Las comedias de David
Trueba.
Comicidad, humor y algo más.
Entre 1995 y 1999 publica David Trueba dos novelas: Abierto toda la noche y Cuatro amigos. Se trata e dos comedias que comparten su adscripción a un género nada fácil y en el que el autor se mueve como pez en el agua. Si consideramos que una obra comienza con al cita que precede el relato, la transcripción de las que presentan sendas novelas nos puede situar ante dos actitudes y tonos, análogos pero no semejantes, que reflejan la evolución del autor.
“Habrá tanto dolor como placer, tanta soledad
como compañía, tantas bofetadas como besos”
DIOS
Amor mío, amor mío.
Y la palabra suena en el vacío. Y se está
solo.
VICENTE ALEIXANDRE
La primera,
perteneciente a Abierto toda la noche,
avisa al lector sobre lo que se encontrará: una historia llena de contrastes
respecto a emociones, sentimientos y costumbres en los que podemos reconocernos
la mayoría de seres humanos. Y también, quizá, nos advierte de que no nos
fiemos de las apariencias, pues lo que podría parecer una comedia frívola sin
otro propósito que entretener, podría contener algo más que un conjunto de
secuencias divertidas. Y el que lo firme Dios también da que pensar.
La segunda
corresponde a Cuatro amigos y es
evidente que la cita poética remite a la soledad y el vacío del que pide y
clama amor sin encontrar otra respuesta que el silencio. En lo que también nos
reconocemos pero no resulta nada gracioso. ¿Por qué no? ¿o quizá, sí?
Podríamos considerar
que la fresca ironía de la primera ha mudado en la amarga reflexión de la
segunda.
Con estas
consideraciones y expectativas abordamos el comentario de las dos novelas.
Abierto toda la noche
Una voz narradora en
primera persona, que ocasionalmente se oculta en el registro coloquial del
“tú”, nos congrega desde el interior de esta historia como testigo de los
disparatados episodios sobre la vida y milagros de la familia Belitre. El
narrador dice ser un amigo de Nacho -guapo, simpático e irresistiblemente sexy-
el tercer hijo de los seis que forman la prole de Felix y Paula. Poco más
sabemos, salvo que se conocieron en COU y que los hechos que leeremos
sucedieron en el verano de 1986. Nos encontramos ante un relato salpicado de
ironía, sarcasmo y humor del bueno, recursos que permiten ocultar la subjetividad e
implicación del narrador mediante una
apariencia de indiferencia, producto de
la distancia entre el narrador y lo narrado. Por ello, entre la risa que surge
de lo cómico se traban temas muy serios, pero dejados caer como al desgaire,
como si no tuvieran importancia, que es una de las maneras en que los humanos
se defienden del dolor causado por las aristas de la vida. Algunos convierten
este proceso en arte, el arte de la comedia. No olvidemos las palabras de DIOS
y su aviso de que todo está mezclado. A ver si desliamos un poco el enredo y
separamos los hilos de la madeja.
A lo largo de los 21
capítulos nos encontramos con una GALERÍA DE PERSONAJES formada por los diez
miembros de la familia Belitre, incluidos los abuelos, Abelardo y Alma. En esta
novela coral -porque, como indica el narrador, lo importante es el conjunto-
cada personaje arrastra sus propios atributos y contradicciones, algunas
francamente divertidas. O trágicas, según se mire. De mayor a menor, cada hijo
(todos chicos) alude a la caricatura de algún tópico o cliché. Félix, que no
acaba de madurar profesional ni personalmente, quizá porque no quiere ver su
propia mediocridad como periodista y se vuelve loco con su primera experiencia
sexual; Basilio, el joven condenado al ostracismo y al desamor por un acné
extremadamente eruptivo, pero escritor vocacional; Nacho, el triunfador sin
esfuerzo pues está dotado de atributos suficientes para ser feliz; Gaspar, el
tímido adolescente enamorado sin éxito pero genial dibujante de comics; Matías,
que padece un extraño trastorno que le
hace creerse una figura de autoridad, en este caso, su padre; y el pequeño
Lucas, aparentemente un niño travieso, siempre que no toquen su pecera. En fin,
los más normales son Felix, el padre, un hombre corriente y sobrepasado por los
hechos; y Paula, la madre, un ama de casa que hace lo que puede con cierta
dosis de extravagancia. Un grupo que va mostrando su personal peripecia vital
en un relato que se desarrolla en un tiempo cronológico con leves
retrospecciones que añaden datos y
disponen indicios para que el lector pueda reconstruir e interpretar la
historia.
Los que faltan, los
abuelos, son dignos ascendentes de tal prole, pues la abuela, como el Edgardo
de E.J.Poncela, no se levanta de la cama y se escribe con sus amigos muertos,
pues según dice “la muerte es el estado natural del hombre”. Representa la subversión
ante las convenciones, el ansia de libertad y la sabiduría de la vejez. Es una
luchadora que ya descansa de sus batallas, las cuenta con gracia e ironía y se
ríe de casi todo, como si fuera una vanguardista jubilada. Un personaje
entrañable y atractivo sin pelos en la lengua y con una gran perspicacia para
detectar y describir las patologías de su familia. En cierto modo, representa
al autor contemplando la Comedia Humana desde su poltrona para contarnos todo
lo que pasa con una precisión tal que sustituye las descripciones por
diagnósticos. Algo que también es un rasgo del estilo del autor. El abuelo
es su
oponente, el extremo contrario: conservador acérrimo, feroz
antitabaquista y beato meapilas, como le insulta su esposa. Su ñoña
religiosidad le lleva a hablar con Dios a cualquier hora del día o de la noche
y explicar el universo ficticio en que vive, iluminado por esa divinidad imaginaria, fruto
de la demencia que padece. La cita de arriba forma parte de esas conversaciones.
Este personaje sufre de una patología
senil, resultado de su edad, pero el resto también son enfermos emocionales y
tampoco tienen cura, como casi nadie.
Por lo tanto no
podemos esperar que personalidades tan singulares protagonicen hechos
corrientes. Asistimos a episodios que se resuelven en gags cómicos en los que reconocemos la influencia del cine
y la literatura que han configurado el universo imaginario del autor. Está la
casa destartalada y solitaria a la que se muda la familia y que funciona como
espacio de la representación donde confluirán los personajes con su particular
equipaje sentimental. En medio de este maremágnum de conflictos, la risa actúa
como gratificante catarsis que pone punto final a algunas secuencias.
Recordamos la pelea del abuelo y su amigo Manolo por el cartón de Ducados, la
trifulca que se arma entre la familia y los vecinos por el follón que hay en la
piscina, la furiosa reacción de un Lucas
rabioso contra la francesa Nicole por el asunto de los peces, y la hilarante explicación del abuelo sobre la
intersección de la luz divina y el faro roto del coche. También la estrafalaria
visita del abuelo con los testigos de Jehová para ver el milagro de la vidente de El
Escorial, seguida de las pintadas
nocturnas y la correspondiente detención y entrevistas en infumables programas
televisivos. La eficaz COMICIDAD de estas secuencias refleja el conocimiento
que el autor tiene de los recursos clásicos de la comedia -el contraste y la
hipérbole- y su talento para aplicarlos en el relato. A ello contribuye la eficacia en la creación y uso de los DIÁLOGOS como
instrumento que sirve tanto para describir personajes tanto como para hacer
avanzar la acción. Y para conseguir el efecto cómico, claro.
Otra asunto es EL HUMOR que, cargado de sentido
crítico, varía de tono y matiz a lo largo de la novela, desde el verde al negro
con algún toque de gore escarlata. El más inofensivo sería el que se refiere al
trastorno de Matías, una conducta que le hace ejercer de padre y esposo.
Consideraciones edípicas aparte, la situación sirve al propósito de parodiar el
rol paterno convencional. En este sentido, la simulación de Lucas reproduce uno
de los tópicos del padre de familia y evidencia su escasa o nula aportación al
grupo familiar como algo desfasado e inútil. Lo mismo sucede con la madre, que
se sirve de un libro titulado “Ser madre
hoy”, cuyas sugerencias complican los problemas en lugar de resolverlos.
Parodia y burla de esos comportamientos que aún se reconocen en la actualidad. Más agresiva con
toques tremendistas es la descripción del rostro de Basilio y sus supurantes
granos, lo mismo que esa viñeta donde los alumnos se ahogan en un aula inundada
de semen. Es un humor que provoca y perturba, quizá porque este personaje,
Basilio, es el que más sufre, el más maltratado incluso por aquellos que
pretenden curarlo. El episodio entre Basilio y Mayka discurre entre el melodrama y la sátira. La
ironía ha desaparecido para dar paso a la parodia más mordaz.
El sexo y la religión, como referentes de una
forma de ser y pensar arraigada en la sociedad, son objeto de la crítica –humorística,
naturalmente- del autor. Así, la exaltada reacción de los chicos de la casa ante
las costumbres de Nicole como modelo de libertad sexual y revulsivo moral, insta a reflexionar sobre los enfermizos
hábitos de los españoles y su nula educación al respecto. Aunque la abuela con
su descarada elocuencia lo diga a su manera: “He leído que apenas se cambian las bragas. Eso es la civilización”.
En cuanto a la religión el personaje del abuelo es, sin duda, el núcleo en que
confluyen las críticas más mordaces. Sus desayunos con Dios atribuyen a este
ente imaginario los discursos más delirantes, hasta el punto de que Dios parece
el más excéntrico de los dos. Hablan de cosas banales como el fútbol y la
afición divina como hincha del Atlético “desde
los tiempos en que se denominaba Atlético Aviación”. Pero también “aleccionaba al abuelo sobre la influencia de
las casas en las personas que las habitan”. Al abuelo no le agrada el Dios
solemne que pontifica sobre asuntos serios y cuando le suelta la cita inicial
como premonición de futuro, el abuelo lo
desprecia: “Si sólo me dices eso…” En otra ocasión le dice a su nieto Gaspar que
Dios le ha ordenado no revelar nada a “no creyentes o novelistas” con lo que el
propio autor es expulsado, en la ficción, del edén divino. Pero nosotros sospechamos que eso es irrelevante
ya que creemos que Dios es el propio autor, que se divierte haciendo desvariar
al abuelo. Su cinismo cuando consuela a
Abelardo por su incapacidad de ver a la
Virgen así lo evidencia: “la mentira
puede ser tan buena como la verdad si es utilizada con bondad” Si este no
es el principal axioma de la filosofía de cualquier escritor que se precie, que
venga Dios y lo vea.
Precisamente la
mentira es uno de los TEMAS que se cuelan entre tanta risa y sonrisa. Por este
relato circulan muchos mentirosos: timadores, gurús, sectarios… Mentir es el
motivo recurrente de la conducta de Felix, un simulador experto y ligeramente
paranoico, que curiosamente pertenece a un oficio salvaje como el periodismo
donde se inventan noticias, opiniones y artículos. Es decir, donde se miente
mucho. Esta cita lo demuestra:
“Felisín dio un sorbo a su vaso de agua y con credibilidad absoluta se dispuso a
mentir a su familia.”
Como todo buen
relato y toda buena comedia los personajes mienten a los demás o a sí mismos
según su conveniencia. Sara, el elemento catalizador de la acción, desvela lo que hay bajo los disfraces, pues
no sólo Basilio se oculta bajo una máscara. La búsqueda de una felicidad que
nunca llega es el objetivo que persiguen los personajes, por lo que resulta irónico y bien traído que
el autor mate a Nacho, el único que lo tenía todo. Claro que el trastorno de
Matías, además de paliar el dolor, resolverá el problema con una impostura, una
falsificación, naturalmente. Solo podemos desear que nunca acaben la ficción ni
la mentira.
Algunas frases para pensar
“…lo que quería decir Ambrose Bierce con eso
de “El hogar es el único sitio abierto toda la noche”
“para tu familia cambiar de casa será como
cambiar de piel. Antes de que puedan llamarla hogar, tendrán que manchar las
paredes con sus miserias y sus alegrías”
“Pensar, se dijo, es la causa de todos mis
males” (Felisín)
“No busques en los libros lecciones que
aprender –le decía a su nieto- Los buenos libros tienen que hacerte daño,
cambiarte la vida.”
“El padre, mientras calentaba con sus pies
los pies helados dl abuelo, pensó que
las mudanzas venían a demostrar lo poco que uno deja tras de sí”
“Vender seguros de vida consiste en recordarle a la gente que va a
morir, y eso no es plato de gusto. Por eso, la regla de oro es no pronunciar
jamás la palabra “muerte”. Hablaremos a los clientes de “ausencia forzada”, “lo
inevitable”, lo que ha de llegar”, pero jamás nombraremos a la muerte.” (Félix a Felisín)
Algunas preguntas para conversar:
¿Esta cita le dio una idea para su libro a
Antonio Orejudo para su libro Los cinco y
yo?:
“¿Ya
has dejado la (novela) de Guillermo Brown cuando es abuelo y sus nietos son
fachas? – le interrogó Nacho recordando un viejo proyecto.”
¿A qué nos recuerda
la secuencia de la supuesta entrada de Félix llevando en brazos a su mujer y entrando en la nueva casa?
¿Y esta imagen de
Nicole, la francesita de ojos verdes y centelleantes, dónde la hemos visto?
Abelardo tocando
Diana está inspirado en el Almirante
Boom de Mary Poppins?
¿Y Aurora en su
cama?
¿Por qué llora tanto
Alberto Alegre tras las sesiones de cine?
¿Qué os parece la
conversación entre Basilio y Mayka sobre el doblaje? (219)
¿Dónde hemos visto
(o leído) antes al doctor Bausan, el psiquiatra
tocado?
Hablando de psiquiatría, he aquí algunos
tratamientos:
Nicole: “Que cambie
la familia”
Dr. Bausan: Teoría
de la invisibilidad: personas que pasan desapercibidas, hombres invisibles,
expertos en desaparecer. “La necesidad de
huir de la agresividad con que la sociedad maltrata a los enfermos, deformes,
feos e inadaptados, los conduce a la invisibilidad como solución perfecta”
(Aviso: la ironía consiste en decir lo contrario de lo que se piensa o
viceversa)
¿Qué os parece el
imaginario síndrome de Latimer?
A propósito del
neurólogo galés A.A.Brill que se menciona, hay una película de 2014, A Brilliant Young mind, de Morgan Matthews, sobre un niño autista. ¿
Curiosidad?
GB
1 comentario:
Me elijo la última pregunta que parece la más facilita.
De igual manera que cuando vamos alcanzando edad añoramos los tiernos años de la infancia, en esta existe cierta tendencia o deseo por alcanzar la edad adulta y la mejor manera de conseguirlo rápidamente es con la imitación. Podría aventurar que el síndrome de Latimer consiste en esa imitación llevada al extremo. Un extremo tan curioso y original que como se dice muchas veces, de no existir, alguien tendría que inventarlo. Y eso ha hecho David Trueba, inventarlo para brindarnos momentos que son auténticas joyas del disparate verbal y conductual en las que el niño Matías se convierte simplemente en el espejo de su padre.
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