viernes, 26 de abril de 2013

Huracán en Jamaica





Huracán en Jamaica

Lo que se cuenta en esta novela, escrita por Richard Hughes y publicada en 1929, es la historia de unos niños que son raptados por piratas cuando regresaban a Inglaterra desde Jamaica, donde hasta entonces vivían con sus padres. Tras un argumento que se ajusta al modelo de novela de aventuras se esconde –como es habitual en estos relatos- un complejo universo de ideas que proyectan la forma de pensar del autor sobre el hombre y su circunstancia. Como vimos en las dos novelas ya leídas y comentadas en nuestro Club de Lectura (Robinson Crusoe y Lord Jim), el viaje se convierte en una metáfora de la vida de los personajes, de sus emociones, sus cambios vitales y su crecimiento personal.

Los personajes de esta novela se encuentran en Las Antillas, cuando éstas iniciaron su proceso de emancipación de la corona británica. El desastre producido por un terrible huracán decide a los colonos Bas-Thornton y a los criollos Fernández a embarcar a sus hijos (siete en total) en un barco que los  lleve a Inglaterra, donde se supone estarán a salvo. La historia es conducida por un narrador en tercera persona, que se introduce ocasionalmente en el relato usando la primera e impregnándolo de irónicos comentarios,  muestra de su implicación en los conflictos de sus criaturas, a las que analiza con una precisión no exenta de cierto cinismo. 

La mayor parte de la novela se desarrolla en el barco donde los niños establecen una peculiar relación con los piratas, especialmente con el capitán Jonsen y su segundo, Otto. El barco se convertirá en el espacio vital en el que los personajes vivirán su particular odisea, un itinerario interior situado entre dos mundos lejanos y casi míticos: la lejana Jamaica del pasado y la Inglaterra del futuro. Entre los personajes destaca Emily, que a sus diez años ha de enfrentarse al descubrimiento de sí misma y de lo significativo y duro que es el propio crecimiento. Enfrentada al mal y a la necesidad de mentir y ocultar sus actos, este personaje simboliza el cambio personal e iniciático hacia el mundo de los adultos, en el que deberá integrarse para sobrevivir. Una niña en su proceso de transformación, llena de matices, voces y silencios sobre la que habrá mucho qué decir y opinar.

Tras las peripecias de la aventura se  adivinan las opiniones del narrador sobre dos aspectos: la moral conservadora de la sociedad victoriana, que Emily y  sus hermanas reproducen en sus ingenuos actos, como el despectivo comentario sobre los pies descalzos de los negros y de las niñas Fernández, al considerarse a ambos como “no ingleses”. Más significativo es el episodio donde Jonsen riñe a las niñas por deslizarse por la cubierta del barco como si fuera un tobogán y les dice que “si rompen sus bragas, él no se las remendará”. Lo que incomoda y ofende a las niñas es el hecho de haber  escuchado la palabra “bragas”, no el hecho de ser reprendidas.

Pero lo más relevante de la novela desde el punto de vista temático es el análisis de la infancia como una etapa misteriosa e incomprensible para los adultos. Las disquisiciones sobre esta cuestión son auténticos discursos argumentativos, a veces serios, a veces irónicos. Lo que desmonta el narrador cuando se pregunta si los niños son humanos o locos es, sobre todo, la idea de que los padres sean verdaderamente importantes para sus hijos. Según su teoría, los niños sólo tienen la experiencia del presente limitándose a vivirlo sin trascender el tiempo. Esta cualidad infantil les permite sobrevivir a su estancia en el barco pirata, ya que para ellos todo se convierte en un juego. Son los mayores los que interpretan estos hechos a su manera y de acuerdo con los valores establecidos que regulan las normas éticas y sociales. El juicio final, en el que se condena a los piratas a la pena capital por algo que no han hecho, es una buena muestra de por donde van esos valores.

Pero no debemos olvidar a Emily, que se sale de este esquema, pues, al situarse  en la frontera de asumir la responsabilidad de sus actos y ocultarse en el mundo infantil “de papás, mamás y pasteles de cumpleaños”, oscila de un lado a otro, sin conciencia plena de la trascendencia de su declaración ante el tribunal de justicia. Un atisbo de lo terrible de la condena del capitán y los suyos está al final de la novela cuando Emily pregunta a su padre sobre el destino de su gato Tabby perseguido por una violenta jauría salvaje ¿Se trata  de un símbolo de lo que les espera a los piratas enjaulados por la gente de bien?
Para la infantil Emily es más importante un pequeño terremoto que un gran huracán, dormir con una cría de caimán que matar a un hombre. Una visión de la infancia bastante sarcástica. Claro que no lo son menos los comentarios sobre la rígida y esperpéntica religiosidad de Rachel y su afán de convertir cualquier objeto en muñeco al que cuidar, ya que “parodiando a Hobbes, reivindicaba como suyo todo aquello en que se había posado su imaginación.

Acabamos con algunas muestras de la ironía del narrador:

“¿son los niños seres humanos? La verdad es que parecen humanos como muchos monos… En realidad están locos.”
“Los cerdos crecen rápidamente, más rápido incluso que los niños”
“...y con espíritu napoleónico –aunque embotado- subió a cubierta…”

No olvidamos las caricaturas como la de Thornton con sus largas piernas colgantes sobre la escasa cabalgadura, o las alusiones a los desvaríos  psicológicos de la Sra. Thornton sobre las emociones y sentimientos de sus hijos. Por cierto, que eso no quita que sea  el padre de Emily el único personaje que se da cuenta de lo que ha hecho su hija. Según el narrador, ésta no se diferencia de cualquier niña de su edad, y lo afirma en primera persona. Aun faltaban 25 años para que Willian Golding publicara El señor de las moscas. Hay, sin duda, muchas más cuestiones que plantear, muchos más matices que hacer, pero para eso nos reuniremos en nuestro Club. GB





2 comentarios:

Maga dijo...

He hecho un comentario, pero no se ha publicado. Intento enviar éste.
Lourdes Martinez

Anónimo dijo...

Otra interpretación del personaje de Emily: su viaje es iniciático en la medida en que pasa de la niñez a la edad adulta al interiorizar su experiencia con los piratas, pero lo hace como los adultos de la sociedad a la que pertenece. Con la misma hipocresía y egoísmo que sus mayores, Emily prefiere mentir, salvarse y saltarse la justicia, la compasión y la verdad. Todo un ejemplo de quién llegará a ser

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