jueves, 1 de febrero de 2024

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 Indigno de ser humano
Teresa Gómez y Carlos Furió

 


Es curioso que en el título de la novela no aparezca explícito el sujeto de esta oración gramatical y que, en su lugar, se haya puesto tal vez con toda intención por los editores actuales de la novela (Sajalin, 2010) una foto del propio autor cuando tenía 31 años. En consecuencia, es fácil suponer que el ‘yo soy’ que falta en el título de la novela se atribuya a la foto de la portada.  En efecto, esta novela comienza con un prólogo escrito por un narrador que es el alter ego del autor.  En él se describen tres fotos del protagonista (Yozo) y donde se aprecia, tanto la omnisciencia del narrador como la pobre percepción que tiene de sí mismo: la del niño de 10 años con la cara “arrugada”, la del estudiante “guapo” pero con aspecto de “mal agüero” y la de un hombre con canas y un rostro semejante a la de una persona con la cabeza de un caballo de carga, que causa una pésima impresión. 

A continuación, el narrador presenta en la novela tres cuadernos de notas donde expresa el infierno de su propia existencia, a la vez que critica a la sociedad sin presentar sus valores positivos. Así, muestra la hipocresía social y al mismo tiempo se adapta a sus convenciones representando el papel de bufón, personaje y máscara que le acompañarán de por vida, pues es la única forma que él tiene para sobrevivir en una sociedad que le es hostil. En este sentido, traemos otro ejemplo prototípico de cómo el protagonista utiliza su hipocresía cuando, después del primer intento de suicidio y estando en la cárcel respondiendo a un interrogatorio de un fiscal, exagera el golpe de tos para sacar algún beneficio y se da cuenta, aterrorizado, de que su fingimiento puede ser descubierto y desvelado.

A modo de reflexión sobre este grupo de novelistas japoneses que hemos leído sobre todo, en Soseki (p.e. al analizar la personalidad de Sensei en Kokoro) y en Dazai (p.e, al analizar la de Yozo en Indigno de ser humano) observamos que presentan una visión muy negativa de la sociedad, ya que desean morir antes que vivir en ella. Quizá por eso se les suele considerar como “grupo decadente de novelistas japoneses de principios del siglo XX”.

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