La lectura de la
última obra de Alice Munro nos ha conmovido y asombrado. La escritora, Premio
Nobel de Literatura 2013, desconocida hasta ahora para las personas que
asistimos a este club de lectura, nos ha desvelado un universo literario tan
sugerente como inquietante. La opinión general destaca la singularidad de sus relatos, muy alejada de lo que se entiende por
cuento clásico o tradicional. Si bien este antiguo y difícil género ha
evolucionado mucho desde sus orígenes, anclados en la oralidad y en la
expresión de los conflictos colectivos, no deja de sorprender cómo el talento
puede seguir innovando el arte de contar historias.
En general hemos
observado que sus relatos configuran escenas de la vida cotidiana, pobladas por personajes corrientes que se
desenvuelven con una naturalidad propia
de aquellos que no se consideran
extraordinarios. Puesto que sus historias no se ajustan a estructuras
narrativas estandarizadas, el final
abierto cierra el relato pero no la historia, que simplemente queda
suspendida en unos hechos que nunca llegan. Esta apariencia de relato inacabado
y el hecho de que los personajes no destaquen del conjunto -bien por su
singularidad física o psicológica, bien por sus habituales actos- producen en
el lector la sensación de estar contemplando un fragmento de vida que ha sido trasladado al papel tal
como es, sin modificación alguna.
En otras ocasiones
hemos comentado que algunos libros deben ser leídos muy despacio y muchas
veces, porque lo interesante no es lo que los personajes hacen sino su forma de
estar o existir. Y en este sentido, los libros de A. Munro, como la poesía, son
muy contemplativos a pesar de ser parcos en descripciones. Más que parecerse a
la vida, la muestran tal cual, como si una cámara cinematográfica hubiera
registrado gestos y hechos sin seleccionar ni resaltar nada ni a nadie en
especial.
Ese carácter documental de los cuentos que
hemos leído se acentúa con el uso de un punto de vista distante y sutilmente
irónico. La indudable y extrema sensación de objetividad derivada de tal
actitud narradora se traduce en un
respeto por los personajes y sus conflictos, que fácilmente se podría confundir
con indiferencia. Éstos parecen haberse introducido casualmente en la historia con
todo su bagaje de sueños, frustraciones y miserias, como si nadie los hubiera
elegido o imaginado, como si nadie los hubiera creado o manipulado. De ahí que,
habitualmente, los hechos narrados discurran en un tiempo no lineal ni cronológico, de modo que las historias no arranquen necesariamente del
principio, sino que comiencen en su mitad (in
media res) con frecuentes retrospecciones y prospecciones temporales, como
sucede en la vida, donde los actos y los recuerdos se alternan con los deseos.
Si bien los personajes de los relatos de Munro son
sobre todo femeninos y es el universo de las mujeres, sus crisis y fracasos, el que puebla sus
historias, no podemos afirmar que ellas sean las protagonistas. Sus vidas sin
relieve están tejidas con las de los demás, en una relación constante y
necesaria para conformar la singular trama de estos cuentos, cuyos mundos
parecen flotar en una inconsistencia que los hace leves y transparentes, como
si la ausencia de reglas argumentales se
impusiera a la narración, que, falta de ataduras, transcurre libre y fuera del control de su
creadora.
Algunos hemos
interpretado este rasgo como una forma de plantear la importancia del destino y
sobre todo del azar en la existencia
de las criaturas de A.Munro, pues ellas se limitan a gozar o sufrir con su habitual naturalidad, sin tomar las decisiones que les permitirían
dirigir o fiscalizar sus vidas. Ellas no
controlan nada, simplemente las cosas les pasan. Y la voz narradora no ayuda a conformar ni ordenar la existencia de
sus personajes, porque simplemente muestra lo que hay y nos permite acceder al
interior de los hombres y mujeres que viven en sus historias.
Cuando leemos, contemplamos lo
que les sucede, lo que hacen o sienten, pero nadie opina ni juzga. Da igual que
el narrador sea externo (3ª persona) o interno (1ª persona), pues no hay una
idea moral en los relatos de Munro. Sólo –y no es poco- seres vivos en su
insignificancia intrascendente y a cuyo interior hemos tenido la suerte de
acceder y el lujo de mirar, sentir y pensar.
Sin embargo, y a
pesar del minimalismo narrativo de los cuentos de Munro, sentimos que las
historias son reconocibles en un contexto
cultural e histórico. Las alusiones a las guerras mundiales, las
enfermedades incurables como la tuberculosis (Amundsen) o los personajes que sufrieron la polio, como Corrie. Y sobre todo, los avatares y
dificultades que impregnan una vida en la que nos reconocemos. Pues a pesar de que
la mayor parte de la obra de A. Munro se desarrolla en Canadá, tanto en los
rurales y aislados Castairs como en las zonas urbanas de Toronto o Vancouver,
nos sentimos cerca de las situaciones y lances que reflejan las
transformaciones de un mundo cada vez más globalizado.
En cuanto a los temas, casi nada escapa a la mirada lúcida
de Munro. La insatisfacción femenina y la recuperación del deseo en la Greta
de Llegar a Japón, con un
final deliciosamente irónico. La dureza de la vida en el frío de los
aserraderos, donde el desconcierto juvenil de la anónima narradora se combina
con el extravagante (o quizá lúcido) miedo al compromiso del doctor Alyster (Amundsen). Los cambios familiares y
sociales vividos por Ray Elliot, testigo de la escabrosa vida de Leah, esa
adolescente que aprende a vivir a través de las películas de los años 40 (Irse de Maberley). Terrible e
inquietante el relato del posible suicidio de una niña atrapada por los usos y
costumbres de uno padres hippies e irresponsables (Grava). Muy irónico es el relato Santuario, con sus sarcásticos comentarios sobre las religiones, en
voz de la narradora. La desaparición de una clase social de ricos empresarios, cuya prole se ahoga en
su propia incapacidad para vivir, queda documentada en Orgullo. Los amantes poco clandestinos y muy chantajeados de Corrie, uno de los relatos con un final
más contundente en cuanto a dejar constancia de la avaricia de los hombres. La
necesidad compulsiva de huir que sufre, con serenidad envidiable, Jackson, un
personaje que ha seducido a muchos lectores (Tren). Las erráticas pesquisas de una anciana senil y el mundo tal
como lo ve y que nos permite compartir (A
la vista del lago). Personas mayores y entrañables en la vitalidad
sentimental que muestran, en el último de los relatos: Dolly.
Una gran variedad
de personajes y vivencias que configuran el rico universo literario de A.
Munro. Los cuatro relatos agrupados en Finale “no son exactamente cuentos”,
como dice su autora. Constituyen una especie de testimonio íntimo y
relativamente autobiográfico de la “propia
vida”. Narrados en primera persona, nos remiten a un paisaje rural y de
costumbres pueblerinas, en las que se descubren la muerte, el sexo y el
terror ante algo tan incomprensible como
el asesinato. Todo un mundo de asombro y aprendizaje que remite a las más
entrañables y duras experiencias de la existencia de los seres humanos.
Confieso que Munro
me ha enamorado y me ha hecho adicta. Como la estoy leyendo hacia atrás (voy
por los años 90) voy encontrando claves y señales que me hacen comprender mejor
lo más reciente. Creo que, cuando acabe este experimento lector, comenzaré de
nuevo en el orden cronológico, pues no me canso. Se han quedado fuera muchos
matices, muchas observaciones, pero para eso están vuestros comentarios, que
todos esperamos. Hay mucho de lo que hablar.
Lo que queda es la percepción de esa misteriosa atmósfera que
vuela entre las palabras, esa energía que emerge del vacío de lo invisible: la
magia y el placer de la literatura de verdad. GB
4 comentarios:
He empezado a leer estos días de viajes precisamente este libro. Tmabién me ha enganchado, sobre todo por la mirada limpia que sobre los personajes nos proyecta la autora y los finales abierto que dan ganas para ponerse a imaginar cómo continuaría la historia.
Muchas gracia Gloria por tu artículo.
AD
Pues no os podéis imaginar lo fascinantes que son sus otros libros. Yo he leído "Demasiada Felicidad", " Secretos a voces" y "Odio, amistad, noviazgo...". Algunas de sus historias parecen más cerradas pero con la misma atmósfera real y misteriosa (o mágica, no sé) a la vez. Una maravilla, así que seguiré leyendo, pues cuanto más la leo mejor creo conocerla y mejor me siento con sus relatos.
Gloria, me alegro de que Mss Munro te haya enganchado tanto. Es efectivamente otra forma de escribir relatos. No me parece una escritora fácil de leer, de hecho, me costó entrar en su manera de interpretar su mundo, o el mundo en genera.
Lourdes
Por casualidad he acabado aquí y para mi sorpresa y alegría está escrito por una de las mejores docentes que he tenido la suerte de disfrutar. Un saludo y un abrazo de una de tus alumnas de Cheste, para mi fuiste mi inspiración en la docencia. GRACIAS.
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