lunes, 24 de mayo de 2010

Simenon, punto y aparte

Simenon, punto y aparte



No me resisto a compartir con vosotros mis reflexiones sobre Simenon, ese autor que tanto ha impresionado a los que lo han leído por primera vez.


Creo que uno de los logros de Simenon es precisamente la elección de una voz narradora singular que constituye su peculiar estilo narrativo. Aunque se trata de un narrador externo en 3ª persona no podemos limitar nuestro juicio a una hipótesis tan simplista, pues como lectores percibimos algo más, una especie de transparencia en las huellas que deja en el relato, como si no estuviera presente en el mismo. A pesar de que sin duda controla todos los aspectos de la narración, da la impresión de que se aleja a un rincón oscuro para dejar en primer plano la vida y misterios de su protagonista, en este caso el entrañable Louis Cuchas (La mirada inocente)


Su equívoca omnisciencia se combina con una deliberada ambigüedad que se traduce en un aparente desconocimiento y descontrol sobre los hechos que se suceden en la novela. Su discurso está lleno de dudas, conjeturas e interrogaciones retóricas, es decir, de esas que no esperan respuesta sino que se formulan para reflexionar y hacer pensar al que las escribe y al que las lee. Esa disimulada y fingida ignorancia sobre las circunstancias de la vida de sus personajes, de las causas y consecuencias de sus actos, confiere al relato un tono que impregna al protagonista Louis Cuchas. Pues ¿cuál sería la respuesta del narrador de esta historia si se le preguntara por qué se muestra tan inseguro de lo que cuenta? Quizá diría lo mismo que su personaje cuando es requerido por las razones de su arte: “No lo sé”


Me llama la atención de Simenon y de su particular estilo narrativo, el tono melancólico casi apático del narrador y de sus personajes, que no parecen ser dueños de su destino y aceptan sus limitaciones tanto en el control del argumento como de la propia existencia. Y por eso, ambos –narrador y personajes- se sitúan fuera de los acontecimientos, que discurren sin estridencias como la lluvia suave o las tranquilas y lentas aguas de un río. El resultado es cierto esquematismo narrativo, una aparente y nítida quietud que constituye el estilo de Simenon, casi poético, por lo sugerente y ambiguo, y creador de una atmósfera en la que emergen sentimientos y pasiones que no se muestran del todo, que ocultan siempre algo. Y sin embargo tan creíbles y verosímiles, porque eso es lo que los hace tan parecidos a nosotros mismos.


¿Podríamos continuar estas reflexiones suponiendo (yo también dudo y me pregunto) que las analogías entre el narrador y el personaje de Louis Cuchas podrian extenderse al más famoso de los personajes de Simenon, el comisario Maigret?


Pues, diferencias aparte, ¿no es también el gordo y cachazudo Maigret un tanto lento y remolón a la hora de actuar? ¿no prefiere la distancia contemplativa de una realidad que es atentamente observada, calibrada y archivada gracias a una mirada que ya no es inocente? Maigret, como Cuchas, no quiere cambiar el mundo, se limita a aceptarlo como es sin juzgarlo y dejando que las cosas sucedan. Aunque su trabajo es atrapar a los malos, ¿no es cierto que percibimos cierta tolerante comprensión de los delitos cuyas causas están en las injusticias de la sociedad, que generan más víctimas que criminales? La mirada de Maigret se tiñe en esos casos de una humana, tierna y profunda compasión.


1 comentario:

Unknown dijo...

Hola, soy Jose Ant., como ayer llegué un poco tarde no escuché lo que había escrito Gloria sobre Simenon y ahora lo he leído y me parecen unos comentarios acertadísimos que nos ayudan, al menos a mí, a leer con más fundamento lo que tenemos entre manos.Mis impresiones sobre este autor son similares pero yo al no ser literato, si no más bien científico no me puedo expresar de esa forma tan maravillosa con que lo haces tú Gloria.
Un saludo a todos.

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