asentará el mundo moderno. Una visión optimista de la humanidad, basada en la confianza en la razón y en la ciencia;Una ética hedonista, que consolida el derecho al placer natural, y una moral fundamentada en la bondad del ser humano.

Y más cosas...

Hay todo un universo de ideas en Robinson Crusoe. Imposible detenernos en todas, aunque nos llamó la atención lo siguiente: el viaje se considera peligroso pero necesario para que Robinson reflexione y alcance una madurez que no tenía, que se transforme en otro ser distinto del que llegó a la isla. La isla, por cierto, es al mismo tiempo prisión y hogar, que el hombre hace a su medida, y al que volverá siempre, como hace nuestro protagonista. Una idea que ha alimentado la imaginación y ha estimulado la creatividad de los escritores y pensadores que siguieron a Daniel Defoe. 

Un relato ingenuo, con más ideas que aventuras. No es un libro de viajes, sino un libro en el que el viaje es un símbolo, raíz del mito. La crítica coincide en considerar esta novela, como dice Manuel  Vázquez Montalbán:

"...una metáfora y una parábola moral e ideológica sobre el individuo abandonado en la naturaleza, sin otro aval, ni otra sanción real que su vínculo con la Providencia. En la parábola se refleja el mundo de la burguesía a través de uno de los más tenaces propagandistas de su consciencia ascendente: Daniel Defoe. [...]  Defoe creía haber escrito una alegoría puritana [...] pero es ya un utilitarista.
Robinson y el capitalismo salvaje, Dicciembre, 1997.


Lo que queda por decir lo dejamos al arbitrio del lector, como comentar el humor de algunas descripciones, el valor del dinero, el pragmatismo del personaje, o la valoración de esa Segunda Parte de Robinson Crusoe, que una de las tertulianas conoce y cuya opinión sería interesante conocer. GB.

 





lunes, 28 de enero de 2013

Robinson Crusoe

Queridos amigas y amigos del Club de Lectura: mañana, 29 de enero, a las 11h. nos reuniremos para debatir y cambiar impresiones sobre los dos libros que hemos leído este mes: 
Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, y La marca del meridiano, de Lorenzo Silva.

La lectura principal es la novela de Defoe, ya que el grupo ha elegido el tema de El viaje como metáfora de la vida. La novela negra  de Silva es complementaria y por ello la dedicaremos menos tiempo y la comentaremos por encima, pues ya  trabajamos a este autor con más profundidad el año pasado.

Así que el grueso del debate estará dedicado a Robinson Crusoe. Esperamos mucho lío. Ya os contaremos. GB

miércoles, 20 de junio de 2012

OTROS LIBROS

Algunas de las asistentes al club de lectura han sugerido que recomendemos lecturas para el verano. Quizás algunas de ellas sean objeto de nuestros comentarios el curso próximo. Así que ahí van algunos títulos que, como siempre, son variados en estructura, interés, amenidad y dificultad:

Yo confieso, de Jaume Cabré.




Libertad de Jonathan Franzen






París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas


GB

ELIZABETH COSTELLO


El último martes de mayo celebramos la también última sesión del curso correspondiente al club de lectura. Fue una reunión intensa y apasionante, motivada por la peculiaridad de la novela elegida cuyo título Elizabet Costello, remite al personaje femenino que articula este singular relato de Coetze, seguramente  uno de los más grandes narradores de nuestro tiempo. 

Al comienzo de la sesión, fueron muchas las voces que comentaron que la novela les había parecido difícil de leer y que no la habían entendido. Acordamos que no era una narración al uso, pues apenas había acción y mucho menos, suspense, ese acicate que nos incita a leer movidos por el deseo de saber qué les pasará a los personajes. Alguien apuntó con acierto que más que novela parecía un ensayo dada la cantidad de temas que planteaba, invitando al lector a reflexionar sobre una diversidad de asuntos que toca  las fibras más sensibles del ser humano. 

A continuación nos dispusimos a penetrar en el interior del libro y a descubrir los tesoros ocultos en las profundidades de  su escritura. Adelantamos que al finalizar la sesión, tras dos horas de intenso debate, nos sentimos deslumbradas tanto  por la obra como por el personaje, y dispuestas a leer o releer  este texto, para empaparnos de su sabiduría y disfrutar del conocimiento y de las sugerencias suscitadas  durante la reunión.

EL PERSONAJE

Para empezar, nos encontramos con un relato que gira alrededor de un personaje femenino de unos 70  años,  Elizabeth Costello, escritora australiana de éxito reconocido, que se encuentra  en esa etapa de la vida en que uno se va distanciando de cosas y personas, y se plantea qué es lo que de verdad importa. Como intelectual de cierto prestigio, la escritora viaja por Estados Unidos, África, visita los países nórdicos como conferenciante de un crucero supuestamente "cultural", y participa en congresos holandeses sobre literatura. Durante su estancia en estos espacios que simbolizan el mundo en sus diversas versiones, encontramos a una mujer mayor, cerca de la vejez, cansada física y emocionalmente, distanciada de los afectos familiares y de las pompas literarias de universidades y otros foros de lucimiento.  

Persona antes que escritora y madre, nos sorprende con su lucidez para enfrentarse a la hipocresía y a la estupidez de los hombres y mujeres que la rodean, pero no la comprenden ni acompañan. Así que un rasgo de EC es su profunda soledad ante el rechazo de aquellos que no aceptan que su comportamiento no se ajuste a los  estereotipos establecidos. Sus hijos temen y se avergüenzan de sus "excentricidades" y no le perdonan que no se haya ajustado al modelo materno en vigencia. Los profesores universitarios que la invitan a sus eventos culturales, le reprochan que sus discursos no aporten mayor gloria y prestigio a sus personas o departamentos. Sus colegas le  echan en cara su falta de interés en conseguir dinero y fama con sus libros y conferencias. En fin, que todos se alejan de ella y ella se aleja de todo y de todos, para desde ese distanciamiento, ofrecer al lector atento la más lúcida radiografía del ser humano y sus miserias. 

Junto a la cruel disección que EC hace de la sociedad y sus costumbres, percibimos el dolor de  un personaje que encarna la proximidad de la vejez y la cercanía de la muerte. Nos conmovemos con sus miedos a ser rechazada o incomprendida, con su inquietud ante el ridículo, con su desconfianza ante las alabanzas ajenas; y sentimos su cansancio vital, la pérdida de salud y energía para enfrentarse a los demás, la conciencia de la inutilidad de la argumentación razonable, dirigida a un mundo que consume como loco  una felicidad rápida, propiciada por el gusto por lo fácil, superficial y aparente. Y a pesar de todo se atreve y se enfrenta, dice su verdad aunque ello le cueste el bienestar de sus días y provoque una oleada de críticas, tanto privadas como públicas. Un personaje femenino, lleno de realismo y sabiduría, que es molesto al resto de personajes y quizás al propio lector, porque va quitando a todo y a todos, velos y máscaras, y nos deja a solas con nosotros mismos, con la esencia de lo que somos. El valor y la sinceridad acompañan en todo momento a EC, hasta la antesala de la muerte, un lugar simbólico, un puente que no puede cruzar porque también allí le es imposible mentir.

LO METALITERARIO

Cuando una novela habla de literatura, como El Quijote, se añade  otra dificultad para el lector poco habituado. Y EC está salpicada de alusiones a la creación y a la historia literarias y especialmente a la novela como testimonio y como género. El libro comienza con una alusión a los dos lados de un puente que bloquea el camino al viajero, metáfora de la escritura y de la vida. El aquí y el allí, como puntos de salida y llegada de una trayectoria tanto literaria como vital, representan  el miedo a comenzar la peligrosa andadura, a caminar consumiendo el tiempo y llenando el blanco de la página. El epílogo alegórico del final de la historia de EC nos sitúa, con la ironía que impregna todo el libro, en un  metafórico fin de la vida, en un mítico preludio del Hades, con sus cancerberos vigilantes de las puertas por las que se accede al mundo de los muertos. Todo es  allí, sórdido y feo, árido y seco, sin luces blancas ni deslumbrantes. Sólo un desierto pedregoso, ligeramente atisbado, como una esperanza que se desvanece. Al otro lado hay más de lo mismo:nada. Ni vida ni literatura - parece querer decirnos EC- son lo que creemos, lo que nos quieren hacer creer los inventores de los viejos bálsamos existenciales. Cuando EC describe el lugar que es la antesala de la muerte, del sublime momento del tránsito al más allá, de pronto es consciente de que la descripción contiene una atmósfera claramente kafkiana. "¡Maldita literatura!" dice EC. Ni siquiera aquí puede desprenderse de ella y sus ficciones. Ah, y no se crean ustedes nada, que esto no es nada más que ficción, una simple novela.

Aunque la obra está llena de alusiones y juicios literarios (sobre el realismo y las vanguardias, la novela africana, los límites del feísmo y la crueldad temáticas) lo que creemos realmente importante es la insistencia en contrastar vida y literatura. "Entre amar y escribir, elijo amar" afirma nuestro fascinante personaje, en una clara valoración de la existencia y las emociones, los afectos. Sólo así se entienden los fragmentos de las dos cartas que cierran el texto, una real y otra ficticia. Veamos que podrían significar:

Hugo Von Hofmannsthal fue un poeta de comienzos del siglo XX, que decidió dejar de escribir en su juventud identificándose con el lord Chandos que comunica a lord Bacon la supremacía de la experiencia vital y directa sobre cualquier otra realidad.
La otra, firmada por la ficcional EC, identificada a su vez con lady Chandos, ruega a Bacon que cure a su marido de cierta hipersensibilidad perceptiva que le hace establecer  contacto con la realidad sin usar palabra alguna. ¿Quiere decir esta lady Chandos, alter ego de EC, que está  tan asombrada por la fuerza de la vida y el "éxtasis" que ese descubrimiento le provoca, que se asusta de esta realidad tan increíble y sobre todo, inefable. Ine-fable: que no puede ser hablada, contada con palabras, es decir convertida en literatura???

Esta es una cuestión que planteamos a nuestras contertulias y sobre la que habría que meditar e... investigar.

LOS GRANDES TEMAS

No podemos comentar con detalle todos los temas de interés que se plantean a los largo de la novela, pues ello nos llevaría a un discurso tan largo como está resultando ya éste en el que nos encontramos sumidos. Así que me limitaré a enumerar algunos, y que sea el lector o  seguramente lectora, quien los busque, analice y comente si lo desea, en este foro o en otros.


  • Las relaciones familiares y los estereotipos humanos.
  • la hipocresía y la falsedad de la imagen que proyectamos.
  • La interesada versión de la "africaneidad" en la novela.
  • El mercantilismo literario.
  • El escepticismo ante el pensamiento "correcto".
  • la literatura, reflejo del mundo?
  • Defensa del subjetivismo creativo.
  • Defensa de los animales y otros seres análogos.
  • Crítica a la presencia del mal o la crueldad en el arte.
  • Defensa de la libertad, crítica de la esclavitud.
  • Crítica de la ignorancia, defensa de la compasión, como forma de compartir, ponerse en el lugar del otro.
  • Relativismo del antropocentrismo occidental.
  • Crítica del conductismo.
  • Análisis de la conciencia y la culpa.
  • Sobre la belleza, el humanismo frente al fanatismo.
  • Sobre el erotismo y los deseos juveniles.
  • Sobre la inmortalidad de los dioses y el hombre como ser mortal.
  • Sobre el dolor de la vejez y la aceptación de la muerte.
  • Sobre las creencias, el amor y el exceso de literatura.
  


En fin, quizás haya aún más, pues esta novela es de las de cabecera, de las que se puede volver a leer una y otra vez y descubrir nuevos universos y nuevas ideas. Da que pensar.
En resumen, que el personaje EC no admite restricciones a la libertad, ni admite ideas sectarias o paños calientes. 

Que en carne viva se expone. Ni con la razón ni con la fe. Con el corazón. 
GB.

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