Aventuras en los caminos
Los capítulos XIX al XXII discurren por los caminos reales y los montes de Sierra Morena.En estos territorios, DQ y Sancho se encuentran con una misteriosa procesión de luces que, en medio de la noche, les produce gran miedo. Cuando, tras arremeter contra el séquito, DQ es enterado de que se trata de una comitiva fúnebre, se alegra de no tener que dar muerte a quien ya esta muerto, réplica que esconde una humorística visión de sus hazañas.
En este momento es cuando un Sancho totalmente inmerso en su papel de escudero y en el lenguaje cortés que corresponde, presenta a DQ como El Caballero de la Triste Figura, hecho que da pie a una disertación de su amo sobre los sobrenombres de los héroes de los libros de caballería. El socarrón humor de Sancho se hace patente cuando le indica a DQ que no es necesario que ponga una figura triste en su escudo, que basta con que muestre la suya a quien sea menester.
Otra aventura muy cómica es la de los batanes (cap. XX) pues, como en una buena historia de terror, los dos personajes perdidos en la noche serrana, oyen misteriosos golpes junto al deslizamiento de cadenas en el agua. La situación se hace más cómica cuando Sancho ata las patas de Rocinante y a DQ, por miedo a quedarse solo. El pánico le hace literalmente cagarse de miedo, lo que escama a DQ al percibir tan extraños y desagradables efluvios.
El descubrimiento de la realidad al salir el sol hace que el papel de ambos personajes se disuelva y la ficción vivida se desmorone. Curiosamente es DQ quien no puede resistir la vulgar realidad ni las risas burlonas de Sancho, que ahora no se cree que él sea escudero ni su amo un caballero. DQ pone fin a los comentarios jocosos de su criado sobre la famosa valentía de los andantes caballeros con un golpe de lanza en las espaldas de Sancho, reacción más real que imaginaria.
Tras una conversación en que DQ instruye a su escudero sobre las distancias que debe haber entre amo y criado, las cosas vuelven a su justo centro al aceptar Sancho su papel en la historia, aunque lo haga interrogando a su amo sobre los sueldos y premios de los escuderos. Práctico sancho, como siempre. La promesa de DQ de dejarle a Sancho algo en su testamento calma a éste y tan contentos.
Entretanto asistimos a una auténtica lección sobre las reglas de caballería. DQ se dispone a pasar tres días de penitencia para honrar a su amada, lo que preocupa a su escudero, lleno de ternura por su amo.
El capitulo XXI es recordado por el encuentro con un barbero montado en su jinete y que lleva una bacinilla en la cabeza, lo que es interpretado por DQ como el yelmo de Mambrino, sobre el que había jurado DQ. La discusión sobre si es yelmo o bacina se acaba con el famoso argumento del encantamiento que todo lo transforma, lo que no impide a Sancho quedarse con los aparejos de la cabalgadura abandonada por el pobre barbero, tras el impetuoso ataque de DQ.
En este capítulo tiene lugar el discurso de DQ donde sintetiza el argumento de las novelas de caballerías. Y desarrolla el tópico con tal maestría, relata tan bien los éxitos de sus hazañas y de sus amores con princesa y reino como premios, que Sancho, embelesado, le da consejos prácticos para mejorar su misión. Los refranes del escudero complementan las reflexiones del caballero sobre el linaje de los hidalgos, que pueden ascender a los más altos lugares lo mismo en la vida que en los libros. Y todos contentos.
En el capítulo XXII encontramos a DQ arremetiendo contra una cadena de presos y poniéndolos en libertad tras considerar que son víctimas de una sociedad injusta y de las adversas circunstancias de sus vidas. Entre ellos se encuentra Ginés de Pasamonte, pícaro personaje que lleva la voz cantante en el grupo y que aparecerá más adelante en las aventuras de los dos viajeros. Este personaje ficcional, aunque basado en un tal Jerónimo de Pasamonte real, habla de libros también reales como El Lazarillo de Tormes y una hipotética obra titulada La vida de Ginés de Pasamonte.
En el momento de ser liberado junto con el resto de los presos, se burla de DQ negándose a servir a su Dulcinea, y entre todos propinan a amo y criado una gran paliza. El final de este capítulo contiene una descripción que podríamos llamar impresionista, donde se muestra cuál es la situación:
Solos quedaron jumento y Rocinante, Sancho y don Qujote; el jumento, cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando que aún no había cesado la borrasca de piedras, que le perseguían los oídos; Rocinante, tendido junto a su amo, que también vino al suelo de otra pedrada; Sancho, en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quijote, mohinísimo de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho.
Véase la injusticia y la paradoja: DQ había defendido el derecho de los presos a la libertad y es víctima de sus propios principios. Esta conclusión es la que justifica el idealismo del personaje.
Comienza una historia de amor
Los dos siguientes capítulos forman una unidad argumental. En sus andanzas por sierra Morena encuentran una maleta que contiene poemas, libros y dinero. Estos objetos son indicios de la historia de Cardenio, que conoceremos en el capítulo siguiente. De momento los escritos en verso y prosa sirven para mostrar de nuevo los tópicos de la poesía de tema amoroso: la crueldad del Amor, las quejas del amado ante una mujer fría, cruel y, como el demonio, fuente de todos los males y desdichas. Los cien escudos satisfacen la avaricia materialista de Sancho, que contrasta con el deseo de justicia y de salvaguardar los bienes encontrados, de DQ.
El encuentro con un cabrero, les da noticia del dueño de la maleta, un mancebo loco y alucinado con cambios súbitos de conducta, pues pasa de la más amable cortesía a la ira más incontenible. El cabrero cede su voz al narrador que pone al demente personaje el sobrenombre de El Roto y propicia el encuentro entre éste y el de la Triste Figura. Una aproximación de dos clases de locura:
....puestas las manos en los hombros de don Quijote, le estuvo mirando como que quería ver si le conocía; no menos admirado quizá de ver la figura, armas y talle de don Quijote, que don Quijote estaba d verle a él.
Aquí acaba la primera parte del relato del astroso caballero de la sierra. A continuación el encargado de narrar su historia en primera persona del protagonista de la misma: el desdichado Cardenio. Estamos en el capítulo XXIV.
La crónica de los desgraciados amores entre Cardenio y Luscinda, junto con la traición del mal llamado amigo Fernando -frívolo joven que seduce y engaña a las inocentes y crédulas doncellas- contiene todos los ingredientes del melodrama. En la época existía ya un genero novelesco sentimental, cuyos excesos en cuanto a la inverosimilitud de personajes y enredos no tenían qué envidiar a las malas novelas de caballería. Vemos por lo tanto, cómo este relato insertado sirve tanto para entretener como para mostrar las virtudes y defectos de la buena o mala literatura.
El relato de Cardenio da pie para plantear otros temas y reflexionar sobre ellos:
- La necesidad de distinguir entre la pasión juvenil, de engañosa y corta duración, y la permanencia del auténtico amor.
- La mención de las bondades de los libros de caballería. DQ alaba el gusto de Luscinda por estos libros y cita los de Amadís. De nuevo la inversión de un personaje ficcional aludiendo algo real.
Precisamente es el comentario sobre dos personajes librescos (Elisabat y Madásima) lo que provoca una disputa entre Cardenio y DQ, y es de tal envergadura que llegan a las manos. Golpes y puñadas reales en el primer nivel de ficción, causada por los seres imaginarios de un segundo nivel. Interesante, como hemos visto en otras ocasiones. Así como de los males reales que pueden ocasionar los libros de caballerías. Volvemos de nuevo al humor por la caricatura. Veamos cómo se presenta a Cardenio:
Figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rabultados, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer, de terciopelo leonado, mas tan hechos pedazos, que por algunas partes se le descubrían las carnes.
Sancho baja a la venta
Entre conversaciones sobre el deseo de Sancho de volver a su casa y dejar aventuras que sólo le reportan golpes (cap. XXV) amén del silencio al que le castigó DQ, éste, magnánimo, le levanta la sanción y hablan de múltiples asuntos. Sancho reprocha a DQ el haberse batido con Cardenio por un personaje de los libros y DQ replica que aquél no sabía lo que decía porque había perdido el juicio. Fantástico: un loco juzgando a otro loco ¿se ve la ironía?
Lo interesante es el discurso de DQ sobre las obligaciones de los caballeros andantes:
- Hacer penitencia ayunando desnudo durante tres días, como Beltenebros.
- Imitar a Amadís en sus llantos y no a Roldán en su violencia.
- Imitar a los modelos heroicos clásicos: Ulises, Eneas..
- Sublimar la realidad mediante encantamientos y magos.
- Definirse como el más loco de los caballeros, sin más causa ni ocasión que postrarse ante su Dulcinea.
- Defender el derecho a imaginar un mundo ideal que le sirva a sus propósitos.
Los dos momentos más cómicos de este episodio son los lamentos de Sancho por el robo de su asno y bienes por el malvado Ginés de Pasomonte, y el retrato realista de Aldonza Lorenzo. El lamento por la pérdida del amor o la muerte de un ser querido constituye una categoría poética altamente codificada. Desde El planto por la muerte de la Trotaconventos del Arcipreste de Hita, hasta la Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y la Elegía a Ramón Sijé de Miguel Hernández.
En este caso, las quejas de Sancho por su rucio adquieren carácter de parodia con más contenido vulgar y cotidiano que espiritual y lírico:
¡Oh, hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas y, finalmente, sustentador de la mitad de mi persona, porque con veintiséis maravedíes que ganaba al día, mediaba yo mi despensa!
Por el contrario, DQ, emulando el dolor de su escudero usa del más almibarado, artificioso y barroco lenguaje para sus literarias y plañideras súplicas:
¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas de este desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos impulsados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas.....
En cuanto a la descripción que Sancho hace de la heterónima de Dulcinea, no tiene desperdicio:
..y sé decir que tira tan bien una barra que el más forzudo zagal de todo el pueblo. ¡Vive el Dador, que es moza de chapa, hecha y derecha y de pelo en pecho, y que puede sacar la barba del lodo a cualquier caballero andante o por andar que la tuviere por señora! ¡Oh, y qué rejo que tiene, y qué voz! [...] Y lo mejor que tiene es que no es melindrosa, porque tiene mucho de cortesana: con todos se burla y de todo hace mueca y donaire...
Finaliza el capítulo con los preparativos de la salida de Sancho para llevar a Dulcinea la carta de DQ en la que le envía saludos con las más floridas maneras y se pone a sus pies como su dueña y señora. Concluye con el asombro de Sancho y sus cómicos comentarios respecto a los propósitos de DQ de triscar desnudo por los riscos serranos y ayunar, como penitencia de caballería. Tras unos consejos que denotan el pragmatismo de DQ, parte el escudero a cumplir su misión con una insólita imagen en su retina:
Y desnudándose con toda priesa los calzones, quedó en carnes y en pañales, y luego, sin más ni más, dio dos zapatetas en el aire y dos tumbos la cabeza abajo y los pies en alto, descubriendo cosas que, por no verlas otra vez, volvió Sancho la rienda a Rocinante, y se dio por contento y satisfecho de que podía jurar que su amo quedaba loco.
Queda DQ solo elucubrando sobre los caballeros literarios y sus características. Un excelente monólogo que demuestra el conocimiento cervantino sobre la novela y las diferencias entre Amadís y Roldán. Sancho se dirige a la venta donde es reconocido por el cura y el barbero. Quedan todos admirados ante el encarnamiento del personaje del escudero en el labrador Sancho Panza. Éste recita de memoria la carta paródica a Dulcinea, ante el regocijo general, pero abandona su carácter ficcional para ocuparse de asuntos más prácticos como sus derechos sobre los tres pollinos prometidos por DQ. (cap XXVI)
En el capítulo XXVII, que cierra la tercera parte del libro, asistimos a la quijotización o ficcionalización de todos los personajes que rodean a DQ. Informados por Sancho de la locura de DQ, el cura y el barbero deciden disfrazarse de doncella andante y escudero, con el fin de sacar al loco DQ de aquellas montañas para volverle a casa y ayudarle en su curación.
A partir de ese momento y tras cómicos intentos de mejorar sus camuflajes, los personajes dirigen la acción de la historia, como cuando el autor pierde el control de la misma en aras de sus criaturas. Al aceptar la locura e DQ, se quijotizan y lo disponen todo para una representación. Lo mismo que los lectores, se ven arrastrados al interior de la ficción, participan en el engaño porque se lo creen.
El resto es el encuentro con DQ y Cardenio, el cual da fin a su relato, completando la información narrada en los capítulos anteriores. Quedan claras la traición de Fernando al pretender casarse con Luscinda y la cobardía o pasividad de Cardenio para mostrar sus cartas y defender su amor. Situación que le ha conducido a la situación desgarrada y demente en que se encuentra, con lo que sigue la parodia de la novela sentimental, ámbito del llanto extremo, del dolor y de la locura de amor mal entendido.
Este capítulo también muestra el tópico del planto de Cardenio, lleno de alusiones a personajes de la Historia relacionados con la traición:
¡Oh Mario ambicioso, oh Catilina cruel, oh Sila facineroso, oh Galaón embustero, oh Vellido traidor, oh Julián vengativo, oh Judas codicioso. Traidor, cruel, vengativo y embustero, [...] ¿qué ofensa te hice? ¿qué palabras te dije?...
Este personaje lleno de dolor por la pérdida de su amada reflexiona sobre la muerte aplazada para mayor sufrimiento de los culpables:
...pues la que se recibe repentina, presto acaba la pena; mas la que se dilata con tormentos siempre mata, sin acabar la vida...
El narrador siempre está por ahí
Diremos algo sobre la presencia del narrador en el texto y alguna que otra mención sobre el autor, que aparece ocasionalmente.
A veces se nos habla de el sabio a cuyo cargo debe de estar el escribir la historia de mis hazañas, o saca el autor desta historia que debía ser bien nacido (Sancho Panza), con lo que el narrador desplaza al responsable de la narración a esa tercera persona.
En otras ocasiones comenta el narrador los versos de sus personajes (cap. XXVI) o las reacciones de los destinatarios de los mismos con lo que demuestra su omnisciencia y su control sobre el relato. También se cita expresamente al Cide Hamete Benengeli como encargado de concluir la tercera parte del libro:
..oyeron que decía lo que se dirá en la cuarta parte desta narración, que en este punto dio fin a la tercera el sabio y atentado historiador Cide Hamete Benegeli.
También finaliza aquí nuestro comentario. Quedan muchas cosas por decir, por ejemplo, la variedad y cantidad de refranes, dichos y expresiones populares que inundan la novela. Quizá algún comentarista audaz escriba sobre ello.
GB
No hay comentarios:
Publicar un comentario