Lord
Jim de Joseph Conrad
Las contradicciones de Jim: aislamiento y
condena
Lord Jim o tuam
Jim, como lo llamaron los nativos malayos bajo su mando, es un personaje
complejo que esconde misteriosos matices tras su apariencia de aventurero
decimonónico. Si esta novela fuera un simple relato de aventuras, acabaríamos
enseguida su resumen:
Cuando Jim
trabajaba como marino en el Patna, barco que llevaba peregrinos a La Meca, huye
junto al capitán, el maquinista y un marinero en medio de una terrible
tempestad, no cumpliendo así el deber de socorro exigido por las leyes. Cuando
el barco es rescatado por la flota francesa, los responsables son juzgados y
condenados. Todos huyen menos Jim, que
se enfrenta al deshonor de la inhabilitación y a la angustia del culpable
que no sabe cómo expiar su falta. Obsesionado
por olvidar su infracción, emprende un viaje sin fin que le aleja cada vez más
de la civilización de sus iguales, hacia el Oriente y las más intrincadas
selvas de Malasia, donde finalmente encontrará la muerte.
¿Qué es, pues, lo
que esconde Lord Jim? Veamos lo que nos dice el narrador de su historia:
Se ilusionó demasiado creyéndose un
espléndido caballo de carreras, y veíase condenado a tirar sin gloria alguna,
como el pollino que arrastra el carrito de un vendedor ambulante.
Éste es el
problema de Jim, le prepararon para algo que no pudo ser, que nadie puede ser:
el papel de héroe absoluto, la perfección máxima en el desempeño del deber, el
depositario del honor, la fama y la gloria que son propias de los seres superiores. Ese
perfil heroico le viene de su educación familiar. Hijo de uno de esos hogares de párroco protestante que son archivos de piedad y
de paz, la rectitud aprendida en los libros hace que Jim se forme una idea
del futuro y de la vida absolutamente irreal. En la imagen idealizada de sí mismo, viéndose
cómo protagonista de grandes hazañas, no se prepara para una realidad fea y mediocre. Por eso cuando se enfrenta a los
hechos que le exigen reaccionar ante el peligro, se queda inmóvil, paralizado,
poseído por una especie de ensimismamiento lleno de proyectos imaginarios.
La primera vez que
le pasa esto es durante su aprendizaje como marino, cuando alguien cae al agua y Jim
es incapaz de socorrerle. Más tarde, ocurrirá lo mismo en el aparente naufragio
del Patna. Mientras todos se afanan en ponerse a salvo, Jim, en su inmovilidad,
se encuentra en su mundo interior, imaginando desastres, muertes y hundimientos,
sin hacer absolutamente nada, en una distante y contemplativa elegancia que le
hace sentirse distinto y superior a todos. De hecho, cuando finalmente salta a
la barca en que se encuentra el resto, lo hace de forma impulsiva como si su
cuerpo fuera independiente de su mente y de su voluntad. Y de hecho así es. El
modelo heroico ideal se encuentra atrapado en una materia que no obedece, que
no le responde. Esta clase de héroe sólo puede vivir en un universo imaginario, el de la ficción literaria
propiciada por el idealismo romántico.
La contradicción esencial de Jim es que no puede
existir, no puede “ser”. En la vida real está condenado a la incomprensión y a
la soledad. Su aislamiento es el del héroe trágico, abocado a la muerte para cumplir su destino. Y
es que en Jim se oponen literatura y vida. No puede vivir su proyecto heroico,
es imposible que lo haga en la sociedad en que su creador le ha situado. En la
novela queda claro que los demás no entienden su singular orgullo, su negativa
a ser como los demás. Lo dice Egstron, uno de los que conoció a Jim, cuando Marlow
le explica que Jim rechaza trabajos corrientes o los abandona, porque no puede
olvidar lo que le pasó en el Patna, no puede soportar la culpa:
-¿Y a quién demonios le importa eso? ¿Y
quién demonio es él para tomarse así las cosas?
Lo que se
desprende de estas palabras es claro: el desliz de Jim no era tan raro ni grave en el
ambiente marinero. En aquella vida, los
hombres cometían errores y sobrevivían. Pero Jim no, él es diferente, porque su
diseño corresponde al ámbito de la literatura romántica, es un héroe de libro,
novelesco. Por eso aparece siempre como una silueta, una línea dibujada en la
sombra, levemente iluminado, hierático, como si no fuera real. Lo que muere con
Jim es el romanticismo. Lo afirma Stein,
el amigo naturalista de Marlow, cuando diagnostica el problema, la enfermedad
del personaje:
Entendido. Perfectamente. Es un romántico.
La única forma de
sobrevivir a tal “verdad esencial”
es, según Stein, es “sumergirse en el
elemento destructor”, “seguir el
ensueño”, o sea, que Jim viva su fantasía en un lugar donde pueda realizar
su ideal. Patusán es el sitio donde Jim ejecutará su proyecto heroico, todo
belleza, bondad y justicia. Y siempre mostrará un gran valor, el valor que no
tuvo en el mundo de los hombres, en la antipática realidad. Jim sobrevivirá en
ese mundo lejano y olvidado donde podrá existir como héroe canónico, aunque
será un dios con pies de barro. Se sentirá siempre amenazado por el recuerdo,
la memoria de los otros, y por la propia realidad. Cuando aparece el miserable
y malvado Brown, la ideal bondad de Jim es su sentencia de muerte.
Leamos esta
magnífica descripción del Jim romántico, que fascina a Marlow y al propio
Stein, que ve al personaje como afectado
por una enfermedad, “algo malo, malísimo”
Era en aquel momento difícil de creer en esa
existencia de Jim, que, empezando en el hogar de un párroco protestante,
quedaba luego mancillada por multitudes enteras de hombres, como por nubes de
polvo, y reducida al silencio por el choque de las exigencias de la vida y de
la muerte en el mundo material…; pero, con todo, su imperecedera realidad
surgió en mi mente con irresistible, convincente fuerza. La vi tan vivaz como
si, al ir avanzando a través de los altos y espaciosos aposentos, entre
flotantes destellos y los repentinos reflejos de figuras humanas deslizándose,
junto con vacilantes llamas, en insondables, transparentes profundidades, nos
hubiéramos acercado a la verdad absoluta, que, como la belleza misma, flota,
falaz, oscura, medio sumergida en las quietas, silenciosas aguas del misterio.
El caso de Jim es
digno de estudio para psicólogos y psiquiatras. En sus distantes conversaciones
con Marlow, pasa por todas las fases de la disfunción vital: se lamenta, se
queja de incomprensión y defiende su honor como si éste existiera por el hecho
de ser pensado o soñado. Su existencia se entiende más como personaje que como
persona, pues ¿cómo podría vivir un Jim perfecto en un mundo de pícaros,
malhechores y hombres de negocios motivados por espurios intereses ?
Es cierto que en
un primer plano, Jim simboliza el afán de redención o de expiación de la culpa, lo mismo que Robinson Crusoe, aunque éste no busca su destino sino que se lo
encuentra, debido a la intervención de la
divina Providencia. A la luz de esta lectura comprendemos que el segundo es
mucho menos complejo que el primero.
Robinson encarna las ideas de la
ilustración tamizadas por sus raíces presbiterianas, y lo hace como personaje
al servicio de unos valores morales y religiosos. A su configuración como
personaje literario le sobra ideología y le falta encarnadura. El protagonista de Lord Jim, además de castigarse voluntariamente, refleja todo el
dolor y angustia que su frustrada experiencia conlleva, se muestra evasivo,
introvertido y alejado de su entorno,
en su singular huida y errante existencia. Ya hemos justificado su valor como
representante de un romanticismo
oscuro, decadente, melancólico y trágico, que Conrad sentía superado, aunque
anticipaba el existencialismo de
Camus que vendría después.
Lord Jim, novela canónica sobre la evolución del viaje vital, que parte
del ideal romántico y emprende un proceso de transformación que culminará en la
muerte, el no-ser, la nada, que diría Sartre. GB
1 comentario:
Excelente análisis del libro. Gracias por publicarlo.
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