viernes, 10 de enero de 2025

José Avello - Comentario

 

JUGADORES DE BILLAR

Carmen Sabater


Esta magnífica novela se inicia con dos nombres propios (Álvaro y Floro), dos personajes que aparecen de la nada y que poco a poco se sitúan en contexto, caracteres y aspecto. De pronto, el narrador interpela al lector y se convierte en un personaje misterioso, que nos advierte que no va a decir quién es, porque no nos quiere mentir. Tras ese desconcierto surge un derroche de sinceridad, o al menos de crudeza. Los personajes se van sumando a la narración, descarnados, analizados física y psicológicamente, diseccionados con un afilado bisturí que no juzga, solo expone, pero que hurga en el interior del alma humana buscando razones y respuestas, encontrando motivos, pero nunca justificaciones.

Las historias surgen de pronto, como casualidad tras un encuentro o una conversación y juega con nosotros mostrándonos pequeñas parcelas, abriendo escenarios, insinuando derroteros que nos sumergen en la trama. Queremos, necesitamos, saber más de cada uno, no nos basta lo que nos cuenta. Cada personaje es una novela en sí mismo. Todos tienen vida, matices, son creíbles en su gran complejidad y complementan las historias. Los paisajes, refuerzan conceptos y nos dan pistas sobre la trama, buscando un desenlace.

Muy pronto sabemos que un personaje muere, que es asesinado. Pero tardamos mucho en conocer cómo y aparece el enigma, ese recurso del narrador, que juega con nuestra curiosidad y vuelve atrás una y otra vez, o se adelanta en el tiempo, anticipando sucesos. Pero en todo momento es fácil, para el lector, saber dónde y con quién está, pues nunca se pierde entre las páginas de la novela. De la mano del narrador, entra en los bares, en las casas y tanto si tiene la suerte de conocer Oviedo como si no, pasea por sus calles y, mojado por la lluvia, siente frío o, se calienta al sol de invierno. Pero, anónimo e inadvertido, nuestro narrador también juega ocasionalmente al billar o se sienta en un rincón del reservado del Mercurio, como un personaje más, atento a quién irá esa noche, para seguir contando la vida de los jugadores, aunque asegura que “No vuelve el pasado. El pasado no cesa de ocurrir un solo instante”.

Y nos habla de un pasado cruel, duro, ambicioso, sádico, dominador, vengativo, que se repite en el presente, jugando con nuevas tramas, donde el amor tiene múltiples versiones, tantas como protagonistas. Cada personaje ama como vive, no hay un amor perfecto ni redentor. Algunos lloran porque no aman, los más lloran porque no saben amar...

Cuando ya conocemos a todos los jugadores, las carambolas se suceden y cada personaje, como las bolas de una partida, se recoloca. 

“… y no se mueven respetando las estrictas leyes de la dinámica, sino la secreta y variable geometría de las pasiones: obedecen al miedo, a la ambición, a la racanería, a la libertad de espíritu. Las bolas son entes morales que premian y castigan intenciones”.

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