martes, 26 de marzo de 2013

Lord Jim: narrador, símbolos y otros elementos



LORD JIM: narrador, símbolos y otros elementos formales

Las voces narradoras y el tiempo

La estructura de Lord Jim  anticipa la renovación de la novela propiciada por los movimientos de vanguardia, tanto respecto al número y  clase de narrador como a la función del tiempo discursivo.  Al principio, el relato corre a cargo de un narrador externo en tercera persona que presenta con gran subjetividad a Jim como corredor de agencias portuarias, años después de haber sido juzgado. Su aspecto imponente y contenido impresionan al lector:

Era fornido y corpulento y, al abordar a la gente, hacíalo combando ligeramente los hombros, avanzando la cabeza y con la mirada fija, profunda, bajo el dosel de las cejas, de tal suerte que evocaba el recuerdo de un toro en el momento de embestir.

Adopta este narrador una actitud misteriosa que oculta al lector los motivos de la aflicción del personaje, aludiendo a cierto asunto como sustituto léxico de  un enigma que se presupone conocido pero no lo es. Tras una leve retrospección en que se nos ofrece una breve pero esencial biografía del protagonista, se cede la voz narradora a Marlow, el inquieto aventurero de El corazón de las tinieblas. Este narrador, interno e igualmente implicado en la historia de Jim, articula un relato disperso, en la que rememora los hechos  simulando una distendida pero apasionada conversación con sus iguales en la terraza del hotel Malabar, en alguna ciudad costera de Asia.

La forma coloquial, con frecuentes apelaciones a sus interlocutores, incluye otras historias narradas por los personajes que conocieron a Jim, enriqueciendo de esta forma los puntos de vista sobre el  personaje, que se desvela así  dentro de su compleja trayectoria vital. A veces recurre el narrador a cartas o documentos para que dinamicen el relato y lo enriquezcan, aunque ello pueda producir cierta confusión en  algún lector habituado a lecturas más sencillas. 

El tiempo discurre hacia delante, hacia atrás y hacia los lados, sobre todo en la parte donde se gesta el conflicto de Jim y su condena. La estancia en el idílico Patusán tiene una estructura más sencilla, que transcurre cronológicamente y  nos llega mediante la voz del propio Jim o  la de su amigo Marlow. La novela finaliza con la transcripción de misivas y documentos, que éste le hace llegar al narrador inicial, en la que se resumen los hechos, desde el definitivo y último fracaso de Jim hasta su muerte.

La muerte de Jim se produce en una escena cargada de dramatismo. Jim se presenta ante Doramín para asumir su castigo.  Éste, tremendamente grueso, se bambolea arrastrando a sus servidores hasta un Jim que, “en pie, muy tieso, desnuda la cabeza y alumbrado por la luz de las antorchas, no apartaba de sus ojos la franca y recta mirada”. Suena el tiro y “el hombre blanco” mira a los lados con orgullo y cae lentamente hacia adelante.

El comentario del narrador interpreta así el fin del personaje (y el de la novela):

Y aquí termina todo. Desaparece él del mundo como envuelto en misteriosa nube, inescrutable en el fondo de su corazón, olvidado, sin el perdón de los que le rodeaban y excesivamente romántico.
La subjetividad del narrador se evidencia en la consideración de Jim como fantasma o espectro del “ideal que de sí mismo se trazó”, llamando nuestra atención sobre la dualidad de Jim: la abrumadora fuerza de su recuerdo, y su apariencia de “alma errante, perdida entre las pasiones de este bajo mundo, pronta a someterse fielmente al llamamiento de aquel otro mundo de fantásticas sombras al que pertenece”.

Símbolos y otros elementos

Esta novela pone de manifiesto el talento de Conrad como maestro de la descripción en el relato. A pesar de que algunos puedan considerar que se trata de una narración morosa y excesivamente lenta, no nos resistimos a precisar que este tipo de lecturas requieren también su tempo; pues la degustación lenta de sus intrincadas y extensas descripciones nos ofrece innumerables detalles físicos y psicológicos de los personajes con gran profusión de emociones, sensaciones y conductas. Es una novela densa, pero precisamente por eso, cuando aplicamos el microscopio para ver sus interioridades, encontramos innumerables tesoros. El retrato de Jim, las caricaturas de los tripulantes del Patna, las descripciones irónicas de Egstrom y Blake, la etopeya de Stein, la esperpéntica descripción del rajá de Patusán y sus estancias…. Conrad domina todas las técnicas y recursos de la lengua y las pone al servicio del relato. Unas veces imita los movimientos de la cámara cinematográfica, otras usa profusión de adjetivos, y en ocasiones economiza tanto que se acerca al impresionismo literario. Dos ejemplos:

 Caricatura impresionista de los tripulantes del Patna

“Uno de ellos era un ruin hombrecillo de hundidas mejillas que llevaba el brazo en cabestrillo; otro, un sujeto alto, con chaqueta de franela azul, reseco como astilla y no más grueso que mango de escoba, de caído bigote gris, miraba en torno suyo con aire de imbécil. El tercero era un joven tieso, ancho de hombros con las manos en los bolsillos…”

Descripción cinematográfica: lo que ilumina un cigarro

“La prolongada forma de los sillones de junco ofrecía cómodo descanso a cada uno de los silenciosos oyentes. De cuando en cuando, una de aquellas rojas manchitas de fuego movíase bruscamente, esparciendo claridad por los dedos de lánguida mano o por parte de algún rostro en profundo reposo, o bien lanzaba un chispazo de luz carmesí sobre unos ojos pensativos sombreados por una frente sin arrugas”

Las descripciones del mar adquieren una naturaleza material y plástica con valor como espacio navegable y como símbolo, generalmente del peligro y del mal. El mar aparece en ocasiones dotado de alma y voluntad, como criatura que ataca a los hombres y de la que éstos no pueden escapar. En la novela, el tratamiento de la naturaleza tiene más valor simbólico que realista, como es propio de los relatos románticos. La noche, la luna y la niebla envuelven con frecuencia a Jim en un halo de irrealidad y misterio que confiere al personaje el carácter espectral y fantasmagórico de los seres inmateriales.  La oscuridad y las sombras anticipan la muerte, lo mismo que el sueño que dota a Jim de su singular aire ensimismado y ausente, como si existiera en otra dimensión distinta del resto de mortales. Y naturalmente, la isla como refugio, la tierrra de Patusán como edén rodeado de vegetación en los confines del mundo civilizado. El viaje como metáfora de la vida de un personaje condenado por el azar y el tiempo a la muerte de los héroes.

“La conquista del amor, del honor, de la confianza que en nosotros depositan los hombres; el orgullo que esto engendra, la fuerza que comunica, materiales son apropiados para forjar con ellos una narración heroica.”
“Treinta millas de bosques mantenían aquello cerrado a la vista de un mundo que se mostraba indiferente, y el ruido de las olas al estrellarse, blancas de espuma, en la costa, sofocaba la voz de la fama.”

A pesar de ser Jim un personaje que impregna de romanticismo todas sus acciones y todos sus pensamientos, en  aras de perseguir su sueño, Marlow pone las cosas en su sitio al precisar que nadie encuentra la verdad ni las respuestas a las grandes preguntas. De Jim dice que “vivía escabulléndose continuamente” y que “estaba satisfecho, casi…”, como el hombre del siglo XX, con conciencia de su propia temporalidad, de su existencia como realidad única y cierta. Muy lejos de la ingenua felicidad de Robinson Crusoe. GB

No hay comentarios:

LO MÁS LEÍDO