“EL
MUNDO DESLUMBRANTE” de Siri Hustvedt
Por José Luis Vicent.
Veinte días de densa
lectura y la advertida huella que dejaría a su término sellada en una libreta
de gusanillo a base de notas poco legibles: círculos, asteriscos, subrayados,
flechas arriba o abajo, entrecomillados, anotaciones al margen y en fin, un sinfín
de signos empeñados en superar lo resaltado por su inmediato anterior. Algo
deprimido ante su dificultad extractiva, me he ido al baño, lavado la cara y
mirado al espejo que ha acudido en mi auxilio mimetizándose en una parte de la
forma y otra del fondo, del inmenso océano literario del que terminaba de
salir. Ha alargado su mano, desestimado la libreta —cuaderno-I de inútil me ha
parecido escucharle— y se ha apropiado del libro ojeándolo como un examinador
en busca de preguntas.
ESPEJO: Veamos, háblame del
principio, es decir, de la introducción.
YO: Será introducción pero
se asemeja a resumen. Algo insólito. Podría decirse que Siri Hustvedt arriesga
al revelar tanto de entrada, pero le sale bien porque eso mismo es lo que
suscita el interés de llegar hasta el final.
E: ¿Siri Hustvedt o a
I.V.Hess? ¿No es esta última quien firma?
Y: Bueno, digamos que
llevado de la mano de Siri, Hess es la personaje encargada de escribir la
historia partiendo de la curiosidad que le despertó una frase leída en una
revista de arte y la información enviada a la misma por un tal Richard Birckman
a través de una extensa carta y que no es más que un seudónimo de Harriet
Burden —otra suplantación—reivindicando la autoría de sus tres grandes obras
conocidas globalmente como “los
enmascaramientos” y comprometida a tirar del hilo.
E: ¿Y lo hace?
Y: ¡Ya lo creo que lo hace!
Y esa labor abre paso a una exquisita combinación de diversos estilos
literarios, desde la frialdad de una entrevista o las declaraciones personales
de familiares y amigos hasta la calidez y sensibilidad de los cuadernos de
Harriet, diarios íntimos reflejo de sus emociones llenos de preguntas y
respuestas a sí misma que te hacen pensar, sentir, odiar, amar, vibrar e
incluso llorar. Podría decirse además, que hay un doble homenaje: hacia Harriet
tomando el título de su heroína, poeta y filósofa Margaret Cavendish y hacia sí
misma cuando al final a punto de morir Harry (ya sabes, Harriet masculinizada)
la vidente Sweet Autum Pinkney habla de Sirius como la estrella más brillante o
deslumbrante que se puede ver desde la tierra.
E: ¿Te parece que la obra
tiene el arte como columna vertebral?
Y: Humm, al principio creía
que sí, con todas esas historias de los artistas a los que tuvo que recurrir
Harry para mostrar su trabajo y demostrar que el triunfo está mucho más
asegurado si quien firma es un hombre. Al hablar de ellos en particular y del
mundo del arte en general tuve esa sensación —creo que ampliamente extendida
entre los neófitos en la materia— de que en algunas ocasiones nos toman el
pelo.
E: ¿Y después?
Y: Después vi que había
mucho más. Pero te diré una cosa para que certifiques mi ignorancia. Hasta
ahora era casi un secreto. No muy lejos de aquí, en una inmensa rotonda, hubo
un tiempo en que reposaba entre sus geométricos estanques de agua presididos
por un mirador, una extraña figura hecha a base de amasijos de hierro
entrelazados al parecer arbitrariamente. Digo al parecer porque nunca estuve
seguro si eran los restos abandonados de la obra civil o el resultado final de
una obra artística. Ahora ya no están pero desconozco a dónde han ido a parar,
si a un vertedero o a una galería de arte.
E: Eso es muy lamentable
por tu parte.
Y: Ya te lo he dicho. Sé
que nada tiene que ver con los desbordantes trabajos de gran contenido y llenos
de intención que Harriet Burden realizaba y que están magníficamente descritos
en diversos puntos de la obra literaria —fíjate que me resisto a llamarle
novela—, pero sí se puede asemejar a las crucecitas de colores que Rune elaboraba
como churros y que se vendían a precio de oro, sobre todo algún color poco
frecuente. Como los cromos que coleccionábamos de niños, pero para adultos
ricos y caprichosos. Aunque parezca muy distante una cosa de la otra, el arte,
como la bolsa puede moverse a base de rumorología interesada, así que mejor no
entres si no entiendes o no lo sabes controlar.
E: ¿Qué más has podido
apreciar?
Y: La poderosa influencia
del pasado. La infancia y todo eso. El padre de Harriet por ejemplo solo era
capaz de entender el concepto binario de las cosas en cuanto a ser verdaderas o
falsas y nunca la reprendía pero no mostraba interés alguno por ella. Luego con
su marido Félix le pasó algo parecido. Todos tenemos influencias. Es bueno
conocerlas y dominarlas si creemos que son capaces de hacernos daño. En
cualquier caso, estamos hablando de un personaje especial, con unos rasgos muy
alejados de nuestra presumible medianía que por otro lado nos hace a menudo
mucho más felices. Lo cotidiano y la normalidad no tienen por qué ser sinónimos
de aburrimiento y en esta obra está muy latente el sentido de lo excepcional,
de la originalidad por encima de todo, a veces hasta el desencuentro con uno
mismo o hasta la muerte imprevista, como supongo que fue el caso de Rune.
E: ¿Crees que personajes
como El Barómetro, Rachel o Bruno aportan algo?
Y: Por supuesto que sí. El
Barómetro es el tipo más raro en esa casa de acogida de artistas y sujetos
extraños al que alguien cataloga como esquizoafectivo. Michel es su amiga de
toda la vida con quien de pequeñas comparte sus sueños y su obsesión por querer
ser “niña buena” sin logarlo y más
adelante sus confidencias, como el proyecto que llamaba de los seudónimos y sus
dudas sobre si realmente somos una persona o somos muchas. Bruno estuvo enamorado
de ella hasta su muerte. También ella de él a pesar de sus continuas
recriminaciones para que concluyera su “poema
épico”. Los galeristas y críticos de arte aportan sus granitos conceptuales
para ir construyendo la figura de Harry y su impresión sobre el supuesto
experimento que no le salió como ella hubiese querido. A eso sí podría
atribuírsele un gran brazo de la obra.
E: ¿Crees que Maisie es la
persona más normal en esta historia?
Y: Seguro que sí. Y quizá
por eso, porque no se miraba tanto a su propio ombligo, la hija de Félix Lord y
Harriet Burden fue capaz de analizar y comprender bastante bien a ambos y de
crear su propia familia casándose con un tipo normal, sin complicaciones. Su
padre decía que se enamoró de su madre por todo aquello de lo que él creía
carecer y bastante después supo que tuvo amantes de todo tipo. Se dedicó a las
artes visuales y consiguió terminar el rodaje de “La máscara natural”, film con el que trató de aportar luz a la
realidad ignorada de su madre como artista.
E: ¿Y Ethan?
Y: Era “el niño excéntrico” al que había que
tratar con cuidado. Poco amigo de mostrar signos externos de debilidad. Su
hermana Maisie decía que en sus correos nunca se despedía con ningún saludo
cariñoso —lo hacía con un simple “Ethan”— y que tenía una memoria prodigiosa
para todo lo que leía. A mí me ha llamado la atención ese momento en que se
empeña en descifrar su propio sueño llegando hasta el último rincón del mismo
para atribuir un significado coherente. También convierte las iniciales del
nombre y apellido de su madre en el principio de las frases que componen una
especie de acertijo. Pero lo que más me ha cautivado es ese alfabeto en que A
es el artista, B el objeto a observar, C el sujeto que lo contempla y D es el
suplantador de A que motiva que C varíe la percepción de la misma obra. Me hace
gracia porque podría decirse que E es la autora de un libro que trata de A, B,
C y D, mientras que los lectores F somos libres de cambiar o no su percepción
en el supuesto que consideremos a G como suplantadora de E. Pero eso no es más
que una aparente sutil apreciación para enmascarar mi desconocimiento al
respecto.
E: Ya que lo dices. Otro
tema troncal es el de las máscaras ¿no crees?
Y: Por supuesto que sí. Y
lo deja bien clarito. Yo creo que todos en mayor o menor medida utilizamos máscaras para protegernos de
nuestros otros yoes que sabemos que existen pero casi siempre nos negamos a
buscar si con el que nos presentamos nos sentimos felices (¿acaso pasar por
este mundo no se trata de eso?). Pero a veces presentamos máscaras que evitan
nuestro compromiso, que nos justifican en determinadas situaciones de las que
no queremos saber nada y más tarde quizá nos sintamos mal por ello. Otras veces
presentamos las máscaras del atrevimiento, las que incitan a dar un paso
adelante evitando la reflexión que la retiene. Todo en nosotros, si lo
analizamos en profundidad, puede que sean máscaras. Profundidad que mal
entendida puede llevarnos a estados de locura, esos en los que mirándote al
espejo no te reconoces porque estás viendo tus propias entrañas como las
figuras transparentes de Harry.
E:
¿No te estarás refiriendo a mí?
Y:
Ni por asomo. Ya me ocupé yo de no comprarte ni de aumento ni deformable.
Normalito, normalito. Y en rebajas. Quizá por eso tu escasa calidad no me
refleje correctamente ¿o es al revés? Bueno, ya que he cogido carrerilla
añadiré que quizá no seamos más que una composición de fragmentos creados en la
imaginación de los demás. Cada uno nos puede ver de una manera dependiendo del contexto
en que nos encontremos avalados en parte por nuestra presentación en ese
contexto. Si los juntáramos todos e hiciéramos una figura quizá nos saliera un
Frankenstein —como menciona Harry en otro momento—, pero de la conciencia.
Quizá cuando caemos en el error de acercarnos demasiado a lo que se espera de
nosotros provocamos nuestro propio desencuentro y con ello el troceo de nuestro
interior.
E: Bueno, bueno, no te
pases ni te desvíes del tema, apenas me has dicho nada de Tisch, Phineas y
Rune.
Y: El joven Tisch se llevó
los agasajos de la exposición “la mujer
ilustrada” y su esplendor se disipó poco después. Renegó de Harriet que
pensó que había creado a un monstruo petulante. Phineas es un
negro de tez clara y gay. Actor acostumbrado a representar lo que no es. No se
arrepiente de haber llevado la máscara de Harriet en la exitosa exposición de “las habitaciones de la asfixia”.
Harrriet siempre lo tuvo en estima y entre ellos se formó una amistad de la que
se jactaban aduciendo al PH de sus propias iniciales. Con Rune, el chico guapo,
rubio, de ojos azules y 1,90 de estatura llegó el desastre. Sus conexiones con
el mundo de la inteligencia artificial, su pasado familiar relacionado con la
extraña muerte del padre y algunos secretos con Félix, el fallecido marido de
Harriet, superaron a esta, aunque quizá también le superaron a él con su
intento de suicidio filmado que resultó ser real. Harriet empalideció cuando
vio la tremenda cola para visitar la exposición de su
obra “Debajo” y el convencimiento de
que Rune rompería el trato de la autoría.
E: ¿Crees que la historia
es real?
Y: Desconozco si Harriet o alguien como ella ha existido pero
en todo caso Siri Hustvedt ha conseguido que sí exista para nosotros.
E: ¿Y qué más? No me has
dicho nada o bien poco del pensamiento, de la relevancia, del miedo, de la
culpa, del delirio, del menosprecio, de la singularidad, de la rivalidad, de la
discriminación, de la fama, incluso de la enfermedad y la muerte cuyas páginas
donde se recoge el final de Harriet merecen mención aparte por su exquisita
sensibilidad.
Y: ¡Para, para!, que me
tengo que ir. Ya te contaré después, cuando vuelva del club de lectura de la
Nau Gran y me iluminen de verdad.
Así quedó mi inquisitivo
espejo, reflejando colgadas en la percha las viejas ropas del ser vacío que le
dejé.
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