domingo, 9 de marzo de 2025

Joseph Conrad - Contexto y biografía

 


                                                                                   ÁFRICA

Carmen Tolosa Costa


El corazón de las tinieblas (1899) constituye uno de los primeros testimonios sobre la de colonización europea de África. El Congo es un territorio que perteneció al rey de los belgas, Leopoldo II, por el que discurre el río del mismo nombre. El narrador y protagonista de la novela emprende un asfixiante y alucinado viaje a través de un río rodeado de una selva hostil. El relato de esta arriesgada aventura que recuerda el descenso a los infiernos contiene en su interior una dura crítica el imperialismo europeo. 

Durante el reinado de Leopoldo II de Bélgica se produce uno de los mayores genocidios de la historia. En este territorio, propiedad del rey a título personal, desaparecieron cerca de 10 millones de personas. El fundador del Estado Libre del Congo, fue dueño de 2.350.000 kilómetros cuadrados, tras los acuerdos de la Conferencia de Berlín en 1885.

Explotó el territorio a su antojo acumulando una enorme fortuna gracias a la explotación del caucho y diamantes y la mano de obra congoleña, que, con el aumento de la demanda de caucho, agudizó las condiciones infrahumanas de sus habitantes, que, de 20 millones pasaron a 10.  

En 1908 pasa a pertenecer al Estado Belga a cambio de 50 millones de francos. En aquel momento ya se había manifestado la presión internacional acerca de lo que estaba ocurriendo en el Congo. El libro de Conrad ya se había publicado y reflejaba la explotación colonial del territorio.

En 1960, el Congo se independiza. El primer ministro es Patrice Lumumba, principal político y líder anticolonialista que, meses después, sería asesinado y cuyo discurso del 30 de junio de 1960 contra el racismo ejemplifica su actitud y ética humanitarios. Hubo que esperar hasta 2022 para que el Gobierno Belga devolviera a su familia una pequeña parte de sus restos.

 En 2020, la Corona Belga reconoció, por primera vez y con evidente cinismo, la “violencia y crueldad” ejercidas en el Congo, así como su “profundo pesar”. 

Conrad no menciona el Congo, pues la novela no alude a un país concreto. Europa, a partir de la Conferencia de Berlín, se repartió el continente africano, para ejercer el poder sobre unos pueblos “sin civilizar” y saquear sus valiosas materias primas. Conrad explica que Marlow, que tiene madre mitad inglesa y padre mitad francés, encuentra a un personaje que viste con retales de colores, que podrían representar a todas las banderas. Hoy, en 2025, África sigue siendo explotada por empresas internacionales, sin colores, ni banderas. Miles de niños trabajan en pequeñas y grandes minas, a tres euros por catorce o dieciséis horas diarias, extrayendo cobalto, coltán y diamantes.   Esta situación permite un enriquecimiento astronómico a los empresarios y elevados precios para los compradores de los aparatos tecnológicos.

“La verdad es que expolian los recursos de África y obligan a los africanos a irse del continente. Luego dicen que Europa está siendo invadida cuando ellos son los invasores”. (Aminata Traoré). 


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EL CORAZÓN DE LAS TINIEBLAS. CONTEXTO HISTÓRICO


Luisa Castillo Bayo



Entre 1870 y 1914 (inicio de la Gran Guerra) se desarrolló la Segunda Revolución Industrial: nuevas fuentes de energía, nuevas industrias y nuevos medios de transporte y comunicaciones. Desapareció el colonialismo de la Edad Moderna, desarrollado entre los siglos XVI y XVIII y basado en la explotación de metales preciosos, sedas, especias y esclavos, y se desarrolló un nuevo modelo de imperialismo colonial o colonialismo protagonizado por Inglaterra y Francia y, más tarde, por todos los países industrializados. Simultáneamente a su crecimiento económico, las potencias industriales extendieron su dominio político y territorial y llegaron a controlar el 99 % de Oceanía, el 90% de África y el 56% de Asia.


Los lazos entre el poder político y económico fueron frecuentes: industriales europeos presionaban a las autoridades políticas para introducirse en mercados lejanos. El temor a la rivalidad entre Francia y Bélgica por el Congo y el creciente interés de los comerciantes alemanes llevaron al canciller alemán Otto von Bismarck a organizar la Conferencia Internacional en Berlín, entre 1884 y 1885, donde acordaron las normas a seguir en la ocupación del territorio africano. Allí se reunieron los representantes de Alemania, Bélgica, España, Francia, el Reino Unido, Portugal, Italia, Dinamarca, Países Bajos, Estados Unidos, Rusia, Suecia, Noruega y los Imperios Otomano y Austro-Húngaro. 

El imperialismo fue un fenómeno complejo en el que influyeron numerosos factores: demográficos, económicos, políticos e ideológicos y en el que también influyeron motivaciones científicas y religiosas. Los textos siguientes ilustran alguno de esos factores.


“Las razas superiores poseen un derecho sobre las razas inferiores. Yo mantengo que ellas tienen un derecho, porque también tienen un deber: el deber de civilizar a las razas inferiores...”. Jules Ferry, Primer Ministro de Francia, Discurso en el Parlamento francés (julio de 1885).


“¡Razas superiores!, ¡Razas inferiores! Es fácil decirlo. Por mi parte, yo me aparto de tal opinión, especialmente después de haber visto a sabios alemanes demostrar científicamente que la francesa es una raza inferior a la alemana. No, no existe el derecho de las llamadas naciones superiores sobre las llamadas naciones inferiores. (…) La conquista que preconiza Ud. [Jules Ferry] es la del abuso, liso y llano, la de la fuerza que da la civilización científica sobre las civilizaciones primitivas para apropiarse del hombre, torturarlo y exprimirle toda la fuerza que tiene, en beneficio de un pretendido civilizador.” George Clemenceau, miembro del Parlamento francés, Discurso (Julio de 1885)

“Estaba ayer en el East End y asistí a una reunión de parados. Escuché fuertes discusiones. No se oía más que un grito: "pan, pan". Cuando regresé a mi casa me sentí todavía más convencido de la importancia del imperialismo (...). Para salvar a los cuarenta millones de habitantes del Reino Unido de una mortífera guerra civil, nosotros, los colonizadores, debemos conquistar nuevas tierras para instalar en ellas el excedente de nuestra población y encontrar nuevas salidas a los productos de nuestras fábricas.". Sir Cecil Rhodes (magnate minero y político británico) Carta al periodista Stead. 1895.



Acta de la Conferencia de Berlín de los plenipotenciarios de Gran Bretaña, Austria-Hungría, Bélgica, Dinamarca, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, Rusia, España, Suecia, Noruega, Turquía y Estados Unidos (del 15 de noviembre de 1884 al 25 de febrero de 1885)

CAPÍTULO I. Declaración relativa a la libertad de comercio en la cuenca del Congo, sus bocas y regiones circundantes, (…)

Artículo I. El comercio de todas las naciones gozará de completa libertad (…)

Artículo VI. Todas las potencias que ejercen derechos de soberanía o influencia en los territorios antes mencionados se comprometen a velar por la preservación de las tribus nativas, y para atender a la mejora de las condiciones de su moral y el bienestar material, y para ayudar en la supresión de la esclavitud, y especialmente del comercio de esclavos. (…)

CAPÍTULO V. Ley de navegación para el Níger

Artículo XXVII. La navegación del Níger no estará sujeta a ninguna restricción u obligación (…)

CAPÍTULO VI. (…) formalidades esenciales que habrán de llenarse para que se consideren efectivas las nuevas ocupaciones en las costas del continente africano

Artículo XXXIV. La potencia que en adelante tome posesión de un territorio en las costas del continente africano, (…) remitirá adjunta al Acta respectiva una notificación dirigida a las demás potencias signatarias de la actual, a fin de que, si ha lugar a ello, puedan hacer valer sus reclamaciones.

Artículo XXXV. Las potencias signatarias de esta Acta reconocen la obligación de mantener, en los territorios que ocupen en la costa del continente africano, la autoridad competente para hacer respetar los derechos adquiridos y, en caso necesario, la libertad de comercio (…)





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BIOGRAFÍA DE JOSEPH CONRAD.

Fina Peña



Hijo único de una familia de la élite intelectual polaca, Józef Teodor Konrad Korzeniowski nació en 1857 en Berdichev, que entonces era parte del Imperio ruso, hoy Ucrania. Su padre, Apollo Nalecz Korzeniowski, poeta, traductor de Shakespeare, Victor Hugo, y Charles Dickens, así como activista en la resistencia polaca contra el zar, fue deportado junto a su esposa, Ewa Brobowski, a la región de Vologda, en el norte de Rusia.

Más tarde la familia fue enviada a Chernígov, en Ucrania, donde las duras condiciones contribuyeron a la muerte por tuberculosis de Ewa. Sumido en una profunda depresión, Apollo fallecería en 1869 en Cracovia.

Tadeusz Brobowski se convirtió en el tutor de su sobrino cuando este quedó huérfano con solo doce años. Abogado de profesión, ofreció a Conrad consejo, apoyo económico y un entorno hogareño. El niño ya conocía la casa de Tadeusz, donde había estado en una ocasión de visita con su madre. En la biblioteca de Tadeusz, hombre solitario y gran lector, el joven Joseph, además de hacer suyas ambas condiciones, leyó, entre otros, a Pushkin, Turguénev, Lermontov y a Byron. Estudió en Cracovia y luego en Suiza, pero la escuela no despertaba su interés. Para disgusto de su abuela y su tío, que trataron de disuadirlo sin éxito, manifestó su decisión de convertirse en marino. En 1874 partió desde Cracovia, en el Expreso de Viena, hacia Marsella en busca de su sueño.

Cosmopolita y llena de vida, la zona portuaria de la localidad francesa parecía el lugar adecuado para la nueva vida que empezaba este muchacho de apenas diecisiete años. Conrad permaneció en esta ciudad hasta 1878, cuatro años cruciales llenos de experiencias que empezaron a forjar su perspectiva del mundo y su identidad como escritor.

Se empleó como grumete en la naviera Délétang et Fils, cuyos barcos viajaban al Caribe. A bordo de las goletas Saint Antoine y Mont Blanc realizó varias travesías atlánticas. Navegó por las Antillas y la costa oriental de México, Venezuela y Colombia, lo que le procuró una perspectiva profesional de la vida de los hombres del mar y una visión amplia del mundo. Recuperado, tampoco el juego le trajo fortuna. En el casino de Montecarlo sufrió pérdidas a las que no pudo hacer frente, y, desesperado, intentó suicidarse pegándose un tiro en el pecho. Pidió ayuda a su tío, que respondió favorablemente y le apoyó en el mal momento que atravesaba.

Tantas experiencias y desafíos, que inevitablemente le dejaron heridas físicas y emocionales, ayudaron a forjar su carácter y a profundizar en el conocimiento de la naturaleza humana. Esta época intensa fue todo un aprendizaje sobre la volatilidad del espíritu humano, la complejidad de las relaciones personales y las sombras de la moralidad, temas que estarán presentes a lo largo de toda su obra. Para Conrad, Inglaterra equivalía al mar y a los marineros. A finales de 1877, se enroló en Marsella en el mercante británico Mavis, con destino a Constantinopla. A su regreso, el verano del año siguiente, desembarcó en Lowestoft, Suffolk, en lo que fue su primer contacto con suelo inglés.

Hasta ese momento, poco menos que chapurreaba algunas palabras del idioma que algunos años después dominaría como un auténtico maestro. En Crónica personal, el mismo Conrad explicaba que su primer contacto con el inglés fue a los siete años, cuando su padre traducía las obras de Shakespeare para mantener a su familia. Hizo innumerables viajes bajo pabellón británico. En 1883 se embarcó en Bombay en el Narcissus, de cuya travesía sacó el material para El negro del Narcissus, una novela acerca del deterioro y la muerte de un marinero negro egocéntrico y de cómo este episodio pone a prueba al resto de la tripulación de su barco.

Conrad adoptó la ciudadanía británica en 1886, tras lograr el título de piloto de altura de la marina mercante, y, dos años más tarde, desde Singapur, hizo su primer viaje como capitán. Recorrió prácticamente todo el mundo. Después de América, llegaron el Índico y todo el sureste asiático y africano.

Vida y obra se entrecruzan en la biografía de este marino, que arrastró siempre no solo la memoria de una Polonia ocupada y dividida, sino también el peso de la pérdida y el exilio. Estos aspectos se reflejan en la forma en que sus personajes lidian con la lealtad y la traición, temas recurrentes en su escritura. Uno de los viajes más conocidos de Conrad fue el que le llevó, entre junio y diciembre de 1890, a lo largo del río Congo. Le ofrecieron el puesto para sustituir a Johannes Freisleben, capitán de un barco de vapor que había sido asesinado. A bordo del Roi des Belges fue testigo directo del horror y de la podredumbre humana, del infierno del colonialismo, este caso en pos del marfil y el caucho. La experiencia traumática de África la reflejó en su obra más célebre y enigmática, El corazón de las tinieblas.

Hizo varios viajes más como primer oficial, pero en 1894, cuando murió su tutor Tadeusz Bobrowski, su vida marina terminó. Un año más tarde se casó con Jessie George, de veintidós años, y publicó su primera novela, La locura de Almayer, que tardó diez años en tener lista y que recibió buenas críticas, hecho que le empujó a la creación literaria profesional. A partir de entonces residió, principalmente, en el extremo sureste de Inglaterra, en los condados de Sussex y Kent, dedicado por completo a su escritura: Un vagabundo de las islas (1896), la mencionada El negro del Narcissus (1897), Cuentos de inquietud (1898), Lord Jim (1900), Juventud, donde se encuentra la novela corta El corazón de las tinieblas (1902), Tifón (1903), Nostromo (1906), El agente secreto (1907), Gaspar Ruiz (1908)

Las historias y los personajes de Conrad son de tal envergadura que han sido fuente de inspiración en diferentes disciplinas a lo largo del siglo XX. La revisión más conocida, basada en El corazón de las tinieblas, es la película de Francis Ford Coppola Apocalypse Now, con Marlon Brando en el papel de Kurtz y Martin Sheen en el de Willard, personaje equivalente a Marlow. Pese a cambiar de siglo y de continente, queda patente la tesis conradiana de que, en función de las circunstancias o en ausencia de un control social, cualquier hombre puede sucumbir a la oscuridad interior y ser capaz de cometer las acciones más siniestras.

Conrad tuvo la oportunidad de ver la primera película basada en una obra suya, Victoria, dirigida por Maurice Tourneur en 1919. Lord Jim fue llevada a la gran pantalla en dos ocasiones, la primera en el cine mudo, de la mano de Victor Fleming, en 1925, y, cuarenta años después, en una magnífica adaptación de Richard Brooks, protagonizada por Peter O’Toole y James Mason. Un joven Hitchcock firmó Sabotaje (1942) a partir de la novela El agente secreto. Asimismo, Ridley Scott, en su particular homenaje a su admirado marino, adaptó uno de sus relatos cortos, El duelo, y Nostromo fue el nombre que eligió para la nave de su inolvidable Alien (1979).

Joseph Conrad falleció el 3 de agosto de 1924, en Bishopsbourne (Kent), y sus restos descansan en el cementerio de Canterbury.


Adaptación de La novelesca vida de Joseph Conrad. Eduardo Garrido. La Vanguardia, 3 agosto 2024.



Laila Gerriero - Comentario

 

LA DIFICULTAD DEL FANTASMA

 Leila Guerriero


¿Novela de no ficción? ¿Crónica literaria? 


Por Rosa Perez



Leila Guerriero se desplazó a la Costa Brava intentando reconstruir la estancia de Truman Capote en este lugar, mientras escribió buena parte de su celebre obra A sangre fría. Con ello pretendió fundar un nuevo género literario: la novela de no ficción.

 

La autora, haciendo uso de este mismo género, plantea una reflexión sobre el mismo, a la vez que nos ofrece una crónica sobre su investigación de campo, la fragilidad de la memoria y  su disciplinada rutina de escritura. En su discurso utiliza un lenguaje muy literario: 


Ahora, años después, corriendo contra la “tramuntana”, pienso que, en el fondo, escribir se trata de desaparecer completamente para aparecer completamente en otra parte.


El rastro encontrado de la estancia de Capote en estas tierras es prácticamente nulo, como nulas son las referencias que el escritor hizo respecto a la Costa Brava. Sin embargo, Leila Guerriero ha sabido manejar magistralmente estas circunstancias utilizando palabras del propio Capote: 


La felicidad deja muy tenues huellas; son los días negros los que están prolijamente documentados.


Lo que también se encuentra en el bello final de su obra:


Quizás siempre estuve equivocada. Quizás por eso no hay menciones a este lugar en sus cartas, en sus entrevistas, en sus libros. Quizás, a pesar de la agonía de la espera, este fue el sitio de los últimos días transparentes.

 

domingo, 12 de enero de 2025

David Uclés - Contexto histórico


Guerra santa y odio anticlerical  

Julián Casanova, España partida en dos. Breve historia de la Guerra Civil española. Ed. Crítica, 2014. (entresacado del cap. 2, pp. 47 a 80)  



El catolicismo era la única religión existente en España, identificada con el conservadurismo político y el orden social. Pese a las revoluciones liberales del siglo XIX, el Estado confesional había permanecido intacto. (…) El anticlericalismo, presente ya en el siglo XIX, con intelectuales liberales y la izquierda burguesa dispuestos a reducir el poder del clero en el Estado y en la sociedad, entró en el siglo XX en una nueva fase más radical a la que se sumaron los militantes obreros. (…) 

Para la Iglesia y la mayoría de los católicos españoles, la denominada «cuestión social» era a comienzos del siglo XX un asunto secundario. (…) Pero la industrialización, el crecimiento urbano y la agudización de los conflictos de clase cambiaron sustancialmente las cosas durante las tres primeras décadas del siglo XX. (…) los pobres urbanos desconfiaban profundamente del catolicismo, siempre al lado de los ricos y los propietarios, y la Iglesia era considerada como un enemigo de clase. (…) Muchos curas de las comarcas latifundistas andaluzas y extremeñas llamaban a menudo la atención sobre la hostilidad creciente que hacia ellos y la Iglesia mostraban muchos jornaleros (…) 

Las cláusulas más anticlericales de la Constitución republicana, aprobadas en el parlamento en los últimos meses de 1931, declaraban la no confesionalidad del Estado, eliminaban la financiación del clero, introducían el matrimonio civil y el divorcio y, lo más doloroso para la Iglesia, prohibían el ejercicio de la enseñanza a las órdenes religiosas. 

(…) Tras unos meses de desorientación, sin organizar, el catolicismo político irrumpió como un vendaval en el escenario republicano. Como ha señalado Santos Juliá, los fundadores de la República, con Manuel Azaña a la cabeza, nunca lo contemplaron en su justa medida, lo despreciaron como una reacción de esa Iglesia que olía a rancio. 

(…) Desde el lado del anticlericalismo, su versión más radical y destructiva tuvo también la oportunidad de manifestarse. En (…) octubre de 1934 en Asturias, 34 seminaristas y sacerdotes fueron asesinados, (…) 58 iglesias, el palacio episcopal, el Seminario con su espléndida biblioteca, y la Cámara Santa de la catedral fueron quemados o dinamitados. La represión llevada a cabo por el Ejército y la Guardia Civil fue durísima (…) y miles de militantes socialistas y anarcosindicalistas llenaron las cárceles de toda España. (…) la Iglesia católica aparecía identificada con el capitalismo «opresor» y los sindicatos católicos tenían como única finalidad la defensa de la Iglesia y del capitalismo: «Guste o no», reflexionaba [el canónigo] Arboleya, eso es lo que pensaban «casi todos nuestros trabajadores».  

(…) Con la proclamación de la República, la Iglesia perdió, o sintió que perdía, una buena parte de su posición tradicional. (…) La sublevación no se hizo en nombre de la religión. (…) Pero la Iglesia y la mayoría de los católicos pusieron desde el principio todos sus medios, que no eran pocos, al servicio de esa causa. (…) La sublevación fue «providencial», escribía el cardenal Isidro Gomá, primado de los obispos españoles, en el «Informe acerca del levantamiento cívico-militar» que envió a secretario de Estado del Vaticano (…) Otro obispo, Enrique Pla y Deniel, titular de la diócesis castellana de Salamanca, que se iba a convertir en el ideólogo de la cruzada, apologeta de una guerra 

«necesaria», publicó su famosa carta pastoral «Las dos ciudades» el 30 de septiembre de 1936, (…) definía la guerra española como el combate (…) a un lado, la ciudad terrenal de los «sin Dios»; al otro, «la ciudad celeste de los hijos de Dios». (…)  

El éxito de esa movilización religiosa, de esa liturgia que creaba adhesiones de las masas en las diócesis de la España «liberada», animó a los militares a adornar sus discursos con referencias a Dios y a la religión, ausentes en las proclamas del golpe militar (…) El 1 de octubre de 1936 el general Francisco Franco fue nombrado en Salamanca máxima autoridad militar y política de la zona rebelde, (…) A partir de ese momento, Franco fue tratado por la jerarquía de la Iglesia católica como un santo, el salvador de España y de la cristiandad. (…) y Pla y Deniel le cedió su palacio episcopal en Salamanca (…) el «cuartel general» (…) 

La «Carta colectiva del Episcopado español a los obispos del mundo entero» estaba fechada el 1 de julio de 1937 (…) [decía que] la Iglesia fue «víctima inocente, pacífica, indefensa» de esa guerra. (…) Cuando apareció esa «Carta colectiva», varias decenas de miles de «rojos» habían sido ya asesinados. La mayoría del clero, con los obispos a la cabeza, no sólo silenció esa ola de terror, sino que la aprobó e incluso colaboró (…) Administrar los últimos sacramentos a los que iban a ser asesinados se convirtió en una de las principales preocupaciones del clero católico. (…) El clero no dudó en achacar todos los males de la sociedad moderna a la «labor disolvente» de intelectuales y maestros. (…)  

Una cosa parece indiscutible, confirmada por todas las investigaciones: el clero y las cosas sagradas constituyeron el primer objetivo de las iras populares, de quienes participaron en la derrota de los sublevados y de quienes protagonizaron la «limpieza» emprendida en el verano de 1936. (…) El castigo fue de dimensiones ingentes, devastador, en aquellas comarcas donde la derrota del golpe militar abrió un proceso revolucionario súbito y destructor. (…) más de 6800 eclesiásticos, del clero secular y regular, fueron asesinados; una buena parte de las iglesias, ermitas y santuarios fueron incendiados o sufrieron saqueos y profanaciones (…) Si hay un terror «caliente», ese es el que se le aplicó al clero (…)  

No fueron los revolucionarios quienes desataron la revolución. (…) Fue causada, se sabe bien, por un golpe militar frustrado (…) Una vez desencadenada, sin embargo, el clero apareció como un objetivo fácilmente identificable. (…) Se acusaba al clero católico de «traición al Evangelio», de «fariseísmo» (…) Desde el joven Lerroux al obrero anarquista, pasando por las publicaciones anticlericales más corrosivas (…) compartían la idea de que el clero tenía un ansia insaciable de poder y dinero. (…) A los clérigos se les representaba siempre en los grabados de esa prensa anticlerical gordos y lustrosos, rodeados de sacos de dinero que esconden mientras piden limosna. (…) 

Pero el tema preferido de los periódicos y revistas anticlericales, según ha demostrado también Álvarez Junco, era la vida sexual de los clérigos, a quienes se atribuye una conducta «antinatural», unas veces por defecto, que les lleva a todo tipo de «aberraciones», o la mayoría de ellas por exceso. (…) La cosa podrá sorprender hoy a muchos (…) La historia dice, sin embargo, que en los asaltos a los conventos durante la 

Semana Trágica [1909] y casi treinta años después, durante la Guerra Civil, la muchedumbre mostraba una morbosa curiosidad por las tumbas de frailes y monjas, donde seguro que ocultaban, según se suponía, fetos o sofisticados artilugios pornográficos. (…)   El ritual de desenterrar cuerpos de monjas se repitió abundantemente en las jornadas de violencia anticlerical y revolucionaria del verano de 1936. Pero el número de monjas asesinadas es infinitamente menor que el de frailes y sacerdotes. (…) 

Según el estudio que el obispo Antonio Montero Moreno publicó en 1961, principal referente de autoridad por lo que respecta a las cifras, fueron asesinadas en toda España 283 monjas. Muchas (…) no hubiera tenido que haber ninguna que sufriera ese martirio. Pero muy pocas si se compara con los 4184 sacerdotes diocesanos y los 2365 religiosos que corrieron esa fatal suerte. (…) Por ejemplo, en las zonas de dominio anarquista dejaron casi siempre vivas a las monjas, aunque se las obliga a abandonar los conventos y los hábitos, destinándolas a la asistencia social o a la servidumbre. (…) En Cataluña, donde tanto abundaron las matanzas colectivas de frailes, asesinaron sólo a 50 religiosas.  

(…) Da la impresión, por lo tanto, de que había razones específicas para respetar más la vida de las monjas que la de los frailes o curas. Estaría, en primer lugar, esa sospecha de que las mujeres jóvenes ingresaban en los conventos bajo coacción, (…) En el «imaginario colectivo» anticlerical, y en la realidad, las monjas estaban menos politizadas que los clérigos varones. Ellas no eran «culpables»; los curas y frailes, sí. (…) Liberar a las monjas, matar a los curas y frailes y prender fuego a todos los edificios religiosos. El fuego como símbolo de destrucción de lo viejo y de purificación. (…)  

Todo lo que habían intentado los republicanos y socialistas que crearon la Constitución republicana de 1931, para modernizar, según ellos, el Estado y la sociedad española, se ponía ahora en práctica sin frenos ni restricciones. (…) Toda esa violencia anticlerical no representaba tanto un ataque a la religión como a una específica institución religiosa, la Iglesia católica, estrechamente ligada según se suponía a los ricos y poderosos. (…) predicaban la pobreza y ambicionaban la riqueza. (…) Eran una plaga, decía la prensa republicana y obrera, la desgracia nacional que impedía al pueblo avanzar.  

(…) Habrá quienes acudan al tópico socorrido de la responsabilidad anarquista, aunque esa violencia anticlerical adquirió buena dosis de desmesura en muchas zonas (…) El anticlericalismo violento (…) no aportó, sin embargo, beneficio alguno a la causa republicana. (…) Sirvió también para que los vencedores ajustaran cuentas con los vencidos (…) Después de la guerra, las iglesias y la geografía española se llenaron de memoria de los vencedores, de placas conmemorativas de los «caídos por Dios y la Patria», mientras se pasaba un tupido velo por la «limpieza» que en nombre de Dios habían emprendido y seguían llevando a cabo gentes piadosas y de bien. (…) el derramamiento de sangre de los «sin Dios», de los «hijos de Caín», era justo y legítimo, (…) El ritual y la mitología montados en torno a esos mártires le dio a la Iglesia todavía más poder y presencia entre quienes iban a ser los vencedores de la guerra, anuló cualquier atisbo de sensibilidad hacia los vencidos (…) 

Resulta imposible (…) pasar por alto la dimensión religiosa de la Guerra Civil española, una guerra «santa y justa» por un lado, y de arrebato airado contra el clero por otro, que ha dejado importantes huellas en los recuerdos y memorias de los españoles.


Enrique Moradiellos. Víctimas de una guerra civil 


Catedrático de Historia Contemporánea de la Un. Extremadura y Premio Nacional por Historia mínima de la Guerra Civil (Turner). El País-27-3-2021

https://elpais.com/opinion/2021-03-27/victimas-de-una-guerra-civil.html   


"La guerra civil española de 1936-1939 (…) fue un cataclismo colectivo que partió por la mitad a la sociedad española y abrió las puertas a un aterrador infierno de violencia y sangre: en torno a 200.000 muertos en combate, más de 350.000 muertos por penurias alimentarias y carencias sanitarias y una cifra de víctimas mortales por represión política de no menos de 130.000 personas a manos franquistas (la mayoría en guerra y unas decenas de miles en posguerra) y poco más de 55.000 a manos republicanas (estas solo durante la guerra).  

Esa última categoría, las víctimas como sujetos de daño mortal por acción de otros al margen de operaciones bélicas, son siempre parte definitoria de esa violencia salvaje contra el “enemigo interno”. (…) la violencia contra ellos tiene carácter estratégico (anula su resistencia por eliminación física o intimidación moral ante el castigo ejemplar) y por eso anegó de sangre ambas retaguardias, sobre todo en los primeros meses testigos del “terror caliente” de 1936 (casi el 70% de esos represaliados perdieron la vida en ese lapso temporal). 

El perfil de las víctimas en España es contrastado, desde luego, como corresponde a una guerra que fue combinación de lucha de clases sociales por las armas, pugna de ideologías políticas enfrentadas, choque entre mentalidades religioso-culturales contrapuestas, enfrentamiento de sentimientos nacionales mutuamente incompatibles. En la zona sublevada, (…) pretendía “limpiar” de escoria el cuerpo social de la nación católica mediante la liquidación de las autoridades institucionales adversas (…) de los dirigentes socio-políticos de los partidos y sindicatos de izquierda y de sus militantes más activos, desafectos o peligrosos. En la zona republicana (…) eliminaba obstáculos a la transformación social a través de las vidas de militares hostiles, líderes políticos derechistas, patronos opuestos al sindicalismo obrero y, sobre todo, clérigos de la Iglesia católica, erigida en símbolo culpable del mal acumulado durante siglos. 

(…) En todo caso, es innegable que la violencia insurgente (luego franquista) fue más efectiva por organizada y progresivamente centralizada, además de superior en número porque empezó aplicándose a media España, pero logró expandirse al compás de sus avances militares (…) Es algo lógico que confirman otras guerras civiles (el que gana mata más). (…) los crímenes de lesa humanidad cometidos por reaccionarios insurgentes en un lado no legitiman ni anulan los crímenes de lesa humanidad cometidos por el terror revolucionario impuesto en el otro lado.  

(…) ¿Acaso ocultar los crímenes de unos para ensalzar la enormidad exclusiva de los crímenes de otros es hacer “buena Historia”? 

Todo lo contrario. Y sin que ello sea óbice para que el Estado democrático corrija una anomalía derivada de la propia historia y trate a todas las víctimas con igual respeto. Porque mientras que durante mucho tiempo unas tuvieron lugares honorables de reposo y a sus herederos reconocidos y gratificados, las otras sufrieron la vergüenza de permanecer en fosas comunes y carecieron de amparo para sus deudos. Así estaríamos cumpliendo la resolución del Parlamento Europeo sobre “memoria histórica europea” de abril de 2009 que pide recordar “con dignidad e imparcialidad” a “todas las víctimas de los regímenes totalitarios y antidemocráticos en Europa” (…) 


EVOLUCIÓN DEL FRENTE DURANTE LA GUERRA CIVIL



 

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