Muerte
de una heroína roja es
una de las novelas del escritor chino afincado en Washington, Qiu Xiaolong.
Hemos elegido esta obra para poner punto final a nuestro club de lectura, con
una historia más ligera. Tras las cuatro novelas relacionadas con el tema de este año, “El viaje como metáfora de la
vida”, necesitábamos una lectura entretenida, sencilla y asequible a la mayoría
de los miembros del club. Hay que tener en cuenta que las cuatro novelas de
este año han supuesto un esfuerzo para muchos de nosotros, debido a su
complejidad temática, su lenguaje y su dificultad formal. Sin duda, la más complicada
ha sido Lord Jim, de Conrad, pero
también pensamos que ha sido la más sugerente e interesante, por lo que quizá
alguien se anime a leerla o releerla con
otra perspectiva.
Con
la lectura de Muerte de una heroína roja
nos hemos acercado a un género que conocemos bien: la novela negra actual. Este
autor nos ha parecido interesante, no tanto por la trama criminal que
investigan el inspector Chen y su ayudante el agente Yu, sino por el contexto
en que se desarrolla la historia. La
aparición del cadáver de una mujer que ha sido modelo de conducta en la
China socialista, pone en marcha una maquinaria investigadora que abarca desde
los más altos funcionarios del partido hasta los protagonistas del despertar
capitalista en la China actual. Todo un universo de personajes y situaciones,
que muestran al lector cómo es la sociedad del Shangai moderno, con sus casas
colectivas, sus calles abarrotadas de gente y puestos ambulantes de comida,
sus mercados, sus comercios, parques y
bibliotecas.
La
historia desvela los entresijos de la política de partido, el poder emergente
de los nuevos ricos y las mafias relacionadas con la construcción y otros
negocios avalados por funcionarios
corruptos. Como en la novela negra clásica, se confunden las instancias más
altas con el hampa siempre inmune al
imperio de la ley. Pero el desarrollo del argumento y el descubrimiento del
delito es más amable que en el género original, con un detective que es funcionario del estado y también poeta, un
pensador con algo de filósofo. Situado en una cómoda ambigüedad, el inspector
Chen recorre el camino que le conduce a su indagación a la par que escribe
poesía o realiza una investigación literaria. Sus reflexiones están salpicadas
de aforismos poéticos de los escritores clásicos y contemporáneos de la
literatura china, lo que hace muy agradable y sensitiva la lectura de las
novelas de Xiaolong.
También
resultan nuevos y sugerentes para el lector occidental los nombres de las
calles y lugares, así como el vocabulario específico de objetos, sentimientos y
situaciones propios de una cultura que le resulta aún exótica y lejana. A todas
estas particularidades hay que añadir la crítica política, no sólo la propia de
un sistema excesivamente jerarquizado y autoritario, sino la de épocas pasadas,
como la revolución roja de los años 40, y
el movimiento maoísta posterior, a la que se añade la incertidumbre por
la irrupción de la economía de mercado de la actualidad. Así que concluimos que
esta novela nos ofrece un mosaico de temas que forman el telón de fondo de la
trama policiaca, lo que resulta agradable de leer al tiempo que instructivo y
motivador. Una lectura fácil y entretenida, que, junto a la última novela de
Petros Márkaris, Liquidación final,
nos ha alegrado la última sesión del club. GB.
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