lunes, 13 de enero de 2014

Alice Munro, Mi vida querida

La vida tal como es

La lectura de la última obra de Alice Munro nos ha conmovido y asombrado. La escritora, Premio Nobel de Literatura 2013, desconocida hasta ahora para las personas que asistimos a este club de lectura, nos ha desvelado un universo literario tan sugerente como inquietante. La opinión general destaca la singularidad de sus relatos, muy alejada de lo que se entiende por cuento clásico o tradicional. Si bien este antiguo y difícil género ha evolucionado mucho desde sus orígenes, anclados en la oralidad y en la expresión de los conflictos colectivos, no deja de sorprender cómo el talento puede seguir innovando el arte de contar historias.

En general hemos observado que sus relatos configuran escenas de la vida cotidiana, pobladas por personajes corrientes que se desenvuelven con  una naturalidad propia de  aquellos que no se consideran extraordinarios. Puesto que sus historias no se ajustan a estructuras narrativas estandarizadas, el final abierto cierra el relato pero no la historia, que simplemente queda suspendida en unos hechos que nunca llegan. Esta apariencia de relato inacabado y el hecho de que los personajes no destaquen del conjunto -bien por su singularidad física o psicológica, bien por sus habituales actos- producen en el lector la sensación de estar contemplando un fragmento  de vida que ha sido trasladado al papel tal como es, sin  modificación alguna.
En otras ocasiones hemos comentado que algunos libros deben ser leídos muy despacio y muchas veces, porque lo interesante no es lo que los personajes hacen sino su forma de estar o existir. Y en este sentido, los libros de A. Munro, como la poesía, son muy contemplativos a pesar de ser parcos en descripciones. Más que parecerse a la vida, la muestran tal cual, como si una cámara cinematográfica hubiera registrado gestos y hechos sin seleccionar ni resaltar nada ni a nadie en especial.

Ese carácter documental de los cuentos que hemos leído se acentúa con el uso de un punto de vista distante y sutilmente irónico. La indudable y extrema sensación de objetividad derivada de tal actitud narradora se traduce en  un respeto por los personajes y sus conflictos, que fácilmente se podría confundir con indiferencia. Éstos parecen haberse  introducido casualmente en la historia con todo su bagaje de sueños, frustraciones y miserias, como si nadie los hubiera elegido o imaginado, como si nadie los hubiera creado o manipulado. De ahí que, habitualmente, los hechos narrados discurran en un tiempo no lineal ni cronológico, de modo que  las historias no arranquen necesariamente del principio, sino que comiencen en su mitad (in media res) con frecuentes retrospecciones y prospecciones temporales, como sucede en la vida, donde los actos y los recuerdos se alternan con los deseos.

Si bien los personajes de los relatos de Munro son sobre todo femeninos y es el universo de las mujeres, sus  crisis y fracasos, el que puebla sus historias, no podemos afirmar que ellas sean las protagonistas. Sus vidas sin relieve están tejidas con las de los demás, en una relación constante y necesaria para conformar la singular trama de estos cuentos, cuyos mundos parecen flotar en una inconsistencia que los hace leves y transparentes, como si la ausencia de  reglas argumentales se impusiera a la narración, que, falta de ataduras,  transcurre libre y fuera del control de su creadora.
Algunos hemos interpretado este rasgo como una forma de plantear la importancia del destino y sobre todo del azar en la existencia de las criaturas de A.Munro, pues ellas se limitan a gozar o sufrir con  su habitual naturalidad, sin  tomar las decisiones que les permitirían dirigir o  fiscalizar sus vidas. Ellas no controlan nada, simplemente las cosas les pasan. Y la voz narradora no ayuda a conformar ni ordenar la existencia de sus personajes, porque simplemente muestra lo que hay y nos permite acceder al interior de los hombres y mujeres que viven en  sus historias. 

Cuando leemos, contemplamos lo que les sucede, lo que hacen o sienten, pero nadie opina ni juzga. Da igual que el narrador sea externo (3ª persona) o interno (1ª persona), pues no hay una idea moral en los relatos de Munro. Sólo –y no es poco- seres vivos en su insignificancia intrascendente y a cuyo interior hemos tenido la suerte de acceder y el lujo de mirar, sentir y pensar.

Sin embargo, y a pesar del minimalismo narrativo de los cuentos de Munro, sentimos que las historias son reconocibles en un contexto cultural e histórico. Las alusiones a las guerras mundiales, las enfermedades incurables como la tuberculosis (Amundsen) o los personajes que sufrieron la polio, como Corrie. Y sobre todo, los avatares y dificultades que impregnan  una vida  en la que nos reconocemos. Pues a pesar de que la mayor parte de la obra de A. Munro se desarrolla en Canadá, tanto en los rurales y aislados Castairs como en las zonas urbanas de Toronto o Vancouver, nos sentimos cerca de las situaciones y lances que reflejan las transformaciones de un mundo cada vez más globalizado.

En cuanto a los temas, casi nada escapa a la mirada lúcida de Munro. La insatisfacción femenina y la recuperación del deseo  en la Greta  de Llegar a Japón, con un final deliciosamente irónico. La dureza de la vida en el frío de los aserraderos, donde el desconcierto juvenil de la anónima narradora se combina con el extravagante (o quizá lúcido) miedo al compromiso del doctor Alyster (Amundsen). Los cambios familiares y sociales vividos por Ray Elliot, testigo de la escabrosa vida de Leah, esa adolescente que aprende a vivir a través de las películas de los años 40 (Irse de Maberley). Terrible e inquietante el relato del posible suicidio de una niña atrapada por los usos y costumbres de uno padres hippies e irresponsables (Grava). Muy irónico es el relato Santuario, con sus sarcásticos comentarios sobre las religiones, en voz de la narradora. La desaparición de una clase social  de ricos empresarios, cuya prole se ahoga en su propia incapacidad para vivir, queda documentada en Orgullo. Los amantes poco clandestinos y muy chantajeados de Corrie, uno de los relatos con un final más contundente en cuanto a dejar constancia de la avaricia de los hombres. La necesidad compulsiva de huir que sufre, con serenidad envidiable, Jackson, un personaje que ha seducido a muchos lectores (Tren). Las erráticas pesquisas de una anciana senil y el mundo tal como lo ve y que nos permite compartir (A la vista del lago). Personas mayores y entrañables en la vitalidad sentimental que muestran, en el último de los relatos: Dolly.

Una gran variedad de personajes y vivencias que configuran el rico universo literario de A. Munro. Los  cuatro relatos agrupados en Finale “no son exactamente cuentos”, como dice su autora. Constituyen una especie de testimonio íntimo y relativamente autobiográfico de la “propia vida”. Narrados en primera persona, nos remiten a un paisaje rural y de costumbres pueblerinas, en las que se descubren la muerte, el sexo y el terror  ante algo tan incomprensible como el asesinato. Todo un mundo de asombro y aprendizaje que remite a las más entrañables y duras experiencias de la existencia de los seres humanos.

Confieso que Munro me ha enamorado y me ha hecho adicta. Como la estoy leyendo hacia atrás (voy por los años 90) voy encontrando claves y señales que me hacen comprender mejor lo más reciente. Creo que, cuando acabe este experimento lector, comenzaré de nuevo en  el orden cronológico, pues  no me canso. Se han quedado fuera muchos matices, muchas observaciones, pero para eso están vuestros comentarios, que todos esperamos. Hay mucho de lo que hablar. 

Lo que queda es la percepción de esa misteriosa atmósfera que vuela entre las palabras, esa energía que emerge del vacío de lo invisible: la magia y el placer de la literatura de verdad. GB


4 comentarios:

Anónimo dijo...

He empezado a leer estos días de viajes precisamente este libro. Tmabién me ha enganchado, sobre todo por la mirada limpia que sobre los personajes nos proyecta la autora y los finales abierto que dan ganas para ponerse a imaginar cómo continuaría la historia.
Muchas gracia Gloria por tu artículo.

AD

GloriaB dijo...

Pues no os podéis imaginar lo fascinantes que son sus otros libros. Yo he leído "Demasiada Felicidad", " Secretos a voces" y "Odio, amistad, noviazgo...". Algunas de sus historias parecen más cerradas pero con la misma atmósfera real y misteriosa (o mágica, no sé) a la vez. Una maravilla, así que seguiré leyendo, pues cuanto más la leo mejor creo conocerla y mejor me siento con sus relatos.

Maga dijo...

Gloria, me alegro de que Mss Munro te haya enganchado tanto. Es efectivamente otra forma de escribir relatos. No me parece una escritora fácil de leer, de hecho, me costó entrar en su manera de interpretar su mundo, o el mundo en genera.
Lourdes

Anónimo dijo...

Por casualidad he acabado aquí y para mi sorpresa y alegría está escrito por una de las mejores docentes que he tenido la suerte de disfrutar. Un saludo y un abrazo de una de tus alumnas de Cheste, para mi fuiste mi inspiración en la docencia. GRACIAS.

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