martes, 26 de marzo de 2013

Lord Jim, de Joseph Conrad


Lord Jim de Joseph Conrad

Las contradicciones de Jim: aislamiento y condena

Lord Jim o tuam Jim, como lo llamaron los nativos malayos bajo su mando, es un personaje complejo que esconde misteriosos matices tras su apariencia de aventurero decimonónico. Si esta novela fuera un simple relato de aventuras, acabaríamos enseguida su resumen:

Cuando Jim trabajaba como marino en el Patna, barco que llevaba peregrinos a La Meca, huye junto al capitán, el maquinista y un marinero en medio de una terrible tempestad, no cumpliendo así el deber de socorro exigido por las leyes. Cuando el barco es rescatado por  la flota  francesa, los responsables son juzgados y condenados. Todos huyen menos Jim, que  se enfrenta al deshonor de la inhabilitación y a la angustia del culpable que no sabe  cómo expiar su falta. Obsesionado por olvidar su infracción, emprende un viaje sin fin que le aleja cada vez más de la civilización de sus iguales, hacia el Oriente y las más intrincadas selvas de Malasia, donde finalmente encontrará la muerte.

¿Qué es, pues, lo que esconde Lord Jim? Veamos lo que nos dice el narrador de su historia:

Se ilusionó demasiado creyéndose un espléndido caballo de carreras, y veíase condenado a tirar sin gloria alguna, como el pollino que arrastra el carrito de un vendedor ambulante.

Éste es el problema de Jim, le prepararon para algo que no pudo ser, que nadie puede ser: el papel de héroe absoluto, la perfección máxima en el desempeño del deber, el depositario del honor, la fama y la gloria que  son propias de los seres superiores. Ese perfil heroico le viene de su educación familiar. Hijo de uno de esos hogares de párroco protestante que son archivos de piedad y de paz, la rectitud aprendida en los libros hace que Jim se forme una idea del futuro y de la vida absolutamente irreal. En  la imagen idealizada de sí mismo, viéndose cómo protagonista de grandes hazañas, no se prepara para una realidad fea  y mediocre. Por eso cuando se enfrenta a los hechos que le exigen reaccionar ante el peligro, se queda inmóvil, paralizado, poseído por una especie de ensimismamiento lleno de proyectos imaginarios.

La primera vez que le pasa esto es durante su aprendizaje  como marino, cuando alguien cae al agua y Jim es incapaz de socorrerle. Más tarde, ocurrirá lo mismo en el aparente naufragio del Patna. Mientras todos se afanan en ponerse a salvo, Jim, en su inmovilidad, se encuentra en su mundo interior, imaginando desastres, muertes y hundimientos, sin hacer absolutamente nada, en una distante y contemplativa elegancia que le hace sentirse distinto y superior a todos. De hecho, cuando finalmente salta a la barca en que se encuentra el resto, lo hace de forma impulsiva como si su cuerpo fuera independiente de su mente y de su voluntad. Y de hecho así es. El modelo heroico ideal se encuentra atrapado en una materia que no obedece, que no le responde. Esta clase de héroe sólo puede vivir en un  universo imaginario, el de la ficción literaria propiciada por el idealismo romántico.

La  contradicción esencial de Jim es que no puede existir, no puede “ser”. En la vida real está condenado a la incomprensión y a la soledad. Su aislamiento es el del héroe trágico,  abocado a la muerte para cumplir su destino. Y es que en Jim se oponen literatura y vida. No puede vivir su proyecto heroico, es imposible que lo haga en la sociedad en que su creador le ha situado. En la novela queda claro que los demás no entienden su singular orgullo, su negativa a ser como los demás. Lo dice Egstron, uno de los que conoció a Jim, cuando Marlow le explica que Jim rechaza trabajos corrientes o los abandona, porque no puede olvidar lo que le pasó en el Patna, no puede soportar la culpa:

-¿Y a quién demonios le importa eso? ¿Y quién demonio es él para tomarse así las cosas?

Lo que se desprende de estas palabras es claro: el desliz de Jim no era tan raro ni grave en el ambiente  marinero. En aquella vida, los hombres cometían errores y sobrevivían. Pero Jim no, él es diferente, porque su diseño corresponde al ámbito de la literatura romántica, es un héroe de libro, novelesco. Por eso aparece siempre como una silueta, una línea dibujada en la sombra, levemente iluminado, hierático, como si no fuera real. Lo que muere con Jim es el romanticismo. Lo  afirma Stein, el amigo naturalista de Marlow, cuando diagnostica el problema, la enfermedad del personaje:

Entendido. Perfectamente. Es un romántico.

La única forma de sobrevivir a tal “verdad esencial” es, según Stein, es “sumergirse en el elemento destructor”, “seguir el ensueño”, o sea, que Jim viva su fantasía en un lugar donde pueda realizar su ideal. Patusán es el sitio donde Jim ejecutará su proyecto heroico, todo belleza, bondad y justicia. Y siempre mostrará un gran valor, el valor que no tuvo en el mundo de los hombres, en la antipática realidad. Jim sobrevivirá en ese mundo lejano y olvidado donde podrá existir como héroe canónico, aunque será un dios con pies de barro. Se sentirá siempre amenazado por el recuerdo, la memoria de los otros, y por la propia realidad. Cuando aparece el miserable y malvado Brown, la ideal bondad de Jim es su sentencia de muerte.

Leamos esta magnífica descripción del Jim romántico, que fascina a Marlow y al propio Stein, que ve al personaje como  afectado por una enfermedad, “algo malo, malísimo

Era en aquel momento difícil de creer en esa existencia de Jim, que, empezando en el hogar de un párroco protestante, quedaba luego mancillada por multitudes enteras de hombres, como por nubes de polvo, y reducida al silencio por el choque de las exigencias de la vida y de la muerte en el mundo material…; pero, con todo, su imperecedera realidad surgió en mi mente con irresistible, convincente fuerza. La vi tan vivaz como si, al ir avanzando a través de los altos y espaciosos aposentos, entre flotantes destellos y los repentinos reflejos de figuras humanas deslizándose, junto con vacilantes llamas, en insondables, transparentes profundidades, nos hubiéramos acercado a la verdad absoluta, que, como la belleza misma, flota, falaz, oscura, medio sumergida en las quietas, silenciosas aguas del misterio.

El caso de Jim es digno de estudio para psicólogos y psiquiatras. En sus distantes conversaciones con Marlow, pasa por todas las fases de la disfunción vital: se lamenta, se queja de incomprensión y defiende su honor como si éste existiera por el hecho de ser pensado o soñado. Su existencia se entiende más como personaje que como persona, pues ¿cómo podría vivir un Jim perfecto en un mundo de pícaros, malhechores y hombres de negocios motivados por espurios intereses  ?

Es cierto que en un primer plano, Jim simboliza el afán de redención o de expiación de la culpa, lo mismo que Robinson Crusoe, aunque éste no busca su destino sino que se lo encuentra, debido a la  intervención de la divina Providencia. A la luz de esta lectura comprendemos que el segundo es mucho menos complejo que el primero.

Robinson encarna las ideas de la ilustración tamizadas por sus raíces presbiterianas, y lo hace como personaje al servicio de unos valores morales y religiosos. A su configuración como personaje literario le sobra ideología y le falta encarnadura.  El protagonista de Lord Jim, además de castigarse voluntariamente, refleja todo el dolor y angustia que su frustrada experiencia conlleva, se muestra evasivo, introvertido y alejado de su entorno, en su singular huida y errante existencia. Ya hemos justificado su valor como representante de un romanticismo oscuro, decadente, melancólico y trágico, que Conrad sentía superado, aunque anticipaba el existencialismo de Camus que vendría después.

Lord Jim, novela canónica sobre la evolución del viaje vital, que parte del ideal romántico y emprende un proceso de transformación que culminará en la muerte, el no-ser, la nada, que diría Sartre. GB





1 comentario:

Jahir Guerrero dijo...

Excelente análisis del libro. Gracias por publicarlo.

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