“MAESTROS ANTIGUOS” de Thomas Bernhard
CERO COMENTARIOS Y UNA
CONCLUSIÓN.
Por
José Luis Vicent Marin.
Creo
que no diré nada del libro. Si el exigente Reger escucha lo que diga del libro
que he leído, tirará por tierra todo lo que diga del libro que cree que he
leído y me exigirá leerlo de nuevo. Pero ahora que yo sé que he leído el libro,
ya sé cómo leería de nuevo el libro. Ahora que ya he terminado de leer el libro
en que Aztbacher escucha, cuenta y escribe cómo Reger habla de sí mismo y de la
vida desde sí mismo, ya sé cómo el propio Reger leería el libro en que
Aztbacher permite a Reger que hable de sí mismo y de la vida desde sí mismo. Si
yo fuera Aztabacher, escucharía cómo Reger me dice que debo leer el libro de
Reger y si fuera Irrsigler, me acercaría al oído de Reger para decirle que no
hay problema en que se tome su tiempo para contar a Aztbacher el propio libro
de Reger. Puede que Reger o Aztbacher o incluso Irrsigler no nos hayan dicho
nada y yo o cualquiera, cualquiera o yo, hayamos leído el libro como quien dice
en tiempo real y puede que entonces así, en esas tres o cuatro horas, hayamos
cogido un empacho intelectual o un empacho depresivo o un empacho
depresivo-intelectual del que ya nunca nos repongamos. O puede que nos
repongamos pero no nos demos cuenta de que nos reponemos. Pero también es
posible que Reger o Aztbacher o incluso Irrsigler sí me digan algo, a mí o
cualquiera, sí me adviertan que debo leerlo detenidamente, administrándolo como
una medicina, seis páginas por la mañana, seis por la tarde y seis por la noche
durante seis días, y el séptimo descansar y reflexionar. Reflexionar y
descansar sobre todo lo leído. Incluso sobre los fragmentos leídos entre cada
acto de mañana, tarde y noche, reflexionar y descansar. Descansar con el mono
obrero de Irrisgler y reflexionar con el mono intelectual
de Reger a fin de digerir y si es preciso evacuar lo inconveniente o justo lo
conveniente para que cada dosis haya consistido justo en el cien por cien de
una ingesta conveniente. Tal vez me avisen o adviertan, como advierten y avisan
en el libro, que me fije, que me fije mucho, que me fije hasta encontrar la
coma o el punto fuera de sitio, que me fije también en la letra cursiva hasta
ver si la encuentro en la frase que no toca, incluso en la palabra que no toca
o en la parte de una palabra que no toca. Que me fije en las frases que parecen
repetirse para repetir el sentido sin repetir la frase, hasta encontrar la
frase que repite el sentido y la propia frase. Que me fije en el recordatorio
insistente de la cesión narrativa, así como una letanía, hasta encontrar si
excede los límites de una letanía. También que me fije en lo que dicen, que
profundice mucho en lo que dicen, aunque lo que dicen sé que se parece mucho a
lo que ya conozco si de verdad me fijo en lo que ya conozco. Así hasta
encontrar el defecto, así una y otra vez hasta encontrar el defecto. El defecto
que a base de insistir en el defecto de insistir, no haga perfecta a esta obra
y la tire por tierra por el único defecto de no haber sabido leerla.
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