martes, 21 de abril de 2020

La primera mano que sostuvo la mía - Comentario



La primera mano que sostuvo la mía, de Maggie O’Farrell

Editorial Libros del Asteroide, 2018.
Traducción de Concha Cardeñoso.
340 páginas.


Es la primera novela que leo de esta autora y, adelanto, que no será la última. Me ha llamado la atención el talento que muestra para construir la compleja estructura de la novela que desarrolla con una prosa tan ágil que consigue que el lector casi no perciba su dificultad. El relato está contado con una voz omnisciente en tercera persona que habla siempre en presente, cuando hay dos líneas narrativas que se corresponden con dos tiempos distintos: el Londres de la década de 1950 y el contemporáneo. Una voz que, de tanto en tanto, se dirige con desparpajo al lector con frases que empiezan con un “veamos” o “imaginemos”, y hace fácil que este reproduzca en su mente la acción que nos cuenta y, sin embargo, capte sentimientos, porque se trata de una prosa visual, que aprovecha técnicas de guión de cine. Frases cortas y claras. En algún momento de la primera parte el lector se da cuenta de que las dos historias que protagonizan Elxie y Elina, dos madres jóvenes, no discurren de forma paralela en el tiempo, produce una pizca de desconcierto y de incremento de tensión literaria, pero la autora sabe llevar a puerto las piezas del rompecabezas que encajarán por completo en la última parte.
La primera mano que sostuvo la mía es una novela que se ocupa de la maternidad, de los destrozos de todo tipo que produce y, al mismo tiempo, de la profunda relación, inexpugnable, que se crea entre una madre y su hijo durante los primeros meses de su vida, “una peripecia de la que algunas mujeres sacan sentimientos de heroísmo, mientras que otras lo viven como un exilio del mundo que conocían”, según palabras citadas de Rachel Cusk que debieron inspirar a Maggie O’Farrell.
Elxie es una mujer impulsiva que no duda en abandonar el hogar familiar en el campo para ir a Londres siguiendo los pasos de Innes Kent, un periodista brillante que dirige una revista de arte, y a la que parece no importarle romper con sus padres y hermanos para siempre. Ambos saben lo que quieren, son directos, avasalladores, poseen determinación y ternura, se hacen amantes y se enamoran, por este orden. Forman una pareja encantadora y con fuerza aunque el narrador, de vez en cuando atempera el entusiasmo que producen con adelantos como “no sabe que va a morir joven, que no tiene tanto tiempo como cree”, una forma de avivar la curiosidad.
En esta novela, la muerte está presente, una muerte sorpresiva, inesperada, rápida, que trastoca la existencia del que sobrevive. Evidencia la fragilidad del ser humano, lo azarosos que son los días felices, la nostalgia insoportable que provoca, el absurdo de la vida. El amor, la pasión, la venganza ciega, la ambición, la importancia de la amistad, los traumas de la infancia dispuestos a atacar en la vida adulta, también se encuentran entre sus páginas.
Elina, la otra protagonista, es diferente. Para empezar es finlandesa, añora a su madre y a su país. Es una artista emparejada con Ted, montador de cine. Tienen un hijo tras un parto en el que casi muere desangrada y provoca un impacto emocional devastador que trastoca la comunicación entre ellos. Elina tiene lagunas de memoria de hechos ocurridos próximos y él, en cambio, recuperará escenas de su infancia que dormían en el subconsciente y tendrán consecuencias. Ambos aprenden, cada uno a su manera, a ser padres. La relación entre Elina y su bebé, primaria, se describe llena de sensaciones físicas íntimas al mismo tiempo que la madre sufre el asalto violento de las tareas domésticas nuevas, la dependencia de su hijo respecto a la alimentación, y observa con disgusto la mujer en la que se ve obligada a transformarse.
Las dos historias se encontrarán, en un giro argumental ingenioso, con intriga y bien armado, en el que otros personajes –Félix, periodista famoso de la BBC con quien Elxie discutía mucho y bien, Margot, Gloria- tendrán un importante papel y pondrán en evidencia que en la vida de cada cual decisiones de terceras personas determinan tu existencia tanto como las propias.
Una novela que se lee a gusto, que está bien escrita y bien traducida, que estimula la fantasía llevándote a las calles del Londres elegante, cosmopolita y vanguardista de la segunda mitad del siglo XX, con personajes bien diseñados con lo mejor y lo peor de la naturaleza humana. Muy recomendable.

María García-Lliberós

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