martes, 5 de diciembre de 2023

Kokoro - Comentarios

 


Kokoro o la dualidad como artificio narrativo

por Gloria Benito


En Kokoro, Natsume Soseki decidió estructurar el relato a semejanza de las cajas chinas, pues encontramos una historia que contiene otra en su interior. Y esta fórmula dual se extiende como un paradigma (hoy la IA lo llamaría algoritmo) que determina el argumento y sus tramas. Pues dos son los protagonistas, y dos son las miradas, bien diferenciadas, que se proyectan sobre los hechos narrados. Doble es también la función que los dos personajes desempeñan en el relato: narrador y protagonista,

En este artículo voy a centrar mi atención sobre la singularidad de las dos voces narradoras y en el modo en que condicionan el significado del relato y su rica temática. La falta de nombre propio de los protagonistas confiere a la historia un carácter universal y generalizador, de modo que lo que sienten ellos se extiende a todos los hombres, es decir, muestra y explica la naturaleza humana. Llamaremos YO al joven y confuso discípulo y Sensei al veterano y enigmático maestro.

En la historia de YO encontramos un narrador interno que cuenta su historia desde dentro del relato. El talento del autor lo ha descrito como alguien inmaduro e indeciso que busca algo o alguien que le guíe en su camino para encontrar su lugar en el mundo. Su falta de control sobre los acontecimientos y conflictos que vive y experimenta, le confieren un carácter inquieto y temeroso. Su inmersión y cercanía con los hechos le convierten en un narrador muy subjetivo, pues se implica emocionalmente en lo narrado, expresando en todo momento sus sentimientos y opiniones. Continuamente manifiesta su obsesiva curiosidad por Sensei y su deseo de descubrir el origen de su extravagante y extraña conducta. 

Su comportamiento está condicionado por la dialéctica entre la intensidad de su búsqueda y el silencio de Sensei. Su falta de control sobre sus emociones se traduce en un continuo malestar, producto de esa necesidad de indagar y comprender. El resultado es un estado de continua insatisfacción e inseguridad   que le llevan a sentirse solo e incomprendido, tanto por su convencional familia como por el ambiente universitario y el contexto cultural en que se mueve. Personaje que se define por lo que no es, por su oposición frente al mundo ya sea rural o urbano, YO es el símbolo del joven que rechaza su pasado, pero no sabe gestionar su presente ni proyectar su futuro.

En resumen, YO es un narrador interno, subjetivo y equisciente, ya que se encuentra desorientado y confundido por no tener la información necesaria para desvelar el misterio que esconde Sensei intuyendo que, quizá, la resolución de ese enigma podría contener la clave de la historia.

Frente a la falta de perspectiva de YO, Sensei conduce su relato epistolar desde la distancia de la edad y la sabiduría que da el haber reflexionado en profundidad sobre la propia vida y sus errores.  Sensei no sólo conoce al detalle los sucesos de su vida y el valor moral de sus actos, sino que también los analiza e interpreta. Una muestra del talento narrativo de Soseki es la narración que Sensei hace de la historia de Kotra pequeña caja chinasubrayando los defectos de su rival. Al intentar menospreciar a su amigo, Sensei no se da cuenta de que en realidad se está desacreditando a sí mismo al mostrar involuntariamente sus propios defectos: cobardía, celos y envidia. Me quito el sombrero ante la profundidad psicológica y la exquisita sutileza de este excelente escritor.

Desde la madurez de su lúcida omnisciencia narra con ordenada naturalidad los dolorosos acontecimientos de su vida, explorando, además, las causas de sus desengaños y miedos, de su impotencia y misantropía. Su carta vuelca su autobiografía sentimental en un relato que es casi un tratado de psicología. Los ejemplos son los hechos y actos del protagonista-narrador, cuyos errores originaron una crisis sentimental tan profunda que desembocó en un remordimiento culpable y en la necesidad de un castigo redentor. La expiación será tanto el pago por el dolor ajeno como el final del propio. En la concepción budista de la cultura japonesa, el final es también comienzo y la muerte cierta hace posible la esperanza. 

En Kokoro, la dualidad genera el contraste ese recurso cervantino entre las dos caras de la realidad. Dos personajes: dos miradas. Dos tiempos: pasado y presente. Dos ámbitos: rural y urbano. Dos atributos humanos: sentimiento y razón. Y en esta última dualidad está la clave de la novela, en el conflicto entre razón y emoción, pues el error originario de Sensei al manipular a K fue “no dejarse llevar por el corazón y enredarse en razonamientos […] no pude hacerlo porque nuestra amistad tenía una base intelectual”.

 


No hay comentarios:

LO MÁS LEÍDO