Caliope |
Por Gloria Benito
Dicen los entendidos que, si el comienzo de un relato es impactante, éste nos atrapa desde las primeras líneas. Es lo que podría decirse de Middlesex, una novela que, en la primera página revela sin disimulo la clave argumental de la historia: el conflicto de Callíope/Cal, mujer hasta una edad y hombre después. El hermafroditismo conduce esta novela-río en la que se articulan con gran talento narrativo la Historia con mayúsculas de la migración griega a los Estados Unidos, desde comienzos del siglo XX hasta el año 2000, con la biografía ficticia de la/él protagonista acarreando su equipaje emocional, familiar y social, su interior y su circunstancial contexto.
Siguiendo la pauta de algunos grandes directores de cine como Hitchcock y Bergman, el autor dedica su primer capítulo a mostrar sin disimulo su proyecto narrativo. En Fanny y Alexander, la cámara sigue al protagonista cuya mirada va revelando los espacios y personajes donde se iniciará la historia. Ese gran plano secuencia es un anticipo en miniatura de la película. También en nuestro libro, los primeros párrafos trazan el mapa estructural y temático de la novela. Nos hablan del argumento (la vida de Callíope/Cal), de los antecedentes de su conflicto de identidad sexual(el origen del gen maldito con su deficiencia de la enzima 5-alfa reductasa), y de su itinerario geográfico (de Esmirna a Detroit):
“Háblame de cómo prosperó dos siglos y medio atrás en la falda del Monte Olimpo, mientras las cabras balaban y las aceitunas caían al suelo. Háblame de cómo se transmitió a lo largo de nueve generaciones, invisible y agazapado en el contaminado seno de la familia Stephanides. Y háblame de cómo la Providencia, amparándose en una matanza, aventó de nuevo el gen; háblame de cómo lo lanzó cual semilla al otro lado del océano hasta América, donde, empujado por el viento, atravesó nuestras lluvias industriales hasta caer en el terreno fértil del vientre de mi madre, en plena región central del país.”
Esta cita, que evoca el tono de los aedos cantores de la épica clásica, cuya musa era Calíope, reproduce el esquema narrativo del relato, que va a comenzar en las cercanías de Esmirna y acabar en la actual Europa, pasando por la automovilística y contaminada Detroit, donde la comunidad griega se instala y progresa combinando tradición y modernidad, germen del imaginario costumbrista que tanto ha transitado por el cine y la literatura.
Esta información sobre el argumento de la novela es uno de los muchos indicios y pistas que guían al lector atento hacia su rol de intérprete del sentido global del libro. La explicación del recurso narrativo conocido como la “escopeta de Chejov” se completa con la reflexión sobre la mentira como arte de imaginar historias. Así lo hacen los primeros migrantes, Desdémona y Lefty, que se inventaban recuerdos, improvisaban un futuro, pero no era a los viajeros a quienes intentaban engañar, sino a sí mismos. Más adelante Calíope confesará que las falsedades que escribió para contentar a su terapeuta estimularon su vocación como escritora. Todo ello forma parte de un discurso metaliterario que se dispersa e imbrica en la narración de una forma fluida y amena enriqueciendo el relato y evidenciando la presencia del narrador en una historia cuyo control y dominio ejerce con sutil elegancia:
“Narrar mi historia no es el valeroso acto de liberación que esperaba. Escribir es un acto solitario, furtivo y yo conozco muy bien ese asunto… Noto que estás ahí, querido lector. Esa es la única clase de intimidad con la que me siento cómodo. Solos nosotros dos, aquí, en la penumbra.
Aquí es donde mi historia se divide, se escinde, sufre una meiosis […] Ahora que he entrado en mi historia es cuando más necesito (de las palabras). Ya no me puedo quedar sentado a ver qué pasa […] perdiendo ya retazos de mi omnisciencia inicial.
Como voz narradora, Cal/Callie hereda los atributos del mítico Tiresias pues además de ser hombre y mujer como él/ella, poseía el don oracular de la adivinación y la predicción del futuro. La novela cuenta el proceso psicológico de Callie dentro de un contexto histórico y social muy extenso que incluye las tradiciones y costumbres rurales griegas y sigue con la evolución de la sociedad americana hasta los años 70. El conocimiento de los detalles más escondidos y las anticipaciones, enigmas e indicios que salpican el relato muestran la correspondencia entre el personaje de ficción y el mito. Tiresias se encarna en Cal/Callie con la ambigüedad sexual que se proyecta en el onírico parto de Desdémona y su premonitoria visión de su hijo-monstruo. La doble vida de Callíope discurre entre dos mundos, pues es un híbrido de lo divino y humano (“Iridiscente Helena. Olimpo Pálido. Fuego griego”). Su doble voz participa del poder de los dioses como creadora de artísticas ficciones e intermediaria entre aquellos y los humanos lectores. Él/Ella se identifica con el mito délfico y, tras la ceremonia del sexo iniciático, pierde el control a merced de los vapores alucinatorios del alcohol y el porro. Como el oráculo de Delfos, Caliope era una adolescente virgen: “sentada frente a una gruta, el ónfalos, el ombligo de la tierra, inhalando vapores sulfúreos…la joven pitonisa predecía el futuro.”
La mitología tiene su espacio y función en el relato. En general, los mitos pierden solidez al cruzar el Atlántico y apenas conservan su esencia en el nuevo mundo industrial y financiero. Aparecen trivializados o parodiados como parte de la narración: la semejanza entre La Victoria alada y Desdémona con el corsé de su ajuar iluminado por la luna; la mención a Teseo, Asterio y el león de Nimea en las películas italianas que Callie veía con su padre; la leyenda de Hermafrodito y Salmacis en el espectáculo erótico del Jardín de Neptuno; la sarcástica descripción del pelo cardado de la prima lesbiana secreta, Surmelina Zizmo, vestida como una corista jubilada de Las Vegas: “Pelo que volvería de piedra a la Medusa, pelo más infestado de ofidios que los pozos de serpientes en las películas sobre minotauros”.
Más solventes son las alusiones al Minotauro y a su laberinto como símbolo de las obsesiones de los personajes y de la confusión que generan en Callie:
“No hay razón para mencionar mis peculiaridades, mis vagabundeos por el laberinto durante todos estos años, ocultándome de todo. Del amor también.”
Eros y Tánatos afloran en boca de Desdémona, la extravagante abuela de Calíope, relacionados con el azaroso Destino —tema nuclear del relato— que se interpone en las vidas humanas y trunca sus perspectivas:
“En mi familia las viandas funerarias han abastecido la mesa nupcial […] En Seminóle, las celebraciones del nacimiento se empañaron con las perspectivas de la muerte”.
Azar y fatum que, en el tiempo de la historia, se erigen con el nuevo rostro de una nueva y poderosa diosa y señora del Olimpo: la Genética. En Middlesex, ella es la que decide el destino de los hombres y la singularidad de Callie. La maldita y rebelde enzima emprende un viaje desde la antigüedad clásica a los tiempos actuales para poner su vida patas arriba gracias al caprichoso azar de la ciencia. Una ciencia con un comportamiento tan misterioso, arbitrario e inconstante como el de la voluble Hera olímpica. El conocimiento de los procesos científicos no asegura su control, pues, como afirma Cal, el foco de la infección está en Bitinio, la aldea originaria, y lo que las personas olvidan lo recuerdan las células, el cuerpo, ese elefante.
Esta novela relata el proceso de transformación de unos personajes intensos y profundos que evolucionan dentro de una sociedad capitalista en construcción con sus luces y sus sombras. Calíope es el centro de un argumento donde el descubrimiento de la identidad sexual convoca un extenso acervo de personajes secundarios que conforman el mosaico coral de la sociedad americana. La adaptación de los nuevos ciudadanos llegados de la cuna de Europa es distinta para hombres y mujeres. Mientras ellos ponen de relieve un espíritu pragmático más o menos emprendedor, ellas son las portadoras de ancestrales y universales voces que conservan las tradiciones y creencias propias de una concepción del mundo alimentada por supersticiones y viejas creencias. Son las depositarias y transmisoras de la culpa como si su original pecado fuera la causa de los males que les acechan, emergen y cristalizan en el conflicto de Callie, el espacio psicológico donde pasado y presente se complementan y superponen sin cortes ni interferencias en el relato. Hemos de reconocer que la articulación de esta dualidad temporal es uno de los aciertos de la novela y sin duda expresión del genio creador de Jeffrey Eugenides. La narración fluye con naturalidad al desarrollar un argumento donde las transiciones entre el pasado y el presente se producen casi sin notarse.
“Como ella, desenredo mi historia, y cuanto más largo sea el hilo, menos queda por contar. Recorriendo el filamento al revés nos encontraremos con que el capullo comienza en un nudo diminuto, en un primer intento de enredo. Y eso se puede extrapolar hacia atrás en el tiempo, de modo que, cuando yo hablo, Desdémona hable también. Ella es quien escribe ahora estas palabras.”
O la continuidad azarosa de los hilos que hilvanan las frágiles vidas humanas como la de Callie:
“Es una historia genética. Yo soy la última cláusula de una oración periódica, cuya primera frase se escribió hace mucho tiempo en otra lengua, y hay que leerla desde el principio para llegar al final, que es mi nacimiento”
El deseo erótico es una constante en este relato irónico y reflexivo. El lorquiano viento que acaricia el rosario y el ajuar de Desdémona da lugar a una oración cuyas cuentas evocan imágenes de ropa interior de Lingérie parisien. El humor se extiende por la narración adoptando formas descriptivas llenas de expresividad como el retrato figurado de Olivia, el primer amor de Callie: aquel reventón encarnado entrando por la puerta” “Mirarla era como el otoño […] Una membrana nictitante velaba sus ojos”O las sensaciones del primer orgasmo:” Mi sistema nervioso acometió “El Vuelo del Moscardón”. La sección de cuerdas me serraba la espina dorsal…catatonia por fuera, frenesí por dentro. Caliope sentía que le brotaba algo…un croco rosado surgiendo entre musgo oscuro y fresco.
En suma, un relato imposible de analizar en su inmensidad formal por la proliferación de recursos que demuestran un magistral dominio del lenguaje. Desde los retratos deliciosamente sintéticos como el de Jimmy Zizmo (“abstemio, se ganaba la vida comprando alcohol”) al tremendismo poético del incendio que consume a la familia del doctor Philobosian. Desde la modernidad del lenguaje cinematográfico al clasicismo de los contundentes finales que cierran los capítulos de una narración en paralelo que no cae en la tosca fragmentación de los best-seller. Un conjunto de riquísimos y inspiradores estilos que hacen que la lectura de este libro sea puro gozo, un placer en fondo y forma.
Y como colofón, mucha Historia con mayúsculas: la guerra turco-griega y el terrible incendio de Esmirna con el hipócrita comportamiento de las potencias europeas; Los comienzos de la Ford y la mecanización del trabajo que trajo el capitalismo salvaje (la gente dejó de ser humana en 1913); la crisis del 29 y el contrabando de alcohol propiciado por la Ley seca; Los disturbios negros de Detroit que acreditaron el racismo existente; la segregación racial de los 70 y la guerra del Vietnam; la invasión de los turcos en Chipre en 1974 cerrando circularmente esta historia ya que “llegaron ocultos en una nube como Paris y Eneas”. Y se armó la de Troya para Calíope de la mano de la fatídica Genética.
Y mucho, mucho más que dejamos para el lector curioso por descubrir la vida palpitante entre las líneas del libro.
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