jueves, 17 de diciembre de 2020

Trafalgar - Comentario

Trafalgar, la historia desde dentro
Gloria Benito


Ha sido un acierto haber escogido los Episodios Nacionales de Galdós como  parte del programa de nuestro club de lectura para el curso actual. Durante la pasada reunión online, casi todos los asistentes se mostraron tan agradablemente sorprendidos que, tras la lectura de Trafalgar, obligatoria, se animaron a continuar con La corte de Carlos IV, voluntaria. Lo que es un éxito absoluto, dado que uno de los objetivos del club es promover el encuentro con nuevas lecturas o autores. En este caso, muchos expresamos nuestro propósito de leer la obra completa durante las largas vacaciones de verano y, quizá, celebrar después una fiesta lectora con acompañamiento gastronómico de la época.
La tertulia se planteó como una indagación en los recursos narrativos que Galdós habría utilizado para hacernos sentir tan confortablemente instalados en su universo ficticio. Una de las primeras aportaciones se centró en la forma de combinar Historia y ficción haciendo a la primera ligera, y a la segunda entretenida. Esta particularidad del relato tiene que ver con la voz narradora que conduce la narración. La historia va surgiendo de los recuerdos de Gabriel Araceli, que sintiendo cercana la muerte, rememora los azarosos episodios de su vida entre 1805 y 1834, con la intención de contar muchas cosas relacionadas con grandes acontecimientos y grandes batallas.
 
“Mi relato no será tan bello como debiera, pero haré todo lo posible para que sea verdadero”
 
Esta afirmación nos lleva a otro logro medular del libro: la verosimilitud, que nos seduce como lectores entregados y crédulos ante una historia perfectamente estructurada por un autor curtido en las estrategias narrativas. Y esto es posible porque el narrador es un testigo directo de todo lo que sucede y además tiene la habilidad de ceder ocasionalmente su voz a otros personajes, que también dan testimonio de lo que vieron y vivieron. Los hechos históricos surgen de una pluralidad de voces que representan diversos estamentos sociales desde diferentes perspectivas. La ficción acoge así a la Historia dotándola de vitalidad y dinamismo.
La imbricación de estas dos categorías produce en el lector la sensación de estar contemplando la Historia desde los ojos, sentimientos y emociones de los personajes. Don Alonso, que se asemeja a un Quijote decimonónico, aporta el punto de vista idealista de un patriotismo desmesurado, mientras que su complementario, Marcial-Sancho, lo hace desde la perspectiva del marinero bregado en las artes de la guerra y en los sufrimientos de la vida. Doña Francisca es la escéptica voz del pueblo que sólo quiere vivir en paz. Don Rafael Malespina personifica la oficialidad competente y moralmente obligada a participar en una contienda en la que no confía y que le alejará de su novia Rosita, todo un tópico del melodrama. No falta el cómico Don José Malespina con sus desorbitados embustes, un eficaz contrapunto al tono épico de batallas y episodios brutales y sublimes como la muerte de Churruca.
Esta diversidad de voces se implementa con la omnisciencia de un narrador que administra, desde la perspectiva de la edad, hechos y detalles de la historia, insertándolos en la narración con diestra eficacia y salpicándola de secretos, enigmas y sorpresas. Hay que añadir que la parte ficticia del relato se estructura al modo de novela picaresca con barruntos de melodrama o folletín. Los dos géneros, muy populares y asequibles a una mayoría de lectores, se acoplan perfectamente para producir un relato muy cercano y ameno con toques costumbristas, como el cortejo de Rosita o las tertulias de Doña Flora. Para completar el conjunto, la narración está impregnada de comicidad, ironía y humor, a veces negro, que en alguna ocasión deriva hacia un estoico sarcasmo, fruto de la mirada, distante y sabia, de un hombre viejo que reflexiona sobre lo humano y lo divino.
Pues, junto a los toques realistas y naturalistas de las descripciones, retratos y caricaturas propias del estilo del autor, el relato está sembrado de comentarios, ideas y argumentos que conforman un ideario filosófico y moral del pensamiento del narrador, émulo, quizá, del autor. Todo un universo de temas que reflejan lúcidas ideas y emociones profundas. Estos paréntesis en la narración retrospectiva no molestan ni interrumpen la lectura sino que se integran en ella como un vestigio cervantino que enriquece y hace crecer el relato. 

Dejamos aquí algunas perlas para deleite y consideración de nuestros lectores:


“…y me preguntaba, lleno de angustia, si era justo que otros fueran nobles y ricos y sabios, mientras yo tenía por abolengo la Caleta, por única fortuna, mi persona y apenas sabía leer.”
“Desde entonces conocí que el heroísmo no es sino una forma de pundonor.”

“La sangre corría en abundancia por la cubierta y los puentes, y, a pesar de la arena, el movimiento del buque la llevaba de aquí para allá, formando fatídicos dibujos.”

“¡Tan hechos estaban los ánimos a la desgracia, que el espectáculo de la muerte les era poco menos que indiferente!”
“Yo participé de la general tristeza, y en mis adentros, consideraba cuán fácilmente se burla el Destino de nuestras previsiones mejor fundadas, y con cuánta rapidez se pasa de la mayor suerte a la última desgracia!”
“El sentimiento y la caridad desaparecen ante el instinto de conservación que domina al ser por completo, asimilándolo a veces a una fiera.”
“Quizás la magnitud del desastre apagó todos los resentimientos. ¿No es triste considerar que sólo la desgracia hace a los hombres hermanos?”
“Para que se tenga idea de la obstinación de mi amo, que éste no tenía miedo ni a los franceses, ni a los ingleses, ni a los argelinos, ni a los salvajes del estrecho de Magallanes, ni al mar irritado, ni a los monstruos acuáticos, ni a la ruidosa tempestad, ni al cielo ni a la tierra. No temía alguna cosa creada por Dios que a su bendita mujer.”

 

Y para cerrar este artículo comentar la magnífica y dramática clausura de esta primera novela de los Episodios Nacionales: Gabriel Araceli se encuentra ante el lugar que podría proporcionarle cama y comida. Se siente solo y lleno de dolor. De pronto se da la vuelta y parte hacia un destino incierto. Creado el enigma sobre el futuro de un personaje que el lector ya siente suyo, éste no podrá dejar de leer la próxima novela.
Se trata de una estratagema narrativa que todos los escritores del XIX conocían para asegurarse la publicación y venta de los capítulos de las novelas por entregas y que se puede reconocer hoy en las series televisivas que tanto enganchan.
Valga una última reflexión imbuida de espíritu galdosiano: nada es totalmente nuevo, pues hasta los recursos más originales y creativos tienen sus raíces en algo que alguien comenzó en el pasado. Sólo los ignorantes creen que inventan el mundo.



No hay comentarios:

LO MÁS LEÍDO