jueves, 15 de mayo de 2014

LOS LIBROS, HIJOS DE LOS LIBROS

 LOS LIBROS, HIJOS DE LOS LIBROS



Foe, de JM Coetzee

El personaje de Robinson Crusoe y su simbólica isla siempre han ejercido una especial fascinación  sobre los que analizan, imaginan y manipulan historias. Con la publicación de Foe en 1986, Coetzee  cumple  ese deseo de escribir  un relato sobre el mítico naufrago y sus circunstancias, aportando así su granito de arena al conjunto de versiones  que  integran la amplia bibliografía sobre el tema. En esta ocasión se trata de una narración en primera persona  a cargo de Susan Barton, personaje testigo de la aislada experiencia de Cruso y su silencioso criado Viernes.

De este modo, una voz narradora femenina se constituye en conductora del relato, lo que no deja de ser una novedad en un contexto literario en el que predominan los personajes masculinos. Tras ser arrastrada desde su barco naufragado,  el argumento plantea tanto impresiones sobre su experiencia en compañía de tan célebres compañeros, como juicios y valoraciones  sobre la novela, su autor y el destino que los ha reunido. El libro, con un marcado carácter metaliterario, se dirige  a un lector enterado y atento a las digresiones de los personajes, sus disputas y conversaciones. Y, tratándose de Coetzee, no vendría mal estar preparados para las bromas, los sentidos ocultos y todo lo que comporta su irónica ambigüedad.

Un detalle que se observa al comienzo de la novela y que será una constante a lo largo de su desarrollo es el contraste entre RC y la clásica novela de aventuras. Mientras que la historia del secuestro de la hija de Susan se ajusta al típico relato romántico del arriesgado y exótico viaje que se emprende para resolver una injusticia, la famosa novela de Daniel  Defoe aparece como una historia  más discursiva que narrativa, más moral que amena.

En la isla y en el barco de vuelta

La valoración de la narradora sobre RC y Viernes sitúa a ambos en su dimensión literaria, en la medida en que  asocia la vida de Cruso a su permanencia en la isla, pues, como los mitos, no sobrevivirá fuera de ella. La isla es el territorio vital y existencial donde su dueño reina como  un monarca absoluto, que no tiene otro dios que la Providencia. Este tema, fundamento del presbiterianismo, y esencial en el original, supone la humilde aceptación por Cruso de su azaroso destino impuesto por un caprichoso Ser superior, que   ha de velar unas veces y dormir otras. Las preguntas de Susan cuestionan estos principios:

En un mundo de azares, ¿es que eran venturosos unos y funestos otros? […] ¿Qué son esos parpadeos contra los que la única defensa sería una vigilia tan constante como inhumana? […] todas estas preguntas resonaban en mi mente sin encontrar respuesta alguna.

Según Susan, como Cruso no puede gobernar su vida ha de asegurarse de  ser rey en su isla. Por ello morirá nada más salir de ella. Y morirá de un miedo cerval y profundo, debido a la inseguridad del barco y a la amenaza del mar, esa inmensidad vacía, evocadora de la muerte machadiana. Su obsesiva dedicación al trabajo, su frugal dieta y la tristeza que envuelve sus actividades no son más que muestras del tedio y la monotonía, del agobiante silencio y de la soledad engendrada por el ineludible viento. La isla, esa metáfora de la existencial incomunicación, es vital para Cruso como personaje, y sin ella desaparece del relato.

La última reflexión sobre literatura que nos ofrece nuestra narradora es sobre la calidad narrativa de las historias. Según le dice al capitán, su relato oral podría resultar entretenido, pero por escrito se desvanecería su espontaneidad que sólo el arte puede suplir y yo carezco de arte. Susan mantiene durante toda la novela su función narradora, es decir, su papel como intermediaria entre el autor y el lector. Su sensatez y su criterio estético  se superponen a su  conciencia  como personaje, y, como tal, sabe que su existencia depende del la voluntad y del talento  del escritor. Pero es la ironía del autor la que se filtra en las reveladoras palabras de Susan al Cruso enfermo y aterrado por la cercanía del final, un travieso guiño al personaje y al lector sobre lo que podría haber sido  la vida del naufrago, de haber seguido con vida, como sucede en la novela de Defoe:

¿No habrás quedado en tus plantaciones brasileñas una hermana que siga aguardando tu regreso, y también algún fiel capataz que lleve tus libros de cuentas?

Su credibilidad se basa en que nunca hace juicios categóricos o muy elaborados. Su papel de crítica literaria se manifiesta en pequeñas frases más o menos camufladas en sus reflexiones, salpicando las conversaciones aquí o allá. Sin embargo es bastante implacable cuando sugiere que la obra de Defoe, como relato  es bastante aburrida:

¿Cómo se explica que en la isla hubiera tan pocas cosas que pudieran clasificarse de extraordinarias? ¿Cómo es que no había ni frutos exóticos, ni serpientes, ni leones? ¿Cómo es que nunca aparecieron los caníbales? Cuando en Inglaterra la gente nos pida que la entretengamos, ¿qué le vamos a contar?

La irónica ambivalencia de este discurso  se refiere tanto a la calidad literaria de lo obra de Defoe como al nivel cultural de un lector  habituado a las  novelas de entretenimiento, inspiradas en el romanticismo popular de mediocres  relatos de aventuras.

En Londres: Susan y Foe

Las cartas de Susan a Foe contienen tanto reclamaciones pecuniarias como alusiones a su relato y al oficio del autor como creador del espacio imaginario en que viven sus personajes. Susan será un personaje de Foe como Foe es un personaje de Coetzee. El contenido de esta parte es aún más metaliterario que el anterior, pues la acción narrativa es mínima, apenas abarca el paso de Susan y Viernes por las dos casas londinenses. De las dos la más significativa es la vivienda abandonada por Foe, puesto que contiene los elementos que definen al personaje escritor: su forma de vida, sus ropas, sus costumbres y sus papeles, elemento motivador de la mayor parte de las reflexiones de Susan.

Lo más reiterativo es el pirandelliano desasosiego del personaje por vivir en la obra, cosa imposible si el autor está desaparecido, como es el caso. El nerviosismo de Susan va en aumento a lo largo de este capítulo convirtiéndose en ansiosa zozobra, motivada por el vacío existencial y por la angustia que  percibe la proximidad de la muerte, el no-ser, la nada. Y esto es muy del gusto de Coetzee, una marca de estilo que singulariza a sus criaturas. El existencialismo en estado puro implica también la dolorosa ausencia de respuestas. El personaje de Susan lo tiene muy claro, pues su naturaleza literaria le hace sentir que es un ser en tránsito o como dice humorísticamente en alquiler. Vivir en el libro es ser escrito, acabado:

Los que vivimos en un mundo de palabras padecemos el ansia de respuestas.

No reprocha nada a Foe, como el Augusto de Niebla  a Unamuno. Sólo suplica ser creada como ser sólido e independiente de su función narradora-testigo, pues se siente un fantasma sin historia, un ser sin entidad propia, sin memoria ni consistencia: Hágame recordar el ser que he perdido reclama Susan, que afirma que la historia donde desea vivir es un lugar, un almacén de recuerdos. En su solitaria inquietud añora la sencillez de su isla pero enseguida desvela el referente de la imagen y descodifica la metáfora: el sótano donde danza Viernes es la isla, y el mundo, un archipiélago. El miedo a la muerte -tan parecida al sueño, al letargo- se asocia a la ausencia del creador, pues, si éste muere, la condena  del personaje será: un descenso a los infiernos, al mundo de la oscuridad.

El resto de reflexiones, intercaladas en la sorprendente e inverosímil aparición de su supuesta hija, versan sobre una incipiente y mínima teoría de la  creación y de la tarea del escritor. Tras las palabras de Susan a Foe asoman Coetzee y su consideración de la dureza de un oficio que exige constancia y  disciplina para transformar la realidad mediante la magia de las palabras. También se afirma que la novela debe combinar verdad y placer, realidad e imaginación. Foe –comenta Susan- da coherencia a la realidad, ordena el caos, como Cruso ordenaba su isla, con sus piedras y terrazas. Susan nos conmueve como criatura ficción al, pero  dinámica y  entrañable, cuando asegura que la casa de Foe es su espacio vital e imaginario. Es –dice- la casa donde he nacido.

Y su criterio es firme en el dictamen sobre la calidad de las historias, y en él  cimienta sus recomendaciones al autor: la de Viernes es la más interesante y sugerente, la que tiene posibilidades y futuro; la de Cruso, por el contrario, es una historia insulsa, sin interés ni misterio. La coherencia y profundidad de su pensamiento sobre la naturaleza del lenguaje verbal, como forma de representación que hace al hombre superior a  las bestias, vuelve a evidenciar la presencia de Coetzee tras el profesional discurso de Susan. Además hay que tener en cuenta que se está dirigiendo a Viernes, el mudo y silencioso Viernes, condenado a no poder hablar como los hombres. Pero a estas alturas el  monólogo interior de Susan  es ya en un gran receptáculo de las ideas del escritor, casi un tratado sobre el lenguaje y la literatura.

En la casa, después de Bristol

El encuentro entre Susan y Foe acrecienta el carácter fantasmal de la primera frente a la aparente densidad del segundo. Sus diálogos versan sobre lo mismo: la necesidad de Susan de vivir, ser creada, ser escrita. Insiste en que la isla no da para una historia y discute con Foe de qué debe tratar  su obra.  Por eso se abrazan Susan y Foe, como el artista y su musa.  Foe, como escritor, aparece como el prestidigitador que manipula a sus criaturas. Como hombre racional, cree en el poder del hombre para ordenar el caos, salir de su laberinto interior. Según él, la conciencia consiste en un estado claro de vigilia, frente a la oscuridad fantasmal del sueño, y, como Dios, al escribir crea el mundo. Su solidez como  pensador le acerca al autor de Robinson Crusoe con sus disquisiciones sobre la muerte, la culpa y la providencia, tan largas que ahogan el relato y su orden natural (según Foe): presentación, nudo y desenlace.

Los desvanecimientos de Susan son indicios de su desaparición, y aunque afirma no ser una historia, su naturaleza ficcional no le impide plantear preguntas sobre la esencia de los que la rodean, incluido el autor: ¿quién soy yo? ¿Quién es usted mismo? A pesar de saber que su existencia depende de su discurso y está decidida a seguir escribiendo o hablando, Susan duda de su entidad y no halla respuestas. Finalmente acepta el silencio, el abrazo de Foe y la compañía de sus iguales: el resto de personajes que habitan la casa de Foe, su imaginario universo. Se difumina entre los pensamientos de Foe, ahogada por su lección magistral:

Escribir es mera divagación…

Me he visto perdido en el laberinto de la duda…

A veces me pregunto qué sería de las criaturas de Dios si nunca tuviesen sueño. Si nos pasásemos toda la vida despiertos… ¿seríamos mejores o peores?

Los sueños son recuerdos, recuerdos distorsionados de mis horas de vigilia […] tan reales como los recuerdos mismos.

Las extrañas visitantes

Susan cree ser un fantasma y que Foe está vivo. Pero no es así. La extraña visitante certifica que están todos muertos, tanto los de la casa como los que yacen en el fondo del mar. Deseo imaginarme que la mujer que explora las profundidades marinas es una sirena mitológica, mágica criatura de las aguas, que seduce a los que escuchan su canto. Es una broma de Coetzee ¿no? Ninguno de sus personajes ha existido, Susan nunca llegó a la isla, Viernes no viajó a Londres.  Pero, si no existen, ¿cómo es que hemos leído este libro? Y lo que hemos escrito sobre él….
Y  unas preguntas más:
·         ¿Por qué Susan no quiere reconocer la existencia de su hija? Tengo una hipótesis, pero no la   expongo para ver si alguien se anima a jugar a las conjeturas.
·         ¿Cómo va Viernes a contar una historia, un relato, si no sabe hablar ni escribir? ¿es suficiente con que de su cuerpo emanen los sonidos de la isla, o que su aliento se funda con las corrientes oceánicas?
Podría  haber más, siempre puede escribirse más, pero por hoy basta. GB






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