domingo, 19 de febrero de 2017

Maestros antiguos y su discurso

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MAESTROS ANTIGUOS” de Thomas Bernhard

CERO COMENTARIOS Y UNA CONCLUSIÓN.
Por José Luis Vicent Marin.


Creo que no diré nada del libro. Si el exigente Reger escucha lo que diga del libro que he leído, tirará por tierra todo lo que diga del libro que cree que he leído y me exigirá leerlo de nuevo. Pero ahora que yo sé que he leído el libro, ya sé cómo leería de nuevo el libro. Ahora que ya he terminado de leer el libro en que Aztbacher escucha, cuenta y escribe cómo Reger habla de sí mismo y de la vida desde sí mismo, ya sé cómo el propio Reger leería el libro en que Aztbacher permite a Reger que hable de sí mismo y de la vida desde sí mismo. Si yo fuera Aztabacher, escucharía cómo Reger me dice que debo leer el libro de Reger y si fuera Irrsigler, me acercaría al oído de Reger para decirle que no hay problema en que se tome su tiempo para contar a Aztbacher el propio libro de Reger. Puede que Reger o Aztbacher o incluso Irrsigler no nos hayan dicho nada y yo o cualquiera, cualquiera o yo, hayamos leído el libro como quien dice en tiempo real y puede que entonces así, en esas tres o cuatro horas, hayamos cogido un empacho intelectual o un empacho depresivo o un empacho depresivo-intelectual del que ya nunca nos repongamos. O puede que nos repongamos pero no nos demos cuenta de que nos reponemos. Pero también es posible que Reger o Aztbacher o incluso Irrsigler sí me digan algo, a mí o cualquiera, sí me adviertan que debo leerlo detenidamente, administrándolo como una medicina, seis páginas por la mañana, seis por la tarde y seis por la noche durante seis días, y el séptimo descansar y reflexionar. Reflexionar y descansar sobre todo lo leído. Incluso sobre los fragmentos leídos entre cada acto de mañana, tarde y noche, reflexionar y descansar. Descansar con el mono obrero de Irrisgler y reflexionar con el mono intelectual de Reger a fin de digerir y si es preciso evacuar lo inconveniente o justo lo conveniente para que cada dosis haya consistido justo en el cien por cien de una ingesta conveniente. Tal vez me avisen o adviertan, como advierten y avisan en el libro, que me fije, que me fije mucho, que me fije hasta encontrar la coma o el punto fuera de sitio, que me fije también en la letra cursiva hasta ver si la encuentro en la frase que no toca, incluso en la palabra que no toca o en la parte de una palabra que no toca. Que me fije en las frases que parecen repetirse para repetir el sentido sin repetir la frase, hasta encontrar la frase que repite el sentido y la propia frase. Que me fije en el recordatorio insistente de la cesión narrativa, así como una letanía, hasta encontrar si excede los límites de una letanía. También que me fije en lo que dicen, que profundice mucho en lo que dicen, aunque lo que dicen sé que se parece mucho a lo que ya conozco si de verdad me fijo en lo que ya conozco. Así hasta encontrar el defecto, así una y otra vez hasta encontrar el defecto. El defecto que a base de insistir en el defecto de insistir, no haga perfecta a esta obra y la tire por tierra por el único defecto de no haber sabido leerla.

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