viernes, 12 de enero de 2024

Cuentos - Comentarios

 



Rashomon y otros relatos históricos

Ryunosuke Akutagawa 

 

por Rosa Pérez Torres



Aunque Akutagawa vivió en el siglo XX (1982-1927), sus obras se ambientan en el Japón medieval del periodo Heian (794-1185).

En los relatos de este libro, el autor describe la belleza de lo terrible, demostrando gran habilidad para desmenuzar los matices psicogicos de los personajes. Haruki Murakami  describe esta obra como "relatos breves y un estilo de escalofriante belleza".

Rashomon era el nombre del pórtico de acceso a Heian, actual Kioto y, quizá, en un guiño de la editorial, también es el título que da entrada a esta recopilación de cuentos de Akutagawa.

Este cuento se inspira en uno de los relatos antiguos, Konjaku Monogatarishu, del periodo Heian. Aunque parece que este fue un periodo de paz, la segunda mitad del siglo se caracterizó por una administración desastrosa del país, que debilitó económicamente a Japón y llevó a la pobreza a la mayoría de sus habitantes. A ello se sumó la aparición de asaltantes y ladrones que aterrorizaban a la población, debido a la incompetencia de las fuerzas policiales.

En este marco, el autor ambienta el cuento en un paisaje desolador y repugnante propio de un naturalismo extremo y feísta: una ciudad asolada por desastres naturales (tifones, terremotos e incendios); hambruna y una epidemia que hace que se amontonen pestilentes cadáveres; una noche lluviosa, fría y oscura....que describe con esmerado detalle y belleza.

Este breve cuento, a través de un narrador externo, va desgranando la transformación moral del sirviente de un Samurai que acaba de ser despedido y que busca la forma de seguir vivo. La moralidad del sirviente ha sido forjada en una sociedad regida por el código Samurai (integridad, respeto, valor, honor, compasión, honestidad y lealtad), pero su despido le ha dejado sin medios para subsistir, abocándolo al mundo de los indigentes y miserables. Aquí comienza su propio e interior debate moral que le impulsará a elegir entre las dos únicas opciones que le quedan: ser íntegro actuando según sus principios y morir de hambre, o convertirse en ladrón, cosa que su moral no le permite. Sin embargo, es joven y se resiste a morir.

En ese momento encuentra a una anciana que está despojando a una muerta de su pelo para hacer una peluca, que venderá para subsistir. En la conversación entre ambos personajes se pone de manifiesto la necesidad de una justificación moral que acalle sus conciencias frente a las acciones deshonestas que, inevitablemente, deben realizar si quieren seguir vivos. Así, el sirviente acaba adoptando el principio moral de la anciana para justificar sus actos: "robar a un ladrón tiene cien años de perdón". En ese mismo instante se convierte en ladrón sin ningún reparo.


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