FOE de JOHN MAXWELL COETZEE
COMENTARIO
(José Luis Vicent)
Me
he quedado solo. Estoy perdido. Hasta el propio Coetzee me ha dado con la
contraportada en las narices, y eso que me he aplicado bien leyendo su libro,
¿o acaso no es suyo?. Está repleto de exquisiteces, de arte, sé que me ha
gustado, pero ¿cómo se resume una obra de arte?. No dejo de buscar a alguien
que me indique lo que tengo que poner, que me cuente lo que ha sucedido y lo
resuma pero me temo que es una tarea imposible.
He
buscado en la Primera parte, esa en
la que Susan Barton llega milagrosamente a la isla. Pero allí apenas habla
nadie. Solo se pronuncia el viento. Y eso que Susan lo intenta, de hecho parece
que me habla directamente, pero no me dice gran cosa. Bueno, sí, me habla de
ella y de esa corta temporada con Cruso y Viernes, de cómo sobreviven
escasamente alimentados o de cómo se protegen del frío con las pieles de los
monos. También de las manías de Cruso, de su desinterés por los recuerdos, de
esas terrazas destinadas a recibir las semillas de futuros navegantes como
único objetivo. De cómo va levantando sobre ellas esos muros piedra sobre
piedra con la ayuda de Viernes. Y también me cuenta, aunque ya me estaba dando
cuenta, de cómo se enamora de Cruso y lo cuida con ternura hasta su muerte. Así
que con Cruso muerto y Viernes mudo a ver quién cuenta a Susan algo que yo
pueda resumir.
He
buscado en la Segunda parte.
Sorpresa. Encima de escaso va y me entero que no es a mí a quien se lo cuenta
sino a Foe. Todo son cartas y más cartas detallando su estancia en la isla, en
las que ningún derecho tengo yo a inmiscuirme. Por si fuera poco, llega un
momento en que se las empiezan a devolver y es porque Foe se ha ido, ha huido
de su casa de Londres acuciado por las deudas. Así que con Viernes sumido en su
silencio cavando en el jardín y Susan abatida, me vuelven a dejar sin palabras.
Se aviva una esperanza. Han tomado la casa vacía de Foe, y mientras Viernes se
entretiene bailando envuelto entre sus togas, Susan ocupa su escritorio con lo
que es de prever que algo de iluminación le alcance a ella y de rebote me
alumbre mínimamente a mí. De nuevo el fracaso. Ella es capaz de soltar palabras, pero no de ordenarlas. Para eso
necesita que Foe las coloque como Cruso hizo con las piedras. Pero de Foe no
hay noticias. Y para enmarañar más el asunto aparece la que dice ser hija de
Susan, lo que termina por confundirla tanto que ya no sabe qué historia hay que
contar y por ende, yo tampoco. Así que decide devolver a Viernes a su Africa
natal para que al menos él sea feliz, pero recapacita a tiempo pensando que solo
conseguirá esclavizarlo de nuevo. Regresan a Londres. Todavía es posible que
alguien hable.
En
la Tercera parte tiene que estar la
solución. Se ve enseguida. Susan consigue dar con Foe en su nuevo domicilio y
le pone al corriente. El hecho de estar juntos debe facilitar las cosas. Tienen
todo el tiempo para ellos y para encontrar la manera de extraer de Viernes la
historia de la isla y si no que se lo invente, que lo adorne con imaginación,
que para eso es escritor. Demasiado fácil. Primero Foe, que dice que lo
realmente importante es la historia de Susan con la pérdida y recuperación de
su hija incluida, y no la aburrida historia de la isla. Y luego precisamente
esa hija, que vuelve a presentarse con la que fue su niñera por si había dudas
acerca del parentesco, desestabilizando más si cabe a Susan que ya está
empezando a dudar de sí misma creyendo ser incluso un fantasma o una invención.
Si es así, ¿qué puedo resumir yo de lo que alguien que no existe puede contar a
otro que como escritor ya ha empezado recortando su apellido, si es que es
suyo?, ¿o acaso éste también es un impostor?, ¡vaya lío!. ¿Y mísero de mí
pretendo comentar, opinar, de lo que está fuera del alcance de los mortales?.
Por suerte, parece que Susan en un desesperado intento por echarme una mano,
seduce a Foe como la Musa que alumbra a los poetas para ver si por fin se digna
a escribir algo, pero una vez más, dando muestras de su rareza o de su
indolencia decide que ya que es Viernes quien conoce la historia, que sea él
quien la escriba, ¡a un medio sordomudo!, y anima a Susan para que le enseñe.
Si aprende rápido ya estoy salvado, pienso. Pero no. Con un par de vocales no
se llega a ningún sitio. Sin embargo Foe es optimista y apunta que un simple
murmullo puede ser la semilla capaz de germinar. Como las terrazas de Cruso
esperando otras semillas queda Susan confiada a un milagro y quedo yo cada vez
más parecido a otra ficción desposeída de talento.
Ya
no queda otra que la Cuarta parte de
la historia y solo seis páginas para contarla. Muy condensada tiene que estar.
Bueno, si es necesario la leeré varias veces… vaya, pero si están todos
muertos. A ver, lee un poco más. Pues sí, me lo ha repetido dos veces como si
supiera que lo necesito, solo que en una se ha acercado a Viernes intentando
escuchar algo y en otra ha recogido las cartas escritas a Foe que en ambos
casos yace con Susan a su lado, ambos sin aliento y por tanto sin nada más que
aportar. Pues esto se acaba amigo… y además ¿qué mujer lo está contando?. Me
temo que debo volver atrás. Sí, lo haré. Pero, espera. Ahora se apea del bote y
se acerca al barco sumergido. ¿Quién por fin contará algo?. Los nuevos muertos
son el Capitán y Viernes que ya lleva tres. El Capitán no tiene ni idea pero
Viernes sí. Viernes lo sabe todo y además se siente como en casa. Ahí está, la
corriente que sale de su boca como el suspiro que vaticinó Foe. Está contándolo
todo. ¡El esclavo que es el dueño y señor de la historia!. Ahora solo falta que
alguien la recoja y la escriba para poder hacer un verdadero resumen. Por fin
yo también he respirado.
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