domingo, 12 de enero de 2014

2ª PARTE, CAPÍTULOS I-XII







Cápítulos I-XII

El prólogo

Nos adentramos en la lectura de esta Segunda Parte del Ingenioso Caballero Don Quixote de la Mancha, publicada en 1605, diez años después de la Primera. Ya en el Prólogo al lector nos reencontramos con la fina ironía cervantina, al defenderse de los vituperios y agravios, recibidos del más polémico de sus contemporáneos, el autor de El Quijote de AvellanedaHaciendo gala de la elegancia del indiferente opta por no responder a las injurias del que llama "el asno, el mentecato y el atrevido", aunque no deja pasar las burlas sobre su manquedad, insistiendo en el origen heroico de la misma y en la nobleza del oficio de soldado. Tras hacer sarcástica ostentación de su pobreza y de la naturalidad con que la fama premia las obras ingeniosas, nos ofrece continuar las aventuras de nuestro caballero:

"...te doy a don Quijote dilatado, y, finalmente, muerto y sepultado, porque ninguno se atreva a levantarle  nuevos testimonios..."

 Así, el autor rescata a sus criaturas literarias de falsas imitaciones, restituyéndolas al universo ficcional al que pertenecen.

Capítulos I-VII: Conversaciones literarias

Los primeros siete capítulos transcurren en la aldea, donde DQ se recupera de las heridas y contusiones, recibidas en su última aventura con los disciplinantes. En estos capítulos todo gira alrededor de las conversaciones y charlas que unos mantienen con otros: el ama y la sobrina con DQ y Sancho, el cura y el barbero con DQ, y éste a su vez con el bachiller Sansón Carrasco. También Sancho conversa y discute con su mujer, Teresa Panza, de modo que todos hablan con todos durante los siete u ocho días necesarios para la recuperación de DQ,hasta la preparación de su tercera salida, que tendrá lugar en el capítulo VIII.

El mayor interés de estos capítulos estriba en el tema de las charlas que mantienen los personajes, y que singulariza esta Segunda Parte como un comentario de la primera. Los personajes cobran conciencia de su propia realidad, saben que son famosos y literarios, y toman las riendas de sus actos y sus palabras. De esta forma los personajes de la Segunda Parte parecen más "reales" y los de las primeras más ficcionales. 

Esta ilusión de un doble plano realidad-ficción, es uno de los logros más innovadores de la novela y uno de los  puntales de su carácter metaliterario. En la medida en que DQ y Sancho son personajes ya construidos y definidos, su función no será la de transformar la realidad literaria sino comentarla. Los encargados de llevar adelante la narración serán el resto de personajes, capitaneados por sansón Carrasco y su ocurrencia de disfrazarse también de caballero que emula las hazañas quijotescas. Mientras los que rodean a DQ se quijotizan desempeñando el papel de locos vulgares, el modelo, el loco genial, reflexiona sobre sí mismo y sobre su naturaleza.

Así que estos capítulos abordan algunos temas ya conocidos como el elogio de la caballería andante (I), las diferencias entre héroes históricos y literarios, o la clasificación de los caballeros y su evolución en la vida(VI). Estos asuntos pertenecen al discurso enloquecido de DQ, que con sospechosa ironía intercala comentarios unas veces jocosos y otras muy razonables sobre los salarios de los escuderos (que él no quiere pagar) y el papel de Sancho como gobernador. En este sentido llaman la atención las descripciones de Amadís, Roldán y Angélica, que aparecen en la voz de DQ como personas cercanas a su propio entorno, por lo que se refiere a ellas con términos coloquiales y nada idealizados:

" vi a Amadís de Gaula, que era hombre alto de cuerpo, blanco de rostro, bien puesto de barba, aunque negra, de vista entre blanda y rigurosa, corto de razones, tardo en airarse y presto en deponer la ira.."

Roldán... ancho de rostro, de color bermejo, los ojos bailadores y algo saltados, puntoso y colérico en demasía, amigo de ladrones y de gente perdida"

Angélica...fue una doncella distraída, andariega y algo antojadiza, y tan lleno dejó el mundo de sus impertinencias como de la fama de su hermosura"

Como se ve, habla de ellos como si los conociera de toda la vida, como sus iguales, lo que en el fondo es cierto ya que todos viven en el mismo mundo.

En el capítulo II se afianza la interdependencia y complementariedad entre DQ y Sancho, pero también se realiza la primera incursión metaliteraria, ya que Sancho da noticia del libro en que se cuentan las aventuras de ambos, las opiniones sobre los personajes y sobre el autor de la novela. Más adelante, DQ se lamenta del origen morisco del Cide Hamete Benengeli, expresando así los sabidos prejuicios cervantinos sobre esta cultura (III) y sus supuestos defectos.

Los comentarios sobre el libro, sus críticos y sus lectores son trasladados por Sansón Carrasco que, como alter ego de Cervantes, no regatea elogios sobre la claridad y al verosimilitud de la novela, su amplia difusión y sus muchas traducciones. Hasta Sancho  comenta y corrige  sus hazañas y los supuestos fallos  de la Primera Parte, a instancias de Sansón Carrasco. Como es de suponer, sus rectificaciones constituyen una materia sustanciosa de la comicidad de la novela (IV).

Otro aspecto interesante es la evolución de Sancho y su comportamiento ante su mujer. Como DQ, intenta  atraer a Teresa  hacia la causa caballeresca, aunque ésta no se deja convencer. De esta forma, Sancho se desplaza hacia  el lugar ficcional e idealizado correspondiente a DQ, ya que el personaje de su esposa se ha apropiado del espacio materialista y real, que antes le pertenecía.  

Capítulos VIII-XII: comienza la aventura

En su tercera salida hacia el Toboso para honrar a Dulcinea, las cabalgaduras conducen a los protagonistas hacia el pueblo donde DQ espera que Sancho le muestre el palacio de su amada. Como esto no es posible ya que Sancho mintió a su amo sobre su anterior visita, dan vueltas y vueltas por las calles y plazas para dar otra vez con la iglesia, lo que lleva a DQ a pronunciar su conocida frase "Con la iglesia hemos dado, Sancho" (IX). Esta expresión, que sintetiza la confusión y la desorientación meramente geográfica de los personajes, ha adquirido con el tiempo otras connotaciones y significados relativos a otros poderes más divinos que humanos.



La única salida posible del enredo en que se encuentra Sancho  es ampliar y consolidar la mentira para que la ficción  y el relato continúen. Sancho toma las riendas  de la narración haciendo creer a su amo que las tres labradoras del camino son Dulcinea y sus damas. El truco del encantamiento, que Sancho ha interiorizado con astucia, invierte los papeles del caballero y el escudero. Mientras Sancho se expresa con las más exquisitas palabras para elogiar la belleza sin par de la dama, DQ se lamenta de no poder  disfrutar de tal beldad en virtud del maldito encantador que le atormenta (X). 

Se trata de un deslizamiento en la función de los personajes, fruto de la dialéctica de las fuerzas narrativas que definen esta genial novela. Como en el capítulo anterior, los personajes intercambian sus roles en función del equilibrio del relato y sus reglas. El contraste también contribuye a crear una atmósfera de humor y comicidad, esenciales tanto para la crítica como para la amenidad de la obra.

Hemos de destacar dos fragmentos especiales por la sensibilidad, belleza o humor de su discurso. Uno de ellos es el parlamento donde DQ instruye a Sancho para que observe e interprete los gestos de Dulcinea. Este fragmento es casi un tratado de  análisis psicológico de la conducta:

"Ten memoria y no se te pase de ella cómo te recibe: si muda las colores el tiempo que le estuvieres dando mi embajada; si se desasosiega y turba oyendo mi nombre; si no cabe en la almohada, si acaso la hallas sentada en el estrado rico de su autoridad; y si está en pie, si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie; si te repite la respuesta que te diere dos o tres veces; si la muda de blanda en áspera, de acceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle aunque no esté desordenado; finalmente, hijo, mira todas sus acciones y movimientos, porque si tú me los relatares como ellos fueren, sacaré yo lo que ella tiene escondido en lo secreto de su corazón"

El otro fragmento, también en el capítulo X, es el soliloquio de Sancho, que habla consigo mismo mientras reflexiona, desesperado, sobre la imposible misión de encontrar a Dulcinea y su morada. Dada la extensión de este monólogo tan interesante como sarcástico, reproducimos sólo el comienzo:

"-Sepamos agora, hermano Sancho, adónde va vuesa merced. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido? -No, por cierto.-Pues, ¿qué va a buscar? -Voy a buscar, como quien no dice nada,  a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y todo el cielo junto. [...] -Y bien, ¿de parte de quién la vais a buscar? -De parte del famoso caballero Don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos, y da de comer al que ha sed y beber al que ha hambre...

En el capítulo XI, el encuentro de nuestros protagonistas con un grupo de cómicos ataviados con los disfraces de los personajes del auto Las Cortes de la Muerte, no solamente permite al lector conocer los usos y costumbres de estas compañías itinerantes y sus pícaros comportamientos, sino que da pie para que DQ diserte sobre la gran comedia del mundo y sus hipócritas fingimientos. La prudencia y discreción con que ambos finalizan esta aventura, pone de manifiesto la madurez de los dos protagonistas y su nuevo carácter más reflexivo y menos impetuoso.



La oportuna aparición del misterioso Caballero del Bosque y su quejumbroso discurso darán lugar a nuevas aventuras tanto para los señores como para los escuderos (XII). Pero eso lo veremos en los siguientes capítulos. GB



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