Carmen Tolosa Costa
El corazón de las tinieblas (1899) constituye uno de los primeros testimonios sobre la de colonización europea de África. El Congo es un territorio que perteneció al rey de los belgas, Leopoldo II, por el que discurre el río del mismo nombre. El narrador y protagonista de la novela emprende un asfixiante y alucinado viaje a través de un río rodeado de una selva hostil. El relato de esta arriesgada aventura que recuerda el descenso a los infiernos contiene en su interior una dura crítica el imperialismo europeo.
Durante el reinado de Leopoldo II de Bélgica se produce uno de los mayores genocidios de la historia. En este territorio, propiedad del rey a título personal, desaparecieron cerca de 10 millones de personas. El fundador del Estado Libre del Congo, fue dueño de 2.350.000 kilómetros cuadrados, tras los acuerdos de la Conferencia de Berlín en 1885.
Explotó el territorio a su antojo acumulando una enorme fortuna gracias a la explotación del caucho y diamantes y la mano de obra congoleña, que, con el aumento de la demanda de caucho, agudizó las condiciones infrahumanas de sus habitantes, que, de 20 millones pasaron a 10.
En 1908 pasa a pertenecer al Estado Belga a cambio de 50 millones de francos. En aquel momento ya se había manifestado la presión internacional acerca de lo que estaba ocurriendo en el Congo. El libro de Conrad ya se había publicado y reflejaba la explotación colonial del territorio.
En 1960, el Congo se independiza. El primer ministro es Patrice Lumumba, principal político y líder anticolonialista que, meses después, sería asesinado y cuyo discurso del 30 de junio de 1960 contra el racismo ejemplifica su actitud y ética humanitarios. Hubo que esperar hasta 2022 para que el Gobierno Belga devolviera a su familia una pequeña parte de sus restos.
En 2020, la Corona Belga reconoció, por primera vez y con evidente cinismo, la “violencia y crueldad” ejercidas en el Congo, así como su “profundo pesar”.
Conrad no menciona el Congo, pues la novela no alude a un país concreto. Europa, a partir de la Conferencia de Berlín, se repartió el continente africano, para ejercer el poder sobre unos pueblos “sin civilizar” y saquear sus valiosas materias primas. Conrad explica que Marlow, que tiene madre mitad inglesa y padre mitad francés, encuentra a un personaje que viste con retales de colores, que podrían representar a todas las banderas. Hoy, en 2025, África sigue siendo explotada por empresas internacionales, sin colores, ni banderas. Miles de niños trabajan en pequeñas y grandes minas, a tres euros por catorce o dieciséis horas diarias, extrayendo cobalto, coltán y diamantes. Esta situación permite un enriquecimiento astronómico a los empresarios y elevados precios para los compradores de los aparatos tecnológicos.
“La verdad es que expolian los recursos de África y obligan a los africanos a irse del continente. Luego dicen que Europa está siendo invadida cuando ellos son los invasores”. (Aminata Traoré).
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EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS. CONTEXTO HISTÓRICO
Luisa Castillo Bayo
Entre 1870 y 1914 (inicio de la Gran Guerra) se desarrolló la Segunda Revolución Industrial: nuevas fuentes de energía, nuevas industrias y nuevos medios de transporte y comunicaciones. Desapareció el colonialismo de la Edad Moderna, desarrollado entre los siglos XVI y XVIII y basado en la explotación de metales preciosos, sedas, especias y esclavos, y se desarrolló un nuevo modelo de imperialismo colonial o colonialismo protagonizado por Inglaterra y Francia y, más tarde, por todos los países industrializados. Simultáneamente a su crecimiento económico, las potencias industriales extendieron su dominio político y territorial y llegaron a controlar el 99 % de Oceanía, el 90% de África y el 56% de Asia.
Los lazos entre el poder político y económico fueron frecuentes: industriales europeos presionaban a las autoridades políticas para introducirse en mercados lejanos. El temor a la rivalidad entre Francia y Bélgica por el Congo y el creciente interés de los comerciantes alemanes llevaron al canciller alemán Otto von Bismarck a organizar la Conferencia Internacional en Berlín, entre 1884 y 1885, donde acordaron las normas a seguir en la ocupación del territorio africano. Allí se reunieron los representantes de Alemania, Bélgica, España, Francia, el Reino Unido, Portugal, Italia, Dinamarca, Países Bajos, Estados Unidos, Rusia, Suecia, Noruega y los Imperios Otomano y Austro-Húngaro.
El imperialismo fue un fenómeno complejo en el que influyeron numerosos factores: demográficos, económicos, políticos e ideológicos y en el que también influyeron motivaciones científicas y religiosas. Los textos siguientes ilustran alguno de esos factores.
“Las razas superiores poseen un derecho sobre las razas inferiores. Yo mantengo que ellas tienen un derecho, porque también tienen un deber: el deber de civilizar a las razas inferiores...”. Jules Ferry, Primer Ministro de Francia, Discurso en el Parlamento francés (julio de 1885).
“¡Razas superiores!, ¡Razas inferiores! Es fácil decirlo. Por mi parte, yo me aparto de tal opinión, especialmente después de haber visto a sabios alemanes demostrar científicamente que la francesa es una raza inferior a la alemana. No, no existe el derecho de las llamadas naciones superiores sobre las llamadas naciones inferiores. (…) La conquista que preconiza Ud. [Jules Ferry] es la del abuso, liso y llano, la de la fuerza que da la civilización científica sobre las civilizaciones primitivas para apropiarse del hombre, torturarlo y exprimirle toda la fuerza que tiene, en beneficio de un pretendido civilizador.” George Clemenceau, miembro del Parlamento francés, Discurso (Julio de 1885)
“Estaba ayer en el East End y asistí a una reunión de parados. Escuché fuertes discusiones. No se oía más que un grito: "pan, pan". Cuando regresé a mi casa me sentí todavía más convencido de la importancia del imperialismo (...). Para salvar a los cuarenta millones de habitantes del Reino Unido de una mortífera guerra civil, nosotros, los colonizadores, debemos conquistar nuevas tierras para instalar en ellas el excedente de nuestra población y encontrar nuevas salidas a los productos de nuestras fábricas.". Sir Cecil Rhodes (magnate minero y político británico) Carta al periodista Stead. 1895.
Acta de la Conferencia de Berlín de los plenipotenciarios de Gran Bretaña, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, España, Suecia, Noruega, Turquía y Estados Unidos (del 15 de noviembre de 1884 al 25 de febrero de 1885)
CAPÍTULO I. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus bocas y regiones circundantes, (…)
Artículo I. El comercio de todas las naciones gozará de completa libertad (…)
Artículo VI. Todas las potencias que ejercen derechos de soberanía o influencia en los territorios antes mencionados se comprometen a velar por la preservación de las tribus nativas, y para atender a la mejora de las condiciones de su moral y el bienestar material, y para ayudar en la supresión de la esclavitud, y especialmente del comercio de esclavos. (…)
CAPÍTULO V. Ley de navegación para el Níger
Artículo XXVII. La navegación del Níger no estará sujeta a ninguna restricción u obligación (…)
CAPÍTULO VI. (…) formalidades esenciales que habrán de llenarse para que se consideren efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano
Artículo XXXIV. La potencia que en adelante tome posesión de un territorio en las costas del continente africano, (…) remitirá adjunta al Acta respectiva una notificación dirigida a las demás potencias signatarias de la actual, a fin de que, si ha lugar a ello, puedan hacer valer sus reclamaciones.
Artículo XXXV. Las potencias signatarias de esta Acta reconocen la obligación de mantener, en los territorios que ocupen en la costa del continente africano, la autoridad competente para hacer respetar los derechos adquiridos y, en caso necesario, la libertad de comercio (…)
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BIOGRAFÍA DE JOSEPH CONRAD.
Fina Peña
Hijo único de una familia de la élite intelectual polaca, Józef Teodor Konrad Korzeniowski nació en 1857 en Berdichev, que entonces era parte del Imperio ruso, hoy Ucrania. Su padre, Apollo Nalecz Korzeniowski, poeta, traductor de Shakespeare, Victor Hugo, y Charles Dickens, así como activista en la resistencia polaca contra el zar, fue deportado junto a su esposa, Ewa Brobowski, a la región de Vologda, en el norte de Rusia.
Más tarde la familia fue enviada a Chernígov, en Ucrania, donde las duras condiciones contribuyeron a la muerte por tuberculosis de Ewa. Sumido en una profunda depresión, Apollo fallecería en 1869 en Cracovia.
Tadeusz Brobowski se convirtió en el tutor de su sobrino cuando este quedó huérfano con solo doce años. Abogado de profesión, ofreció a Conrad consejo, apoyo económico y un entorno hogareño. El niño ya conocía la casa de Tadeusz, donde había estado en una ocasión de visita con su madre. En la biblioteca de Tadeusz, hombre solitario y gran lector, el joven Joseph, además de hacer suyas ambas condiciones, leyó, entre otros, a Pushkin, Turguénev, Lermontov y a Byron. Estudió en Cracovia y luego en Suiza, pero la escuela no despertaba su interés. Para disgusto de su abuela y su tío, que trataron de disuadirlo sin éxito, manifestó su decisión de convertirse en marino. En 1874 partió desde Cracovia, en el Expreso de Viena, hacia Marsella en busca de su sueño.
Cosmopolita y llena de vida, la zona portuaria de la localidad francesa parecía el lugar adecuado para la nueva vida que empezaba este muchacho de apenas diecisiete años. Conrad permaneció en esta ciudad hasta 1878, cuatro años cruciales llenos de experiencias que empezaron a forjar su perspectiva del mundo y su identidad como escritor.
Se empleó como grumete en la naviera Délétang et Fils, cuyos barcos viajaban al Caribe. A bordo de las goletas Saint Antoine y Mont Blanc realizó varias travesías atlánticas. Navegó por las Antillas y la costa oriental de México, Venezuela y Colombia, lo que le procuró una perspectiva profesional de la vida de los hombres del mar y una visión amplia del mundo. Recuperado, tampoco el juego le trajo fortuna. En el casino de Montecarlo sufrió pérdidas a las que no pudo hacer frente, y, desesperado, intentó suicidarse pegándose un tiro en el pecho. Pidió ayuda a su tío, que respondió favorablemente y le apoyó en el mal momento que atravesaba.
Tantas experiencias y desafíos, que inevitablemente le dejaron heridas físicas y emocionales, ayudaron a forjar su carácter y a profundizar en el conocimiento de la naturaleza humana. Esta época intensa fue todo un aprendizaje sobre la volatilidad del espíritu humano, la complejidad de las relaciones personales y las sombras de la moralidad, temas que estarán presentes a lo largo de toda su obra. Para Conrad, Inglaterra equivalía al mar y a los marineros. A finales de 1877, se enroló en Marsella en el mercante británico Mavis, con destino a Constantinopla. A su regreso, el verano del año siguiente, desembarcó en Lowestoft, Suffolk, en lo que fue su primer contacto con suelo inglés.
Hasta ese momento, poco menos que chapurreaba algunas palabras del idioma que algunos años después dominaría como un auténtico maestro. En Crónica personal, el mismo Conrad explicaba que su primer contacto con el inglés fue a los siete años, cuando su padre traducía las obras de Shakespeare para mantener a su familia. Hizo innumerables viajes bajo pabellón británico. En 1883 se embarcó en Bombay en el Narcissus, de cuya travesía sacó el material para El negro del Narcissus, una novela acerca del deterioro y la muerte de un marinero negro egocéntrico y de cómo este episodio pone a prueba al resto de la tripulación de su barco.
Conrad adoptó la ciudadanía británica en 1886, tras lograr el título de piloto de altura de la marina mercante, y, dos años más tarde, desde Singapur, hizo su primer viaje como capitán. Recorrió prácticamente todo el mundo. Después de América, llegaron el Índico y todo el sureste asiático y africano.
Vida y obra se entrecruzan en la biografía de este marino, que arrastró siempre no solo la memoria de una Polonia ocupada y dividida, sino también el peso de la pérdida y el exilio. Estos aspectos se reflejan en la forma en que sus personajes lidian con la lealtad y la traición, temas recurrentes en su escritura. Uno de los viajes más conocidos de Conrad fue el que le llevó, entre junio y diciembre de 1890, a lo largo del río Congo. Le ofrecieron el puesto para sustituir a Johannes Freisleben, capitán de un barco de vapor que había sido asesinado. A bordo del Roi des Belges fue testigo directo del horror y de la podredumbre humana, del infierno del colonialismo, este caso en pos del marfil y el caucho. La experiencia traumática de África la reflejó en su obra más célebre y enigmática, El corazón de las tinieblas.
Hizo varios viajes más como primer oficial, pero en 1894, cuando murió su tutor Tadeusz Bobrowski, su vida marina terminó. Un año más tarde se casó con Jessie George, de veintidós años, y publicó su primera novela, La locura de Almayer, que tardó diez años en tener lista y que recibió buenas críticas, hecho que le empujó a la creación literaria profesional. A partir de entonces residió, principalmente, en el extremo sureste de Inglaterra, en los condados de Sussex y Kent, dedicado por completo a su escritura: Un vagabundo de las islas (1896), la mencionada El negro del Narcissus (1897), Cuentos de inquietud (1898), Lord Jim (1900), Juventud, donde se encuentra la novela corta El corazón de las tinieblas (1902), Tifón (1903), Nostromo (1906), El agente secreto (1907), Gaspar Ruiz (1908)
Las historias y los personajes de Conrad son de tal envergadura que han sido fuente de inspiración en diferentes disciplinas a lo largo del siglo XX. La revisión más conocida, basada en El corazón de las tinieblas, es la película de Francis Ford Coppola Apocalypse Now, con Marlon Brando en el papel de Kurtz y Martin Sheen en el de Willard, personaje equivalente a Marlow. Pese a cambiar de siglo y de continente, queda patente la tesis conradiana de que, en función de las circunstancias o en ausencia de un control social, cualquier hombre puede sucumbir a la oscuridad interior y ser capaz de cometer las acciones más siniestras.
Conrad tuvo la oportunidad de ver la primera película basada en una obra suya, Victoria, dirigida por Maurice Tourneur en 1919. Lord Jim fue llevada a la gran pantalla en dos ocasiones, la primera en el cine mudo, de la mano de Victor Fleming, en 1925, y, cuarenta años después, en una magnífica adaptación de Richard Brooks, protagonizada por Peter O’Toole y James Mason. Un joven Hitchcock firmó Sabotaje (1942) a partir de la novela El agente secreto. Asimismo, Ridley Scott, en su particular homenaje a su admirado marino, adaptó uno de sus relatos cortos, El duelo, y Nostromo fue el nombre que eligió para la nave de su inolvidable Alien (1979).
Joseph Conrad falleció el 3 de agosto de 1924, en Bishopsbourne (Kent), y sus restos descansan en el cementerio de Canterbury.
Adaptación de La novelesca vida de Joseph Conrad. Eduardo Garrido. La Vanguardia, 3 agosto 2024.
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